Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Ejecución de los decretos del librito abierto, 12:1-22:5.
En esta segunda sección profética se desarrollan las predicciones contenidas en el librito recibido por Juan en el capítulo 10:8-11. Todo es concebido desde el punto de vista de la Iglesia y de las luchas que ha tenido que sostener contra el Imperio romano, tipo del anticristo y de todos los poderes enemigos de Dios. El
Dragón, es decir, el diablo, declara la guerra a la Iglesia sirviéndose de dos
Bestias, que encarnan el poder de Roma y el sacerdocio pagano. Es la gran persecución de tres años y medio, que se terminará con el juicio de los perseguidores l y con la inauguración del reino milenario de Cristo 2. El ejército celestial, teniendo por capitán al Cordero, infligirá al anticristo una derrota completa. La visión del capítulo 20 viene como a resumir todo esto, mostrando que Cristo no ha dejado de reinar nunca desde su encarnación, incluso en medio de las terribles contingencias de su pasión y muerte.
1
Rev_6:12-17. 2
Rev_7:1-17- 3
Rev_9:20-21. 4
Rev_11:13. 5
Rev_16:19;
Rev_17:18;
Rev_18:10. 6
Rev_21:2.10;
Rev_22:19. 7 Así la interpretan Victorino de Pettau y Andrés de Cesárea. 8 Ez 40:3-42:18; cf.
Zac_2:5-9. 9 Is 34.li. 10 Cf.
2Sa_8:2. 11
Rev_7:1-8. 12
Rev_6:9. 13 Cf. A. Gelin, o.c. p.625; F. Vigouroux, Le Nouveau Testament et les découvertes at-chéologiques modernes (París 1907) 286. 14
Rev_11:2. 15
Rev_12:6. 16
Rev_12:14. 18
Dan_7:25;
Dan_12:7. 19 Lc 4:25- 20
Stg_5:17. 21 Cf.
1Re_18:1. 22 Cf. S. Bartina, o.c. p.694· 23 Cf.
Mat_16:18. A propósito de la interpretación del c.n, cf. A. Feuillet,
Essai d'inter-prétation du chapitren de l'Apocalypse: NTSt 3 (1957-1958) 183-200. 24
Lev_21:24. 25 E. B. Allo, o.c. p.149. 26 Tyconius dice que los dos
Testigos es ecclesia duobus testamentis praedicans et pro-phetans. 27 Cf.
Jua_8:17. 28 H. B. Swete,
The Apocalypse ofthe Sí.
John (Londres 1909), en h.l.; E. B. Allo, o.c. p.157-161. 29 Mt 17 3ss. 30 Cf. 2 Grón 36:1355;
Mat_23:2955. 31 Cf. S. bartina, o.c. p.ó99; J. Munck, Pefrus
und Paulus in der Offenbarung Johannis. Ein Beitrag zur Auslegung der Apokalypse (Copenhague 1950) 126; D. Haugg,
Die zwei Zeugen (Rev_11:2) (Münster 1936); O. J. R. A. Schwarz,
Die zwei Zeugen: Kirche und Israel (Rev_11:3): Una Sancta, Hefte 15 (1960)
145-153. 32
2Re_1:10-12. 33
Num_16:25-35. 34 Cf.
Libro 4
Esdras 13:10-11; Ascensión
de Isaías 4:18. 35
Jer_5:14. 36
Eco_48:1. 37
Mat_5:14-16. 38
1Re_17:1-2;
1Re_18:41-46;
Eco_48:3;
Luc_4:25;
Stg_5:17. 39
Exo_7:19-25- 40 Cf. Ap 13:7- 41
Rev_11:11-12;
Rev_20:4. 42 Cf.
Rev_13:1.18;
Rev_17:8. 43
Dan_7:1-21. 44
Dan_7:7. 45 Dan 7.8.19SS. 46 Cf. M. García Cordero, o.c. p.122. 47 El P. M. E. Boismard y otros autores suprimen, como una glosa inspirada tal vez en
Mat_23:37, la frase
donde su Señor fue crucificado, e identifican la gran ciudad con Roma. Gf. M. E. Boismard,
L'Apocalypse, en
La Sainte Bible dejérusalem p.54. 48 Mt 23:37- 49
Sab_19:14-15. 50 Cf.
Rev_16:19;
Rev_17:18;
Rev_18:10.16-19. 51 Cf. Am 1-4; Is 13-23; Jer 46-51; Ez 25-32; Nah 1-3. 52 Me 15:31-32. 53
Eze_37:7-10. 54
Rev_12:5;
Hec_1:9. 55
2Re_2:11. 56 Ant.
lud. 4:8:48. 57 Jos. Flavio, Contra Apionem 1:22; Cf. Clemente Alejandrino,
Stromata 6:15: PG 9.355SS. 58
Rev_20:4. 59 e. â. Allo, o.c. p.154. 60
Mat_27:52; cf. Mc 15:33- 61 Jl 2:2-32. 62
Lev_23:48. 63
Rev_8:1. 64
Rev_4:6-8. 65 E. B. Allo, o.c. p.168. 66 Gf.
Rev_1:8;
Rev_4:8. 67 Ap 5. 68
Rev_6:9-10. 69
Rev_20:7-10. 70
Rev_20:13-15. 71 Cf.
Rev_14:5;
Rev_16:6;
Rev_18:20.24. 72 Cf.
Isa_24:1ss; Zac 14:1ss. 7
3Jn_1:1 :14. 74
2Ma_2:5-8. 75
Rev_8:5 76
Rev_16:18.
Capitulo 12.
Visión de la mujer y del dragón,Rev_12:1-18.
El capítulo 12 abre la última sección del libro a manera de
grandioso prefacio. San Juan nos mostrará en él que es el odio de Satanás la causa principal de las persecuciones que el Imperio romano había desencadenado contra la Iglesia y sus fieles. Tocamos aquí el punto culminante del Apocalipsis, pues el capítulo 12 es central en este libro sagrado. Contiene una de las escenas más grandiosas del Apocalipsis, y prepara con algunas pinceladas las figuras principales que han de jugar un papel de primer orden en la última sección del libro. Este capítulo constituye el desarrollo del tercer ay! Se puede dividir el capítulo 12 en tres partes: la Mujer da a luz un Niño,
Rev_12:1-6; Miguel combate contra el Dragón y lo arroja del cielo, 12, 7-12; la Mujer en el desierto,
Rev_12:13-18.
La Mujer da a luz a un Niño,Rev_12:1-6.
