Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capitulo 19.
L a visión de la caída de Roma termina con esta sección, en la que miríadas de bienaventurados celebran el triunfo de la justicia divina (v.1-8). En violento contraste con los lamentos del capítulo precedente, el autor sagrado nos presenta a los habitantes del cielo entonando el cántico de triunfo por la ruina de Babilonia (Roma). Este cántico se desarrolla en torno del trono de Dios y del Cordero. Porque la destrucción de Roma demuestra claramente el triunfo de Dios y del Cordero. La gloriosa perspectiva de las bodas del Cordero con la Iglesia dice el P. Alio se contrapone a las prostituciones de la gran Ramera, por cuya causa fue castigada 1El aire litúrgico de este pasaje es más acentuado que otros del Apocalipsis.
Cántico triunfal en el cielo, 19:1-10.
1
Después de esto oí una fuerte voz, como de una muchedumbre numerosa en el cielo, que decía: Aleluya, salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, 2
porque verdaderos y justos son sus juicios, pues ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra con su fornicación, y en ella ha vengado la sangre de sus siervos. 3
Y por segunda vez dijeron: Aleluya. El humo de la ciudad sube por los siglos de los siglos. 4
Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes, y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén, aleluya. 5
Del trono salió una voz, que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y cuantos le teméis, pequeños y grandes. 6
Oí una voz como de gran muchedumbre, y como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos, que decía: Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso; 7
alegrémonos y regocijémonos, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa está dispuesta, 8
y fuele otorgado vestirse de lino brillante, puro,* pues el lino son las obras justas de los santos. 9
Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las palabras verdaderas de Dios.10
Me arrojé a sus pies para adorarle, y me dijo: Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. La caída de Roma no ha sido descrita, pero se supone ya ejecutada. La tierra se lamentaba de este hecho; en cambio, el cielo lo celebra con cánticos de alegría. El vidente de Patmos
oye una voz fuerte, como de una gran muchedumbre, que gritaba:
¡Aleluya! alabad al Señor (v.1). Esta aclamación tan frecuente en los salmos 2 es ésta la única vez que se encuentra en el Nuevo Testamento. La exclamación
¡Aleluya! es un término litúrgico muy usado entre los judíos. Está formada de las palabras hebreas
halelú Yah, que significan
alabad a Yahvé 3.
El término aleluya entró muy pronto en la liturgia cristiana, de modo que todos los lectores del Apocalipsis conocían su significación. Esto explica el que nuestro autor no traduzca el término hebreo.
Sigue a continuación la doxología:
Salud, gloria, honor y poder a nuestro Dios, como en
Rev_7:10;
Rev_11:15;
Rev_12:10. Los bienaventurados atribuyen a Dios y al Cordero la
salud o
salvación que ellos ya han obtenido. En esta salvación y en la destrucción de Roma se ha manifestado patentemente
la gloria de Dios y su
poder 4. La razón de estas alabanzas que los bienaventurados tributan a Dios se encuentra en
la verdad de la justicia divina, manifestada en el castigo de la gran Ramera, la cual con su
fornicación idolátrica
corrompía la tierra. Dios
ha vengado en ella la sangre de sus siervos (v.2), que habían muerto por mantenerse fieles a Cristo. Con la destrucción de Roma, Dios ha salido en defensa del derecho de sus mártires. La sangre de éstos reclamaba la intervención divina en defensa de sus justos derechos conculcados, con el fin de que resplandeciese ante el mundo pagano -partidario de Roma la verdad de su causa. En esta manera de proceder de Dios se restablece el orden violado y se manifiesta al mundo un nuevo triunfo de la Iglesia de Cristo.
San Juan oye un
segundo aleluya, entonado por los moradores del cielo (í.â), los cuales añaden a manera de colofón un rasgo nuevo, tomado seguramente de
Isa_34:10. El profeta contempla a Edom asolada por la venganza de Yahvé, y añade: Su tierra será como pez que arda día y noche; nunca se extinguirá, subirá su humo perpetuamente. 5 Era costumbre de los invasores antiguos entregar a las llamas las ciudades que expugnaban. Así la nueva Babilonia (Roma) es incendiada, y
el humo sube al cielo no por un día o una semana, sino
por los siglos de los siglos para perenne memoria de la justicia divina. De este modo el autor sagrado expresa la ruina irreparable de Roma, sobre todo en su aspecto de perseguidora de la Iglesia.
