Comentario de Santo Toms de Aquino
Capítulo 10
Lección 1: Hebreos 10,1-18
Demuéstrase que el Antiguo Testamento no pudo lavar al hombre de las manchas de sus pecados, razón que se apoya en el testimonio de la Escritura y en la misma razón.1 Porque no teniendo la Ley más que la sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede jamás por medio de las mismas víctimas, que no cesan de ofrecerse todos los años, hacer justos y perfectos a los que se acercan al altar y sacrifican;2 de otra manera hubieran cesado ya de ofrecerlas, pues que los sacrificadores, purificados una vez, no tendrían ya remordimiento de pecado;3 con todo eso, todos los años, al ofrecerlas, se hace conmemoración de los pecados,4 porque es de suyo imposible que con sangre de toros y de machos cabríos se quiten los pecados.5 Por eso el Hijo de Dios, al entrar en el mundo, dice a su eterno Padre: Tú no has querido sacrificio ni ofrenda, mas a Mí me has apropiado un cuerpo mortal;6 holocaustos por el pecado no te han agradado.7 Entonces dije: heme aquí que vengo, según está escrito de Mí al principio del libro o Escritura Sagrada, para cumplir, ¡oh Diosi, tu voluntad.8 Ahora bien, diciendo: Tú no has querido, ni han sido de tu agrado los sacrificios, las ofrendas y holocaustos por el pecado, cosas todas que se ofrecen según la Ley,9 y añadiendo: heme aquí que vengo, ¡oh mi Diosi, para hacer tu voluntad, claro está que abolió estos últimos sacrificios, para establecer otro, que es el de su cuerpo.10 Por esta voluntad, pues, somos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo hecha una vez sola.11 Y así, en lugar de que todo sacerdote de la antigua Ley se presente cada día, mañana y tarde, a ejercer su ministerio, y a ofrecer muchas veces las mismas víctimas, las: cuales no pueden jamás quitar los pecados,12 este nuestro pontífice, después de ofrecida una sola Hostia por los pecados, está sentado para siempre a la diestra de Dios,13 aguardando, entretanto, lo que resta, es a saber, a que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.15 Eso mismo nos testifica el Espíritu Santo. Porque después de haber dicho:16 He aquí la alianza, que Yo asentaré con ellos, dice el Señor, después de aquellos días, imprimiré mis leyes en sus corazones, y las escribiré sobre sus almas;17 añade a continuación: ya nunca jamás me acordaré de sus pecados, ni de sus maldades.18 Cuando quedan, pues, perdonados los pecados, ya no es menester oblación por el pecado.Después de consideradas las cosas que se hacían en ambos testamentos, concluye de ahí el Apóstol la ventaja que al viejo le hace el nuevo; ahora prueba un punto que había dado por supuesto, es a saber, que el antiguo testamento no podía limpiar de pecados; punto el último de los 5 que había propuesto tratar de Cristo. Acerca del cual, señala primero la manquedad del antiguo en lo tocante a la abolición de la cu'pa y, fundado en esto, compara luego a un sacerdote y otro de ambos testamentos.Cuanto a lo primero, es de saber que el Apóstol, del rito y condición de la antigua ley, concluye su imperfección. Mas por el pecado vese uno privado de los bienes futuros; por consiguiente, como si aquel pecado tuviese que ver con los bienes futuros, es a saber, celestiales; respecto de los cuales la ley vieja es como la sombra al cuerpo, pero la nueva como la imagen. Ahora bien, sombra e imagen convienen en que ambas representan, pero la sombra en común y por lo que mira a la naturaleza de la especie; la imagen, en cambio, en particular y por lo que mira a la naturaleza del individuo y en especial.Así también, la nueva ley respecto de los bienes futuros los representa con más viveza que la antigua; primero porque en las palabras del Nuevo Testamento se hace expresa mención y promesa de los bienes futuros, no así en el Antiguo, sino sólo de los carnales.Segundo, porque la fuerza del Nuevo Testamento estriba en la caridad, que es la plenitud de la ley; y esta caridad, aunque imperfecta, por razón de la fe a la que va unida, es semejante a la caridad de la patria.De ahí que la ley nueva se diga ley de amor y, por siguiente, imagen, pues tiene una semejanza expresa, de