1
Apareció en el cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, 2
y, estando encinta, gritaba con los dolores de parto y las ansias de parir. 3
Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran Dragón, de color de fuego, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre la cabeza siete coronas. 4
Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo, y los arrojó a la tierra. Se paró el Dragón delante de la Mujer, que estaba a punto de parir, para tragarse a su Hijo en cuanto le pariese. 5
Parió un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro, pero el Hijo fue arrebatado a Dios y a su trono. 6
La Mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios para que allí la alimentasen durante mil doscientos sesenta días. El vidente de Patmos contempla
en el cielo una señal grande. El cielo no es propiamente el escenario de la visión, cuyas fases se desarrollan sobre la tierra, sino que el cielo es más bien la pantalla sobre la cual se proyecta
la señal. Esta señal es una
mujer vestida de la luz del sol, con la luna por escabel de sus pies y una corona de doce estrellas (v.1). Esta descripción de la mujer con esos atributos radiantes indica su carácter supramundano, santo, puro 3. El resplandor de la Mujer,
envuelta en el sol, da relieve a su grandeza y gloria extraordinarias. Este simbolismo era conocido de los judíos, los cuales se sirven de la imagen de la luz para expresar la gloria de Dios 4, e incluso emplean a veces ornamentos astrales para la representación glorificada de grandes personajes o de sublimes realidades. El Cantar de los Cantares también nos describe la esposa rodeada de luz: ¿Quién es esta que se alza como aurora, hermosa cual la luna, espléndida como el sol?
5 Y el Testamento de Neftalí describe a judá con una imagen bastante parecida a la del Apocalipsis: Judá se puso resplandeciente como la luna, y bajo sus pies había doce rayos6. Las doce estrellas designan muy probablemente las doce tribus de Israel. En esto coinciden hoy día casi todos los autores7. Pero también pudieran designar los doce apóstoles 8. Esta imagen nos recuerda el pasaje del Génesis, en el cual se dice que José había visto en sueños que el sol, la luna y once estrellas le adoraban 9.
Los adornos siderales eran atribuidos también a varias divinidades paganas, como a Cibeles, a Isis y a Attis 10. Además, el culto de la diosa madre era muy floreciente en la provincia proconsular de Asia en tiempos de Juan. Por eso, la visión de la Mujer-Iglesia pudiera muy bien ser como dice A. Gelin una réplica plástica de la diosa cuyo culto era necesario combatir. 11
No obstante la gloria celeste que circunda a esta Mujer extraordinaria, San Juan nos la presenta
gritando por los dolores de parto y las ansias de parir (v.2). Estos detalles que nos da el autor sagrado son de capital importancia para individualizar a la misteriosa Mujer. ¿Quién es esa Mujer refulgente de gloria y de esplendor? La respuesta más sencilla para nosotros sería la de afirmar que esa Mujer es María, la Madre de Jesús, ya que en el v.5 se dice con bastante claridad que dio a luz al Mesías. Pero hay varias razones que parecen oponerse poderosamente a esta solución. En primer lugar se dice en nuestro pasaje que la Mujer gritaba en
los dolores de parto. Ahora bien, la tradición enseña unánimemente que la Santísima Virgen dio a luz a Jesús de una manera virginal y sin dolor. En segundo lugar, el autor sagrado habla en el v.17 de los
descendientes de la Mujer, o sea de otros hijos que habría tenido. Nosotros sabemos por los Evangelios, por la fe y la tradición que María fue siempre Virgen y tuvo un solo Hijo, Jesucristo. Estas razones tan evidentes obligaron a los intérpretes, ya desde antiguo, a buscar otras soluciones. Unos ven en la Mujer el símbolo de Israel; para otros sería la figura de la Iglesia. Y no faltan quienes vean en ella simbolizada de alguna manera a la Santísima Virgen.
Los que ven en la Mujer la representación de Israel se fundan en razones que, a nuestra manera de ver, son de mucho peso. Son muchos los lugares de los profetas del Antiguo Testamento en que Israel es representado bajo la figura de una mujer. Dejando aparte la esposa del Cantar de los Cantares, podemos descubrir esta personificación de Israel en Oseas 12, en Jeremías 13 y en Ezequiel14. Este último nos presenta a las dos hermanas Oola y Ooliba, que representan a los dos reinos de Samaría y Judá 15. Los libros apócrifos siguen también la misma norma, como se puede ver en 4 Esdras 16. Y en el Nuevo Testamento encontramos estas mismas personificaciones 17. Por otra parte, la imagen de Sión en dolores de parto no era desconocida en el Antiguo Testamento. El profeta Miqueas exclama: Te dueles y gimes, hija de Sión, como mujer en parto porque vas a salir ahora de la ciudad y morarás en los campos y llegarás hasta Babilonia18. Isaías nos presenta a los israelitas oprimidos que claman a Yahvé: Como la mujer encinta cuando llega el parto se retuerce y grita en sus dolores, así estábamos nosotros lejos de ti, oh Yahvé!19 Y en otro lugar, el mismo profeta nos habla de la multiplicación de la nueva Jerusalén en estos términos: Antes de ponerse de parto ha parido; antes de sentir los dolores dio a luz un hijo. ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio nunca tal? ¿Nace un pueblo en un día? Una nación, ¿nace toda de una vez? Pues Sión ha parido a sus hijos antes de sentir los dolores. 20
Además, el autor del Apocalipsis nos dice expresamente en el v.6 que la Mujer huyó al desierto, en donde fue alimentada por Dios hasta que desapareció el peligro de parte de sus enemigos. Por el libro del éxodo sabemos que Israel huyó de Egipto al desierto del Sinaí, en donde fue alimentado por Dios con el maná caído del cielo hasta que se convirtió en un pueblo bien constituido, capaz de enfrentarse y resistir a los pueblos enemigos. De este paralelo evidente parece seguirse que la Mujer del Apocalipsis representa al pueblo de Dios personificado. Pero ¿qué pueblo es éste? ¿Es acaso el Israel de la Antigua Alianza o más bien el nuevo Israel, es decir, la Iglesia de Cristo? Creemos que la mujer de nuestro texto simboliza en primer lugar al Israel del Antiguo Testamento, del cual nació Jesucristo según la carne. Y en segundo lugar representa al nuevo Israel, o sea a la Iglesia, que será el blanco de todos los ataques del Dragón.
