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Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nombre Pedro;" (Marcos 3, 16) © Sagrada Biblia (Nacar-Colunga, 1944)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 03

e) Salvar la vida (Mc/03/01-06).

1 Entró de nuevo en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano seca, 2 y estaban espiando a Jesús a ver si lo curaba en sábado, para poder acusarlo. 3 Dice entonces al hombre que tenía la mano seca: «Ponte aquí delante.» 4 Luego les dice: «¿Qué es lícito en sábado, hacer bien o hacer mal; salvar una vida o dejarla perecer?» Pero ellos guardaban silencio. 5 Y mirándolos en torno con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» él la extendió, y la mano se le quedó sana. 6 Los fariseos, apenas salieron, junto con los herodianos, en seguida acordaron en consejo contra Jesús la manera de acabar con él.

He aquí un nuevo episodio sabático, esta vez una curación. Continúa, pues, el tema de la perícopa precedente, aunque ganando en profundidad. La transgresión que Jesús comete de las prescripciones sabáticas, las cuales prohibían como trabajo determinadas actividades al servicio de la curación, tiene lugar por una preocupación salvadora. Mas para esa actitud los enemigos de Jesús están ciegos y cerrados. Con sus interpretaciones humanas han endurecido su corazón y contradicen a la voluntad de Dios. El último fragmento de la «colección de controversias» exacerba de tal manera el conflicto entre Jesús y sus enemigos que ya se vislumbra el final terrible. Desde el punto de vista histórico la observación final del v. 6 tal vez sea prematura; pero la exposición con la sentencia exterior de muerte pretende reflejar la situación interna en que se encuentra Jesús frente a sus enemigos. Es una oposición irreconciliable, una consolidación de los frentes, que viene dada por la unión de Jesús a la voluntad de Dios y el «endurecimiento» de los enemigos contra los salvadores designios de Dios. La curación está narrada al modo habitual: después de presentar el caso patológico -aquí un hombre con la mano «seca», una mano que se ha quedado sin sangre y sin fuerza-, sigue la palabra eficaz de Jesús e inmediatamente se muestra el efecto operado. Pero el punto de gravedad no está en este relato sino en la palabra de Jesús, a quien sus enemigos acechan maliciosos. Jesús les dirige dos preguntas que en su sucesión y gradación merecen un análisis atento. Primero es una palabra con la que Jesús pone el deber del amor por encima de una prescripción legal cúltica. Fuera del caso de peligro de muerte, los fariseos prohibían en sábado los esfuerzos en ayuda de un enfermo; para Jesús, en cambio, el deber de hacer el bien está por encima y el simple hecho de dejar de hacerlo es ya obrar mal. Y sigue luego una ampliación extraña: Salvar la vida o quitarla... ¡pues en esta enfermedad no se trata en modo alguno de un peligro de muerte! Según la mentalidad hebrea, la enigmática palabra significa ante todo que el poder de la muerte se está ya manifestando en la enfermedad o en un padecimiento corporal. La vida pide salud, integridad y felicidad; Dios da la vida y la da en abundancia. Esta idea basta para que Jesús, que quiere traer la salvación de Dios a los hombres, pregunte de ese modo. Se puede suponer, no obstante, que los lectores cristianos -al igual que en la curación del paralítico (2,1-1)- encontraron un sentido más profundo. Para ellos podía existir una conexión entre la curación corporal y la salvación del hombre en un sentido más hondo. La «vida» en cuanto don de Dios constituye una unidad; de negar Jesús al hombre enfermo la liberación de su dolencia, le habría excluido de la salud y salvación en un sentido más transcendente. La curación externa sería, pues, sólo el signo de la salvación verdadera y total que Jesús quiere otorgar al paciente según la voluntad de Dios, igual que ocurrió con el enfermo de la piscina de Bethesda (Joh_5:1-15). Difícilmente pudo entender la Iglesia primitiva esta doble pregunta de un modo irónico, cual si Jesús hubiese querido desvelar ante los ojos de sus enemigos los malvados propósitos que alimentaban contra él y que iban hasta el asesinato. Esto equivaldría a desconocer la seriedad y la permanente importancia de la palabra de Jesús para los creyentes. La acción sanante de Jesús es una obra de salvación, la liberación de todo el hombre; y debe actuar así siguiendo la misión y encargo que Dios le ha confiado (d. Joh_5:17.19). Por ello, la ira y la tristeza de Jesús por el endurecimiento de sus corazones son más que meros sentimientos humanos. Ciertamente que esto también lo son y que en ellas se manifiesta el pensar y sentir humanos de Jesús; pero todo esto se fundamenta en su unión con Dios. Lo que cunde en el corazón de sus enemigos silenciosos es una obstinación o endurecimiento, que en el pensamiento bíblico tiene un trasfondo muy serio. Según /Is/06/10, es Dios mismo quien ha endurecido el corazón de su pueblo rebelde; palabra profética que también recoge Marcos para describir el efecto negativo que el lenguaje en parábolas provoca en «los de fuera» (Joh_4:11 s). Las obras y palabras de Jesús, que le revelan como el salvador enviado por Dios, producen en esos hombres el efecto contrario: sumergen su espíritu en las tinieblas de los malos pensamientos, de las intenciones criminales contra quien también ha sido enviado para su salvación. Así es como esta última «controversia» se convierte para la Iglesia primitiva en una revelación cristológica. Esta vez Jesús no pronuncia ninguna palabra sobre sí mismo; pero su conducta, su cólera y su tristeza, unidas a la pregunta inquietante del v. 4, se convierten para el lector creyente en una revelación de su misión salvadora y en un descubrimiento callado de su persona. Todo lo que Jesús dice y hace sucede para salvar la vida; ése es el único objetivo de su misión. A través de Jesús, Dios contempla a los hombres por ver si le abren o le cierran su corazón.

CONCLUSIÓN: ACTIVIDAD DE JESÚS EN CONJUNTO (Mc/03/07-12).

7 Jesús con sus discípulos se retiró a la orilla del mar. Grandes multitudes de Galilea lo siguieron. También acudieron a él, al oír las cosas que hacía, numerosas gentes de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de los contornos de Tiro y Sidón. 9 Entonces dijo a sus discípulos que por causa de la muchedumbre le dispusieran una barquilla para que no lo apretujaran; 10 porque, como curaba a tantos, todos los que tenían alguna enfermedad se le echaban encima para tocarlo. 11 También los espíritus impuros, cuando lo veían, se postraban ante él gritando: «Tú eres el Hijo de Dios.» 12 Pero él severamente les encargaba que no lo divulgaran.

Este fragmento que cierra la primera sección lo ha redactado ciertamente el evangelista. Vuelve a aducir una vez más los motivos principales que le indujeron a exponer los comienzos de la actividad de Jesús; por eso, estos versículos resultan sumamente interesantes. Es evidente que quiere presentar el eco vigoroso del mensaje y actividad de Jesús en Galilea y más allá de sus confines hasta el mismo territorio pagano (v. 7-8), mientras que en la inmediata sección segunda (3,13-6,6a) termina con una escena totalmente distinta: la del repudio de Jesús en su propia patria de Nazaret, para poner así de relieve la creciente incomprensión del pueblo, la incredulidad latente. Pero de momento lo que le interesa sobre todo es destacar la afluencia incontenible que suscita por todas partes, la fuerza del mensaje salvador, el efecto que produce la persona de Jesús, la energía que brota de él y que se manifiesta en las curaciones de enfermos y expulsiones de demonios, energía que revela su eficacia al simple contacto (v. 10). Por todo ello, sitúa Marcos este compendio al final de sus primeros relatos que ha entresacado de la tradición.

Pero entenderíamos las intenciones del evangelista sólo de un modo parcial e insuficiente de querer interpretar estos versículos como la mera exposición de las circunstancias de aquel momento, del gran movimiento popular en el marco de un plano histórico y geográfico. En realidad no hay más que un marco y una presentación incluso un tanto esquemática: el centro de la actividad de Jesús es el lago de Genesaret, al que el evangelista traslada incluso la escena grandiosa -antes, en 3,1, Jesús había entrado en una sinagoga-. Para mostrar el eco de su actividad, Marcos empieza por mencionar la patria de Jesús, Galilea, desde la que le seguía una gran multitud. Después enumera tres vastas regiones distantes de allí: Judea, núcleo del pueblo judío con su capital la ciudad santa de Jerusalén; después Idumea y la región que queda al otro lado del Jordán, es decir, la que limita directamente por el Sur y por el Este, tierras ya predominantemente paganas; y, por fin, la región todavía más alejada de Tiro y Sidón, en el Noroeste, que representa a un país completamente pagano (cf. 7, 24-30). Las gentes se agolpan sobre él porque oyen las cosas que realiza; la fama de sus curaciones y obras portentosas las atrae. Parece como si quisiera subrayar el afán milagrero de las turbas y su deseo urgente de encontrar ayuda para sus dolores corporales. Pero es una impresión engañosa: en el centro no está el pueblo sino Jesús y su conducta. Es a él a quien hay que ver en su fuerza de atracción incontenible y en la virtud curativa que emana de él. Jesús se hace preparar un bote para no quedar demasiado oprimido por la multitud que le rodea, pues que todos quieren tocarle, como más tarde la mujer con flujo de sangre, para lograr así la curación (5,27-31). Los posesos, atormentados por espíritus impuros, se postran ante él cual si su simple presencia obligara a los demonios a salir de sus víctimas. Sus gritos de conjuro, con que desvelan el misterio de Jesús, resuenan sobre la multitud; pero Jesús no quiere darse a conocer por ellos. Todo esto nos resulta extraño; mas el evangelista nos lo presenta con la mentalidad de su tiempo que creía en tales fuerzas divinas encarnadas en un hombre y del que fluían de un modo mágico. Jesús, sin embargo, se distingue de los taumaturgos mágicos de su tiempo: Jesús no busca el sensacionalismo, el espectáculo en torno a sí y, tras los relatos prodigiosos que hemos leído hasta ahora, es evidente que sana a los enfermos y expulsa a los demonios sólo con el poder divino de su palabra. En la concepción antigua se hace patente y manifiesta a la Iglesia primitiva la fuerza que ha sido conferida a Jesús. Es la confirmación de su fe de que Jesús es el Hijo único de Dios tal como le proclaman los demonios. Mas Jesús no puede ni quiere aceptar esta confesión de los espíritus impuros, porque su filiación divina aparecería así bajo una luz falsa. Pues no se entendería como se entendió después a la luz de la fe pascual. Jesús, verdadero Hijo de Dios (15,39), trae a los hombres la salvación definitiva, la redención de su existencia en la comunión con Dios. Lo que aquí se presenta con unos medios expresivos propios de la vieja concepción del mundo, contiene su sentido de la revelación: Jesús es la fuente oculta de la salvación, el médico de la humanidad íntimamente enferma. La fuerza que, según esta presentación, irradia externamente del Jesús terrestre, opera en el resucitado de una forma superior como poder salvífico que puede y quiere llevar a todos los hombres la energía de la vida divina. La imagen que proyecta este sumario de la actividad triunfal de Jesús en el lago de Genesaret, punto terreno de partida y centro de su predicación salvadora, es como un signo de la humanidad reunida entorno al resucitado. A esa humanidad otorga Jesús las fuerzas liberadoras de Dios cuando reconoce en el Señor al médico y redentor enviado del cielo.