A la vista de esta manifestación del poder de Dios, no sólo los millones de ángeles, sino también los veinticuatro ancianos que rodean el trono de Dios y los cuatro vivientes que lo sostienen6, aprueban, en nombre de la Iglesia y de toda la naturaleza, la obra del Señor con un
amén y un
aleluya (v.4). El término
amén sirve para asentir a lo dicho anteriormente por la muchedumbre de bienaventurados. Es una expresión muy empleada en la liturgia, y su presencia en este lugar en unión con
aleluya nos demuestra que el autor sagrado concibe la felicidad eterna de los bienaventurados como una liturgia sagrada que se desarrolla ante el trono de Dios y del Cordero.
De nuevo
otra voz sale del trono del Señor, proveniente posiblemente de uno de los ángeles más próximos a Dios, la cual invita a todos los fieles de la tierra a asociarse a las alabanzas celestes con ocasión de la ruina de Roma. La voz decía:
Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y cuantos le teméis, pequeños y grandes (v.5). La invitación recuerda el comienzo de ciertos salmos 7, principalmente el
Sal_135:1.20. Y se parece también bastante a la exhortación que el diácono o el sacerdote dirigían al pueblo fiel reunido en la iglesia para invitarlo a orar. A esta invitación responde una voz poderosa, como la
voz de una ingente multitud, semejante a la voz de las
aguas torrenciales que se precipitan en su curso, como el mugido de las olas del mar alborotado o como el fragor
de fuertes truenos, que decía:
Aleluya, porque ha establecido su reino el Señor, Dios todopoderoso (v.6). La comparación tiene por objeto recalcar la inmensa potencia del cántico aleluyático que dirigen a Dios todos los bienaventurados. Es la voz de la Iglesia universal, que canta el aleluya por el triunfo definitivo de la Iglesia en el mundo. Al fin, el Dios omnipotente ha establecido su reino en la tierra. Este reino no es otro que su Iglesia tan fieramente perseguida por Roma y sus aliados. Alabar a Dios es ensalzar sus atributos de bondad, amor, misericordia, por haber intervenido en favor de los suyos.
Los bienaventurados manifiestan su alegría por la intervención divina, diciendo:
Alegrémonos y regocijémonos, démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero (v.7). El autor sagrado anuncia con estas palabras las bodas del Cordero con su Iglesia. Sabido es cuan familiar era a los profetas esta imagen del matrimonio de Dios con Israel 8.
Yahvé, esposo de Israel, era una metáfora para expresar la alianza entre Dios y su pueblo. Alianza estrechísima que no permitía ninguna infidelidad por ambas partes. Por esta razón, la idolatría era considerada como un adulterio, una prostitución. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es el Esposo
de la Iglesia. San Pablo ha tratado maravillosamente el tema del matrimonio místico entre Cristo y su Iglesia 9. La unión íntima que supone ese matrimonio entre Jesucristo y la Iglesia tiene su origen en el rescate que tuvo que pagar por ella: Cristo la compró con su propia sangre 10. Estas bodas ya se han iniciado en la tierra, pero su consumación no tendrá lugar hasta el cielo.
La Esposa del Cordero, es decir, la Iglesia, va
vestida de lino brillante y puro, que son
las obras buenas y justas de los cristianos (v.8), con las cuales las almas buenas ganan el cielo 11. El color blanco en el Apocalipsis suele ser símbolo de triunfo. Aquí designa la victoria que la Iglesia ha obtenido sobre sus más encarnizados enemigos, y, al mismo tiempo, la pureza y la santidad de la Esposa del Cordero. Los adornos de esta Esposa inmaculada contrastan grandemente con el atuendo externo y el sobrecargo de joyas que llevaba la gran Meretriz, o sea la Roma pagana, con las cuales trataba de seducir más fácilmente a los demás pueblos 12.