Por el í. 17 se ve claramente que San Juan mira principalmente a la Iglesia cristiana, ya que presenta a la Mujer como Madre de todos los creyentes en Jesús. Sin embargo, es importante notar la continuidad existente entre el antiguo Israel de las promesas y el nuevo Israel, en el cual se realizaron esas promesas. Son, en efecto, dos fases distintas de una misma realidad, de una misma comunidad: forman una sola y única Iglesia a través de todas las edades. Es la Iglesia histórica que ha dado a luz al Mesías. Este alumbramiento ha sido preparado dolorosamente a través de toda la historia de Israel. Son los
dolores de parto y las
ansias de parir de que nos habla el Apocalipsis. Estos dolores no pueden referirse evidentemente al nacimiento feliz y virginal del Mesías en Belén. Victorino de Pettau (hacia el año 303) los interpreta de los sufrimientos de los justos del Antiguo Testamento: Ella es la antigua Iglesia de los patriarcas y profetas, de los santos y de los apóstoles. Tuvo que soportar los gemidos y tormentos de sus anhelos hasta que Cristo, el fruto prometido de su pueblo según la carne, tomó cuerpo de esta misma raza 21. Los dolores de que nos habla el autor del Apocalipsis tienen una significación simbólica. Según la tradición judía, recogida también en San Mateo 22 y presente en diversos lugares del Apocalipsis, grandes dolores y sufrimientos de Israel, que son comparados con los dolores de parto, habían de preceder la venida del Mesías 23. Los mismos profetas solían anunciar la venida del Mesías en los momentos de las grandes tribulaciones sufridas por el pueblo de Dios. Yahvé sometía el pueblo a dura penitencia en castigo de sus prevaricaciones. Pero cuando mayor era la tribulación y más lejanas las esperanzas humanas de remedio, más fundada se presentaba la esperanza de la salud mesiánica. El nacimiento del Mesías prometido a Israel tendría lugar en los mayores aprietos de la nación. Vendría acompañado de graves dolores de parto. San Pablo nos habla también de estos dolores al fin de los tiempos, antes de la salud definitiva 24. En los libros apócrifos y en la literatura rabínica se ponderan sobremanera los dolores del alumbramiento del Mesías 25. Estos dolores serían tan graves, que algunos preferirían renunciar incluso a los bienes me-siánicos por no experimentar calamidades tan terribles 26.
Tal es, sin duda, el sentido de nuestro texto, expresado en estilo muy conforme con el de los antiguos profetas y muy ajustado al lenguaje apocalíptico. El Mesías había de nacer de la nación santa en los momentos de mayor angustia. Por consiguiente, la Mujer del Apocalipsis es la personificación de la Iglesia en sus diversas fases. Primero, en su estadio imperfecto del Antiguo Testamento, y después, en su estadio perfecto del Nuevo Testamento. Uno constituye el perfeccionamiento y la coronación del otro. Porque no hay más que una Iglesia, que ha venido desarrollándose a través dé los siglos.
Por el hecho de ser esta Mujer, tan maravillosamente adornada, la Madre del Mesías (v.5) ha habido muchos autores antiguos y modernos que la
identifican con la
Virgen María, de quien, en efecto, nació el Salvador. Esta interpretación se puede justificar si tenemos en cuenta que el sentido histórico no agota la riqueza de la Sagrada Escritura tal como nos enseñan a leerla los Santos Padres y la Iglesia. En un sentido literal acomodaticio se puede aplicar este texto a la Santísima Virgen María, Madre del Mesías y de todos los cristianos, siguiendo a San Agustín 27 y a San Bernardo 28. San Pablo, escribiendo a los romanos, contrapone Cristo a Adán en estos términos: La muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no habían pecado, como pecó Adán, que es tipo del que había de venir. Mas no fue el don como la transgresión. Pues si por la transgresión de uno solo mueren muchos, mucho más la gracia de Dios y el don gratuito, consistente en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se difundirá copiosamente sobre muchos. Y no fue el don lo que fue la obra de un solo pecador, pues por el pecado de uno solo vino el juicio para condenación; mas el don, después de muchas transgresiones, acabó en justificación. 29 Esta misma contraposición es desarrollada por el Apóstol en
1Co_15:45-49. Pues esta contraposición entre Adán y Cristo llevó a los Santos Padres a otra, la de Eva y María, que suelen desarrollarla haciendo ver la parte que tomó María en la obra de la redención. Es la aplicación del principio de analogía, que tanto valor tiene en la ciencia teológica.
Pues bien, entre la Mujer del Apocalipsis, el pueblo elegido, la descendencia de Abraham según la fe, de la que salió el Mesías y María, originaria del pueblo electo que le dio a luz, hay una analogía evidente. Si el Apóstol de los Gentiles pudo contar entre las glorias de Israel el que de él procediese Cristo 30, mucho más se puede esto decir de la Madre que le dio a luz, y que por esto mereció el título de
Madre de Dios. De igual modo, si el Apóstol dice de Israel, de la descendencia de Abraham según la fe, que es nuestra madre 31, mucho mejor se puede dar este nombre a la que engendró a Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, primogénito entre muchos hermanos32, por quien nosotros hemos recibido la dignidad dé hijos de Dios 33.
Todo esto y mucho más lo conocía San Juan. Por eso es muy posible que el vidente de Patmos aluda de algún modo, en esta visión del Ap 12, a la Santísima Virgen María. El, que conocía a María, la Madre de Jesús; que la había recibido como madre suya en el Calvario, que había cumplido con ella los deberes de un buen hijo, no podía menos de pensar en ella cuando nos habla del nacimiento del Mesías. La liturgia de la Iglesia también entiende esta visión de la Virgen María. A esta aplicación no se opone el que en nuestro texto se hable de los
do I ores de parto de la Mujer, ya que esto se podría entender de la
compasión de María 34. En estos últimos tiempos se ha escrito mucho sobre el sentido mariano de esta visión del Apocalipsis 35. Los defensores del sentido mariológico ven en la descendencia de la Mujer del v.17, significada la maternidad espiritual de María, que también engendra a los que creen en Jesús 36.
Como contraposición a la imagen radiante de luz de la Mujer, que simboliza a la Iglesia, San Juan contempla un nuevo prodigio: ve en el cielo
un gran Dragón de color de fuego, con siete cabezas, diez cuernos y siete coronas (í.3). Este
Dragón representa los poderes del mal, que se levantan contra la Iglesia de Cristo con el propósito de destruirla. Según el v.8, el Dragón es Satanás, la antigua serpiente
Ð', por medio de la cual el diablo tentó a Eva. Aquí no persigue a Eva, sino a la Mujer ideal, al Israel de Dios. En el Antiguo Testamento se habla frecuentemente de un monstruo marino 38, que es designado con los nombres de Leviatán, Behemot
y Rahab, el cual simboliza las fuerzas enemigas de Dios. El Dragón que aparece en nuestro texto del Apocalipsis es semejante a la Bestia de
Rev_13:1 y 17:3. Sin embargo, aquí las
cabezas y los
cuernos del Dragón no parecen tener el significado preciso que tienen los de la Bestia. Los
diez cuernos y las
siete coronas del Dragón son símbolos de su poder. Estos elementos están tomados del libro de Daniel 39, en donde los diez cuernos designan a diez reyes de la dinastía de los seléucidas. Las
siete cabezas, como las de la hidra de la fábula y las del basilisco de siete cabezas, significan su resistencia a la muerte. Las
coronas que adornan las siete cabezas significan su gran poder, ejercido por medio de otros tantos reyes. El Dragón tiene coronas porque es el
Principe de este mundo 40, y como tal se presenta a Jesús en el desierto para tentarle41. Las tentaciones de Jesús constituyen un indicio de la lucha sorda y continua que el demonio mantiene contra Dios a través de los siglos. La historia de la humanidad está sembrada de hechos y sucesos que manifiestan bien claramente la lucha entablada desde el principio entre el bien y el mal. El Apocalipsis dramatiza sobremanera esta lucha entre las fuerzas del bien y las del mal, entre Jesucristo y Satanás, que terminará con el triunfo total y definitivo de Cristo.