II. ELECCIÓN DE LOS DOCE; ALEJAMIENTO DE LOS INCRéDULOS (3,1 3-6,6a). La nueva sección, que iniciamos con una segunda e importante perícopa de los discípulos, la elección de los doce, y que cerramos con la recusación de Jesús por parte de los de Nazaret, desarrolla y profundiza los temas de la sección precedente; pero también precipita los acontecimientos en torno a Jesús y permite entrever con mayor claridad la fuerza crítica, a la vez unificante y disgregadora, del Evangelio. La clave para la comprensión de lo que el evangelista quiere decirnos aquí, nos la proporciona la pieza central de la enseñanza en parábolas (4,1-34). Las parábolas de Jesús sobre el reino de Dios no sólo iluminan el contenido de su mensaje, sino que se convierten además en un acontecimiento que separa a los creyentes, aquéllos «a quienes se ha concedido el misterio del reino de Dios», de aquéllos otros que «viendo, ven, pero no perciben, y oyendo, oyen, pero no entienden». (4,11s). Jesús quiere reunir su comunidad de creyentes, y para ello elige a los doce, que se destacan así de la gran muchedumbre de los que -según el precedente relato sumario- se agolpan sobre él desde todas partes (3,13-17). De ese modo los lectores pueden reconocer la formación de la comunidad cristiana posterior, levantada sobre esos hombres como sobre sus cimientos. En 3,33 ss se expone con particular claridad quién es el que pertenece a esa comunidad: todo aquél que escucha con fe la palabra de Jesús, hace la voluntad de Dios y se asocia a esta nueva «familia» espiritual de Jesús. Pero al mismo tiempo se perfila con mayor precisión el frente de los enemigos de Jesús. Son los que no quieren comprender las obras de Jesús a partir de su unión con Dios y le achacan con mala voluntad un pacto con Satán (3,22-30); es decir, los que quisieran convertir la misión divina de Jesús en todo lo contrario. Entre ambos frentes, el de los discípulos de Jesús y el de sus enemigos ilustrados, tiene también que decidirse el pueblo. La doctrina «por medio de parábolas», expuesta ante todo el pueblo (4,2), ejerce precisamente esa función crítica. Aun cuando las parábolas son comprensibles desde fuera, su verdadero sentido -a saber, la presencia del reino de Dios en las obras de Jesús- sólo lo desvelan a los creyentes dispuestos y capaces de recibir la palabra de Dios, pero a los que en definitiva sólo Dios abre su revelación. El último capítulo de esta sección trae nuevos portentos de Jesús, especialmente grandiosos e impresionantes si se comparan con su actividad de los comienzos (4,35-5,43). Pero, a ser posible, tienen lugar en ausencia del pueblo: la calma de la tempestad es sólo una experiencia de los discípulos, una expulsión demoníaca singularmente laboriosa se realiza en la región solitaria al este del lago, la resurrección de la hija de Jairo se verifica en la casa de éste en la que Jesús ha entrado llevando sólo consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan (5,37), y de la que ha expulsado a todo el mundo, excepción hecha del padre y de la madre de la niña (5,40). Así pues, el «secreto mesiánico» se acentúa aún más y se hace más palpable la reserva de Jesús frente al pueblo -que, sin embargo, le sigue asediando, cf. S,24.31-. No sorprende, por lo mismo, que la sección se cierre con un acontecimiento negativo revelador de la incredulidad ambiente: el repudio de Jesús por parte de sus conciudadanos de Nazaret.

1. JESÚS Y EL PUEBLO (3,13-35).

Este capítulo presenta una unidad llena de tensiones: al comienzo la elección de los doce ofrece al lector, de una manera programática y subrayada por la conducta de Jesús consciente de su propósito, la imagen de la Iglesia posterior. A esta acción fundamental de Jesús se contrapone de un modo tajante, como una contra-imagen, la confabulación de todos los poderes contrarios a Jesús. Detrás de los enemigos humanos, que desfiguran maliciosamente la acción salvadora de Jesús, se oculta Satán con todas las fuerzas a su disposición, aquellas fuerzas a las que los enemigos de Jesús pretendían atribuir sus éxitos innegables. Sigue después una escena con los parientes carnales de Jesús, que sirve de ocasión y motivo para la palabra de Jesús acerca de su familia espiritual, tan importante para la comunidad. Podría decirse que la Iglesia que, entendida externamente, aparece sobre el horizonte a través de la elección de los doce, se deja también reconocer aquí desde su lado íntimo.

a) La elección de los doce (Mc/03/13-19).

13 Sube luego al monte, llama junto a sí a los que quería, y ellos acudieron a él. 14 Escogió doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, 15 con poder para arrojar los demonios. 16 Escogió, pues, a los doce: Simón. a quien puso el sobrenombre de Pedro; 17 Santiago, el de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; 18 Andrés y Felipe, Bartolomé y Mateo, Tomás y Santiago, el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo 19 y Judas Iscariote, el que luego lo entregó.

La escena está separada del sumario precedente, que situaba la imponente aglomeración del pueblo junto al lago de Genesaret (v. 7), por la mención del monte. No se alude a un monte determinado, sino que la observación escenográfica tiene un sentido teológico: Jesús se aleja del pueblo y busca la proximidad de Dios. El monte es lugar de oración (6,46), al que se asciende desde las profundidades del tráfago humano para estar cerca de Dios (cf. 9,2). En este alejamiento de los hombres y arrobamiento en Dios, toma Jesús «a los que quería», a los doce que llama a sí para que estuviesen con él y que después enviaría. En Marcos, pues, la escena está concebida de distinto modo que en Lucas, donde Jesús pasa la noche en oración y a la mañana siguiente elige de entre una gran multitud de discípulos a los doce, a los que también da el nombre de apóstoles (Luk_6:12 s) (*). En Marcos no se menciona al pueblo ni a la gran muchedumbre de discípulos; Jesús llama a sí con una decisión libre a los escogidos y los conduce a la región de Dios, del mismo modo que más tarde hará ascender todavía más a los tres discípulos que le están más cerca, hasta un alto monte, donde se transfigurará delante de ellos y les hará escuchar el testimonio de Dios en favor de su Hijo (Luk_9:2-7). En la intención de Jesús los doce son los representantes del pueblo de las doce tribus, del Israel santo, que él tiene delante de los ojos en su forma originaria y escatológica -el Israel de su tiempo abarcaba sólo dos tribus y media- y al que quiere llegar con su mensaje y misión salvíficos (cf. Mat_10:6; Mat_15:24; Mat_19:28). La elección precisa de doce hombres es por parte de Jesús como una acción simbólica y profética; con ella reivindica el pueblo de Dios, que quiere reunir y completar. Mas para los lectores cristianos estos doce se convierten en representantes del nuevo pueblo de Dios, de la comunidad cristiana que sobre ellos se edifica. Cuando Marcos habla de «los doce» -lo que sucede con cierta frecuencia- es inconfundible el tono especial que pone frente a las multitudes populares que entonces formaban el auditorio de Jesús. Esto aparece singularmente claro en la instrucción que imparte a los doce «en casa», en Cafarnaúm, después de la «controversia sobre los puestos» (Mat_9:35), estructurada como una especie de «regla de la comunidad» (Mat_9:33-50); lo mismo ocurre más tarde con ocasión del tercer anuncio de la pasión, en que «los doce» son separados de la multitud que les seguía y enfrentados con la descripción detallada de las cosas que esperan al «Hijo del hombre». «Los doce», más aún que «los discípulos», representan la comunidad futura. En el v. 14 se describe el objetivo del nombramiento de estos hombres: comunión con Jesús y participación en su misión. El punto esencial es su estrecha unión con Jesús, una comunidad de vida, vocación y destino, pero que en el fondo significa un entrar con Jesús en la intimidad de Dios. Por eso se acercan a Jesús sobre el «monte» y por eso tienen que ser llamados por él; pues, la comunión con Dios y con el enviado divino sólo puede darse a modo de don. La libertad de Jesús, con la que «llama junto a sí a los que quería», procede de su certeza de conocer y estar cumpliendo la voluntad de Dios. En lo más íntimo de su ser sabe que a estos hombres «se les ha dado el misterio del reino de Dios» (Mat_4:11), nominalmente por Dios mismo mediante una revelación gratuita. La comunidad de Cristo es una fundación sobrenatural que procede de la libertad y gracia de Dios. Su centro vital, su fuente de energía y su esencial secreto es su vinculación con Cristo y, por él, con Dios. La comunidad terrestre de los doce con su Maestro se prolonga como comunidad espiritual de los creyentes con su Señor celestial. Las ordenanzas que Jesús impone a aquel círculo de discípulos perfectamente delimitado, y en especial la ley básica del amor servicial (9,33-35; 10,35-45), tienen también vigencia en la comunidad posterior de los creyentes. Mas Jesús elige a «los doce» para otra tarea particular: quiere enviarlos y hacerlos así partícipes de su propia misión. Aparece esto en el hecho de que la finalidad de su misión viene descrita con las dos actividades que para Marcos son características del ministerio de Jesús: predicar y expulsar los demonios (cf. 1,27.39). En ambas actividades late una potestad que se pone de manifiesto en las expulsiones demoníacas. De momento el relato se detiene en la presentación de los doce y en la descripción de su tarea; sólo más tarde seguirá su misión y el ejercicio de su compromiso (6,7-13). Basta que este círculo se establezca como un signo divino; así como el misterio de Jesús sólo se desvelará después de su resurrección, así el pleno significado de la obra de Jesús sólo lo comprenderá la comunidad, que de ese modo encontrará la comprensión de sí misma. Por ello repite el evangelista: «Escogió, pues, a los doce» para nombrarlos en seguida por su propio nombre. La constitución de la lista, el orden de los nombres y las apostillas a los mismos resultan muy instructivas; las indicaciones no son exactamente las mismas que en Mateo y en Lucas y revelan en parte unas tendencias propias. Marcos no sólo pone a Simón el primero -cosa que también hacen los otros dos- y destaca la imposición del nombre simbólico de Pedro -con más fuerza que los otros-, sino que separa a este discípulo singular de su hermano Andrés para ligarlo de un modo más estrecho con los hombres de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo. Los tres serán más tarde los testigos preferidos de algunos acontecimientos, como la resurrección de la hija de Jairo (5,37), la transfiguración de Jesús (9,2) y la agonía y oración en Getsemaní (14,33). Teniendo en cuenta la conexión de esos sucesos, los tres discípulos estarán particularmente capacitados para comprender el misterio de la persona de Jesús, su divinidad oculta durante su ministerio terreno, lo mismo que su camino hacia la cruz, y exponerlo después a la comunidad. Sólo Marcos dice en este lugar que Jesús llamó a los hijos de Zebedeo «Boanerges» («hijos del trueno»), expresión cuyo sentido exacto no se puede precisar. Probablemente no está sólo en relación con su carácter impetuoso (cf. Luk_9:54), sino que contiene -como el nombre de «Pedro» = roca- una verdadera profecía: estarán expuestos a la tempestad escatológica, compartirán el bautismo de su Señor (cf. 10,38-40); «Compañeros de tormenta», como se les ha llamado. tendrán que soportar las luchas y padecimientos escatológicos. Después de estos discípulos, caracterizados con unos sobrenombres especiales. siguen los nombres de los otros, el último de los cuales es Judas Iscariote, caracterizado con el título pavoroso, y habitual en la Iglesia primitiva y en los otros Evangelios, de el que lo entregó o traicionó. Esta expresión tiene precisamente en la teología de Marcos acerca del Hijo del hombre un eco profundo (cf. 9.31; 10,33; 14,18.21.41s). Que Judas fuese uno del círculo de los doce elegidos por Jesús mismo, sigue siendo un oscuro misterio (14,18: «Uno de vosotros me entregará...»); pero el evangelista lo pone bajo el «es necesario» que rige la historia de la salvación y que la Escritura testifica, y al que está sometido «el Hijo del hombre» en su camino concreto hacia la muerte (8,31; 14,21). También la Iglesia, fundada sobre el fundamento de los doce, se encuentra bajo el signo del mysterium iniquitatis, del misterio de maldad. Pero esto tiene aquí un eco muy débil; en líneas generales, la perícopa constituye una escena que proporciona una inmensa confianza a la comunidad, la cual por obra de Jesús ha sido conducida a la proximidad de Dios, al círculo luminoso del reino de Dios que irrumpe triunfalmente.

