Los padres salieron y cerraron la puerta de la habitación. Entonces Tobías se levantó del lecho y le dijo: «Levántate, hermana, y oremos*, y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve.» (Tobías 8, 4) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 2009)
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En la cámara nupcial (8:1-9).
1 Cuando hubieron terminado de comer, llevaron a la alcoba a Tobías. 2 El, recordando las palabras de Rafael, tomó un brasero y, poniendo encima de las brasas el corazón y el hígado del pez, hizo humo. 3 El demonio, en cuanto olió aquel humo, huyó al Egipto superior, donde el ángel le ató. 4 Una vez que quedaron los dos solos, se levantó Tobías del estrado y dijo: Levántate, hermana; vamos a orar para que el Señor tenga misericordia de nosotros. 5 Y comenzó Tobías, diciendo: Bendito eres, Dios de nuestros padres, y bendito por los siglos tu nombre, santo, glorioso. Bendígante los cielos y todas las criaturas. 6 Tú hiciste a Adán y le diste por ayuda y auxilio a Eva, su mujer; de ellos nació todo el linaje humano. Tú dijiste: No es bueno que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él. 7 Ahora, pues, Señor, no llevado de la pasión sensual, sino del amor de tu Ley, recibo a esta mi hermana por mujer. Ten misericordia de mí y de ella y concédenos a ambos larga vida. 8 Ella respondió: Amén. 9a Y pasaron ambos dormidos aquella noche.
La primera providencia de Tobías fue tomar un brasero y poner el corazón y el hígado sobre las brasas para que produjeran humo. Tan pronto como lo aspiró el demonio, huyó al Egipto superior, donde le ató el ángel. Todos los textos repiten esta ceremonia. Parece que esta combustión tuvo lugar en presencia de los padres, pues dice el texto actual que, una vez quedaron los dos solos, se levantó Tobías. No es de suponer que el brasero se encontrara en la habitación para caldearla, porque la circunstancia de haberse bañado Tobías en el río demuestra que no estaban en la estación invernal. Había en la alcoba perfumador o pebetero, al que se le echaba incienso o algunas hierbas para aromatizar la habitación, lo que está de acuerdo con el texto griego al decir que puso el corazón y el hígado sobre la ceniza de los perfumes o sobre las brasas del perfumador. Al oler el demonio aquel humo, huyó al desierto, lugar considerado como morada de los malos espíritus (Isa_13:21).
Existen graves discrepancias entre los autores sobre la interpretación de la naturaleza del hecho de ahuyentar el diablo por el humo desprendido de la combustión del corazón y del hígado del pez. Si todos los textos no estuvieran acordes en atestiguar su autenticidad, nos inclinaríamos por considerar el pasaje como un adorno popular introducido tardíamente en el texto primitivo (Schlógl). De hecho, puede borrarse perfectamente del texto sin perjudicar en lo más mínimo el curso de la narración. Debe rechazarse la hipótesis según la cual se oculta tras de este hecho una práctica mágica y supersticiosa, lo que repugna totalmente al espíritu del libro. Entre las muchas hipótesis que se han ideado, plácenos citar la que sigue: la combustión del corazón y del hígado fue una acción verdadera, pero simbólica, la cual, presupuesta la rectitud de intención de Tobías y su confianza en las palabras del ángel, recibía su eficacia de la oración. Aquella acción externa, unida a la oración, obraba como causa instrumental para significar también la operación interna que debía realizarse. El hecho se explica, con las debidas reservas, como el pasaje evangélico en que se habla del uso del barro (Jua_9:6) y de la saliva (Mar_47:33) que empleó Jesús en la curación del ciego y sordomudo. Concretamente, en nuestro pasaje, más que al humo producido por la combustión del corazón y del hígado, la fuga y la reducción del demonio a la impotencia se atribuyen a la intervención del ángel y a la oración de los esposos. Los dos, según la costumbre judaica, oran de pie, pidiendo al Señor que tenga compasión de ellos. Ninguna alusión hay en los textos griegos a la circunstancia, atestiguada por la Vulgata, de vivir en continencia las tres primeras noches que siguieran al matrimonio, pues consideran la primera como la primera noche de vida conyugal.
Inquietad y oración de Ragüel (Mar_8:9-18).
9b Cuando Ragüel se levantó, se fue a cavar una sepultura,10 diciendo: Seguro que ha muerto éste también. 11 Vuelto Ragüel a casa, 12 dijo a Edna, su mujer: Manda a una de las sier-vas que vea si está vivo, para enterrarle si no, y que nadie se entere. 13 Abrió la sierva la puerta y vio que ambos dormían. 14 Salió luego y les comunicó que estaba vivo. 15 Entonces bendijo Ragüel a Dios, diciendo: Bendito seas tú, Dios, con toda bendición pura y santa, y bendígante tus santos, y todas tus criaturas, y todos tus ángeles, y todos los elegidos; bendígante por los siglos. 16 Bendito tú, que me has alegrado, no sucediendo lo que yo me temía, sino que has obrado con nosotros según tu gran misericordia. 17 Bendito seas tú, Señor, que tuviste misericordia de estos dos hijos únicos; ten de ellos piedad y concédeles acabar en bien su vida con alegría y misericordia. 18 Y mandó a sus siervos rellenar la sepultura.
La fe de Ragüel en el feliz éxito del nuevo matrimonio prácticamente no existía, a pesar de que él y su mujer, como da a entender el texto, presenciaron la ceremonia de la fumigación, encaminada, según el ángel, a alejar el mal espíritu. Por lo cual, levantándose Ragüel muy de mañana, hacia la hora en que suele cantar el gallo (circa pullorum cantum, Vulgata), mandó cavar una fosa, diciéndose a sí mismo: Seguro que también éste habrá muerto. Cerciorado por la sirvienta de que vivía, dio la orden inmediatamente de rellenar la sepultura antes de despuntar el día (texto de Sin.).
Grandiosa banquete (Mar_8:19-21).
19 Hízoles la fiesta de bodas por espacio de catorce días, 20 pues antes ya le había instado a que no partieran hasta terminar los catorce días de la boda. 21 Pasados, le daría la mitad de su hacienda y le dejaría irse en paz a su padre, y el resto lo recibiría cuando muriese él y su mujer.
Para celebrar el acontecimiento, dispuso Ragüel que los días del banquete de bodas, que solían durar siete días (Gen_29:27; Jue_14:12-18), se duplicaran, obligando a Tobías con juramento a que no se ausentara antes del plazo de los catorce días.