San Juan nos indica la fuerza maléfica y formidable del Dragón al afirmar que
con su cola arrastró la tercera parte de los astros y los arrojó a la tierra (v.4). También en el libro de Daniel se nos habla de un pequeño cuerno que creció mucho hacia los cuatro puntos cardinales, engrandeciéndose hasta llegar al ejército de los cielos, y echó a tierra estrellas y las holló.42 El profeta Daniel se refiere a Antíoco IV Epífanes, que con su persecución religiosa contra el judaísmo logró la defección de relevantes personajes de la nación hebrea y profanó el templo y todo lo más sagrado de la religión de Yahvé 43. Por eso no sería de extrañar que el autor del Apocalipsis aludiese a la apostasía de altos representantes de la Iglesia de Cristo durante las persecuciones entonces desencadenadas. Sin embargo, según un simbolismo conocido en la literatura apocalíptica 44, las estrellas que caen del cielo representan a los ángeles prevaricadores. Con su poder de persuasión, el Dragón arrastra en pos de sí una buena porción de los ángeles del cielo, y con el mismo poder arrastrará también a muchísimos hombres, como arrastró a nuestros primeros padres en el paraíso.
El Dragón, que había aparecido en el cielo arrastrando a la tercera parte de las estrellas,
se para delante de la Mujer, que estaba a punto de dar a luz, para tragarse a su Hijo. La actitud del Dragón nos indica claramente que lo que intenta es acabar con el reino de Dios dando muerte a su fundador. Se da cuenta que el que va a nacer es el Mesías, el cual viene a implantar el reino de Dios en este mundo con el fin de acabar con el imperio del mal. La historia evangélica nos muestra con toda claridad que el demonio atentó desde el principio contra la vida de Jesús y se esforzó por deshacer su obra. A inspiración diabólica obedecían los conatos de Heredes para dar muerte a Jesús recién nacido y, especialmente las tentaciones del desierto con el propósito de anular la misión mesiánica de Jesucristo. Pero, sobre todo, la escena que nos describe el Apocalipsis alude a los esfuerzos de los judíos, estimulados por el demonio 45, para dar muerte a nuestro Señor y acabar con su obra. También podemos ver aquí implícitamente indicados los lazos que el diablo tenderá a todos los cristianos para hacerlos caer, porque la idea del Cristo místico está presente en este relato al lado de la del Cristo personal46.
El Hijo que nace de la Mujer es caracterizado empleando unas palabras del
Sal_2:9 :
Parió un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro (v.5). Esta cita de un salmo mesiánico indica claramente que San Juan identifica este Niño varón con el Mesías, es decir, con Jesucristo, considerado tanto en su realidad histórica como mística en los cristianos. El Mesías, según el Antiguo
Testamento, había de apacentar, como soberano y dominador, a Israel y a todas las naciones. Sería como el lugarteniente de Yahvé, que trataría con cetro autoritario y poderoso, o sea con dureza, a los que se sublevasen contra él. La Mujer que le da a luz representa al pueblo elegido, que, en medio de grandes dificultades y crisis de todo género, ha logrado alumbrar al Mesías.
El Dragón no pudo devorar al Niño recién nacido porque
fue arrebatado a Dios y a su trono. El autor sagrado alude, sin duda, a la ascensión de Cristo y a su triunfo, que provocará la caída del Dragón. Jesucristo, por su gloriosa ascensión, subió al cielo y ahora reina al lado de Dios Padre por los siglos de los siglos. San Juan pasa de repente del nacimiento de Cristo a su ascensión prescindiendo de todos los hechos de la vida terrestre de Jesús, de su pasión y resurrección. Esto no significa que desconozca esos hechos, a los cuales alude en el í. 11 y en todo el Apocalipsis 47, sino que pretende mostrar la impotencia de Satanás ante el poder omnipotente de Dios y de su Hijo. San Juan, incluso en su evangelio, pasó por alto la infancia y la juventud de Jesús. Lo que aquí interesa al autor sagrado es la continuación de la lucha entre el Dragón y el Niño, representado en sus seguidores. Cristo es el primogénito de muchos hermanos48 que habían de seguir su misma suerte, dolorosa primero, gloriosa después. Jesucristo es el capitán que dirige los escuadrones de sus seguidores contra las fuerzas de Satanás. La lucha continuará mientras dure el mundo. Pero el Dragón se verá impotente para resistir al ímpetu del ejército celestial. Desfogará su rabia, como la desfoga en nuestro pasaje, ante su impotencia frente a Jesucristo y a la Mujer que lo ha engendrado. El establecimiento de la Iglesia en este mundo exaspera a Satanás, que se da a perseguirla por todos los medios a su alcance.
La
Mujer tuvo que
huir al desierto (v.6) para librarse de los ataques del Dragón. Es una anticipación de la huida, de la cual se volverá a hablar en los v.13-iy. ¿Qué significa la huida de esta Mujer al desierto para escapar a las acometidas del Dragón? Ante todo hemos de tener presente que el desierto es el refugio tradicional de los perseguidos en el Antiguo Testamento49. Además, San Juan sabía perfectamente que en el desierto halló Israel un refugio contra la persecución de los egipcios y en el desierto fue alimentado por Dios con el maná. En Oseas se dice que Dios llevará a su pueblo al desierto y que allí le hablará al corazón. Este desierto50 no es otro que el retiro del mundo en el cual reina el Dragón, Satanás para vivir la vida escondida con Cristo en Dios. En este desierto, la Iglesia de Jesucristo será preservada de la contaminación pagana y podrá llevar una vida espiritual más profunda, de mayor concentración e intimidad con Dios. Y allí, en aquel retiro íntimo con Dios, los cristianos serán alimentados con el agua milagrosa de la palabra divina y con el pan bajado del cielo que es la Eucaristía, figurada por el maná51. Así interpretan este pasaje Primasio, Andrés de Cesárea y San Beda.