Jesucristo compara en el Evangelio el reino del cielo a un banquete de bodas. Y San Juan descubre en la destrucción de Roma, la perseguidora de la Iglesia, una especie de preparación de este banquete. La caída de Roma, el enemigo más peligroso de la Iglesia en aquel tiempo, y que parecía absolutamente inconmovible, hace presagiar la salvación que tendrá lugar con el establecimiento definitivo del reino de Dios. Todavía no ha llegado el momento de establecer de una manera definitiva ese reino, porque aún continuarán las luchas contra la Bestia y sus sostenedores. Pero del mismo modo que en los Evangelios la caída de la Jerusalén infiel constituía una garantía de la venida del Hijo del hombre, así la caída de Roma anuncia el establecimiento próximo del reino de Dios 13. El establecimiento del reino es celebrado aquí por anticipación, pues sólo tendrá lugar en el momento de las bodas del Cordero 14. No olvidemos nunca que, para entender bien esto, hay que tener presente que tanto el reino de Dios como la vida eterna abarcan dos etapas: la terrena y la celestial, siendo la primera preparatoria de la segunda, y ésta, consumación de aquélla.
El cántico de alabanza entonado por la muchedumbre de bienaventurados parece sugerir la bienaventuranza del v.9:
Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero. Esta es la cuarta bienaventuranza de las siete que encontramos en el Apocalipsis 15. En la expresión se parece bastante al macarismo de San Lucas: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios16. El que pronuncia el macarismo en nuestro pasaje del Apocalipsis es un personaje que no es nombrado, pero que debe de ser el ángel intérprete que acompañaba a Juan. La imagen del banquete para designar la felicidad de los tiempos mesiánicos se encuentra ya en el Antiguo Testamento 17 y en la literatura apócrifa judía 18. Jesucristo emplea frecuentemente la figura del festín nupcial para designar el reino de los cielos 19. En este banquete celestial, la Esposa que se sentará al lado del Esposo, es decir, al lado de Cristo, será la Iglesia considerada como unidad. Los invitados son los individuos, o sea cada uno de los fieles que se sentarán con Cristo por toda la eternidad en el gran festín de bodas del cielo. Esta risueña perspectiva debe servir de consuelo y aliento a los fieles en medio de las pruebas. El ángel, queriendo recalcar aún más la verdad de este mensaje consolatorio dirigido a los cristianos, añade: Estas son
las palabras verdaderas de Dios. No se trata de invenciones fantásticas de una imaginación calenturienta, sino que provienen de Dios y, como tales, se cumplirán indefectiblemente.
Al oír San Juan tan consoladoras palabras, se
arroja a los pies del ángel que las había dicho para
adorarle (v.10). Pero éste rehusa ese honor, declarándose sierro del único Dios y Señor, como Juan y como todos los fieles que en la tierra dan testimonio de Jesucristo. Esta misma escena se repetirá después en
Rev_22:8-9. Y se encuentra con bastante frecuencia en los apócrifos, como, por ejemplo, en la Ascensión
de Isaías 7:21: Yo caí rostro a tierra para adorarle, y el ángel que me conducía no me lo permitió, sino que me dijo: No adores ni trono ni ángel que pertenezcan a los seis cielos de donde he sido enviado para guiarte , sino únicamente (a aquel) que yo te indicaré en el séptimo cielo. Con la escena que nos describe San Juan tal vez quiera oponerse y atacar a los excesos de ciertas tendencias judías o judío-cristianas que trataban de dar culto a los ángeles considerándolos superiores a Cristo 20. Y más probablemente trate de oponerse a las prácticas gnósticas contemporáneas, bastante extendidas entre los falsos cristianos de Asia Menor 21. Los judíos llegaron, por su parte, en algunas ocasiones hasta adorar a los ángeles, como testifica expresamente Clemente Alejandrino 22. Sin embargo, el ángel, en nuestro caso, se considera consierfo de Juan y de los demás cristianos, todos ellos siervos de Dios. Por consiguiente, tanto los ángeles como los fieles cristianos son criaturas dependientes de Dios, y como tales inferiores en categoría a la Divinidad.