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(*) Desde un punto de vista histórico es seguro que Jesús no ha empleado el título de apóstoles. En Marcos sólo una vez vienen así designados, después de la misión (6,30), y ciertamente que en el sentido de «enviados». En la elección de los doce Lucas quiere también poner de relieve que esos doce se identifican con los apóstoles de después

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b) Jesús incomprendido y calumniado (Mc/03/20-30).

20 Vuelve a casa; y de nuevo se reúne tanta gente, que ni siquiera podían comer. 21 Cuando lo oyeron los de su familia, fueron con ánimo de apoderarse de él, pues se decía: «Está fuera de sí.»

El fragmento no constituye una unidad originaria. La primera escena con los parientes la trae sólo Marcos, y hay que separarla de la siguiente (incluso de los v. 31-35). Los otros dos sinópticos transmiten, en cambio, el diálogo sobre Beelzebul, y en el v. 28s aparecen unas palabras, independientes, sobre la «blasfemia» -que Mateo y Lucas ofrecen en forma distinta- y que a través del v. 30 queda vinculada a la calumnia de los escribas contra Jesús. La unidad, sin embargo, presenta un sentido tan perfecto -aunque no evidente- que la incriminación de los enemigos de Jesús desemboca en la atribulación blasfema de las obras del Espíritu divino a influjo demoníaco. La Iglesia primitiva ha meditado estupefacta sobre el malicioso ataque contra Jesús y se ha formado su juicio reuniendo las palabras del Maestro. Esta mirada a la historia de la tradición no resulta superflua para la comprensión del fragmento e incluso para su meditación piadosa. Jesús regresa del monte a casa, a la proximidad de los hombres, con el propósito sin duda, de dedicarse sólo a los discípulos, como evidencian los otros pasajes en que se habla de la «casa». Pero las multitudes populares no le dejan reposo alguno, de tal modo que ni Jesús ni sus discípulos -obsérvese el plural- ni siquiera encuentran tiempo para comer. Esta es la ocasión externa para el intento de sus allegados de recogerle, es decir, de librarle del acoso de la multitud. Los que «le pertenecen» no son los mismos que «los que le rodean» (3,32.34; 4,11); o mejor, los seguidores que le están estrechamente ligados se diferencian de los deudos de su familia o clan. La caracterización imprecisa los diferencia de los parientes carnales que en 3,31 ss quieren visitarle. Aunque en parte pueda tratarse de las mismas personas, cada una de estas pequeñas perícopas tienen su propio sentido. Lo que aquí conviene señalar es la incomprensión, el juicio equivocado y el desconocimiento de la persona de Jesús por parte de sus deudos. Su actividad extenuante, su celo por la causa que se le ha confiado, impulsan a aquellos hombres a considerarle como trastornado, es difícil que hayan pensado seriamente en una enfermedad mental. En su estrechez de miras pretenden encerrarle en casa, pensando tal vez en el prestigio de la familia. Totalmente inadecuado para sacar conclusiones psiquiátricas acerca del estado de ánimo de Jesús, el texto proyecta más bien un rayo de luz sobre la mentalidad de unos hombres que carecen de cualquier órgano para descubrir las exigencias absolutas de Dios. No comprenden que un hombre, conocido y emparentado con ellos, pueda estar completamente lleno de la causa de Dios y entregado por completo a su servicio. Se anuncia ya aquí una postura igual a la de los habitantes de Nazaret (6,1-6a), que se manifiesta como incredulidad. Tal ceguera es siempre un peligro para los parientes y deudos de los hombres a los que Dios llama para un servicio especial y un aviso contra el criterio puramente «natural» y la preocupación burguesa por la fama, la salud y el negocio. Jesús está fuera de las categorías mentales humanas y arrastra también a sus discípulos hasta las pretensiones totales de Dios.

22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían. «Este tiene a Beelcebul; y es por arte del príncipe de los demonios por quien éste arroja a los demonios.» 23 Entonces los llamó junto a sí y les dijo por medio de parábolas: «¿Cómo puede Satanás arrojar a Satanás? 24 Si un reino se divide en bandos, ese reino no puede subsistir; 25 y si una casa se divide en bandos, tampoco esa casa podrá subsistir. 26 Si pues Satanás se levanta contra sí mismo y se divide en bandos, no puede subsistir, sino que ha llegado su fin. 27 Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquearla, si primero no logra atarlo; sólo entonces le saqueará la casa.

BLASFEMIA/ES: De aquellos deudos de Jesús, al fin y al cabo bien intencionados, se distinguen netamente los escribas llegados de Jerusalén y que observan suspicaces el ministerio de Jesús. Siembran contra Jesús una semilla peligrosa, propalando concretamente dos consignas, la primera de las cuales sólo la consigna Marcos: Es un poseso y expulsa los demonios en fuerza de un pacto con el príncipe de los demonios. Según la mentalidad judía, los demonios estaban al mando de un príncipe que aquí se le designa por «Beelzebul» o «señor de la morada» (*). Los nombres pueden cambiar -en Qumrán se hablaba del «Ángel de las tinieblas»-, pero se piensa siempre en Satán, el «príncipe de este mundo» (Joh_12:31), como muestra la continuación. La calumnia significa nada menos que Jesús es personalmente un poseso y que sus éxitos innegables se deben a un poder demoníaco. Es una calumnia, inaudita, pues a aquel que expulsa los demonios con el Espíritu de Dios (cf. Mat_12:28), se le atribuye un espíritu malo e impuro (cf. v. 29s) o se le imputa un pacto con el diablo. De ser así, Jesús se habría aliado con el enemigo de Dios para llevar a cabo sus expulsiones, y por lo mismo se habría convertido en un siervo de Satán. Ambas difamaciones desembocan en lo mismo: la sumisión de Jesús a Satán. La comparación del reino y de la «casa» refuta abiertamente el reproche de una alianza con el diablo. Si Satán luchase contra sí mismo o contra los suyos, su reino se dividiría y acabaría por derrumbarse; lo mismo ocurriría con una familia víctima de la división interna. Aunque la imagen de un reino de demonios bajo la estrategia de Satán se nos aparezca como «mitológica», el argumento conserva su fuerza: los poderes del maligno se dirigen en bloque contra Dios y quien se opone a los mismos se encuentra necesariamente del lado de Dios. Los contemporáneos de Jesús estaban convencidos de que con la posesión diabólica entraba en juego Satán; a nosotros -como ya a la Iglesia antigua- nos resulta a menudo más difícil reconocer la acción del maligno. Para la Iglesia primitiva uno de los criterios para «el discernimiento de espíritus» era la aceptación o el rechazo de la profesión de fe en Jesús (cf. 1Jo_4:2 s). Las difamaciones calumniosas contra él se repiten en las suspicacias contra su comunidad; pero por cuanto la Iglesia defiende la causa de Jesús y de Dios, está en condiciones de rechazar todos los ataques. La comparación siguiente del «fuerte» que guarda su casa sorprende singularmente, pues éste parece estar en su perfecto derecho; y, sin embargo, bajo el «fuerte» que es vencido por «el más fuerte» sólo puede entenderse a Satán. Jesús no ha rechazado estas comparaciones audaces, a través de cuyos acontecimientos sorprendentes -como aquí la derrota del dueño de la casa- pueden expresarse unas ideas aprovechables. Se trata de un símil en el que sólo se tiene en cuenta un punto de comparación: aquí entra en acción uno que es más fuerte, y que en este contexto sólo puede ser Jesús. Otros rasgos metafóricos -como la casa en que irrumpe el más fuerte o las alhajas que roba- no hay por qué subrayarlas. En la conciencia de Jesús no alienta la menor duda de que es superior a Satán y de que le vence con la fuerza de Dios. De este modo la comparación pasa a ser un testimonio impresionante de la idea que Jesús tenía sobre su propia obra, para la que el lector ya estaba preparado mediante el relato de la tentación. Con ello Jesús no se presenta como el Mesías en el sentido judío, pero sí como el depositario y administrador de las fuerzas divinas. Se demuestra aquí también que su obra no puede separarse de su persona: es él por quien tienen efecto las expulsiones demoníacas, por él irrumpe el reino de Dios entre los hombres (cf. Luk_11:20), por su obra queda Satán reducido a la impotencia (cf. Luk_10:18). Pero la potestad toda de Jesús no revela más que la salvación de Dios; se ha opuesto constantemente a un ejercicio de esa potestad con fines terrenos, rechazándolo como una tentación.

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(*) La conocida forma Beelzebub) procede de las versiones latinas y se apoya en la denominación injuriosa del dios de Eqrón en 2Ki_1:2 s («Señor de las moscas»). Con «Señor de la morada» se piensa probablemente en el «Señor de la región celeste».

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28 Os aseguro que a los hombres se les perdonará todo: los pecados y aun las blasfemias que profieran. 29 Pero quien blasfemare contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón, sino que siempre llevará consigo su pecado.» 30 Es que ellos decían: «Está poseído de un espíritu impuro.»

P-IMPERDONABLE: La palabra de Jesús sobre la «blasfemia» se acomoda al contexto y forma de Marcos. Blasfemar en sentido bíblico significa siempre un ataque al honor y poder divinos, directo o indirecto, a través de las injurias a los enviados de Dios o desprestigiando las acciones operadas por virtud divina. Por ello, se trata siempre de un pecado terrible. Mas Jesús asegura que a los hijos de los hombres se les perdonará todo, incluso las blasfemias, a excepción de las que van contra el Espíritu Santo. Tan confortante como la primera parte de esta sentencia resulta de extraña la segunda. ¿Existen, por lo mismo, pecados «imperdonables»? Pero es preciso agregar algo incluso para la recta interpretación de la primera parte: a fin de cuentas, Dios no va a perdonar generosamente todos los pecados sin más ni más, sino sólo cuando el hombre se convierta a él. La exigencia de la conversión era evidente para el judaísmo (véase el comentario a 1,4 y 1,15), requisito que también Jesús ha señalado con bastante frecuencia (Cf. Luk_13:1-5; Luk_15:7.10.18s). Cuando el pecador se convierte es cuando, según la doctrina de Jesús, el Padre celestial está dispuesto a perdonar hasta la culpa más grave (cf. Mat_18:23-35). Pero ¿por qué no se perdonará una «blasfemia contra el Espíritu Santo?» A la luz del requisito de la conversión, la respuesta sólo puede ser: porque tales hombres se obstinan en una postura contraria a la conversión, endureciéndose de tal modo en ella que Dios no puede perdonarles. Un pecado contra el Espíritu Santo no es simplemente un hecho, sino una disposición espiritual permanente, es una ceguera culpable por sí misma, un resistirse a la acción salvadora de Dios. En tanto que un hombre persiste obstinadamente en su oposición a Dios, se excluye a sí mismo de la salvación. Y eso es precisamente lo que acontece cuando alguien atribuye al espíritu satánico las acciones del Espíritu divino reconocibles en Jesús. Así debe haber entendido la Iglesia primitiva o Marcos (cf. v. 30) aquel insidioso ataque contra Jesús. El pasaje nos acerca al oscuro misterio del «endurecimiento» (cf. 4,12). Nada se dice aquí ni en otros pasajes sobre si los hombres pueden volver a salir de esta actitud completamente insensata. Sólo una vez respondió Jesús a la atormentada pregunta de los discípulos «¿Quién podrá salvarse?», diciendo que a los hombres eso es imposible, mas no es imposible a Dios (10,27). Estas palabras extraordinariamente graves sobre el pecado «imperdonable» no puede eliminar su mensaje de la ilimitada misericordia de Dios; pero muestra el reverso y las consecuencias que tiene para los hombres que se cierran tercamente a la invitación a convertirse y salvarse y persisten en la oposición al enviado de Dios y al Espíritu Santo que en él opera.

c) La nueva familia de Jesús (Mc/03/31-35).