Narra Eusebio que, al estallar la guerra judía de los años 66-70 d.C. y antes que Tito sitiase Jerusalén, los fieles cristianos de esta ciudad, en virtud de una revelación divina, se retiraron el año 67 a Pella, en TransJordania, escapando así a los estragos de la guerra 52. No hay inconveniente en admitir que este hecho haya podido sugerir a San Juan esta imagen de la huida al desierto, aunque TransJordania estaba muy lejos de ser un desierto en aquella época.
La permanencia de la Mujer en el desierto durará mil doscientos sesenta días, es decir, tres años y medio, o, en términos apocalípticos, media semana de años. Este período de tiempo representa todo el tiempo que ha de durar la persecución, sea el que fuere. Es una cifra que nos es conocida por Daniel, en donde es equivalente al tiempo que ha de durar
la abominación de la desolación del templo de Jerusalén 53 llevada a cabo por Antíoco IV Epífanes. El tiempo que durarán las persecuciones del Dragón contra la Mujer y sus hijos los cristianos será de media semana de años, cifra simbólica, cuyo valor real sólo Dios conoce54. Después de estas persecuciones llegará la victoria definitiva de Cristo55 y el reino de la paz.
La Mujer, huida al desierto, es
sustentada por Dios durante todo el tiempo que dure la persecución, o sea, por espacio de tres años y medio. Hay evidentemente aquí una clara alusión a Israel, alimentado en el desierto por el maná que Dios le envió 56. Y posiblemente también se refiera al sustento milagroso con el que Dios fortaleció al profeta Elías para que pudiese caminar y llegar al monte Horeb57. El autor del Apocalipsis suele servirse de hechos y pasajes del Antiguo Testamento para expresar e ilustrar realidades mucho más elevadas del Nuevo Testamento. En esto sigue la misma concepción de San Pablo, para el cual las realidades del Antiguo Testamento eran figuras de otras realidades superiores del Nuevo Testamento.
Miguel combate contra el Dragón y lo arroja del cielo,Sal_12:7-12.
7
Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el Dragón, 8
y peleó el Dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. 9
Fue arrojado el Dragón grande, la antigua serpiente, llamada diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra, y fue precipitado en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados. 10
Oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora llega la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche. 11
Pero ellos le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y menospreciaron su vida hasta morir. 12
Por eso, regocijaos, cielos y todos los que moráis en ellos. ¡Ay de la tierra y de la mar! porque descendió el diablo a vosotras animado de gran furor por cuanto sabe que le queda poco tiempo. Como preámbulo a las luchas que el Dragón entablará contra los fieles de Cristo, San Juan nos describe una batalla que tiene lugar en el cielo. Los ángeles buenos se enfrentan con los espíritus reprobos, logrando la victoria sobre éstos. Al frente del ejército de los ángeles buenos está
Miguel58. La victoria conseguida por Miguel y los suyos es la victoria de Jesucristo, de la que nos hablan los Evangelios. Jesús, aludiendo a la derrota que infligiría al demonio muriendo sobre la cruz, se expresa en estos términos: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera59. Y en otra circunstancia decía el mismo Cristo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo60. La expulsión de los malos espíritus de los endemoniados era una victoria sobre el príncipe de las tinieblas y un retroceso de su imperio ante el avance del reino de Dios61. Los cristianos vencerán al demonio por la virtud de Jesucristo, pues Jesús forma un todo con sus fieles. Las persecuciones que El sufrió de parte del mundo y de su príncipe Satanás continuarán contra los suyos, porque el discípulo no puede ser de mejor condición que el maestro 62. Pero la victoria alcanzada por Jesús beneficiará a los suyos, los cuales, con la fuerza del Maestro, serán también vencedores.
El cielo atmosférico es la morada de las potestades aéreas según la concepción antigua63. En él es donde tiene lugar la batalla entre las legiones del Padre celestial64 y las de Satanás (v.4).
Miguel, el protector del pueblo de Israel en Daniel65, se convierte en el Apocalipsis en el protector del
Israel de Dios, es decir, de la Iglesia de Jesucristo. Es ésta la única vez en todo el Apocalipsis que se da el nombre de un ángel. Miguel es el caudillo de los ejércitos celestiales que pelean contra las fuerzas del Dragón. La batalla que se entabla entre ambos bandos parece como si fuera ocasionada por la ascensión de Cristo al cielo. Jesucristo, sentado en el trono de Dios, recibe de éste la soberanía sobre toda la creación. Satanás y los suyos no quieren aceptarla. Y entonces Cristo, obrando como rey, lanza contra el Dragón el ejército angélico, poniéndole en fuga. Esta desbandada simboliza la derrota de las fuerzas diabólicas por la cruz de Cristo. Las fuerzas del Dragón con su jefe son arrojadas a la tierra, teniendo que abandonar su propia morada del cielo (v.8). Pero en la tierra no dejarán de seguir la lucha, que habían comenzado con tan felices resultados en el paraíso terrenal. San Juan, al hablar de la derrota del Dragón y de su precipitación sobre la tierra, tal vez se inspire en
Henoc eslavo, el cual, hablando de los ángeles caídos, dice: Uno que era extraño a los coros de ángeles. concibió un plan imposible: quiso colocar su trono más alto que las nubes por encima de la tierra con el fin de poder llegar a ser igual en rango a mi poder. Y entonces yo lo arrojé de las alturas junto con sus ángeles, y permaneció volando continuamente en el aire sobre el insondable.66 Esta concepción parece haber sido la que aceptó en general la teología judía contemporánea 67. También en el Nuevo Testamento la
2Pe_2:4 y
Jud_1:6 hablan claramente de la caída de Satanás y de sus ángeles al infierno, considerándolo como un hecho pasado ya muy lejano. Para el autor del Apocalipsis, el descalabro sufrido por el demonio y su caída del cielo tuvo lugar principalmente cuando Jesús triunfó de la muerte en la cruz. Desde entonces, el poder del demonio quedó destruido y su actividad fue grandemente limitada y reducida.
El Dragón es identificado claramente en el v.8.
Es
la antigua serpiente del
Gen_3:1-5, o sea el demonio bajo la forma animal, enemigo de Dios y de la humanidad. La identificación de la serpiente con Satán es también claramente afirmada en el libro de la Sabiduría: Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo68. El Dragón es llamado también
Diablo y Satanás. El nombre hebreo
Satán, que los LXX traducen por
Diablo, significa propiamente el
acusador, el
adversario 69. Es el
seductor del capítulo 3 del Génesis, que
extravia a toda la redondez de la tierra. Antes de que Cristo triunfase del demonio por la cruz, Satanás gozaba de cierto derecho de acusador de los hombres delante de Dios por haberse hecho sus esclavos mediante el pecado 70. Pero después del triunfo de Cristo sobre el Calvario, el demonio ha quedado derrotado y ha sido arrojado fuera. En adelante ya no tendrá ningún derecho sobre los redimidos por la sangre de Jesucristo.