Las últimas palabras del ángel:
el testimonio de Jesús, designan la Palabra de Dios, atestiguada por Cristo, y que todo cristiano posee en sí 23. Es el conjunto de la revelación que Cristo nos comunicó de parte de su Padre. Esta revelación o palabra de Dios es la que inspira a los profetas, a los apóstoles y a todos aquellos que recibieron el encargo de transmitir al mundo el mensaje de Dios. Por consiguiente, la
profecía se apoya en el testimonio dado por Jesucristo, y la poseen todos los fieles en mayor o menor grado. El Apocalipsis es, pues, una explicación de las enseñanzas de Cristo, un testimonio dado sobre el Salvador; y de aquí procede su valor 24. El mismo Jesús había dicho que el Espíritu Santo daría testimonio de El por medio de los apóstoles y de los demás fieles en quienes había de morar.
Exterminio de las bestias, 19:11-20:15.
Después de la caída de Babilonia (Roma), profetizada en
Rev_14:8, y considerada como realizada en
Rev_16:19-20, el vidente de Patmos da un paso más para describirnos el exterminio de la Bestia y de sus aliados, las naciones paganas 25. Vamos a asistir a un triple exterminio: el de los anticristos (
Rev_19:17-21), el de Satanás, que era el que les inspiraba (
Rev_20:10), y el de la Muerte (
Rev_20:14). Cristo en persona se reserva el exterminio de los anticristos. El Mesías, transportado al cielo en el capítulo 12, reaparece triunfante sobre la tierra. Va a dar la batalla definitiva contra todos los anticristos que se oponen al reino de Dios. El ejército del Cordero, acampado frente a las Bestias en el capítulo 14, se lanza, finalmente, a la ofensiva que traerá como consecuencia la destrucción del reino del anticristo. Jesucristo aparece como un caballero sobre un caballo blanco 26, al frente de su ejército. Al otro lado se presenta la Bestia con el seudoprofeta y los reyes que los siguen. Pero Cristo derrota a los ejércitos paganos con la palabra de su boca 27. La Bestia y el seudoprofeta son capturados y lanzados al lago de fuego (v.20), mientras que todos los demás son muertos con la espada del Rey de reyes (v.21). Entonces comienza el reino de mil años del Mesías y de los suyos (
Rev_20:1-6). Pero todavía el diablo organiza una nueva conspiración contra el reino de Cristo, que terminará con la victoria de Jesucristo y el juicio final (
Rev_20:7-15).
Podemos dividir esta sección del modo siguiente: i) El Rey de reyes aparece con su ejército (v.11-16). 2) Un ángel proclama el exterminio de los enemigos de Cristo (v. 17-18). 3) La Bestia y sus partidarios son vencidos y arrojados al estanque de fuego (v. 19-21). 4) El milenio (
Rev_20:1-6). 5) Ultima batalla escatológica de Satán contra la Iglesia (
Rev_20:7-10).6) Juicio final delante del trono de Dios (
Rev_20:11-15).
El Rey de reyes aparece con su ejército,Rev_19:11-16.
11
Vi el cielo cubierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba es llamado Fiel, Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra. 12
Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, 13
y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios. 14
Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. 15
De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones y El las regirá con vara de hierro, y El pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. 16
Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores. La escena cambia de nuevo, lo mismo que las imágenes. Como otras veces, nuestro autor ve que
el cielo se abre y aparece
un caballo blanco, símbolo de victoria. Sobre él viene Jesucristo, que, como capitán, se pone al frente de su ejército. El Mesías que aquí aparece tiene el mismo aspecto que el jinete parto de
Rev_6:2. El Antiguo Testamento nos ofrece una escena un tanto parecida en el salmo no. Allí un pueblo numeroso como las gotas del rocío se ofrece al Mesías, y éste, seguido de los suyos, domina a sus enemigos y los aplasta, dejando la tierra sembrada de cadáveres. El Jinete misterioso de nuestro pasaje viene del cielo a combatir al Dragón infernal que procedía del abismo. Se le dan varios nombres:
Fiel, Verídico 28, porque efectivamente El cumple siempre las promesas que ha hecho a sus fieles servidores 29. Y ahora se dispone a ejecutar lo que tantas veces prometió en este libro: va a
juzgar con justicia y a hacer la guerra también con justicia (v.11). Como justo que es, juzga con justicia, como el Emmanuel de Isaías 30, y hace la guerra para aplastar al impío y hacer desaparecer la iniquidad de la tierra. Los fieles servidores de Cristo no quedarán defraudados en sus esperanzas. Todos los que han sufrido por Cristo serán recompensados, pues el Señor nunca deja incumplida su palabra.
