Así, el dinero que estaba destinado, por voluntad del que lo enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores en la construcción de las trirremes. (II Macabeos 4, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 2009)
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Rivalidad entre Onías y Simón (4:1-6).
1 El ya mencionado Simón, el delator del tesoro y de la patria, hablaba mal de Onías, afirmando ser él quien había maltratado a Heliodoro y el autor de todo el mal. 2 Al bienhechor de la ciudad, al defensor de sus ciudadanos, al celador de la Ley, se atrevía a llamarle traidor al reino. 3 Tan adelante fue esta enemistad, que hasta llegaron a cometerse homicidios por parte de algunos parciales de Simón; 4 tanto, que Onías, considerando lo peligroso de estas rivalidades y que Apolonio, hijo de Menesteo, general de la Celesiria y la Fenicia, favorecía la maldad de Simón, se fue a ver al rey, 5 no como acusador de sus conciudadanos, sino mirando al interés común, y en particular al de toda la nación, 6 pues veía que sin la intervención del rey era imposible lograr la paz en el gobierno y que Simón no cesaría en su locura.
Fundados eran los temores de Onías de que en Antioquía se le acusara de haber intentado asesinar a Heliodoro (3:32). El calumniador no fue el interesado, sino el malvado Simón. Capitaneaba éste el grupo de los helenizantes, haciéndose cada día más tirante la enemistad entre conservadores e innovadores. Por otra parte, sabía Onías que el general de Celesiria y de Fenicia, Apolonio de Tarso (4:4-23), hijo de Menesteo, apoyaba al partido helenizante. La tensión iba en aumento, sin que en el horizonte se vislumbrara un destello de esperanza para la causa del judaismo ortodoxo. Una decisión suprema se le ocurrió a Onías: entrevistarse con el rey y exponerle la situación. Se engañaba, porque al monarca interesaban agitadores que conmovieran la roca del judaismo tradicional, haciéndola más flexible a las ideas helenistas.
Jasón, sumo sacerdote (4:7-17).
7 Muerto Seleuco y apoderado del reino Antíoco, por sobrenombre Epifanes, Jasón, hermano de Onías, comenzó a ambicionar el sumo sacerdocio; 8 y en una audiencia prometió al rey trescientos sesenta talentos de plata, ochenta talentos más de otras rentas, 9 y sobre éstos, ciento cincuenta más, si se le autorizaba para instalar un gimnasio y una mancebía y se concedía a los de Jerusalén la ciudadanía antioquena. 10 Accedió el rey; y Jasón, obtenido el poder, luego se dio a introducir las costumbres griegas entre sus conciudadanos, 11 Abolió los privilegios otorgados a los judíos por el favor de los reyes, gracias a las gestiones de Juan, padre de Eupolemo, el que desempeñó la embajada para obtener la amistad y alianza de los romanos; contra los derechos ciudadanos introducía costumbres impías. 12 y hasta bajo la misma acrópolis se atrevió a erigir el gimnasio, obligando a educar allí a los jóvenes más nobles y a llevar el petaso. 13 Así cundió en alto grado el helenismo y progresó la introducción de costumbres extranjeras por la desalmada actitud del impío, más que sumo sacerdote, Jasón. 14 Los sacerdotes ya no se preocupaban del servicio del altar; antes mostrando poca estima del templo y descuidando los sacrificios, se apresuraban a tomar parte en los prohibidos ejercicios de la palestra en cuanto eran invitados a lanzar el disco. 15 Desdeñando los honores patrios, estimaban en mucho las distinciones griegas. 16 Por lo cual vino sobre ellos la gran calamidad de que aquellos mismos a quienes envidiaban y a quienes en todo querían imitar se volviesen luego contra ellos y fuesen sus enemigos y opresores. 17 No es cosa de poco ni que se hace impunemente violar las leyes divinas, como lo mostrará el tiempo venidero.