La derrota decisiva del Dragón provoca una gran alegría en el cielo. Los ángeles o bien las almas de los primeros mártires 71 entonan un cántico de alabanza a Dios y a Cristo (v.10). Porque la victoria de Miguel es en realidad la victoria de Jesucristo. La doxología está inspirada en las aclamaciones imperiales, tan en boga en la época en que escribía San Juan. Los que la cantan son los ángeles o tal vez los mártires. Si fueran estos últimos, se explicaría bien que llamaran
hermanos a los fieles que aún vivían en la tierra, cuyo triunfo futuro se considera tan seguro, que se presenta como ya realizado72. Con la derrota del Dragón
llega la salvación para todos los que quieran seguir las huellas de Cristo. Y se manifiesta el
poder irresistible de Dios, que nadie puede detener, y el
reino que ejerce sobre toda la creación sin trabas de ninguna clase. Al mismo tiempo, la
autoridad de Cristo sobre el mundo y sobre la Iglesia será reconocida por la humanidad entera.
Los santos cantan el himno de alabanza porque
fue precipitado del cielo el acusador que los acusaba delante de Dios constantemente. Esta victoria la han conseguido por la virtud de la sangre del Cordero, que fue derramada por todos, y también por sus propios sufrimientos, al dar testimonio de Cristo con su vida (v.11). Lo que en realidad venció al Dragón fue la cruz de Cristo, y los seguidores de Cristo le vencerán siendo fieles a su Maestro hasta la muerte si fuere preciso.
El triunfo del pecado y la salvación eterna por la sangre de Cristo sólo se obtienen por la fidelidad al mensaje de Jesús llevada hasta sus últimas consecuencias.
La victoria de los ejércitos celestiales debe ser motivo de regocijo tanto en el cielo como en la tierra, porque en ambos repercutirá el triunfo favorablemente. Estos cantos de victoria se repiten con frecuencia en todo el resto del libro, porque el autor sagrado quiere fortalecer con ellos el ánimo de los fieles con la esperanza del triunfo. Aquí termina como sucede con todos los cánticos celestes del Apocalipsis un pasaje que sirve como de primer acto al segundo bosquejo del drama indicado en el v.6. Es una especie de introducción a lo que sigue, lo mismo que la visión de los sellos, la proclamación del águila en
Rev_8:13 y el cántico de los ángeles antes de las copas, Ap 15. El autor sagrado se mueve siempre en el mismo cuadro 73.
El
furor del Diablo
crece con la derrota tanto más cuanto que sabe le
queda poco tiempo para perseguir y hacer daño a la Iglesia de Cristo (v.1a). San Juan, a imitación de los profetas, consideraba como muy próxima la victoria definitiva de Cristo, el fin de las persecuciones y la implantación de su reino de paz sobre la tierra. La lucha durará solamente tres años y medio según la cronología del vidente de Patmos. El tiempo de que dispone el Dragón para hacer daño a los seguidores de Cristo es, pues, muy corto en comparación con la eternidad del triunfo de Jesucristo y de todos los bienaventurados74. Pero la tierra y el mar tendrán que sufrir todavía de los perseguidores de Cristo y de su Iglesia, que, como instrumentos del Dragón, se opondrán con todas sus fuerzas a su implantación en este mundo. El furor de Satanás alcanzará a todos los moradores de la tierra, pero de modo muy diverso. Los idólatras quedarán esclavizados por el diablo y sometidos a los efectos de la justicia divina. Los fieles, en cambio, aunque en apariencia vencidos, conseguirán la victoria bien por medio del martirio o bien por el mérito de las tribulaciones sufridas. El Dragón perseguirá a la Iglesia e inducirá a los hombres a la apostasía. En esta tarea será ayudado por dos Bestias, que provendrán una del mar y la otra de la tierra. Son los últimos asaltos del demonio, que anuncian el tercer ¡ay! el cual abarca todo el resto del Apocalipsis hasta la completa victoria sobre Satán en el capítulo 19.
La Mujer en el desierto,Rev_12:13-18.
13
Cuando el dragón se vio precipitado en la tierra, se dio a perseguir a la mujer que había parido al Hijo varón. 14
Pero friéronle dadas a la mujer dos alas de águila grande, para que volase al desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la serpiente. 15
La serpiente arrojó de su boca, detrás de la mujer, como un río de agua para hacer que el río la arrastrase. 16
Pero la tierra vino en ayuda de la mujer, y abrió la tierra su boca, y se tragó el río que el dragón había arrojado de su boca. 17
Se enfureció el dragón contra la mujer, y fuese a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. 18
Se apostó sobre la playa del mar. Los v.13-14 desarrollan el pensamiento del v.6. El Dragón, al sentirse derrotado y humillado por el ejército de Jesucristo, se revuelve con mayor rabia contra la Mujer. Pero Dios acude en ayuda de la Mujer, y para que pueda huir de las acometidas del Dragón se le dan
dos grandes
alas. Las alas figura o metáfora muy conocida en la apocalíptica judía simbolizan la rapidez y el poderoso auxilio divino dado a la Mujer para que pueda huir al desierto 75. En el Pentateuco se dice que Dios transportó sobre sus alas a Israel desde Egipto al desierto76. Y el profeta Ezequiel compara a Nabu-codonosor, que lleva cautivo al rey de Judá a Babilonia, a un águila poderosa 77. El lugar donde ha de refugiarse la Mujer es el desierto, que, como ya hemos visto, era el refugio tradicional de todos los perseguidos. A él huyó el profeta Elias 78, a él huyeron los
Hasidim79 y a él se retiraron también los miembros de la comunidad de Qum-rán 80. La duración de este retiro de la Mujer en el desierto es siempre la misma, aunque expresada en forma nueva:
un tiempo y dos tiempos y medio tiempo (v.14). Es decir, tres años y medio, que es la duración simbólica de toda persecución81. En el desierto no hay elementos de vida, pero Dios se encargará de alimentar a la Mujer como alimentó a Israel con el maná y con el agua milagrosa.
No pudiendo el Dragón dar alcance a la Mujer, que se retira al desierto con la velocidad del águila, recurre a un subterfugio:
arroja de su boca como un río de agua para que arrastre a la Mujer (v.15). Es muy posible que San Juan piense aquí en algún monstruo acuático, como el Leviatán, o en el cocodrilo o la ballena, que lanzan borbotones de agua al aire 82. El río de agua que el Dragón arroja contra la Mujer simboliza las calamidades y persecuciones que Satanás desencadenará contra la Iglesia para destruirla. En los Salmos y en los Profetas, las persecuciones y tribulaciones que sufren los justos se hallan expresadas a veces por las muchas aguas, que amenazan anegarlos 83. Tal parece ser el origen de esta imagen.