31 Llegan entre tanto su madre y sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. 32 El pueblo estaba sentado en torno de él. Y le avisan: «Mira que tu madre, tus hermanos y hermanas están ahí fuera buscándote.» 33 Pero él les contesta: «¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?» 34 Y paseando la mirada por los que estaban sentados a su alrededor, dice: «He aquí a mi madre y mis hermanos. 35 El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»

El evangelista continúa manteniendo el escenario de Jesús dentro de la «casa» y rodeado por la multitud del pueblo (v. 20). Después de retirarse, los enemigos, vuelve a presentar ahora a los parientes más cercanos de Jesús, pero con una finalidad completamente distinta. La madre y «hermanos» de Jesús, es decir los primos -en algunos manuscritos el v. 32 trae también «hermanas», cf. también 6,3- quieren hacerle una visita; propósito distinto del de «los de su familia» del v. 21 que querían recogerle, como hemos visto. Los parientes cercanos de Jesús han llegado de Nazaret a Cafarnaúm; pero a la vista del tropel de gente, permanecen delante de la puerta y mandan a llamarle. Nada se nos dice acerca de una postura de repudio. Jesús se había alejado de ellos para seguir el llamamiento divino y demuestra ahora que también internamente se ha liberado de ellos, no por frialdad de sentimientos o desprecio de los vínculos familiares -que en Palestina eran muy estrechos-, sino por pertenecer a Dios por completo. Ha realizado personalmente lo que pide a sus discípulos (cf. Mat_10:37). Pero su respuesta no tiene sólo este sentido ejemplar sino que afecta sobre todo a la idea que la comunidad tiene de sí misma. En lugar de su familia terrena, Jesús se ha elegido otra familia espiritual. Echa una mirada sobre los hombres que están sentados a su alrededor y los llama «su madre y sus hermanos». Marcos habla con frecuencia de estas «miradas de Jesús a su alrededor» (Mat_3:5; Mat_5:37; Mat_10:23; Mat_11:21). Su mirada descubre una vigilancia y atención internas, pero también reclama el interés sobre unas ideas particulares. En conexión con nuestro pasaje está la ojeada en derredor que echa sobre los discípulos después de retirarse el «joven rico» (Mat_10:23), a la que sigue una palabra que les exhorta a la reflexión. ¿Quiere Jesús hacer constar simplemente que aquéllos son sus verdaderos parientes porque escuchan su palabra con atención? Entonces el pasaje coincidiría con la escena que tuvo lugar en casa de las dos hermanas, Marta y María, en que se alaba y recomienda la escucha atenta de la palabra de Jesús (Eze_10:39-42). Pero aquí no se habla expresamente de «escuchar su palabra», aun cuando se presuponga sin duda alguna. En lugar de eso, agrega Jesús: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» La escena está vinculada más bien a otra en que Jesús corrige la exclamación de alabanza de una mujer del pueblo: «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Luk_11:27 s). En consecuencia, se trata sobre todo de una exhortación a los allí sentados y a la comunidad posterior a entrar en comunión espiritual con Jesús mediante el cumplimiento de la voluntad divina. Ahora es cuando el contenido de la afirmación alcanza todo su valor para la comunidad que se formó después: ella se sabe identificada con la multitud congregada alrededor de Jesús que escucha su palabra; más aún, que está pendiente de su palabra para cumplir la voluntad de Dios de una manera total y exclusiva. Llamada y exhortación, elección y exigencia, unión beatificante y deber ineludible, todo esto late en las palabras de Jesús y es la conciencia que, en esta unidad transida de tensiones, determina en exclusiva la «familia» de Jesús, el pueblo escatológico de Dios.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 3.

Curación en sábado del hombre
de la mano seca, 3:1-6 (Mat_12:9-14;
Luc_6:6-11).
Cf. Comentario a Mat_12:9-14.
1 Entró de nuevo en la sinagoga, donde había un hombre con una mano seca, 2 y le observaban a ver si le curaba en sábado, para poder acusarle. 3 Y dice al hombre de la mano seca: Levántate y sal al medio. 4 Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer bien en vez de mal, salvar un alma o dejarla perecer? Y ellos callaban. 5 Y dirigiéndoles una mirada airada, entristecido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió y fuele restituida la mano. 6 Saliendo los fariseos luego se concertaron con los herodianos contra El para prenderle.

Los tres sinópticos traen este relato. Los tres coinciden en que los fariseos le observaban para acusarle si curaba la mano seca de un hombre allí presente, pues se estaba en la reunión sinagogal del sábado. Pero, mientras Mt pone que los fariseos son los que directamente le preguntaban si es lícito curar en sábado, en Mc es al revés, es El mismo quien les dirige esta pregunta a los fariseos. Lc traza la escena presentando a Cristo, que conoce sus pensamientos, por relación a cómo le observaban para acusarle. Son las clásicas diferencias redaccionales, y de intento temático. En función de ellas se traza la estructura del relato.
V.l. Entró de nuevo (ðÜëéí) en la sinagoga, lo dice por relación a su otra enseñanza en la sinagoga, ya relatada (Mar_1:21).
V.4. Mc coincide con Lc en la formulación de la pregunta que hace a los fariseos, con los que también están presentes escribas (Lc): ¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? La frase en su doble forma tiene un valor de exclusivismo: se puede o no se puede hacer nada en día de sábado l. Con ello se acusa más el aspecto moral del bien hecho en sábado. Mt lo formula con una casuística más popular: la oveja caída en sábado en un pozo y que se la saca. La legislación rabínica sólo permitía en sábado obrar para salvar la vida. En esto llegó a una casuística inverosímil.
V.5. Mc destaca que Cristo, ante el silencio de los fariseos a su pregunta, los miró con ira, entristecido por la dureza de sus corazones. Le viene a decir lo mismo, pero ha de suponerse sobre todo a la luz de este pasaje de Mc. Estas frases de Mc acusan bien el carácter primitivo de su evangelio, que Mt-Lc omiten.
Este sentimiento de ira (ïñôÞò) en Cristo es por celo divino. Ante el mal que ve en aquella dureza farisaica, se entristece, y surge este movimiento de celo divino, que puede ser a un tiempo de tristeza y compasión y manifestación en su gesto de la maldad de aquella actitud endurecida, como lección y medicina para su rectificación y cura 2. Y a la lección dada con el gesto siguió la lección del milagro. Pero antes les dirigió, característico de Mc, una mirada circular (ðåñéâëåøÜìåíïò).
V.6. Mc dice que, una vez hecha esta obra benéfica y milagrosa en sábado, los fariseos se concertaron con los herodianos para perder a Cristo, que era hacerle morir.
Los herodianos no eran una agrupación religiosa, pues Josefo nunca la enumera cuando presenta a éstas. Los herodianos de los evangelios, o eran soldados de Herodes Antipas, o gentes de su corte, y, naturalmente, celosos de las cosas de Antipas 3. Mt-Lc omiten esto. A la hora de la composición de sus evangelios no quedaba rastro de aquella pequeña agrupación. La fuente de Mc, por ser más primitiva, lo conserva.
La confabulación de los fariseos con los herodianos se comprende fácilmente. Estos deberían ejercer su influjo ante el tetrarca Antipas para que persiguiese a Cristo en sus estados y para que influyese contra El ante las autoridades de Jerusalén y Roma, para evitar conflictos políticos y pérdida de influencia. La conclusión de Mc (Mt) es diferente de la de Lc. Este sólo habla de la actitud de los fariseos preguntándose qué debían hacer con Jesús. Posiblemente Mc y Mt adelantan esta actitud ya mortal contra Cristo, puesto que Lc la presenta muy atenuada.

Las multitudes siguen a Cristo,Mar_3:7-12 (Mat_4:24-25; Mat_12:15-16; Luc_6:17-19).
Cf. Comentario a Mat_4:24-25.
7 Se retiró Jesús con sus discípulos hacia el mar, y una numerosa muchedumbre de Galilea, de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, de Transjordania y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una muchedumbre grande, oyendo lo que hacía, acudía a El. 9 Dijo a sus discípulos que le preparasen una barca, a causa de la muchedumbre, para que ésta no le oprimiese, 10 pues curaba a muchos, y cuantos padecían algún mal se echaban sobre El para tocarle. 11 Los espíritus impuros, al verle, se arrojaban ante El y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. 12E1, con imperio, les mandaba que no lo diesen a conocer.

Mc pone aquí un cuadro sintético de diversas escenas independientes, y evocador de la obra apostólica de Cristo. Las multitudes vienen a él de todas partes. Mt adelantó mucho este cuadro (Mat_4:23-25). Pero es lógico que lo ponga como justificación para aludir al auditorio que por esta época tenía Cristo antes del sermón de la Montaña, como Mc lo pone, acaso por lo mismo, antes de la elección de los apóstoles.
V.9.10. La multitud se le reúne junto al Lago. Por facilidad pide una barca, para desde allí predicarles y evitar el ser oprimido por las gentes. Pues los enfermos creían que tocándole curarían, y se abalanzaban sobre El. Pero posiblemente también puede ser un recurso para retirarse, mar adentro, ante posibles exaltaciones mesiánicas (Jua_6:15).
V.l 1.12. Mt se complace en destacar gran número de enfermedades que curaba. Mc lo sintetiza sólo en lo que era signo especial del establecimiento del Reino: en los endemoniados. Presenta a éstos echándose a les pies de Cristo y proclamándole el Hijo de Dios, el Mesías. Esta expresión Hijo de Dios pudiera ser aquí una adición sustitutiva de la Iglesia primitiva de otros títulos puramente mesiánicos (Mar_1:16; Mar_1:24; Mar_5:7). Mc se fija muy especialmente en un aspecto: en la espontánea sumisión y acatamiento de los espíritus impuros ante Cristo, proclamándole Mesías. En los casos de verdadera posesión demoníaca, éstos, al proclamar así a Cristo, buscaban seguramente el precipitar los acontecimientos y contribuir a movimientos insurreccionales mesiánicos, que, atajados por Roma, impedirían la obra de Cristo. Por eso Mc destaca el imperio con que Cristo les imponía silencio: que no lo diesen a conocer. El secreto mesiánico.

Elección de los Doce,Mar_3:13-19 (Mat_10:1-4; Luc_6:12-16).
Cf. Comentario a Mat_10:1-4.
13 Subió a un monte, y, llamando a los que quiso, vinieron a El, 14 y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar, 15 con poder de expulsar los demonios. 16 Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nombre Pedro; 17 a Santiago el de Zebedeo y a Juan, hermano de Santiago, a quienes dio el nombre de Boanerges, esto es, hijos del trueno; 18 a Andrés y Felipe, y Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y Simón el Cananeo, 19 y a Judas Iscariote, el que le entregó.