A Onías ganó la partida su hermano Jasón (forma helenizada de Josúa, Jesús), que litigaba delante del nuevo monarca con argumentos más contundentes y prácticos que los esgrimidos por él. Los reyes seléucidas ambicionaban el dinero y se vendían fácilmente al mejor postor. Pagaba Palestina al monarca sirio trescientos talentos, cantidad que Jasón prometió elevar a trescientos sesenta. Lo que pedía era muy del agrado del rey: instalar un gimnasio en Jerusalén para el perfeccionamiento de los atletas, una mancebía (1Ma_1:14) para jóvenes de diociocho a veinte años y la ciudadanía antioquena para los de Jerusalén. Los ejercicios gimnásticos se realizaban ordinariamente por jóvenes completamente desnudos. La juventud judía helenizante sentía gran complejo ante las señales externas de la circuncisión, que trataron de disimular con una dolorosa operación (1Ma_1:15). La acrópolis, a que se refiere el texto, designa la fortaleza ya existente en tiempos de Nehemías (Neh_2:8; Neh_7:2) al norte del recinto del templo, que llevaba el nombre de Baris o Birah. En su lugar se levantó en tiempos de Herodes la fortaleza Antonia. No debe confundirse con el Acra, de que tanto hablan los libros de los Macabeos. Era el petaso un sombrero de anchas alas utilizado en los ejercicios atléticos a campo libre para resguardar la cabeza del sol o del agua. Era emblema de Mercurio, el efebo perfecto, estilizado por los ejercicios del cuerpo, delgado y con musculatura fuerte, el dios agonfos, apto para las luchas y concursosl. Los jóvenes atletas podían pavonearse por calles y plazas y alardear de progresistas arropados con clámides de variados colores, el petaso sobre la cabeza, calzado cerrado, a la manera como lucen sus atuendos deportivos los atletas de nuestros días. Esta moda no dejaba de impresionar vivamente a todo joven israelita.
Por su proximidad con el templo, el gimnasio era una tentación continua para los sacerdotes jóvenes y progresistas, quienes podían fácilmente trasladarse de un lugar sagrado a otro profano. De todos estos males tenía la culpa el malvado Jasón. Fue él el capitosté que introdujo el helenismo y su culto en el recinto sagrado del templo; el que exaltó la fantasía de los sacerdotes, que entre sacrificio y sacrificio pasaban al gimnasio y competían con la juventud allí reunida en el lanzamiento del disco. De ahí que la disciplina sacerdotal se relajara y que se diera más importancia a las cosas del gimnasio que a su dignidad sacerdotal, que heredaron de sus antepasados. Acontecía en mayor escala lo que sucede hoy en ciertos ambientes sacerdotales jóvenes, en los que reina un entusiasmo desmesurado por el deporte, con detrimento del recogimiento religioso que exige su dignidad.
Los juegos de Tiro (Neh_4:18-20).
18 Al celebrarse en Tiro los juegos quinquenales con asistencia del rey, 19 el malvado Jasón mandó de Jerusalén espectadores, ciudadanos de Antioquía, portadores de trescientas drac-mas para el sacrificio de Hércules. Pero los que las llevaban pidieron que no se empleasen en los sacrificios, porque no convenía sino que se destinasen a otras expensas. 20 Y así aquella cantidad, que iba enviada, según la voluntad del donante, para el sacrificio de Hércules, por deseo de los portadores fue destinada a la construcción de trirremes.
En Tiro se celebraban los juegos quinquenales (penteteris, pen-teateris) a imitación de los juegos olímpicos, de las Panatenas de Atenas y de los juegos píticos de Delfos. A ellos envió Jasón delegados judíos, portadores de una pequeña ofrenda para el dios Hércules, o sea el dios fenicio Melqart. Es probable que en esta fiesta se conmemorara el cumplimiento del voto de Alejandro después de la toma de Tiro. Ario (2:Neh_24:6) representa al rey ofreciendo un sacrificio solemne a Hércules en presencia de las tropas. Si bien era insignificante la cantidad aportada por Jasón, tenía, no obstante, la significación de una communicatio in sacris con los paganos. Así lo entendieron los portadores de las dracmas, que pidieron se invirtieran en mejoras del puerto, o quizá a que con aquel dinero se engalanara una de las naves surtas en el mismo.
Antíoco Epifanes en Jerusalén (Neh_4:21-22).
21 Habiendo sido enviado a Egipto Apolonio, de Menesteo, con motivo de la entronización del rey Tolomeo Filometor, vino a saber Antíoco que aquel soberano era enemigo de su reino, y se propuso prevenirse contra él. Llegado a Jope, subió a Jerusalén, 22 donde Jasón y la ciudad le hicieron un magnífico recibimiento, y entró en medio de antorchas y aclamaciones. Condujo luego de allí sus tropas a Fenicia.
Apolonio fue enviado a Egipto, como legado real, a las fiestas de la entronización de Tolomeo VI Filometor (1Ma_7:16ss). El embajador supo que los tutores del nuevo rey trataban de reivindicar la Celesiria, que les pertenecía, por haber sido entregada en dote a Cleopatra por su padre Antíoco III. Antíoco quiso demostrar que velaba por la integridad del imperio.
