Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 38 (Vg 37): Oración de un Pecador Arrepentido.
E l salmista, apesadumbrado por sus pecados, angustiado profundamente por dolores morales, incomprendido de sus amigos,
que se alejan de él, pide a Yahvé ayuda. No se concreta en qué consiste el castigo que pesa sobre él como consecuencia de sus pecados; el contexto parece sugerir la lepra, pues sus enemigos se apartan de él. Por su contenido, el salmo se parece bastante a los salmos 6 y 39. El mejor paralelo del salmo es, en realidad, el poema didáctico del libro de Job, aunque las expresiones moderadas del salmista contrastan con las explosiones radicales del varón de Hus, injustamente castigado a su parecer por la mano de Dios.
En la liturgia, este salmo forma parte de la serie de los siete penitenciales. Por su forma literaria externa se le puede considerar corno alefatizado, aunque no acróstico; es decir, sus estrofas se distribuyen conforme al número de las letras del alefato. Podemos distinguir dos partes por su contenido:
a) descripción de los sufrimientos provenientes directamente del mismo Dios (1-11);
b) los provenientes de los hombres, amigos o enemigos (12-23). Abundan las frases estereotipadas tomadas de otras obras literarias o de fórmulas usuales de lamentaciones en los duelos.
En el título se atribuye la composición al propio David, que ciertamente manifestó públicamente su arrepentimiento por sus pecados. Con todo, los críticos modernos, aunque encuentran frases de sabor arcaico, creen que es posterior a la era davídica, ya que abundan las dependencias literarias de otros escritos viejotes-tamentarios.
El salmista, víctima de la justicia de Dios (1-11).
1
Salmo de David. Para la memoria. 2
No me reprendas, Yahvé, en tu furor, ni me corrijas en tu ira. 3
Pues tus saetas han penetrado en mí y pesa sobre mi tu mano. 4
Nada hay sano en mi carne a causa de tu ira; nada íntegro en mis huesos a causa de mis pecados. 5
Pues mis iniquidades pasan sobre mi cabeza, pesan sobre mí como pesada carga. 6
Mis llagas son fétidas y purulentas a causa de mi locura. 7
Estoy encorvado y en gran manera abatido, en luto camino todo el día. 8
Pues mis lomos están llenos de ardores y no hay en mi carne parte sana. 9
Estoy desfallecido y sobremanera acabado y doy rugidos por la conmoción de mi corazón. 10
Señor, ante ti están todos mis deseos y no se te ocultan mis gemidos. 11
Mi corazón palpita, me abandona mi fuerza, y hasta la luz de mis ojos no está conmigo. El salmista, consciente de su culpabilidad, pide a Yahvé que no le castigue con
furor, sino con moderación, aliviando sus sufrimientos físicos y morales. La invocación inicial (
no me reprendas en tu furor...)
es idéntica a la de
Sal_6:1. Quiere que Dios se manifieste más como Padre que como Juez airado 2. En realidad, los sufrimientos ya han dejado mella en su cuerpo, pues
han penetrado en él como saetas (v.3). Las enfermedades y juicios punitivos de Dios son como
saetas punzantes que ponen al vivo la naturaleza del paciente 3. Es
la mano justiciera de Yahvé, que descarga para castigar los pecados de los hombres 4. El salmista siente su cuerpo macerado y purulento de heridas en todas sus partes 5. Conforme a la mentalidad del A.T., ve en sus enfermedades y achaques el castigo por sus
pecados; el orden moral y el físico están íntimamente unidos en su mente.
Este es consecuencia de aquél; de este modo se daba razón teológica de la existencia del mal. El autor del libro de Job se plantea este problema, y
rechaza esta opinión tradicional como injusta, pues muchas veces gentes totalmente inocentes sufren en su cuerpo y en su alma. El salmista, pues, participa de la tesis tradicional entre la ecuación del sufrimiento y el pecado; sus
iniquidades pasan sobre su cabeza como un diluvio que todo lo anega 6 y como una
carga que le aplasta 7.
Después describe su enfermedad con detalles que indican una enfermedad de la piel; quizá se trata del terrible azote de la lepra que hacía estragos en Oriente en la antigüedad. Humildemente reconoce que
esta enfermedad le ha venido por su locura o culpabilidad moral, ya que el pecado es en el fondo una locura, pues es salirse de los caminos protectores de la Providencia 8. Como consecuencia de su debilidad física, se halla como
encorvado y abatido, triste y macilento como el que cumple un rito de
luto (v.7). A sus desgarramientos en la piel se junta la fiebre general que invade su cuerpo: mis
lomos están llenos de ardores. Es como un fuego interior que consume y devora al enfermo 9. En su desfallecimiento, sus gemidos son desgarradores, como
rugidos de león, que salen de un corazón que, desesperado, lucha por existir 10.
En realidad,
Dios no ignora esta situación, y conoce bien sus deseos de salvación y sus ansias de supervivencia, manifestadas en sus
gemidos lacerantes H; se halla a punto de expirar porque le falla el
corazón, que
palpita dando los últimos estertores, mientras que le abandona el vigor físico y se nublan los ojos, lánguidos por el sufrimiento 12.