los bienes futuros; no así la ley vieja, cuya representación de tales bienes es por figuras carnales y a mil leguas de lo que es la realidad, por lo cual se llama: sombra.Esta es, pues, la condición del Antiguo Testamento, que no tiene más que la sombra de los bienes futuros, y no la realidad misma de las cosas; y el rito consistía, en que cada año ofrecían, en la fiesta de la expiación, las mismas víctimas, es a saber, la sangre de los toros y machos cabríos, con el mismo intento, a saber, de expiar por el pecado, como parece por Levítico 23. De lo cual saca como conclusión lo que intentaba demostrar, es a; saber, que "no teniendo la Ley más que la sombra de los bienes futuros, y no la realidad misma de las cosas, no puede jamás hacer justos y perfectos a los que se acercan al altar y sacrifican, esto es, a los pontífices, por medio de las mismas víctimas, que no cesan de ofrecerse todos los años"; "pues que la Ley no condujo ninguna cosa a perfección" (He 7,19); prerrogativa ésta de la nueva ley, que consiste en la caridad, la cual es el" vínculo de la perfección (Col 2), y por eso se dice en-San Mateo: "sed, pues, perfectos como vuestro Padre* celestial"."De otra manera hubieran cesado ya de ofrecerlas".. Prueba su propósito por razón del rito y por razón de la condición de las ofrendas; y para demostrar que la; purificación de la Ley no era perfecta fúndase, primero, en la reiteración frecuente de las mismas víctimas que?se hacía en elia, y el razonamiento es el siguiente: "los sacrificadores, si por el ofrecimiento de !as mismas víctimas hubiesen ya quedado purificados de una vez por todas, por no tener ya remordimiento de pecado, hubiesen cesado de ofrecerlas", y habiendo cesado, no tuvieran necesidad de ofrecerlas. Ahora bien, no cesaban, porque, como va dicho, año con año ofrecían las mismas víctimas; y, puesto que no cesaban de hacer siempre las mismas ofrendas, señal es que no se purificaban (Mt 9).Pero, al contrario, pudiera objetarse que tal razonamiento no es eficaz; pues pudiera decirse que aquella oblación purificaba de los pecados pasados, no de los futuros; por consiguiente, porque a menudo pecaban, a menudo también era necesario se reiterasen las ofrendas. Respondo que la manera de hablar del Apóstol no da lugar a ello; pues, siendo el pecado una cosa espiritual, opuesta a lo celestial, conviene que, por lo que se purifica, la ofrenda sea también celestial y espiritual y, por consiguiente, tenga virtud permanente.De ahí que, al hablar de la virtud del sacrificio de Cristo, le atribuye virtud perpetua, diciendo: "habiendo obtenido una eterna redención". Mas lo que tiene virtud perpetua es suficiente para lo cometido y por cometer y, por consiguiente, no es necesario repetirlo mas; de donde Cristo con una sola ofrenda purificó para siempre a los que ha santificado, como se dice abajo.Asimismo el decirse que no se repita, en contra de lo cual está el hecho de nuestra oblación diaria. Respondo que nuestra oblación no es diferente a la que Cristo hizo por nosotros, es a saber, su sangre; de suerte que no es otra la ofrenda, sino que es la conmemoración de aquella Hostia que Cristo ofreció: "haced esto en memoria mía" (Mt 26). Lo segundo que adelanta es que en el Antiguo Testamento hacíase conmemoración año por año de sus pecados y de los del pueblo, luego no estaban abolidas las oblaciones. De ahí que diga que, "al ofrecerlas, se hace conmemoración de los pecados", lo cual es cierto; pues en general se hacía mención de los pecados, es a saber, que tenían remordimiento de pecado, pero en especial se hace mención en el Nuevo: "confesad, pues, vuestros pecados uno a otro" (Stg. 5,16).-"Porque es de suyo imposible que con sangre de toros y de machos cabríos se quiten los pecados". Prueba lo mismo por la condición de las ofrendas; pues lo más solemne que tenían era la ofrenda de los toros y machos cabríos, que se hacía en el día de la expiación; y siendo ésta una representación obscura e imperfecta de las cosas celestiales, como una sombra, "no es posible que con la sangre de tales animales se quiten los pecados"; lo cual es cierto, si atendemos a su propia virtud, mas no si a la sangre de Cristo, representada en la de aquellos animales, por cuya virtud se perdonaban. "¿Acaso las carnes sacrificadas te han de purificar de tus maldades, de las cuales has hecho alarde?" (Jr XI,15). Como si quisiese decir: ¡No!