Algunos autores consideran como probable que San Juan utilice aquí elementos de un mito griego, como el de Latona, que, a punto de dar a luz a Apolo, es perseguida por la serpiente Pitón. Latona huye entonces a la isla Ortigia, en donde da a luz a Apolo sin que se dé cuenta Pitón. Después Apolo matará a la serpiente Pitón 84. Desde el punto de vista de la inspiración e inenarrancia de la Sagrada Escritura, no existe inconveniente alguno en admitir que el autor del Apocalipsis se haya servido de la leyenda griega para su composición escenográfica.
No obstante las artimañas del Dragón para impedir la huida de la Mujer, Dios vela sobre ella, pues el que le había preparado un retiro en el desierto no había de abandonarla en este lance (v.16). Con este fin hace que la tierra se convierta en auxiliar de la Mujer perseguida: la tierra sedienta, a semejanza de los torrentes o
wadis resecos de Palestina, se traga totalmente la impetuosa torrentera. El autor sagrado quiere simbolizar con esta imagen las persecuciones del mal contra la Iglesia, semejantes a aguas desbordadas 85. Pero Dios siempre vendrá en ayuda de los suyos, concediéndoles al fin la victoria sobre todos sus enemigos. Los lectores del Apocalipsis debían ver aquí una prueba de la protección divina sobre ellos en las persecuciones que sufrían.
El Dragón, sin embargo, no se da por vencido. Ante el fracaso sufrido en el intento de abatir a Cristo y a la Mujer que lo había engendrado,
desfoga su rabia dándose a perseguir a
la descendencia de la Mujer (v.17). Las acometidas del Dragón no se dirigen contra los paganos, que son suyos, sino contra los fieles de Jesucristo,
contra aquellos que guardan los preceptos de Dios y se mantienen firmes en la fe
dando testimonio de Jesús con su vida o con su sangre. Esto último era propio de los confesores de la fe, a quienes la Iglesia dio el nombre de mártires, de testigos de Jesucristo. El martirio es la más alta manifestación de fidelidad a Cristo y a su mensaje de salvación 86. El Dragón hace la guerra a todos
los hermanos de Jesús, a toda
la Iglesia considerada bajo dos aspectos diferentes: en cuanto conjunto y en sus miembros. Mientras que la Iglesia, la sociedad cristiana, en su esencia es indefectible, sus miembros individuales permanecen expuestos a las persecuciones del demonio. Contra éstos dirige Satanás principalmente sus asaltos.
Las diferencias entre judíos y gentiles que habían preocupado a los apóstoles en el concilio de Jerusalén ya no existían en los días en que San Juan escribía el Apocalipsis. Al menos no aparece reflejada dicha oposición en nuestro libro.
El Dragón, burlado e impotente para herir a la Mujer y a su descendencia, excogita una alianza que le será de gran ayuda para continuar la guerra contra los cristianos. Con este propósito
se apostó en la playa del mar (v.18) 87 mirando hacia occidente, hacia Roma, de donde le vendría la ayuda deseada para proseguir la lucha. Y, en efecto, del mar surgirá la Bestia, en la que se encarnará el Dragón para continuar su guerra a muerte contra la Iglesia.
El fin que se propone el Apocalipsis es transmitir a los cristianos atribulados un mensaje de esperanza, alentándolos para que soportasen con fortaleza y constancia las persecuciones que los amenazaban. Esta es la razón de que el autor sagrado inculque constantemente a sus lectores la seguridad del triunfo definitivo de Cristo sobre los poderes del mal. Es la misma finalidad que se percibe en todas las escenas del capítulo 12.
1 Ap 14:6-20:2. 2
Rev_20:3-6. 3 Cf.
Rev_1:9-16;
Rev_10:1-4. 4
Sal_104:2;
Eze_1:265. 5
Can_6:10. 6 Testamento de Neftalí 5:5. 7
Rev_7:4-8;
Rev_21:12. 8 Cf.
Rev_21:14. 9
Gen_37:9-10. 10 Cf. Daremberg-Saglio,
Dict. des antiquités, art.
Cibeles, Isis, Attis; F. Cumont,
Les religions orientales dans le paganisme romain (París 1929) plancha IV. 11 A. Gelin, o.c. p.629; P. Touilleux, o.c. p.123-131. 12
Ose_2:19-20. 13 Jer 3:6-10. 14
Eze_16:22. 17
Gal_4:265;
Heb_11:10;
Heb_12:22;
Heb_13:14;
Rev_19:8;
Rev_21:11. 18
Miq_4:10. 19
Isa_26:17. 15 16:2-58. 16
Libro 4 Esrfr. 9:38-10:59. 20
Isa_66:7-8. 21 Victorino De Pettau,
Scholia in Ap. Beati loannis, h.l.: PL 5:336. 22 Mt24:8. 23 Dom M Guiu Camps, o.c. p.soo. 24 1 Tes 5:3- 25
Libro 4
Esdr, 16:39-40. 26 Cf. M. J. Lagrange, Le Messianisme chez les juifs (150 av. J.C. a 200 ap. J.C.) (París 1909) p.iSóss. 27 San Agustín,
De symbolo ad catechumenos 4:1: PL 40:655-656. 28 San Bernardo, Sermones
de B. Virgine: PL 184:1020. 29
Rom_5:14-16. 30 Rom 3,iss. 31
Gal_4:26. 32 Rom 8:29. 33
1Jn_2:29. 34 Cf. Lc 2:35- 35 Cf. J. M. Bover, El capítulo 12 del Apocalipsis y el 0.3 del Génesis: EstEcl i (1922) 319-336; T. Gallus, Scholion ad mulierem Apokalypseos 12:1: VD 30 (1952) 332-340; B. J. Le Frois, The Woman Clothed with the Sun (Ap 12). Individual or Collective? An Exegetical Study (Roma 1954); P. Bellet, La visión simbólica de la Mujer en el Apocalipsis: CultBib n (19S4) 346-351; Carlos De Villapadierna, La mujer del Apocalipsis 12, ¿es la Virgen María?: CultBib n (1954) 336-345; A. Colunga, La mujer del Apocalipsis (11:19-12:18): Sal 1 (1954) 675-687; J. Giblet, Mulier amicta solé iuxta Ap 12: CollectaneaMechlinensia 24 (1954) 724-726; F. M. Braun, La Femme et le Dragón: BiViChr 7 (1954) 63-72; La Femme vétue de soleil (Ap 12). Etat du probléme: RT 55 (1955) 639-669; L. Cerfaux, La visión de la Femme et du Dragón de l'Apocalypse en rélation avec le Protévangile: Ethl 3 r (1955) 7-33; P. Gaech) Ter, Zur Vision vom sonnenbekleideten Weibe (Ap 12): Natalitium C. Jax i (Innsbruk 1955: 85-88; A. Romeo, La Donna ravvolta dal solé, Madre di Cristo e dei cristiani nel Cielo (Ap 12) Acta Congr. Mariologici-Mariani III (Roma 1955) 216-58; A. M. Dubarle, La Femme couron-née d'étoiles (Ap 12): Mélanges Bibliques redigés en l'honneur de A. Robert (París 1957) 512-518; M. Peinador, Estudio sintético-comparativo de textos que fundamentan las revelaciones entre María y la Iglesia: EstMar 18 (1957) 127-155; A. Trabucco, La Donna ravvolta di solé: Mar 19 (1957) 1-58.289-334; A. Feuillet, Le Messie et sa Mere, d'aprés le chap. 12 de VAp: RB 66 (1959) 55-86; S. Lyonnet, María Santissima nell'Apocalisse: Tabor 27 (1959) 213-222; J. Michl, Die Deutung der apokalyptischen Frau in der Gegenwart: BZ 3 (1959) 301 -310; P. Prigent, Apocalypse 12. Histoire de l'exégése (Tubinga 1959); M. Peinador, Eí problema de María y la Iglesia.: EstMar 10 (1960) 161-194; CultBib (1960) 17755; S. Bartina, Apocalipsis de San Juan, en La Sagrada Escritura. Nuevo Testam. III p.710-713. 35 Cf.