El abandono de los amigos y la persecución de los. enemigos (12-21)
12
Mis amigos y mis compañeros se estacionan lejos de mis llagas, mis allegados se mantienen lejos. 13
Tiéndenme lazos los que buscan mi vida, y los que buscan mi mal dicen desventuras; todo el día están maquinando engaños. 14
Pero yo, como sordo, no oigo, y soy como mudo, que no abre la boca. 15
Soy como hombre que no oye, y en cuya boca no hay respuesta. 16
Porque es en ti, Yahvé, en quien confío, y Tú, Señor, Dios mío, serás quien responde. 17
Porque digo: Qué no se gocen de mi (mal) ni se engrían contra mí cuando resbale mi pie. 18
Pues yo estoy para caer, y mi dolor está constantemente ante mí. 19
Porque confieso mi culpa y estoy acongojado por mi pecado. 20
Y mis enemigos vivientes son poderosos 13
, y se multiplican los que injustamente me odian. 21
Y los que vuelven mal por bien me hostigan por seguir el bien. Los amigos del salmista desventurado se apartan de él, porque le consideran como maldito de Dios, quizá huyendo de su enfermedad, la lepra, que se consideraba
como el grave castigo que enviaba Dios al hombre 14. Sus mismos
allegados no se atreven a acercarse. Por otra parte, los enemigos declarados maquinan contra su vida, y, reunidos en conciliábulos, dicen contra él
desventuras o calumnias. Se le considera
culpable y quieren quitarle la vida 15; prueba de su culpabilidad es la enfermedad humillante que le devora. Pero el salmista, consciente de su inocencia,
calla y deja correr el tiempo para que Dios hable en su favor, curándole y confundiendo a sus enemigos. Por ello se hace sistemáticamente el sordo y el
mudo ante los insultos y juicios desfavorables que sobre él emiten. Es inútil hablarles, y por eso encomienda
su causa a Yahvé, en quien confía, esperando que al fin
responda debidamente a tantas injurias e injusticias.
Los enemigos se alegran de los sufrimientos del salmista, viendo en ellos
el castigo divino por sus pecados. Este desamparo de Dios les causa una satisfacción maligna, y el salmista
pide a su Dios que intervenga salvándole, para que no canten victoria sobre él (v.1y) 16. Por otra parte, está a punto de sucumbir bajo el peso del
dolor, y, en consecuencia, urge la intervención divina; de lo contrario, su ruina será definitiva. Humildemente y compungido, confiesa que sus sufrimientos provienen de sus
pecados; por ello
confiesa su culpabilidad, esperando ser rehabilitado en su salud quebrantada. El pensamiento de sus pecados le tiene apesadumbrado sobremanera. En su mentalidad viejotestamentaria, escruta su pasado para ver las causas de su enfermedad, y por todas partes ve caídas y transgresiones.
Ante sus ojos mortecinos y a punto de expirar aparecen
sus enemigos, fuertes y
poderosos, haciéndole frente y olvidando los beneficios que les ha otorgado en otro tiempo. En su maldad
devuelven mal por bien. Contrasta el vigor de sus adversarios y su debilidad, a pesar de que aquéllos son más pecadores que él17.
Súplica final (22-23).
22
¡No me abandones, oh Yahvé; Dios mío, no estés alejado de mí! 23
¡Corre en mi auxilio, Señor mío, mi salvación! Como en otros salmos en que se describe la angustia del justo lacerado, también éste se cierra con una súplica de salvación, pues únicamente
Yahvé puede salvar al salmista enfermo y hostigado por los enemigos, que se alegran de su situación penosa y casi desesperada 18. Las composiciones salmódicas se distinguen por esta nota
de confianza ciega en el Todopoderoso. Los salmistas son gentes piadosas, yahvistas íntegros, que procuran vivir vinculados a su Dios en medio de una sociedad corrompida y olvidada de sus deberes religiosos. Son los continuadores de los profetas, que mantenían
la antorcha de la fe en medio de una sociedad semipaganizada.
1 En hebreo, lo que traducimos
para la memoria se dice
lehazkír: para hacer recordar. Generalmente se ve aquí una indicación litúrgica alusiva a la
'azkaráh o memorial, término técnico del ritual levítico para ciertas ofrendas de harina con aceite quemadas con incienso sobre el altar (
Lev_2:2) y para el incienso colocado en los panes de la proposición (
Lev_24:7). Véase
Biblia comentada I
ad locum. 2 Cf.
Jer_10:24;
Sal_25:18;
Sal_31:10;
Sal_39:10s;
Sal_40:12. 3 Cf.
Sal_7:12;
Deu_32:23;
Job_6:4;
Job_16:12;
Lam_2:12. 4 Cf.
Sal_32:4;
Sal_39:11. 5 Cf.
Isa_1:6. 6 Cf.
Sal_69:2-3; 24:4- 7 Cf.
Gen_4:13. 8 Cf.
Sal_69:6;
Sal_107:17. 9 Cf.
Sal_39:4;
Sal_102:4;
Job_30:30. 10 Cf.
Sal_22:1;
Sal_32:3; Job 3:24- 11 Cf.
Sal_10:17;
Mat_6:8. 12 Cf.
Sal_6:7;
Sal_13:23;
Sal_31:9;
Job_17:7;
Lam_2:1. 13 Muchos autores, en vez de
jayim (vivientes) del TM, leen
jinndm (sin motivo). Así s, Podechard, NP y
Bib, de ér. 14 Cf.
Isa_53:40;
Lev_13:3;
Sal_31:11-13;
Sal_69:8;
Job_88:18;
Job_19:133. 15 Cf.
Sal_41:6-9;
Sal_35:4.26. 16 La frase
resbalar el pie significa tener una desgracia en cualquier orden (cf.
Sal_13:4). 17 Cf.
Sal_35:12-13. 18 Cf.
Sal_22:1;
Sal_10:1;
Sal_35:22;
Sal_71:12; ;
Sal_71:12;
Sal_141:1.