-"Por eso, al entrar en el mundo, dice". Trae una autoridad de la Escritura que, según la Glosa, puede dividirse en dos, pues primero trata de la Encarnación de Cristo prefigurada en las observancias legales; segundo, de la Pasión de Cristo; con todo, según la intención del Apóstol, puede decirse que primero toca lo que se refiere a la reprobación del Antiguo Testamento; segundo, lo que al aceptamiento del Nuevo; y esta autoridad dice bien con Cristo al entrar en el mundo. Luego, ya que aquellas víctimas no podían quitar los pecados, por eso "ei Hijo de Dios, al entrar en el mundo, dice". Pero San Juan dice lo contrario: "estaba en el mundo". Respondo: es cierto que estaba en el mundo, como gobernándolo todo, en cuanto se dice que está en todas !as cosas por esencia,' presencia y potencia; pero está fuera del mundo, porque el mundo no quiere recibirlo, sino que tiene su bondad, de quien se deriva toda bondad, separada de todo el mundo; mas, por haberse hecho por nosotros el supuesto de la naturaleza humana, dícese que entra en el mundo, por haber tomado esa naturaleza, como dijo arriba: "y otra vez, al introducir a su Primogénito en el mundo" (He 1,6).Así pues, al entrar en el mundo, dice: pero ¿qué dice? "Tú no has querido sacrificio ni ofrenda"; y pone 4 cosas del Antiguo Testamento: porque el sacrificio o era de cosas inanimadas, por ejemplo, de pan o de incienso, y se llamaba ofrenda; o de animadas, y entonces o se ofrecía para aplacar a Dios, y se llamaba holocausto -la oblación más digna de todas, pues toda entera se quemaba y cedía en honra de Dios-; o para limpiarse del pecado y llamábase sacrificio por el pecado, una de cuyas partes se quemaba en el altar y otra se quedaba para el servicio de los ministros; o en agradecimiento de los beneficios de Dios -el sacrificio menos digno de todos, pues sólo se quemaba una parte, las otras dos se las repartían los oferentes y los ministros- y se llamaba sacrificio de hostia pacífica.A todos estos sacrificios corresponde en el Nuevo Testamento la oblación del cuerpo de Cristo, pues por el cuerpo de Cristo aplacóse Dios, es a saber, al ofrecerse El mismo en la cruz. "Cuando éramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con E! por la muerte de su Hijo" (Rm 5,10). Asimismo por El somos introducidos en posesión de los bienes eternos y nos disponemos a recibir los beneficios de Dios.Dice, pues: "hostia, es a saber, sacrificio, y ofrenda no has querido"; e interpone luego: "mas a Mí me has apropiado un cuerpo", esto es, lo has hecho a propósito para ser inmolado, y esto por dos razones: a) porque fue purísimo, a tal grado, que borrase todo pecado (Ex. 12);b) porque fue posible, de suerte que pudiese ser inmolado (Rm 8). Y este cuerpo es una verdadera víctima y verdadera ofrenda (Ep 5).-"Holocaustos por el pecado no te han agradado". Dice más agradar que querer, porque agradan aquellas cosas que en sí tienen algo para ser queridas; y a veces queremos algunas cosas no por razón de sí, mas por otro motivo. Ahora bien, si de aquellos holocaustos, con ser tan dignos, eso no obstante, dice que no le agradaron, luego mucho menos los otros. Pero es al contrario, porque el Levítico dice que el sacerdote los quemaba sobre el altar, en holocausto de olor suavísimo al Señor (!,9). Además, si no eran de su agrado, ¿para qué mandaba se los ofrecieran?.Respondo que el no querer Dios una cosa puede entenderse de dos modos: de uno, que no la quiere para este tiempo en que, llegada la verdad, cesó ia sombra, de suerte que el que ahora la ofreciese pecara.De otro, que no la quiere por los pecados de los oferentes, "cuyas manos están empapadas de sangre" (Is 1).Una tercera respuesta, a que apunta el Apóstol, es porque estas ofrendas de suyo nunca agradaron a Dios, ni le fueron aceptas sino por dos razones:1- porque eran figura de Cristo, cuya pasión a Dios le fue aceptada; que no se pagaba de animales muertos, sino de la fe en su pasión; pues todo lo que les sucedía eran figuras (1Co 10,2).2- para por estos sacrificios apartarnos de la idolatría; de ahí que al darles por primera vez la ley no hizo ninguna mención de sacrificios, sino hasta que hicieron el becerro. De donde dice Jeremías: "cuando saqué de la fierra de Egipto a vuestros padres, no les hablé ni mandé cosa alguna en materia de holocaustos y de víctimas" (7).