La descripción que nos da el autor sagrado de ese Jinete celeste se inspira en la primera visión del Apocalipsis. Sus ojos son como
llamas de fuego, que todo lo penetran. Como Rey de reyes 31, lleva ceñidas
a la cabeza muchas coronas. El Dragón tenía siete diademas sobre siete cabezas 32, y la Bestia llevaba diez coronas sobre diez cuernos 33; pero Jesucristo lleva muchas más que sus antagonistas, como dominador que es de todos los pueblos.
Tiene también
un nombre escrito, que nadie conoce, porque, siendo divino, es trascendente y está fuera del alcance de la humana inteligencia (v.12). Lo lleva escrito probablemente en las coronas o en la tiara. Ese nombre es el de
Verbo de Dios. El término
Logos empleado aquí por el autor sagrado sólo aparece en el Nuevo Testamento en los escritos joánicos 34. Sólo Dios puede conocer su propia esencia, de la cual el nombre es la expresión.
El
Verbo de Dios aparece
vestido con un manto empapado en sangre (í.13). Esta imagen puede significar la sangre de los enemigos que ya venció, y es augurio de los que vencerá. Nuestro texto parece inspirarse en
Isa_63:1-3, en donde el profeta describe a Yahvé volviendo vencedor de Edom con el manto salpicado de sangre. Pero el manto empapado en sangre tal vez pudiera aludir a la propia sangre de Cristo, derramada por los hombres, y con la cual obtuvo la victoria sobre el poder infernal, victoria que ahora va a manifestarse. El nombre de este Jinete victorioso es el de
Verbo de Dios (ó Ëüãïò ôïõ Èåïý). Semejante expresión para designar a Jesucristo es juánica y ofrece un fuerte argumento para probar que el autor del Apocalipsis es el mismo que el autor del cuarto evangelio 35 y de la 1 Jn 36. Cristo es
el Verbo, la Palabra de Dios, porque es el eterno reverbero del Padre. Es la Palabra que el Padre pronuncia
ab aeterno, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se ha revelado al mundo en Jesús. En la teología de San Juan, el Verbo es una persona divina igual al Padre. De modo que ya no se trata de una personificación poética, como la de la
Sabiduría en el Antiguo Testamento 37 o la del
Memra en la teología judía 38. El término
Logos lo debió de tomar San Juan del ambiente judeo-helenístico, pero dándole un sentido nuevo que sobrepasa todas las lucubraciones teológico-filosóficas de Filón 39 y del rabinismo.
Detrás del jinete montado sobre un caballo blanco
avanzan los ejércitos celestes 40. Todos montan, como su jefe,
caballos blancos y van
vestidos con ropa de
lino blanco (v.14), que es el vestido común de todos los justos (en el cielo) desde los tiempos de Adán, según expresión cíe la
Ascensión de Isaías41. Los vestidos blancos y los caballos blancos del ejército de Cristo simbolizan la victoria y la gloria de que gozan en el cielo. Son los santos que lograron triunfar de los enemigos de Dios y de la Iglesia, cuando vivían en este mundo 42. Ahora pelearán a las órdenes de Cristo contra los reyes enemigos, y vencerán 43.
De la boca del Jinete divino, galopando al frente de sus huestes,
sale una espada aguda para herir con ella a las naciones (v.15). Es la espada del poder y de la justicia de Dios. Es el símbolo de su poder judicial y del rigor de sus sentencias, con las cuales castigará al impío, según el oráculo de Isaías: Juzgará en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra. Y herirá al tirano con los decretos de su boca, y con su aliento matará al impío.44 Cristo
regirá con cetro de hierro las naciones, como se le promete en el
Sal_2:9, y a semejanza de Yahvé, vengador de Edom 45, pisa a sus enemigos amontonados como uvas
en el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso. Dios va a dar a beber a las naciones paganas enemigas de Cristo el vino ardoroso del castigo divino y triturará sus ejércitos como se tritura la uva madura. Todo esto simboliza el gran triunfo de Cristo y de sus seguidores 46.