Las listas de los apóstoles son transmitidas por los sinópticos y por el libro de los Hechos (Hec_1:13). Fue un momento trascendental, que todos recogen. A los doce patriarcas se les van a contraponer otros doce fundadores. Los apóstoles van a ir a extender por el mundo el nuevo Israel.
V.13. Mc es el único que destaca la plena libertad de Cristo en esta elección. Pero la situación topográfica es vaga, y la descripción sin colorido. Mc debe de incorporarla como una pieza encontrada en la tradición.
V.14. Mc es el que asigna la finalidad de estos doce apóstoles: acompañar a Cristo, para formarlos, enviarlos a predicar el Reino, y les dio poder de expulsar demonios. Mc se complace en destacar sistemáticamente este poder sobre los espíritus impuros. Ello habla de la grandeza de Cristo y de la llegada del Reino (Mat_12:28).
V.17. A Juan y a Santiago, Cristo les da el nombre de Boanerges, hijos del trueno. Es el único pasaje en que se dice esto. Cabría pensar si fue en esta ocasión cuando les dio este sobrenombre o fue en otro momento. Pero, no haciéndose el cambio del nombre de Pedro aquí, sino en la escena de Cesárea (Mat_16:18), siendo, sin embargo, insertado también aquí (Mc), aunque Mt da el nombre sin suponer que fuese ahora el cambio (Lc), probablemente no fuese en este momento tan solemne el darles un simple calificativo por su ímpetu; lo cual tampoco era cambiarles el nombre, en señal de dominio sobre ellos. La interpretación de su nombre se ve bien en una escena posterior, que relata Lc (Mat_9:54).
V.18. Mc no le cita con el nombre de Leví.
V.19. Mc, que traduce los nombres árameos, aquí lo conserva: Simón el Cananeo. Le llamó a Simón el zelotes. Acaso al escribir Mc, con ambiente de insurrección judía, promovida por los zelotes, temiese que pudiera venir en descrédito cristiano 3.
Mc omite el sermón de la Montaña 4.

Juicio desfavorable de las gentes. 3:20-21.
20 Llegados a casa, se volvió a juntar la muchedumbre, tanto que no podían ni comer. 21 Oyendo esto sus deudos, salieron para llevárselo, pues decíanse: Está fuera de sí.

Este pasaje es propio de Mc. La situación histórica precisa no es posible fijarla. Son varias las opiniones, y probablemente ninguna sea exacta. Se ve que Mc sitúa en un contexto histórico dos juicios pueblo (familiares) y fariseos desfavorables sobre Cristo. Cristo, y seguramente los apóstoles, aunque está expresado este conjunto en una forma muy impersonal, llegaron 5 otra vez a casa. Esta, probablemente, es la casa de Pedro en Cafarnaúm (Mar_2:1). Su presencia se divulgó en la ciudad, y el concurso fue tan numeroso y asiduo, que no les dejaba tiempo para atender a la comida, dice con fuerte grafismo primitivo el evangelista. El rumor de su presencia y de este movimiento llegó a los suyos. Y fueron a buscarle, para llevárselo con ellos, pues se decía: Está fuera de sí.
La expresión los suyos (o ???' ?????) puede interpretarse de sus partidarios o de sus familiares, parientes. Esta es la interpretación ordinaria, y que es la que exige el texto en el v.31. Pues, en el v.20, los suyos, al oír estas noticias, salieron de Nazaret, donde residían (Mar_6:1-4; Mat_13:54-57), por lo que en el v.31 se dice que vinieron su madre y sus hermanos.
También admite una doble interpretación la otra frase: porque decían: o lo decían sus parientes, o se decía, como un rumor que sus parientes recogen. Esta interpretación es la más lógica. Estando los familiares en Nazaret, les llega el rumor de estos acontecimientos. Por eso, porque decían esto de El, es por lo que vienen a Cafarnaúm. El uso de la tercera persona del plural, como indeterminado, es forma ordinaria en Mc.
Lo que se decía de El es literalmente: que está fuera de sí (åæåóôç). Este verbo usado aquí significa en otros pasajes de Mc el estar fuera de sí por admiración, sorpresa o entusiasmo ante algo (Mar_2:12; Mar_5:42; Mar_6:51). Por eso, de esta palabra no se sigue que lo tuviesen por loco, como vierte la Vulgata: in furorem versus. Unido este versículo sin duda íntimamente al anterior, se ve el valor de esta palabra en su propio contexto. La actividad apostólica de Cristo y su celo por enseñar a las gentes, que se agolpaban ante El, y por hacerles favores, no les dejaba ni tiempo para comer. Se diría, al modo humano, que era un exceso de apostolado; pero ésta era su misión (Jua_4:31-34). Sus familiares vienen para influir en El y forzarle a venir con ellos: literalmente, vienen para apoderarse de El (÷ñáôçóáé áõôüí). Pero el verbo usado admite varios sentidos, máxime exigido éste por el contexto 6. La noticia de esta enorme actividad apostólica de Cristo, y también la doctrina que exponía, como sucedió en otras ocasiones (Jua_10:19-21), acaso exagerada y deformada por el rumor popular, llega a los suyos a Nazaret, mejor que en el mismo Cafarnaúm, insistentemente, y, temiendo por su salud, van a Cafarnaúm (Mar_2:1) a influir en El y a forzarle a venir con ellos y tomar algún descanso (Mar_6:30).
Ni, en absoluto, habría tampoco inconveniente en que a sus familiares hubiese llegado el rumor popular, alterado, de que Jesús, ante aquella actividad, no obraba cuerdamente, deliraba. Este rumor podría haber sido deformado ex profeso por los fariseos, como en otras ocasiones lo hicieron (Jua_10:20). Y hasta sus familiares, excepto María, habrían podido creer esto. Unos treinta años de vida oculta, sin estudio con rabinos, y de repente comenzar su obra de predicación y de milagros, no dejaba de ser sorprendente, más aún para sus parientes, desconocedores del misterio de su divinidad. No era profeta en su patria, ni en su casa (Mat_13:57). Por eso podían haber venido a buscarle, por piedad familiar, para llevarle con ellos.
Pero el conocimiento que la Virgen tenía de El excluye esto en ella. Su presencia se justifica bien. Una madre está junto a su hijo ante cualquier rumor. El que haya ido con estos familiares no quiere decir que compartiese sus sentimientos.
Pero la primera interpretación parece mucho más probable; pues ni los términos usados exigen esta última interpretación, ni el hecho de que, una vez llegados, le manden a llamar desde fuera (cf. Mat_3:31); pero, si lo hubiesen tenido por demente, deberían haber procedido de otra manera; precisamente Mt (Mat_12:46.47) y Lc (Mat_8:19.20), en el lugar paralelo, redactan la escena, aún más acusadamente, en este sentido; ni Cristo se defiende, ni los reprocha, ni plantea tal problema, como se defendió de esta acusación ante los fariseos (Jua_8:48-49). San Pablo no creía estar loco cuando escribió esto: Porque si estamos fuera de nosotros (åîÝóôçìåí) es por Dios (2Co_5:13) 7.

Calumnia de los escribas y su refutación,2Co_3:22-30. (Mat_12:22-32; Luc_11:14-26).
Cf. Comentario a Mat_12:22-29.
22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén, decían: Está poseído de Beelcebul, y por virtud del príncipe de los demonios echa a los demonios. 23 Llamólos a sí y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede durar. 25 Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá subsistir. 26 Si, pues, Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin. 27 Mas nadie puede entrar en la casa de un fuerte y saquearla si primero no ata al fuerte, y entonces saqueará la casa. 28 En verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias que profieran; 29 pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es reo de eterno pecado. 30 Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.

Este relato de Mc es el más breve de los tres sinópticos. Mt y Mc coinciden en situar la escena antes de la jornada de las parábolas; Lc, en cambio, la retrasa. En Mt-Mc, esta escena da lugar, lógicamente, a exponer el pecado contra el Espíritu Santo.
La argumentación de Cristo va contra los escribas (Mc), que atribuían el poder de Cristo para expulsar demonios a Satanás. Pero Satanás no puede expulsar a Satanás: destruye su obra. De aquí se pasa a exponer el pecado contra el Espíritu Santo. Si aquí se expone éste en un caso concreto, la metafísica que se desprende de él es, cerrando los ojos a la evidencia, atribuir las obras de Dios a Satanás; el bien, hacerlo obra del mal. Mc resalta esto más que ninguno: Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro. Atribuían las obras de la santidad al espíritu impuro, que es la frase bíblica para expresar a Satanás.
V.22. Mt pone esta insidia en boca de los fariseos; Lc no matiza éstos. Pero Mc pone que son los escribas que habían bajado de Jerusalén. Este detalle acusa bien que la escena tiene lugar ya avanzada la vida pública de Cristo, cuando el rumor está extendido por Jerusalén y se piensa ya en espiarlo. El complot está en marcha. Escribas y fariseos son ya un clisé de los enemigos de Cristo.
V.29. Mc no tiene el complemento paralelo de Mt, que debe de ser posterior.

Las dos
familias de Cristo. 3:31-35 (Mat_12:46.-50; Luc_8:19-21). Cf. Comentario a Mat_12:46-50.
31 Vinieron su madre y sus hermanos, y desde fuera le mandaron a llamar.32 Estaba la muchedumbre sentada en torno de El, y le dijeron: Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan. 33 El les respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 34 Y, echando una mirada sobre los que estaban sentados en derredor suyo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Mt-Mc ponen este episodio antes de la jornada de las parábolas; Lc después, y en un contexto muy distinto.
La doctrina que Cristo enseña aquí es clara. Los lazos familiares, sagrados, han de estar subordinados al bien superior del cumplimiento de la voluntad de Dios. No son los lazos de la carne y de la sangre los que regulan el amor de Cristo a los hombres. Son de naturaleza superior, sobrenatural. Los regula por el cumplimiento de la voluntad de Dios en los seres humanos(Mat_7:21-24; Luc_13:25-27).
La forma hermanos de Cristo es semitismo de parientes. El hebreo usa el término hermano, 'ah, para expresar normalmente todo tipo de parentesco. Es el contexto el que ha de precisar esto.
V.34. Pone la característica mirada circular de Cristo en Mc.

1 Lambert, en Rev. Bib. (1945) 93. 2 Smith., Summ. Theol. 3 q.15 a. 9. 3 Holzmeister, Hist. aetatis ??. ? . (1938) p.264-265. 3 Para este tema, cf. Comentario a Mat_10:1-4. 4 Vaganay, L'absence du Sermón sur la montagne chez Marc: Rev. Bib. (1951) 5-46. 5 La lección crítica, en singular o plural, es discutida. Cf. Nestlé, ? . ? . graece et latine, ap. crít. a Mar_3:20. 6 Zorell, Lexicón graecum ? . ? . (1931) col.733-734. 7 Gannon, The interpretaron of St. Mark 3:20-21: Irish Eccl. Record (1944) 289-312; Mcrory, The interpretation of St. Mark 3:20-21: ibid. (1945) 1-5; Wlmmer, Mar_3:20-21 : Verb. Dom. (1953) 131-142; F. Spadafora, II greco degli Evangeli, esegesi di Mc 3:20ss: Lateranum (1962) 126-147; J. E. Steinmüller,/

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



19 (e) Curar en sábado (3,1-6). Al igual que la primera (2,1-12), la quinta controversia entreteje un relato de milagro y un debate, mostrando que Jesús es poderoso en obras y palabras. El tema en cuestión es la observan(-)cia del sábado; como 2,23-28, este relato servi(-)ría como argumento con el que la Iglesia pri(-)mitiva defendería su libertad con respecto al sábado. Las reacciones de los adversarios se han endurecido considerablemente desde el primero hasta este último relato de la serie. 1. la sinagoga: Que se trata de la sinagoga de Ca(-)farnaún (1,21-28) lo confirma el adverbio palin, «de nuevo», una mano atrofiada: El térmi(-)no griego impreciso que se utiliza nos impide determinar la naturaleza de la enfermedad o si era o no congénita. 2. si lo curaría en sábado: El problema lo determina el momento elegido (el día de sábado) y la naturaleza de la enfer(-)medad (no era mortal). Los rabinos permitían que se curara en sábado cuando el enfermo se encontraba en grave peligro (cf. mSabb. 18,3). En este sentido, es pertinente que citemos un pasaje de mYoma 8,6: «Todo riesgo de (pérdi(-)da) de vidas suplanta el sábado (ley)». La con(-)troversia se centra en si Jesús se atrevería a ir más allá de este límite para curar a alguien que no se encontraba en peligro de muerte. 4. está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal: Con su pregunta, Jesús trasciende los pa(-)rámetros del debate rabínico (cf. 3,2) y suscita la cuestión sobre hacer el bien o el mal en sá(-)bado. El texto conlleva la afirmación implícita de que Jesús, el Hijo del hombre (cf. 2,27-28), tiene autoridad sobre el sábado. 5. con indig(-)nación: Para otras referencias marcanas a las emociones de Jesús, véase 1,41.43; 7,34; 8,12; 10,14.21. 6. los herodianos: Eran los partida(-)rios y defensores de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea; no constituían una secta o partido como los fariseos, los saduceos o los discípu(-)los de Juan Bautista. W. J. Bennett (NovT 17 [1975] 9-14) sugiere que su mención puede ha(-)ber sido una creación redaccional de Marcos para desarrollar el paralelismo que construye entre el Bautista y Jesús (cf. 6,14-29). cómo acabar con él: En el curso de las cinco contro(-)versias de 2,1-3,6, la reacción de los adversa(-)rios ha ido transformándose desde el asombro (2,12) hasta la manifiesta hostilidad. Incluso ya durante la revelación del poder de Dios en Galilea se inicia aquella oposición que acaba(-)rá con la muerte de Jesús en la cruz.