-"Entonces dije". Prosigue hablando de la aprobación del Nuevo Testamento, y, según la Glosa, se lee de esta manera: entonces, es a saber, cuando me hiciste un cuerpo a propósito, esto es, en la concepción, "dije: heme aquí que vengo", esto es, determiné venir, conviene a saber, a la pasión (1Jn 5); a no ser que prefiramos referirlo a su venida a este mundo, diciendo: entonces, es a saber, cuando los holocaustos no fueron ya de tu agrado, dije: vengo por la encarnación (Jn 16); y esto para ofrecerme a la pasión. Por eso dice: Heme aquí.Mas ¿por ventura este sacrificio será del beneplácito de Dios? Cierto que sí, porque "está escrito de Mí al principio del libro". Este libro es Cristo, según la naturaleza humana, en cuyas páginas escrito está cuanto es menester al hombre para salvarse (Is 8). La cabeza de Cristo es Dios (1Co XI). "Al principio del libro", esto es, en la ordenación de Dios, que es cabeza de Cristo, que es el libro, escrito está que el Hijo de Dios tendrá que encarnarse y morir; o el libro, esto es, el salterio, cuyo primer salmo trata de Cristo; o, mejor aún, el libro de la vida, que no es otra cosa que el conocimiento que Dios tiene de la predestinación de los santos que se salvan por Cristo. Luego en este libro está escrito de Mí, porque los santos si son predestinados, lo son por Mí (Ep 1; Rm 8). Así pues, si la predestinación se llama libro, claro es que Cristo es su cabeza o principio (Ap. 21); que simplemente está predestinado (Rm 1). Luego al principio del libro, esto es, en Mí,- según la naturaleza divina, escrito está de Mí, según la naturaleza humana, "para cumplir, ¡oh Diosi, tu voluntad", conviene a saber, de antemano ya estaba determinado que por tu gracia hiciese tu voluntad, ofreciéndome para salvar al género humano.-"Ahora bien, diciendo". Explica la antedicha autoridad, pues poniendo orden en lo que va a decir, señala la diferencia entre el Nuevo y el Antiguo Testamento, y se detiene especialmente en cierta supuesta cosa de la autoridad alegada, en la cual, según se dijo, se tocaban dos puntos: uno, concerniente a la reprobación del Antiguo Testamento; otro, a la aprobación del Nuevo.Repruébase el Antiguo Testamento por dos capítulos: ya porque Dios no quiere sus sacrificios, ya porque no le agradan, y así el profeta David "diciendo arriba", esto es, al principio... ¿qué dice? "Tú no has querido, ni han sido de tu agrado los sacrificios, las ofrendas y holocaustos por el pecado" (Is 1). Verdad es que en cuanto tales "no has querido ni han sido de tu agrado esos sacrificios... cosas todas que se ofrecen según la Ley", esto es, no te complaces en ellas (Sal 50), sino por ser figuras o porque por ellas se apartaban de la idolatría.Luego, pues, de decir esto, añade: "entonces dije", es a saber, cuando me diste un cuerpo a propósito para padecer, o cuando estas ofrendas no te agradaron: heme aquí que vengo, o para encarnarme o para padecer; pero ¿a qué?: "para cumplir, ¡oh Diosi, tu voluntad" (Jn 6,4).Así que el profeta, al decir esto, "claro está que abolió estos últimos sacrificios, para establecer otro, que es el de su cuerpo", con lo cual muestra la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, porque, hablando del Viejo, dice que no los quiere ni le agradan, es a saber, por sí mismos. Quedan, pues, abolidos. Mas cuando habla del Nuevo dice que lo quiere, porque a eso vengo, para hacer tu voluntad. Luego se establece el Nuevo, esto es, confírmase en su ser según la voluntad de Dios. "Al fin arrojaréis los frutos añejos por la superabundancia de los nuevos" (Lv. 26,10).