Jesucristo, durante su vida, no cumplió estas profecías, pues su mesianismo estuvo lleno de dulzura, mansedumbre y sufrimiento. El mesianismo de perspectivas gloriosas, de dominación universal, no se había realizado. Ahora los cristianos esperaban el cumplimiento de esta parte del programa con la parusía de Cristo y el castigo de los enemigos del nombre cristiano47. La concepción de un Mesías dominador y avasallador de sus enemigos, propia del judaísmo del siglo i, debió de persistir por algún tiempo en ciertos ambientes cristianos.
Finalmente, para declararnos quién sea este personaje, cuyo nombre propio,
Verbo de Dios, no es inteligible, nos da otro nombre suyo que resultaba más claro e indicaba su alta dignidad. San Juan nos dice que
llevaba escrito en su manto y en su muslo, probablemente en la parte del manto que cubre el muslo, el nombre más inteligible por ser más humano:
Rey de reyes y Señor de señores (v.16). Rey de reyes designa a un rey que tiene bajo su cetro otros reyes que le reconocen como soberano. Los reyes de Asiría, de Babilonia y de Persia se llamaban rey de reyes, porque tenían muchos reyes que les rendían vasallaje. Del Mesías se dice muchas veces que su imperio se extenderá hasta el cabo de la tierra, y que los reyes le rendirán homenaje 48. A un tal Soberano siguieron los ejércitos del cielo, las legiones de ángeles y santos montadas en caballos blancos y vestidos de lino blanco y puro, todo ello en señal de victoria. Este ejército blanco que sigue a su Rey montado sobre un caballo blanco recuerda las entradas triunfales de los emperadores cuando volvían vencedores a Roma. El título de Señor de señores tiene también una significación regia y triunfal. Este título debió de ser usado por la Iglesia primitiva muy pronto, aplicándolo a Cristo para expresar su divinidad y su dignidad de Rey-Mesías 49. Aquí la expresión
Señor de los señores indica una soberanía sobre los mismos emperadores romanos.
Un ángel proclama el exterminio de los enemigos de Cristo,Sal_19:17-18.
17
Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por lo alto del cielo: Venid, congregaos al gran festín de Dios,18
para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los valientes, las carnes de los caballos y de los que cabalgan en ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y de los grandes. San Juan contempla un nuevo
ángel de pie sobre el sol, posiblemente para que el sol en su marcha antiguamente se creía que el sol se movía respecto de nosotros le transportase sobre toda la tierra50. El ángel lanza con poderosa voz una invitación a todas las aves carnívoras de la tierra, diciéndoles:
Venid, congregaos al gran festín de Dios (v.1v). Este festín de Dios es un rasgo apocalíptico que se confunde con el sacrificio de Dios. Recuérdese que, en el Antiguo Testamento, los sacrificios pacíficos iban acompañados de un banquete postsacrificial51. La expresión
festíç de Dios también pudiera ser una especie de superlativo para significar la mayor carnicería que la tierra haya visto, ejecutada sobre los enemigos de Dios. Las aves carnívoras que aquí aparecen, invitadas a participar del siniestro festín, es otro detalle propio de la apocalíptica. Los monumentos asírios nos presentan las aves carnívoras sobre los cadáveres tendidos en el campo de batalla.
La invitación que el ángel hace a todas las aves del cielo se inspira en
Eze_39:4.17-20. En este pasaje de Ezequiel se describe la gran carnicería ejecutada por Yahvé sobre las huestes de Gog y Magog, las cuales caerán en los montes de Israel con todos los ejércitos y todos los pueblos que les acompañaban. El profeta oye que le ordena el Señor: Di a las aves de toda especie y a todas las bestias del campo: Reunios y venid. Juntaos de todas partes para comer las víctimas que yo inmolo para vosotras, sacrificio inmenso, sobre los montes de Israel. Comeréis las carnes y beberéis la sangre; comeréis carne de héroes, beberéis sangre de príncipes de la tierra. Carneros, corderos, machos cabríos y toros, gordos como los de Basan. Comeréis gordura hasta saciaros; beberéis sangre hasta embriagaros, de las víctimas que para vosotros inmolaré. Os saturaréis a mi mesa de caballos y jinetes, de héroes y guerreros de toda suerte, dice el Señor, Yahvé.52
Las expresiones tan fuertes empleadas por San Juan en este pasaje tomadas en parte de Ezequiel ,
tan conformes con el estilo apocalíptico, no hay que tomarlas al pie de la letra. Es conveniente tener presente que las victorias del Verbo de Dios son ante todo espirituales, como lo es también su ejército. El autor sagrado lo que intenta con estas imágenes es anunciar la gran derrota de los enemigos de Dios.