20 (III) Jesús es rechazado en Galilea (3,7-6,6). La nota negativa con la que acaba la sección anterior se desarrolla en esta nueva sección. Marcos nos ofrece, en primer lugar, algunos ejemplos de la respuesta positiva que el pueblo en general (3,7-12) y los Doce (3,13-19a) dieron a Jesús. En segundo lugar, estos ejemplos se ven contrarrestados con la res(-)puesta negativa por parte de la familia de Je(-)sús y los escribas (3,19b-35). A continuación, Marcos nos presenta algunas parábolas y ex(-)plicaciones relativas a la enseñanza de Jesús (4,1-34), que suscitarán una oposición cre(-)ciente en los de «fuera». El ciclo de relatos de milagro (4,35-5,43) muestra el poder de Jesús sobre la naturaleza, la posesión demoníaca, la enfermedad y la muerte. El último relato (6,1-6) nos explica cómo Jesús fue rechazado por sus paisanos.

21 (A) Respuestas positivas (3,7-19a).
(a) LA GENTE SE ACERCA A JESÚS (3,7-12). Los especialistas consideran, frecuentemente, que este pasaje es un sumario de transición propio de Marcos. Efectivamente, es de transición porque trata de la recepción entusiasta de Je(-)sús como sanador y remite a su enseñanza me(-)diante parábolas (4,1-34) y a sus exorcismos (5,1-20). Es propio de Marcos porque casi to(-)das las palabras han aparecido con anteriori(-)dad y toda la unidad parece proceder de su pluma. Y es un sumario puesto que, en lugar de una narración de determinados aconteci(-)mientos, percibimos en él una tendencia generalizadora. Ahora bien, esta particularidad del pasaje no debería apartar nuestra atención de las importantes contribuciones que hace al re(-)lato que el evangelista escribe sobre Jesús. Nos referimos, concretamente, a la descripción de la gente que, procedente de muchas comarcas, se acerca a Jesús (3,7-8), y al mandato con el que prohíbe a los espíritus inmundos que pro(-)paguen su identidad (3,11-12). 7. se retiró: El verbo griego anechórésen no implica necesa(-)riamente que Jesús huyera; significa que dejó Cafarnaún para dirigirse a cualquier otro lugar del lago de Galilea, de Judea... Tiro y Sidón: La gente viene desde todas las direcciones para encontrarse con Jesús. Samaría es el único lu(-)gar que no se menciona; las ciudades de la Decápolis se difieren a 5,20. Aquellas comarcas que no pertenecían al territorio de Israel (Idumea, Transjordania, Tiro y Sidón) tenían po(-)blación judía. 8. acudieron a él: Mientras que fue Jesús quien se dirigió a sus primeros discí(-)pulos (1,16-20), ahora es la gente quien se diri(-)ge a él como centro de atracción. La descrip(-)ción de la muchedumbre nos remite a los destinatarios de su enseñanza en parábolas (4,1-2). 9. una barca: Sobre la utilización por Jesús de una barca para evitar la presión de la muchedumbre, cf. 4,1-2. 10. curó a muchos: Como en 1,34, el término «muchos» (pollous) no exige que lo interpretemos como «a algu(-)nos, pero no a todos». No obstante, Mt 12,15 cambia pollous por pantas («todos»), 11. espí(-)ritus inmundos: Como en 1,23-24, los demo(-)nios reconocen la verdadera identidad de Je(-)sús. Esta descripción nos remite también a 5,1-20 (especialmente, v. 5). el Hijo de Dios: Los seres preternaturales reconocen la identidad sobrenatural de Jesús; el poder que tiene sobre ellos forma parte de su victoria definitiva so(-)bre el mal. Sobre la aplicación que Marcos ha(-)ce a Jesús del título Hijo de Dios, cf. 1,1; 5,7; 15,39; sobre otros títulos afines, cf. 1,11; 9,7; 14,61. 12. que no lo descubriesen: Como en 1,25.34, Jesús prohíbe a los demonios que den a conocer su identidad.

22 (b) ELECCIÓN DE LOS DOCE (3,13-19a). Aunque Jesús ya había llamado a algunos pa(-)ra que le siguieran (1,16-20; 2,14), y había mu(-)chos otros que le estaban siguiendo, la elec(-)ción de los Doce tiene un gran significado como primer paso de carácter simbólico para la constitución del pueblo de Dios. El número doce alude a las tribus de Israel y remite al pueblo escatológico del reino de Dios. La lista marcana de los Doce (3,16-19) coincide, en gran parte, con las otras listas del NT (Mt 10,2-4; Lc 6,14-16; Hch 1,13); sobre algunas discre(-)pancias de menor importancia ? Pensamiento del NT, 81:135-46). El ideal que Marcos tiene del discipulado -estar con Jesús y compartir su ministerio es la característica teológica principal del pasaje (3,14-15). 14. doce: A me(-)nudo Marcos usa la expresión «los doce» (cf. 4,10; 6,7; 9,35; 10,32; 11,11; 14,10.17.20.43). Algunos manuscritos añaden la proposición «a los que también llamó apóstoles» (pero, cf. Lc 6,13). para que estuviesen con él: Marcos piensa que el fundamento del discipulado es estar con Jesús. Esta relación permite a los Doce tomar parte en los ministerios de predi(-)cación (3,14) y exorcismo (3,15) realizados por Jesús; cumplirán este encargo sólo en 6,7-13.16. Simón, a quien dio el nombre de Pedro: Marcos no nos cuenta por qué Jesús llamó «piedra» a Simón; Mt 16,18 conecta este so(-)brenombre con la fundación de la iglesia; en Jn 1,42 parece aludir a algún aspecto del ca(-)rácter de Simón (cf. PNT 58-59.89-91). 17. Boanérges: La cuestión del apodo Boanérges y su explicación, «hijos del trueno», ha provocado un elevado número de teorías, pero no hay ninguna que haya logrado clarificarla de for(-)ma definitiva (cf. H. Balz, EWNT 1.535). 18. Andrés: Marcos no nos dice nada sobre la lla(-)mada de los otros ocho discípulos que apare(-)cen en la lista después de Andrés; notemos que al segundo Santiago se le apellida «hijo de Al(-)feo» (2,14). Simón el zelota: El adjetivo griego kananaios, probablemente, no procede de Canaán o Caná, sino más bien de la palabra aramea qanana, que significa «zelota». Aunque el término se refiera a un grupo de revolucio(-)narios judíos que se rebelaron contra Roma ca. 66-70 d.C., no parece que hubiera tenido una connotación política en tiempos de Jesús. Al menos Lucas no muestra ningún problema al traducirlo con el término griego zélótés (Lc 6,15; Hch 1,13). Simón podría haber sido un «entusiasta» en un sentido estrictamente reli(-)gioso. 19. Judas Iscariote: Probablemente, el apellido Iskarioth encierra una referencia geo(-)gráfica, es decir, era «natural de Cariot» (cf. Jos 15,25; Jr 48,24). El hecho de que se inclu(-)ya a Judas en la lista de los Doce y la rapidez con la que la primitiva comunidad de Jerusa(-)lén actuó para ocupar su vacante (cf. Hch 1,15-26) constituyen un argumento a favor de que la institución de los Doce tuvo su origen en el ministerio de Jesús con el consiguiente reconocimiento del significado simbólico que poseía este grupo.