-"Por esfa voluntad, pues, somos santificados". Explica lo que había dicho de la voluntad de Dios, es a saber, en qué consiste esa voluntad, para cuyo cumplimiento vino Cristo. Esta consiste -como se dice en i Tesalonicenses 1V- en "vuestra santificación". Por eso dice: "por esta voluntad, pues, somos santificados, y esto por ia oblación del cuerpo de Jesucristo" (Ep 1) hecha una sola vez (! P. 3).-"Y así, en lugar de que todo sacerdote se presente cada día". Muestra, por comparación, la diferencia entre el sacerdote del Antiguo y el del Nuevo Testamento. Es de saber que en la Ley había dos sacrificios solemnes: uno perpetuo y otro el día de la expiación, que ofrecía sólo el Sumo Pontífice, como ya se dijo sobradamente. En el perpetuo -de que hablan los Números- se ofrecía un cordero por la mañana y otro por la tarde. A éste también se refiere el Apóstol y para tratar de él pone lo que toca al sacerdote de uno y otro testamentos, y lo confirma por autoridad.Dice, pues: "todo sacerdote": todo, a diferencia del sacrificio expiatorio, que sólo lo hacía el Sumo Sacerdote; mas, por lo que mira a éste, "todo sacerdote se presenta cada día, mañana y tarde, a ejercer su ministerio, y a ofrecer muchas veces las mismas víctimas", pues siempre ofrecían un cordero, "las cuales no podían jamás quitar los pecados", porque se repetían (Jr XI). Por este sacrificio perpetuo figúrase Cristo y la eternidad del que es el Cordero inmaculado.-"Mas este nuestro pontífice, después de ofrecida una sola Hostia". Muestra lo que pertenece al sacerdocio de Cristo y da razón de su intento. Dice, pues: "pero éste, es a saber, Cristo, después de ofrecida una sola Hostia por los pecados", esto es, que los quita; la Ley vieja, en cambio, ofrecía muchas que no expiaban los pecados. Este, pues, conviene a saber, Cristo, después de ofrecida una sola Hostia, ya que por nuestros pecados ofrecióse no más de una vez, está sentado, no como servidor, al modo de los sacerdotes legales, que siempre estaban a punto, mas como Señor (Sal 109; Mt 28).-"a la diestra de Dios" Padre, cuanto a la igualdad de poder, según la divinidad; en cuanto hombre, heredero de todos sus bienes (He 1); y esto para siempre, pues no tornará a morir (Rm 6; Dn. 7).-"aguardando, entretanto, lo que resta, es a saber, a que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies". Esta expectación no nos da pie a suponer alguna ansiedad en Cristo, como en los hombres, pues, como dicen los Proverbios, la esperanza que se dilata aflige el alma, sino indica la voluntad de apiadarse que para con nosotros tiene Dios (Is 30). Así pues, sujétansele a sus pies, esto es, a la humanidad de Cristo, unos de su voluntad, y en esto consiste su salvación, es a saber, en hacer su voluntad (Ex. X); pero los malos sujétansele contra su voluntad, porque, aunque no cumplen su voluntad como tal, cúmplese en ellos por lo que mira a su obra justiciera; y así, de un modo o de otro, todo le está sujeto (Sal 8).-"Porque con una sola ofrenda". Da la razón, es a saber, de por qué está sentado como Señor, no como servidor, como el sacerdote de la Ley, ya que éste con una víctima no quitaba los pecados y, por consiguiente, era necesario la ofreciese varias y muchas veces (He 5); pero la Hostia que Cristo ofrece, ésa sí quita todos los pecados (He 9). Por eso dice que "con una sola oblación consumó, esto es, hizo perfectos, reconciliando y uniéndonos con Dios como principio, para siempre a los que ha santificado", porque la Hostia de Cristo, que es Dios y hombre, tiene poder para santificar eternamente (He 13); pues por Cristo llegamos a la perfección y nos unimos con Dios (Rm 5).-"Eso mismo nos testifica el Espíritu Santo". Confirma lo que había dicho por la autoridad de Jeremías que, como ya está explicada, al presente no se explica; con todo, puede dividirse en dos partes: la pone primero y en ella se apoya para formar su argumento, que es el siguiente: en el Nuevo Testamento perdónanse los pecados por la oblación de Cristo, que para eso derramó su sangre, para el perdón de los pecados. Luego en el Nuevo Testamento en que se perdonan, como está dicho, iniquidades y pecados, "ya no es menester reiterar la oblación por el pecado" (Mt 1X); pues lo contrario fuera injurioso a la Hostia de Cristo.