La Bestia y sus partidarios son arrojados al estanque de fuego,Eze_19:19-21.
19
Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. 20
Y fue aprisionada la bestia, y con ella el falso profeta, que hacía señales delante de ella, con las cuales extraviaba a los que habían recibido el carácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego que arde con azufre. 21
Los demás fueron muertos por la espada que le salía de la boca al que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes. Tenemos en este pasaje la descripción del aniquilamiento de las dos Bestias del capítulo 13. La Bestia salida del mar53, juntamente con el Dragón54, habían logrado extender su dominio sobre el mundo, reuniendo a los reyes en una guerra contra Dios 55. Pero al presente son enteramente derrotados por Cristo y por su ejército. San Juan no se cuida de describirnos la batalla que parece anunciarse. Solamente describe sus efectos, como ya lo había hecho en el caso de la ruina de Roma 56. Y es natural que el autor sagrado no se detenga a narrar la batalla, porque ¿qué lucha va a tener lugar entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres? San Juan nos presenta
reunidos los ejércitos de la Bestia y de los reyes sus aliados, ya preparados
para hacer la guerra a Cristo y a sus huestes (v.1q). Pero, de pronto, el vidente de Patmos nos presenta a los dos jefes principales del ejército contrario a Cristo acorralados y sujetados fuertemente. La Bestia, en efecto, cae prisionera, y con ella la otra Bestia57, que aquí es llamada Falso
Profeta, que con sus falsos prodigios
extraviaba a las gentes, induciéndolas a que adorasen a la Bestia. Ambas son
arrojadas vivas al lago de fuego que arde con azufre (v.20). La imagen de este castigo está tomada de
Isa_30:33 y, principalmente, de
Dan_7:11. La metáfora de que ambas Bestias fueron arrojadas al fuego significa la destrucción total y definitiva de los dos aliados, que representan colectividades más bien que individuos. El que sean cogidos y arrojados al estanque de fuego no obliga a considerarlos como personas, pues en
Rev_20:14 también serán arrojadas al fuego el Hades y la Muerte. El Dragón también será arrojado al lago de fuego en
Rev_20:10. Era el lugar destinado para el diablo y para todos los secuaces de él58. El
estanque de fuego es el equivalente de la gehenna de los evangelios 59. En él ardía continuamente un fuego inextinguible
con azufre. Los tormentos que en él recibían los malvados eran indescriptibles60.
De este modo, los dos aliados, es decir, las dos Bestias a las que alentaba el Dragón, quedan fuera de combate, impotentes por ahora para dañar. Y el ejército que los seguía, junto con los reyes que lo mandaban, fue desbaratado, y todos los miembros que lo componían
fueron muertos por la espada que salía de la boca del Verbo de Dios, o sea por el poder de su palabra. Y sus cuerpos fueron pasto de las aves carnívoras (v.21). Así termina la lucha tantas veces anunciada. El que se llama
Fiel y Verídico cumple su palabra, acabando totalmente con los enemigos y perseguidores de sus fieles. San Juan parece como querer mostrarnos con su descripción que fue cosa fácil para Jesucristo omnipotente vencer a las dos Bestias y a sus secuaces.
1 E. B. Allo, o.c. p.297. 2 Sal 105:45; 106:1.48; 11:1; 112:1; 113:1; 114:1; 116:1; 117,is; 135:1.21; 146:1, etc. 3
Halelú es imperativo plural masculino en la forma Piel del verbo
halal; y
Yah es una forma abreviada del nombre santo de Yahweh. 4 Nácar-Colunga añade
honor (êáÀ Þ ôéìÞ), que se encuentra en el siríaco y en algunos autores antiguos. Sin embargo, los mejores Mss no lo tienen y se ha de suprimir. 5
Isa_34:9-10. 6
Rev_4:4.6. 7 Cf.