Menelao suplanta a Jasón (1Ma_4:23-29).
23 Pasados tres años, envió Jasón a Menelao, hermano del antes mencionado Simón, para llevar dinero al rey y para gestionar ciertos asuntos importantes; 24 pero, ganada la gracia del rey, Menelao le adulaba, dándose aires de hombre influyente, con lo que obtuvo para sí el sumo sacerdocio, ofreciendo trescientos talentos más que Jasón. 25 Y así, con las credenciales del rey, se vino aquel hombre, que no tenía nada que le hiciera digno del sacerdocio, sino instintos de tirano cruel y sentimientos de fiera salvaje. 26 Jasón, que había suplantado a su hermano, fue a su vez suplantado por otro y forzado a huir a la tierra de Amón. 27 Mas como Menelao, una vez posesionado del poder, no cumpliese las promesas hechas al rey, 28 a pesar de las reclamaciones de Sóstrates, alcaide de la acrópolis, a quien pertenecía la exacción de los tributos, ambos fueron llamados por el rey. 29 A Menelao le reemplazó en el cargo de sumo sacerdote su hermano Lisímaco, en tanto que Sóstrates dejó que le sustituyera Grates, jefe de los chipriotas.
De Menelao sabemos que era hermano de Simón (1Ma_3:4). Flavio Josefo dice que era hermano de Onías y Jasón, lo que no parece probable. Menelao no era de familia sacerdotal. En las entrevistas con los dignatarios de la corte debió de criticar la administración de Jasón y echarle en cara la adopción de métodos demasiado blandos para conseguir la rápida helenización de Palestina. A ello se juntó la sugerencia de que Palestina podía y debía tributar a las arcas reales trescientos talentos más de lo que ofrecía Jasón. Con las credenciales del rey y escoltado por un regimiento de chipriotas, Menelao presentóse a Jasón, exigiendo cuanto antes el cumplimiento de las órdenes reales. Jasón huyó a la región de los amonitas, poniéndose bajo la protección del Tobiada Hircano (1Ma_3:11), partidario de los Tolomeos. Menelao no quiso o no pudo cumplir los compromisos contraídos con el rey, por lo que fue destituido juntamente con Sóstrates.
Muerte de Onías (1Ma_4:30-34).
30 Entre tanto, los tarsenses y los maletas se rebelaron por haber sido dados en regalo a Antioquida, concubina del rey. 31 A toda prisa partió éste para aquietarlos, dejando encargado del gobierno a Andrónico, uno de sus dignatarios. 32 Menelao, juzgando la ocasión propicia, arrebató ciertos objetos del templo, que regaló a Andrónico; otros logró venderlos en Tiro y en las ciudades vecinas. 33 Cuando de esto supo con certeza Onías, que se hallaba retirado en un lugar de asilo, junto a Dafne, cerca de Antioquía, le reprendió. 34 Por lo cual, Menelao, llamando aparte a Andrónico, le pidió que matase a Onías; y aquél, yendo a verle, con dolo, dándole la mano y haciendo juramento, persuadió a Onías (aunque a éste no dejaba de serle sospechoso) a que saliese de su asilo, y al instante le mató, sin respeto alguno de la justicia.
Una rebelión de los de Tarso y de los malotas obligó al rey a alejarse de Antioquía en los días en que debían llegar los dos dignatarios depuestos, Menelao y Sóstrates. Providencial fue para Menelao esta coyuntura, que aprovechó para ganar el favor de Andrónico 2. La voz de Onías debió de calar hondo en la conciencia de Andrónico y Menelao, porque también para ellos la enajenación de objetos sagrados era considerada como un acto idolátrico. Para acallar sus remordimientos determinaron quitarlo de en medio. Onías, que sospechó lo que se estaba tramando en torno suyo, refugióse en Dafne. En un paraje hermosísimo, vecino a Antioquía, con árboles y mucha vegetación, existía un templo al dios Apolo, con privilegio de asilo ·*. Con engaño logró Andrónico alejar al venerable sacerdote de aquel lugar, lo que aprovechó para asesinarle.
Ejecución de Andrónico (1Ma_4:35-38).