23 (B) Respuestas negativas (3,19b-35). La perícopa consta de los siguientes ele(-)mentos: (A) la acusación realizada por la fa(-)milia de Jesús (3,19b-21); (B) la acusación que hacen los escribas (3,22); (C) la defensa de Je(-)sús (3,23-27); (B) juicio de Jesús sobre los es(-)cribas (3,28-30); (A) juicio de Jesús sobre sus parientes (3,31-35). Desde un punto de vista apologético, el texto refuta las siguientes acu(-)saciones que se hicieron contra Jesús durante su ministerio e incluso tras su muerte: (1) es(-)taba fuera de sí; (2) estaba poseído por un de(-)monio; (3) era un agente de Satán. Contiene también enseñanzas teológicas positivas sobre el perdón de los pecados (3,28) y sobre la com(-)prensión de los cristianos como miembros de la familia de Dios (3,35). 19. casa: La expre(-)sión griega eis oikon, «a una casa», se refiere a Nazaret, donde aún vivían los parientes de Je(-)sús. 21. parientes: La frase griega hoi parautou se refiere, al parecer, a los parientes de Je(-)sús (BP, «sus familiares»; CB, «sus parientes»; BJ, «sus parientes»); cf. 3,31-35. Estos preten(-)den controlarlo para que no comprometiera a la familia. Unos pocos manuscritos cambiaron esta expresión por la frase «los escribas y los otros», obviamente para suavizar el impacto del incidente en el que los adversarios de Jesús eran sus propios parientes (entre quienes tam(-)bién se encontraba María, 3,31). decían que es(-)taba trastornado: Algunos especialistas inter(-)pretan la expresión «pues ellos decían» en el sentido impersonal de «pues la gente decía», convirtiendo, de este modo, a los parientes en meros receptores de la opinión que la gente te(-)nía de Jesús. Otros autores interpretan el tér(-)mino exesté como un comentario sobre el comportamiento de la muchedumbre, en el sentido de que era la gente quien estaba fuera de sí (cf. MNT 51-59). 22. los escribas que ve(-)nían de Jerusalén: Este nuevo grupo de adver(-)sarios suscita una nueva acusación; véase en 3,28-30 el comentario que hace Jesús sobre ellos. Mt 12,24 identifica a los adversarios con los fariseos, y Lc 11,15 lee «algunos de ellos». poseído por Beelzebul: En primer lugar, acusan a Jesús de estar poseído por un demonio con(-) creto. Beelzebub es el nombre que encontra(-)mos en algunas versiones antiguas pero no en los manuscritos griegos; esta forma se basa en 2 Re 1,2, donde aparece con el significado de «el señor de las moscas». El término Beelzeboul se interpreta como «el señor del estiér(-)col» o «el señor de la colina o la morada», pe(-)ro no estamos seguros de ninguna de estas interpretaciones, por el príncipe de los demo(-)nios: En segundo lugar, se acusa a Jesús de ha(-)cer los exorcismos con la ayuda de Satanás. Aunque las dos acusaciones -estar poseído y ser un instrumento de Satanásestán relacio(-)nadas y reciben una respuesta conjunta en 3,23-27, no tratan precisamente de lo mismo. 23. en parábolas: Esta expresión se refiere en este contexto al modo en que Jesús responde a las acusaciones, y prepara la enseñanza me(-)diante parábolas que realizará en 4,1-34. cómo Satanás puede expulsar a Satanás: Las acusa(-)ciones de los escribas presuponen que el poder de Jesús era tan extraordinario que no podía explicarse solamente con argumentos natura(-)les. La réplica de Jesús da por sentado que Sa(-)tanás es el señor de las fuerzas del mal (H. Kruse, Bib 58 [1977] 29-61). Puesto que los exorcismos de Jesús constituyen una amenaza para Satanás, no tendría ningún sentido que se realizaran con su ayuda. 24. si un reino es(-)tá dividido contra sí mismo: El problema cen(-)tral se explica mediante tres ejemplos que tie(-)nen la misma estructura: si un reino, una casa o Satanás están divididos contra sí mismos, no pueden permanecer en pie. La conclusión im(-)plícita es que Jesús no pertenece en modo al(-)guno a la esfera de Satanás. 25. casa: El tér(-)mino griego oikia puede referirse al edificio (casa) como también a la gente que lo habita (hogar). 26. Satanás: Los dos miembros ini(-)ciales de la serie eran analogías (vv. 24-25). El tercer miembro es denotativo: Si Satanás fue(-)se realmente el responsable de la actividad de Jesús, estaría lanzando a uno de sus esbirros contra los otros, y de este modo se destruiría a sí mismo y su reino. 27. la casa del hombre fuerte: Jesús «el fuerte» (cf. 1,7) ha entrado en la casa de Satanás y lo ha atado; de no ser así, Jesús no podría haber realizado exorcismos. No solamente no estaba Jesús del lado de Sa(-)tanás, sino que, además, era su enemigo. 28. pecados y blasfemias: El dicho se inicia con el solemne «amén». No deberíamos pasar por al(-)to el extraordinario alcance que tiene la afir(-)mación de que pueden perdonarse todos los pecados (incluyendo el asesinato, la impureza y la apostasía) por una excesiva concentración en la excepción que presenta el versículo si(-)guiente. 29. blasfemia contra el Espíritu Santo: En el contexto marcano, el pecado imperdo(-)nable reside en atribuir las curaciones realiza(-)das por Jesús, que se deben a la acción del Es(-)píritu Santo, al poder de Satanás. Con el término «blasfemia» se describe la actitud irreverente hacia el Espíritu Santo, es decir, no ver la presencia del Espíritu en el ministerio de Jesús. 30. pues decían: «tiene un espíritu in(-)mundo»: La respuesta de Jesús se dirigía a la segunda acusación realizada por los escribas. Ahora, el evangelista, añadiendo su propio co(-)mentario, regresa a la primera acusación de que estaba poseído por un demonio. Pero, de hecho, ya había sido respondida implícitamen(-)te en el curso de la argumentación anterior al afirmar que la fuente del poder de Jesús era el Espíritu y no Satanás. 31. su madre y sus her(-)manos: Este grupo es el mismo que (o al menos forman parte de) los hoi parautou que se men(-)cionan en 3,21. Sobre los hermanos de Jesús, cf. 6,3 (cf. MNT 59-67.253-82). 32. muchedum(-)bre: La muchedumbre no muestra hostilidad hacia a Jesús, sino que transmite la palabra de la familia, tus hermanos: Algunos manuscritos añaden «y tus hermanas». El hecho de que no aparezca en 3,31.33.34 y la facilidad con la que los escribas podían haberla omitido nos sugie(-)re que se trata de una lectura original. 33. quié(-)nes son mi madre y mis hermanos: Este impor(-)tante dicho contiene, al menos, una dura crítica sobre la familia biológica de Jesús, pues se opone a aquellos que son sus auténticos pa(-)rientes (espirituales), es decir, a los que cum(-)plen la voluntad de Dios. 35. el que cumple la voluntad de Dios es mi hermano: En una socie(-)dad en la que las relaciones familiares son ex(-)traordinariamente importantes, la idea de for(-)mar parte de una familia espiritual tenía el efecto de relativizar las otras relaciones y hacer que los seguidores de Jesús las evaluasen a la luz del criterio de la voluntad de Dios.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Subiendo después Jesús a un monte, llamó a sí a aquéllos que le plugo; y llegados que fueron escogió doce para tenerlos consigo y enviarlos a predicar, dándoles potestad de curar enfermedades y expeler demonios; a saber: Simón, a quien puso el nombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a quienes apellidó Boanerges, esto es, hijos del trueno o rayos; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le vendió. (v. 13-19)

Beda, in Marcus 1,16
Después de haber prohibido a los espíritus impuros que publicasen su nombre, eligió santos para expulsar a los espíritus impuros y predicar el Evangelio. "Subiendo después Jesús a un monte, etc.".

Teofilacto
San Lucas dice que subió para orar. Después de la manifestación de sus milagros ora para enseñarnos que conviene dar gracias cuando alcanzamos algún bien, el que debemos atribuir a la virtud divina.

Pseudo-Crisóstomo
Enseña también a los prelados de la Iglesia a pasar la noche en oración antes de hacer una ordenación para que no se frustre su consagración. Cuando vino, pues, el día, según San Lucas, llamó a los que quiso, siendo muchos los que lo seguían.

Beda
De este modo eran llamados al apostolado, no por su elección o cálculo, sino por la gracia divina. El monte en que eligió el Señor a los apóstoles expresa la elevación de la justicia en que habían de ser instituidos y que debían predicar a los hombres.

Pseudo-Jerónimo
O bien: Cristo es el monte en sentido espiritual del que fluyen las aguas vivas, sobre el que se prepara la leche, salud de los niños, donde se halla la fortaleza espiritual y donde realiza la gracia todo bien supremo. Por esto los aventajados en méritos y palabra son llamados a este monte, a fin de que corresponda el lugar a los altos merecimientos. "Y llegados que fueron", etc.

San Jerónimo
El Señor ha amado la porción bella de Jacob (Sal 46), y así como los doce son colocados sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel, así también en grupos de tres y de cuatro deben velar cerca del tabernáculo del Señor y llevar sobre sus hombros el peso de su palabra.

Beda
En esto, pues, se significa que los hijos de Israel acampaban cerca del tabernáculo, a cuyos ángulos se apostaban tres tribus. Tres veces cuatro hacen doce, y éste es el número de los apóstoles que fueron enviados a predicar, a fin de que bautizasen en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, sobre todas las regiones de las cuatro partes del mundo. "Dándoles potestad", etc. Para que atestiguasen la grandeza de las promesas celestiales, e hiciesen obras nuevas los que las predicaban.

Teofilacto
Dice los nombres de los apóstoles para que sean conocidos entre los que habían usurpado este título, y continúa: "Y puso a Simón el nombre de Pedro".

San Agustín, de consensu Evangelistarum, 2, 17
Pero no se crea que es ahora cuando Simón recibe el nombre de Pedro, lo que sería contrario a San Juan, que mucho antes refiere que le fue dicho: "Tú te llamarás Cephas" (Jua_1:42), que se interpreta Pedro. San Marcos ha dicho recapitulando: queriendo enumerar los nombres de los doce apóstoles, y siendo necesario nombrar a Pedro, quiso indicar brevemente que no se llamaba antes así, sino que el Señor le impuso el nombre.

Beda
Quiso, pues, el Señor que en adelante se llamase de otro modo, para que el mismo cambio de nombre significase la misión que se le encomendaba. Cephas en siríaco significa lo mismo que Pedro en griego y en latín, y en ambas lenguas este nombre se deriva de piedra, no pudiendo caber duda de que ésta es de la que dijo San Pablo: "La piedra era Cristo" (1Cor 10); porque como Cristo era la verdadera luz (Jn 1), y se la dio a los apóstoles para que fuesen llamados luz del mundo (Mt 5), así se dio a Simón el nombre de piedra, que creía en la piedra de Cristo.

seudo-Jerónimo
De obediencia, que significa Simón, sube a conocimiento, que es lo que significa Pedro. "Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano", etc.

Beda
Estas palabras están sobreentendidas en estas otras: "Subiendo a un monte llamó a sí".

seudo-Jerónimo
Es a saber, a Santiago, que había ahogado todos los deseos de la carne, y a Juan, que recibió de la gracia lo que otros de su esfuerzo. "A quienes apellidó, prosigue, Boanerges".

Pseudo-Crisóstomo
Llama así a los hijos de Zebedeo, porque debían difundir por toda la tierra los grandes y memorables decretos de la divinidad.

Pseudo-Jerónimo
O por esto se manifiesta el mérito de los tres, que merecen oír en el monte la voz del Padre, semejante a un trueno, a través de la nube resplandeciente: "Este es mi Hijo muy querido" (Mat_17:5), a fin de que derramen sobre la tierra la lluvia con el relámpago por la nube de la carne y el fuego de la palabra, puesto que el Señor convierte en lluvia los relámpagos (Sal 134), para que su misericordia extinga el fuego que encendió su justicia. "A Andrés", continúa.

San Jerónimo
El que ataca varonilmente a la perdición, para que tenga siempre en sí la respuesta de la muerte, y esté siempre su alma en sus manos.

Beda
Andrés es nombre griego que significa viril, de andra varón, porque se adhirió virilmente al Señor. "Y Felipe".

Pseudo-Jerónimo
El cual significa boca de lámpara, que puede iluminar con la boca lo que concibió con el corazón, a quien dio el Señor la abertura de la boca del que ilumina. Sabemos que esta locución es propia de las Sagradas Escrituras, porque se ponen los nombres hebreos para significar algún misterio. "Y Bartolomé".

San Jerónimo
Este nombre quiere decir el hijo del que suspende las aguas, a saber, de aquel que dijo: "Y mandaré a las nubes no lluevan gota sobre esta viña (Isa_5:6)". Pero el nombre de hijos de Dios se adquiere por la paz y el amor de los enemigos: "Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mat_5:44), y luego dice: "Amad a vuestros enemigos, para que seáis hijos de Dios". "Y Mateo".

San Jerónimo
El que es gratificado con dones, porque no sólo ha alcanzado del Señor la remisión de sus pecados, sino el privilegio de ser inscrito en el número de los apóstoles. "Y Tomás", que significa abismo, porque es uno de los que aclaran las cosas profundas que se refieren a Dios. "Y Santiago, hijo de Alfeo", esto es, del docto o del millar, porque a su lado caerán mil (Sal 60). Este es otro Santiago, cuya lucha no es contra carne y sangre, sino contra las maldades espirituales (Ef 6). "Y Tadeo"; es decir, prudente o que tiene corazón, o que guarda su corazón con todo cuidado (Prov 4).

Beda
Tadeo es el mismo a quien San Lucas en el Evangelio (cap. 6) y en las Hechos de los Apóstoles (cap. 1) llama Judas de Santiago, porque era hermano de Santiago, hermano del Señor, como él mismo dijo en su epístola. "Y Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le vendió". Los nombres aparecen así para distinguirlos de Simón Pedro y Judas de Santiago. Simón el Cananeo es llamado así por Cana, pueblo de Galilea, y Judas Iscariote por Isachar, pueblo o tribu en que nació.

Teofilacto
Le cuenta entre los apóstoles para enseñarnos que Dios no rechaza a nadie a causa de una malicia futura, sino que lo honra por la virtud presente.