Sal_93:1;
Sal_97:1;
Sal_97:113, i;
Sal_15:13;
Sal_118:24. 8
Ose_2:16.19.21;
Isa_50:1-3;
Isa_54:6;
Jer_2:2-3.1-4;
Eze_16:7-8; Sal 45; Cant 1-8. 9
2Co_11:2;
Efe_5:22-32; cf.
Mar_2:19-20;
Jua_3:29. 10
Rev_5:6.9;
Rev_7:14;
Rev_14:3-4- 11 Cf.
Rev_14:13. 12
Rev_17:4;
Rev_18:16. 13 e. B. Allo, o.c, ñ 299. 14
Rev_21:2. 15 Cf.
Rev_1:3;
Rev_14:13;
Rev_16:5;
Rev_19:9;
Rev_20:6;
Rev_22:7.14· 16
Lev_14:15. 17
Isa_25:6. 18 Cf. 4
Esd_2:38. 19
Mat_8:11;
Mat_22:1-14;
Luc_22:18.30;
Rev_3:20. 20 Cf.
Col_2:18;
Heb_1:14. 21 Cf.
2Pe_2:4-11;
Jud_1:6. 22 Síromata 6:5. 23 cf.
Rev_1:2;
Rev_6:9;
Rev_12:17. 24 E. B. Allo, o.c. p.501. 25 Cf.
Rev_14:14-20;
Rev_17:12-14. 26 Cf.
Rev_6:2. 27 En la literatura apocalíptica judía del siglo i también se habla frecuentemente de la fácil victoria del Mesías sobre los ejércitos paganos. Los vence con el fuego salido de su boca o con el imperio de su palabra
(Salmos de Salomón 17:2253; 4 Esd 13). Otros apócrifos insisten también en ideas semejantes
(Baruc siríaco 36:2-11; 40:1-2; cf. 4
Esd_12:33;
Esd_13:6-11. 36-3/)· 28 cf.
Rev_1:5;
Rev_3:7-14. 29
AP2-3. 30
Isa_11:3-4. 31
Rev_17:14. 32
Rev_12:3. 33
Rev_13:1. 34
Jua_1:1.14;
1Jn_1:1. 35
Jua_1:1.14. 36
1Jn_1:1. 37 Gf.
Pro_8:1-36;
Sab_7:24-30. 38 Gf.
Targum Onkelos sobre
Deu_33:27; sobre
Isa_48:13; Strack-Billerbeck, o.c.,
Exkurs über den Memra Jahves II p.302-333; Moore,
Intermediarles in Jewish Theology: Harvard Theological Review (1932) 4iss; M. Hackspill,
Etres intermedian es: RB (1901) 200-215.' (1902) 58-73- 39 Gf. M. J. Lagrange, L'évangile Selon St.
Jean (París 1947) p.CLXXIII-CLXXXV; M. E. Boismard,
Le prologue de St. Jean (París 1953). 40
Mat_26:53;
Rev_17:14. 41 Ascensión
de Isaías 9:7. 42
Rev_3:4;
Rev_6:11;
Rev_7:9-14. 43
Rev_17:14; cf.
Sab_3:8;
1Co_6:2. 44
Isa_11:4. 45
Isa_63:1-6; cf.
Rev_14:20. 46
Rev_14:10.19-20. 47 A. Gelin, o.c. p.654s. 48
Sal_72:8-11. 49
Mat_24:42; Me 11:3; 12:35-37;
Lev_19:16;
Hec_7:60;
1Co_12:3;
1Co_16:22-23. Cf. L. Cer-Faux,
Le títre de Kyrios et la dignité royale de Jesús: RSPT (1922) 40-71; (1923) 125-153; A. Gelin, o.c. p.655. 50
Sal_19:7. 51 A. Gelin, o.c. 52
Eze_39:17-20. 53
Rev_13:1. 54
Rev_13:2. 55
Rev_16:135. 56
Rev_18:9-19. 57
Rev_16:13;
Rev_19:20;
Rev_20:10. 58
Rev_14:10-11;
Rev_20:10.14-15. 59
Mat_25:41. 60 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. IV p.823.