35 Fue esto motivo de que no sólo los judíos, sino también muchos de las otras naciones se indignaran y llevasen muy a mal la inicua muerte de tal varón. 36 Vuelto de Cilicia el rey, se le presentaron los judíos de Antioquía y muchos de los griegos, que asimismo aborrecían la maldad, para hablarle de la muerte injusta de Onías. 37 Cordialmente se entristeció Antíoco, y, movido de compasión, derramó lágrimas, recordando la discreción y gran modestia de Onías; 38 e indignado, al instante despojó a Andrónico del manto de púrpura e hizo que, desgarrados los vestidos, le pasearan por la ciudad, hasta el sitio mismo en que había impíamente asesinado a Onías. Allí fue ejecutado aquel criminal, dándole el Señor su merecido.
Griegos y judíos lloraron la muerte de un varón que había conquistado su corazón por su religiosidad, discreción y modestia. Los primeros veían en su asesinato la violación del derecho de asilo; los segundos, la muerte ignominiosa de un distinguido personaje de su raza. El se enfureció contra su ministro por haberse arrogado atribuciones que no le pertenecían y porque había quitado de en medio una valiosísima pieza en su juego de ajedrez con relación al cargo de sumo sacerdote. El autor dice que Antíoco derramó lágrimas y lloró la muerte de Onías. Es posible que estas muestras de pesar fueran una ficción y un pretexto para eliminar a un funcionario que le resultaba molesto, en primer lugar por haber violado a su antojo el derecho de asilo y por ser Andrónico un testimonio viviente del asesinato por orden de Antíoco de un hijo de Seleuco 4.
Muerte de Lisímaco (1Ma_4:39-42).
39 Muchos fueron los robos sacrilegos cometidos en Jerusa-lén por Lisímaco, aconsejado por Menelao; tantos, que, difundida la fama, se amotinó el pueblo contra Lisímaco, pero ya cuando muchos objetos de oro habían desaparecido. 40 Excitada la muchedumbre e inflamada en cólera, armó Lisímaco unos tres mil hombres y comenzaron a obrar desaforadamente. Era su jefe un cierto Tirano, no menos avanzado en años que en crueldades. 41 Cuando se dieron cuenta de que Lisímaco los atacaba, cogieron unos piedras, otros estacas y algunos hasta la ceniza que tenían a mano, y confusamente las arrojaban contra los que rodeaban a Lisímaco. 42 Fueron heridos muchos de ellos, algunos derribados y todos ahuyentados; el mismo sacrilego quedó muerto junto al gazofílacio.
Menelao, el instigador de la muerte de Onías, en apariencia quedó impune. Sus compromisos con el rey le obligaron a escribir a Lisímaco, diciéndole que reuniera dinero y objetos preciosos, dondequiera se hallasen, y los enviara a su nombre a Antioquía, Lisímaco fue obediente, pero fue tan despiadada la expoliación y llevada a cabo con tanta desfachatez, que el pueblo se amotinó. Lisímaco encontró la muerte junto al gazofilacio del templo.
Menelao triunfante (1Ma_4:43-50).
43 A propósito de estos hechos se entabló un juicio contra Menelao. 44 Habiendo venido el rey a Tiro, tres varones enviados por el senado propusieron ante él la causa. 45 Menelao, viéndose ya perdido, prometió mucho dinero a Tolomeo, hijo de Dorimenes, si le ganaba al rey. 46 Y, en efecto, Tolomeo, llevándolo aparte, hacia un peristilo, como para tomar el fresco, hizo de mudar de sentencia al rey, 47 que absolvió de todos sus crímenes a Menelao, autor de toda maldad, y condenó a muerte a aquellos desdichados, que, si ante los escitas hubieran tenido que defender su causa, habrían sido dados por inocentes. 48 Sin tardanza fueron al injusto castigo los que habían tomado la defensa de la ciudad, del templo y de los vasos sagrados. 49 Pero hasta los tirios, horrorizados de la maldad, les hicieronmagníficos funerales. 50 Entre tanto, Menelao permanecía en el poder, por la avaricia de los gobernantes, y progresaba en maldad, convertido en feroz perseguidor de sus conciudadanos.
Esta vez es el sanedrín que se reúne y envía a tres varones a Tiro para que planteen al rey el caso de Menelao. No culpa el pueblo a Lisímaco, al cual consideran como simple mandatario, sino a Menelao, el inductor del crimen. Parecía que la causa de éste estaba irremisiblemente perdida, pero le salvó su sagacidad y astucia. Especulando otra vez con el dinero, se lo prometió abundante a To-lomeo (1Ma_3:38; 2Ma_8:8) en caso de interceder por él ante el rey. Los escitas tenían la fama de ser el pueblo más bárbaro 5. Todo corazón, por gentil y pagano que sea, se conmueve ante la opresión de un inocente.