Jua_19:25-27. 37
Gen_3:1-19. 38
Isa_27:1;
Isa_51:95 Jer_51:34;
Eze_29:3-6;
Job_3:8;
Job_7:12;
Job_40:20-41;
Job_40:25;
Sal_74:14;
Sal_104:26. 39
Dan_7:7;
Dan_8:9-10. La
Pistis Sofía 66, habla de un basilisco de siete cabezas. 40 Cf.
Jua_12:31;
Jua_14:30;
Jua_16:11;
Efe_2:2. 41 Mt 4:8-9;
Luc_4:5-7. 42
Dan_8:9-10. 43 Cf.
1Ma_2:7-13. 44 Cf. Libro de Henoc 86:1-3. 45
Luc_23:2.23 46 Cf. E. B. Allo, o.c. p.150. 47 Gf.
Rev_1:5.18;
Rev_2:8;
Rev_5:6-12. 48
Rom_8:29;
Col_1:15. 49 Gf.
1Re_17:2ss; ig,3ss;
1Ma_2:29-30. El desierto es el lugar tradicional de la vida religiosa profunda y en donde Dios se comunica más íntimamente al alma. Los profetas sentían nostalgia de la vida del desierto al contemplar la corrupción de costumbres de las ciudades (
Ose_2:16-17;
Jer_2:2-3;
Jer_31:2-3). Esto explica que las almas sedientas de una mayor perfección huyesen de la vida paganizada de las ciudades y fuesen al desierto. Así hacían los recabitas (Jer 35:6-ôï); así hicieron los monjes de Qumrán, que se retiraron a las orillas del mar Muerto para estar alejados del sacerdocio corrompido de Jerusalén (cf. 1 95 8,12ss; 9:20). Véase A. G. Lamadrid, Los
descubrimientos de Qumrán (Madrid 1956) p. 130-144. También San Juan Bautista inicia su predicación y su misión precursora en el desierto (
Mat_3:1-12; Me 1:2-8;
Lev_3:3-18). Gf. J. Steinmann,
El Bautista y la espiritualidad del desierto (Madrid 1959). 50 Gf. P. Bonnard,
La signification du désert dans le N. T.: Homniage a K. Barth (1946) 9s. 5
1Jn_6:31ss. 52 Eusebio, fííst.
Eccl 3:5:3- 53
Dan_9:27;
Dan_9:12, ii. 54
Mar_13:32ss. 55 Ap 20. 56
Exo_16:4-35;
Sal_78:24-25;
Sal_105:40;
Sab_16:20-29. 57
1Re_19:6-8. 58
Miguel o
Mika'el es un término hebreo compuesto que significa Quien
como Dios. 59
Jua_12:31. 60
Luc_10:18. 61
Luc_11:17-20. 6
2Jn_1:15 :18-22. 63 Cf.
Efe_2:2. 64
Mat_26:53. 65
Dan_10:21;
Dan_12:1. 66 Henoc eslavo 29:4-5. 67 Cf. Testam. Benjamín 3:4; Ascensión de
Isa_4:2;
Isa_7:9. 68
Sab_2:24. Cf. J. M. Bcver, El capítulo 12 del Apocalipsis y el capítulo 3 del Génesis: EstEcl i (1922) 319-336. 69 Cf.
Zac_3:1-2;
Job_1:6-12;
Job_2:2-6. El carácter de adversario de Dios se irá acentuando en el A. T., hasta terminar por ser el enemigo por excelencia de Dios y el instigador al mal (
1Cr_21:1). Cf. J. Bonsirven, Lejudaisme palest. I p.245; Strack-Billerbeck, o.c. I p.138-139.141; III p.814. 70 Cf.
Job_1:6-12;
Job_2:2-7. 71 Gf.
Rev_6:11. 72 A. Gelin, o.c. 73 E. B. Allo, o.c. 74 Cf. M. García Cordero, o.c. p.13. 75 Gf.
Deu_28:49;
Jer_4:13;
Jer_48:40;
Job_9:26. 76
Exo_19:4;
Deu_32:11. 77
Eze_17:3-7- 78
1Re_19:4-8. 79
1Ma_2:29.42. 80 Gf. i QS8,13. 81 Cf.
Rev_11:3;
Dan_7:25;
Dan_12:7. 82 Cf.
Job_41:9-12. 83 Cf.
Ose_5:10;
Isa_8:6-8;
Sal_18:5·17;
Sal_32:6;
Sal_42:8;
Sal_42:124.4- 84 Cf. Dom M. Guiu Camps, o.c. p.302; A. Gelin, o.c. p.632; E. B. Allo, o.c. p.iSgs; Daremberg-Saglio, Dící.
d'Antiq. Gréco-Romaines fig.4358 y 4361. 85 Cf.
Isa_28:15;
Nah_1:8;
Dan_9:26;
Dan_11:22. 86 Cf.
1Jn_3:23;
1Jn_4:7.21;
1Jn_5:1-15. 87 Algunos buenos códices tienen ÝóôÜâçí = me aposté, me coloqué, en primera persona singular, referido a San Juan. En cuyo caso no sería la Bestia la que se apostó, sino el vidente de Patmos. Y, en efecto, el capítulo 13 comienza diciendo:
Vi cómo salía del mar una bestia. (v.1), que parece indicar que San Juan estaba en la playa. Sin embargo, el contexto favorece más la lección en tercera persona, referida a la Bestia.