Pseudo-Jerónimo
Simón se interpreta el que está triste: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mat_5:4). Cananeo quiere decir el que tiene celo, esto es, aquel a quien devora el celo de Dios (Sal 68). "Judas Iscariote" es el que no borra su pecado por la penitencia, o que no borra la memoria de él: Judas significa el que confiesa o el glorioso, e Iscariote memoria de la muerte ; que son muchos en la Iglesia los confesores soberbios y gloriosos, como Simón el mago, Arrio y los demás herejes, cuya memoria condena la Iglesia como mortal para que se huya.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter III.

[Many healed.]

1 Christ healeth the withered hand, 10 and many other infirmities: 11 Rebuketh the vncleane spirits: 13 Chooseth his twelue Apostles: 22 Conuinceth the blasphemie of casting out deuils by Beelzebub: 31 and sheweth who are his brother, sister and mother.
1 [ Mat_12:9 .] And he entred againe into the Synagogue, and there was a man there which had a withered hand:
2 And they watched him, whether hee would heale him on the Sabbath day, that they might accuse him.
3 And he saith vnto the man which had the withered hand, Stand forth.
4 And hee saith vnto them, Is it lawfull to doe good on the Sabbath dayes, or to doe euill? to saue life, or to kill? but they held their peace.
5 And when he had looked round about on them with anger, being grieued for the [ Or, blindnesse.] hardnesse of their hearts, He saith vnto the man, Stretch foorth thine hand. And he stretched it out: and his hand was restored whole as the other.
6 And the Pharisees went forth, and straightway tooke counsel with the Herodians against him, how they might destroy him.
7 But Iesus withdrew himselfe with his disciples to the Sea: and a great multitude from Galilee followed him, and from Iudea,
8 And from Hierusalem, and from Idumea, and from beyond Iordane, and they about Tyre & Sydon, a great multitude, when they had heard what great things he did, came vnto him.
9 And he spake to his disciples that a small ship should wait on him, because of the multitude, lest they should throng him.
10 For he had healed many, insomuch that they [ Or, rushed.] preassed vpon him, for to touch him, as many as had plagues.
11 And vncleane spirits, when they saw him, fell downe before him, and cried, saying, Thou art the Sonne of God.
12 And he straitly charged them, that they should not make him knowen.
13 [ Mat_10:1 .] And he goeth vp into a mountaine, and calleth vnto him whom he would: and they came vnto him.
14 And he ordeined twelue, that they should be with him, and that hee might

[Christs mother, etc.]

send them foorth to preach:
15 And to haue power to heale sickenesses, and to cast out deuils.
16 And Simon he surnamed Peter.
17 And Iames the sonne of Zebedee, and Iohn the brother of Iames (and he surnamed them Boanerges, which is, The sonnes of thunder.)
18 And Andrew, and Philip, and Bartholomew, and Matthew, and Thomas, and Iames the sonne of Alpheus, and Thaddeus, and Simon the Canaanite,
19 And Iudas Iscariot, which also betrayed him: and they went [ Or, home.] into an house.
20 And the multitude commeth together againe, so that they could not so much as eate bread.
21 And when his [ Or, kinsemen.] friends heard of it, they went out to lay hold on him, for they said, He is beside himselfe.
22 And the Scribes which came downe from Hierusalem, said, [ Mat_9:34 .] He hath Beelzebub, and by the prince of the deuils, casteth he out deuils.
23 And he called them vnto him, and said vnto them in parables, Howe can Satan cast out Satan?
24 And if a kingdome be diuided against it selfe, that kingdome cannot stand.
25 And if a house be diuided against it selfe, that house cannot stand.
26 And if Satan rise vp against himselfe, and be diuided, hee cannot stand, but hath an end.
27 No man can enter into a strong mans house, and spoile his goods, except he will first bind the strong man, and then he will spoile his house.
28 [ Mat_12:31 .] Uerely I say vnto you, All sinnes shalbe forgiuen vnto the sonnes of men, and blasphemies, wherewith soeuer they shall blaspheme:
29 But he that shal blaspheme against the holy Ghost, hath neuer forgiuenesse, but is in danger of eternall damnation.
30 Because they said, He hath an vncleane spirit.
31 [ Mat_13:46 .] There came then his brethren, and his mother, and standing without, sent vnto him, calling him.
32 And the multitude sate about him and they said vnto him, Behold, thy mother and thy brethren without seeke for thee.
33 And he answered them, saying, Who is my mother, or my brethren?

[The parable of the seed.]

34 And he looked round about on them which sate about him, and saide, Behold my mother and my brethren.
35 For whosoeuer shall doe the will of God, the same is my brother, and my sister, and mother.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Elección de los Doce (ver Mat. 10:1-4; Luc. 6:12-16). Sabemos por los otros Evangelios que Jesús subió al monte a orar porque debía tomar una decisión muy importante. El mismo Hijo de Dios necesitaba hallar un lugar donde pudiera estar a solas con Dios, ya que no había silencio en ninguna otra parte. Jesús nos ha enseñado a buscar la soledad para orar si es posible (Mat. 6:6).

Cuando Jesús nos llama a responder, su amor nos obliga a seguirle. Estos doce eran el equipo de Jesús (como podríamos decir de algún equipo deportivo de hoy) señalados para trabajar con él y unos con otros. El hace alusión en términos de su familia más amplia en los vv. 31-35. Mar. en ningún lugar los denomina apóstoles, aunque este es el nombre por el que fueron conocidos más tarde. Por esta razón algunos mss. omiten esta palabra aquí. Pero, si usamos el nombre o no, ellos fueron los misioneros de Jesús; y el misionero Marcos lo sabía muy bien. Podemos observar lo que significa apóstol en el v. 14. Jesús escogió a estos va rones para enviarlos a predicar las buenas nuevas, al igual que lo estaba haciendo él. Sin embargo, antes de que estuvieran listos para predicar las buenas nuevas tendrían que pasar tiempo con Jesús para aprender a modelar la vida de ellos por la de él. Si no seguimos el ejemplo de ellos, nuestra predicación será como altoparlantes propagando fuertemente algo sin sentido.

Además, tuvieron que demostrar el poder de Jesús y el Espíritu conquistando al enemigo, como lo había hecho Jesús. El les había dado su poder para echar fuera los demonios (Mat. agrega el poder para sanar enfermedades en su nombre). Ambas cosas eran señales de la llegada del reino de Dios. Es importante tomar nota de que Jesús compartió su poder con humanos muy imperfectos, como nosotros. En realidad, Marcos, en todo su Evan gelio, enfatiza las imperfecciones de los doce y en particular las de Pedro, quien de muchas maneras era el líder. Al hacerlo, Marcos simplemente estaba estableciendo los hechos; no estaba procurando minimizar a los apóstoles, como algunos han sugerido. Hace que la gracia de Dios sea tanto más maravillosa (como lo vio Pablo; 2 Cor. 4:7) ya que no hay superhombres ni supermujeres en el NT, solamente pecadores salvos por gracia. Los demás evangelistas querían mitigar el impacto de algunos de los relatos, pero Marcos quiere mostrarnos que los apóstoles eran humanos tal como nosotros, con todas nuestras debilidades. Los santos del NT no tie nen aureolas relucientes en derredor de sus cabezas; ¡esto fue una invención de la iglesia más adelante!

Otro detalle que recalca lo común de los apóstoles era que la mayoría tenía sobrenombres, algunos dados por Jesús mismo. En la mayor par te del mundo, las personas son conocidas por sus sobrenombres que describen su manera de ser en vez de sus verdaderos nombres. Estos discípulos eran gente real.

Así que tenemos a Simón, a quien Jesús le dio el sobrenombre de Pedro o la roca; luego Jacobo y Juan, a quienes denominó hijos del trueno (o Rayos y Centellas, como decimos hasta hoy). Tomás fue llamado el mellizo, y otro Simón fue llamado el Zelote que puede haber sido una referencia a su celo por la causa nacionalista de Israel. El sobrenombre de Judas, Iscariote también puede haber estado conectado con el mismo mo vimiento. Cuando recordamos al jactancioso Simón, quien negó a Jesús, a Tomás quien dudó de él, a Jacobo y Juan quienes fueron ambiciosos, y a todos los demás discípulos, quienes salieron corriendo asustados cuando Jesús fue detenido, no estamos glorificando sus flaquezas, sino al Dios que puede usar a gente débil como ellos, y como nosotros (2 Cor. 12:9).

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Los doce apóstoles. La montaña simboliza el lugar privilegiado para el encuentro con Dios (cfr. Éxo_19:20; Éxo_24:12; Núm_27:12; Deu_1:6-18). Jesús llama a los que Él quiere, dejando claro que en adelante no se pertenece al nuevo pueblo de Dios por el origen étnico (ser israelita), sino por el llamado y seguimiento de Jesús. El número doce simboliza el nuevo pueblo de Dios, así como las doce tribus de Israel representaban el antiguo pueblo de Dios (Éxo_24:4). El llamado tiene dos finalidades: hacer comunidad y ser misionero. Las pequeñas comunidades, que por fortuna se multiplican cada día, son lugares privilegiados para vivir el seguimiento y la misión de Jesús. Los tres primeros apóstoles reciben un nuevo nombre que implica una nueva personalidad, y serán los testigos de excepción en momentos especiales de la misión de Jesús: sanación de la hija de Jairo, transfiguración y Getsemaní.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Junto a los grupos señalados antes -las muchedumbres, los discípulos, y también los espíritus inmundos- el evangelio presentará ahora a otros grupos: los escribas y fariseos, los parientes de Jesús, su Madre, etc. Cada uno de ellos se caracteriza por su reacción ante Jesús. El evangelista subraya de una manera especial el grupo de los Doce (v. 14). El que Jesús elija precisamente Doce Apóstoles tiene un profundo significado. Su número corresponde al de los doce Patriarcas de Israel: los Apóstoles representan al nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia fundada por Cristo (cfr nota a Mt 10,1-4).

En la descripción de lo que son los Apóstoles, el evangelio señala cuatro características: llamada voluntaria y gratuita de parte del Señor, respuesta de los hombres, unión con Cristo y envío al mundo para predicar (cfr 1,16-18; 16,20). Se advierte de esta manera la importancia del trato con Jesús para la eficacia apostólica: «Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo» (CCE 864).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



4. Esta contraposición, en lenguaje semítico, equivale a la pregunta: "En día sábado, ¿no se puede hacer absolutamente nada?".

6. "Herodianos": ver nota Mat_22:16.

14. Algunos manuscritos añaden: "a los que llamó Apóstoles".

17. "Hijos del trueno": para justificar ese apodo, ver Luc_9:54.

22. "Belzebul": ver nota Mat_10:25.

27. El "hombre fuerte": ver nota Mat_12:29.

28-29. Ver nota Mat_12:31-32.

31. "Hermanos": ver nota Mat_12:46.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἐποίησεν τοὺς δώδεκα καὶ WH NA28 ] – Treg RP
  • ὄνομα τῷ Σίμωνι WH Treg NA28 ] τῷ Σίμωνι ὄνομα RP

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Mat_16:18+; Jua_1:42

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Mat_16:18+; Jua_1:42

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 3.6 Los del partido de Herodes: Véase Mt 22.16 n.

[2] 3.18 Cananeo: Véase Lc 6.15 n.

[3] 3.22 Mt 9.34; 10.25. Beelzebú: Véase Mt 12.24 n.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



ESTABLECIÓ LOS DOCE: creó el Colegio Apostólico. El número de los apóstoles recordaba el de los doce patriarcas de Israel.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— los doce designados fueron: También omiten estas palabras bastantes mss., entre ellos varios de reconocido valor.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I ἐποίησεν I] designó.

Torres Amat (1825)



[20] Se cree que era la casa de Pedro en Cafarnaúm.

[24] Mat 12, 25.

[27] Mat 12, 29.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

A... TR antepone Y llamó a los doce.