II Macabeos 15 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 39 versitos |
1 Nicanor supo que los hombres de Judas se hallaban en la región de Samaría y decidió atacarlos sin riesgo en el día del descanso.
2 Los judíos que contra su voluntad lo acompañaban le decían: «No los mates así de modo tan salvaje y bárbaro; respeta y honra más bien el día que con preferencia ha sido santificado por Aquel que todo lo ve».
3 Aquel hombre tres veces criminal preguntó si en el cielo había un Soberano que hubiera prescrito celebrar el día del sábado.
4 Ellos le replicaron: «Es el mismo Señor que vive como Soberano en el cielo el que mandó observar el día séptimo».
5 Entonces Nicanor replicó: «También yo soy soberano en la tierra: el que ordena tomar las armas y prestar servicio al rey». Pero no pudo llevar a cabo su bárbaro proyecto.
6 Nicanor, jactándose con altivez, se proponía erigir un monumento público a su victoria con los despojos de los hombres de Judas.
7 Macabeo, por su parte, mantenía perseverante su confianza, con la firme esperanza de recibir ayuda de parte del Señor,
8 y exhortaba a los que le acompañaban a no temer el ataque de los gentiles, teniendo presentes en la mente los auxilios que antes les habían venido del cielo, y a esperar también ahora la victoria que les habría de venir de parte del Todopoderoso.
9 Los animaba citando la Ley y los Profetas, y les recordaba los combates que habían llevado a cabo. De este modo les infundía mayor ardor.
10 Encendidos así los ánimos, les hizo ver además la perfidia de los gentiles que violaban sus juramentos.
11 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad que dan los escudos y las lanzas, como con el ánimo de sus alentadoras palabras. Les refirió además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a todos.
12 Su sueño era este: Onías, el antiguo sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, ejercitado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos extendidas por toda la nación judía.
13 Luego, en igual actitud, se apareció a Judas un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía.
14 Onías tomó la palabra para decir: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa: Jeremías, el profeta de Dios».
15 Entonces Jeremías extendió su mano derecha y entregó a Judas una espada de oro; al dársela, pronunciaba estas palabras:
16 «Recibe de parte de Dios esta espada sagrada como regalo; con ella exterminarás a tus enemigos».
17 Animados por estas bellas palabras de Judas, capaces de estimular el valor y de robustecer los espíritus jóvenes, decidieron no entretenerse en montar el campamento, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y, en un cuerpo a cuerpo, aventurar la resolución de aquella situación, porque peligraban la ciudad, la religión y el templo.
18 En verdad que la preocupación por sus mujeres e hijos, por sus hermanos y parientes, quedaba en segundo lugar; el primero y principal era el santuario consagrado.
19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo abierto.
20 Todos aguardaban el desenlace inminente. Los enemigos se habían concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los elefantes se habían situado en puntos estratégicos, y la caballería estaba dispuesta en los flancos.
21 Entonces, Macabeo, al observar el despliegue de las tropas, la variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los elefantes, levantó las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien sabía que, no por las armas, sino según su decisión, concede él la victoria a los que la merecen.
22 Hizo la siguiente invocación: «Tú, Soberano, enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca de ciento ochenta y cinco mil hombres del ejército de Senaquerib;
23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundirles temor y espanto.
24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que, blasfemando, han venido a atacar a tu pueblo santo!». Así terminó su oración.
25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y cantos de guerra,
26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre invocaciones y plegarias.
27 Combatían con sus manos, pero oraban a Dios en su corazón; así abatieron no menos de treinta y cinco mil hombres, rebosando de alegría por la intervención manifiesta de Dios.
28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a Nicanor caído, con la armadura puesta.
29 En medio del griterío y alboroto, bendecían al Señor en su lengua patria.
30 Entonces Judas, el que se había entregado en cuerpo y alma y en primera fila al bien de sus conciudadanos, y había guardado hacia sus compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar a Nicanor la cabeza y el brazo hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.
31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, colocó a los sacerdotes ante el altar e hizo venir a los de la acrópolis.
32 Les mostró la cabeza del infame Nicanor y el brazo que aquel blasfemo había tendido con insolencia contra la santa morada del Todopoderoso.
33 Después de mandar que cortaran la lengua del impío Nicanor, ordenó que se echara en trozos a los pájaros y que el brazo se colgara delante del santuario en pago por su insensatez.
34 Todos elevaron entonces sus bendiciones al cielo en honor del Señor que se les había manifestado. Decían: «Bendito tú que has conservado sin mancha tu morada».
35 Judas mandó colgar la cabeza de Nicanor en la acrópolis, como señal manifiesta y visible para todos del auxilio del Señor.
36 Decretaron de común acuerdo no dejar pasar aquella jornada sin solemnizarla y celebrarla como fiesta el trece del mes decimosegundo —llamado adar en arameo—, víspera del Día de Mardoqueo.
37 ° Así acabó la historia de Nicanor. Como desde aquella época la ciudad ha quedado en poder de los hebreos, yo también terminaré aquí mi obra.
38 Si la composición ha quedado bella y lograda, era eso lo que yo pretendía; si imperfecta y mediocre, diré que he hecho cuanto me ha sido posible.
39 Es perjudicial beber vino solo o sola agua; en cambio, el vino mezclado con agua, es agradable; es un placer para el gusto. Igualmente el estilo variado del relato encanta los oídos de los que leen la obra. Doy aquí fin a mi trabajo.

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Introducción a II Macabeos

2 MACABEOS

Este libro no es continuación del anterior sino que se concentra, desde un enfoque diferente, en los quince años de gobierno de Judas Macabeo (175-160 a.C.). Su centro de atención preferente es el templo de Jerusalén, cuya purificación logró y mantuvo Judas con la ayuda manifiesta del Dios de Israel. Por ello, importa más la acción decisiva de Dios que el protagonista humano. El libro es, pues, una narración edificante en la que el núcleo histórico de los acontecimientos descritos está al servicio del fiel reconocimiento de la santidad de Dios en el templo recuperado. Sus informaciones sobre las divisiones entre los judíos, nos preparan para situarnos ante los problemas del judaísmo en la época del Nuevo Testamento. Su doctrina sobre la resurrección de los muertos y la expiación de los mártires encontrará su plenitud en el misterio de Cristo.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

II Macabeos 15,1-36*8:1-15:36 Estas campañas de Macabeo se distribuyen en tres períodos distintos. El primero y el tercero terminan con una victoria festejada en el templo de Jerusalén; el judaísmo posterior las celebrará con diferente continuidad como fiesta de la Dedicación del templo y del Día de Nicanor, respectivamente. El segundo período da paso a un tiempo de tregua y a un cambio en la línea dinástica seléucida.


II Macabeos 15,1-36*14:1-15:36 Se mantiene aquí el protagonismo de Judas y el tratamiento histórico-religioso del enfrentamiento, con una manifestación celestial en forma de sueño (2Ma 15:11-16). Novedades: estamos en el reinado de Demetrio I, que restaura la línea dinástica de Seleuco I (2Ma 14:1 s); las intrigas de Alcimo motivan la desconfianza de Demetrio I hacia Judas (2Ma 14:3-11); Nicanor, de la amistad con Judas pasa a la enemistad (2Ma 14:26-36); el heroico suicidio del judío Razías (2Ma 14:37-46) evoca a los mártires del comienzo de la resistencia y su testimonio de la futura resurrección (2Ma 6:18 - 2Ma 7:39).
II Macabeos 15,37-39*15:37-39 La victoria de Judas sobre Nicanor ha salvado el templo y la ciudad. La acrópolis o ciudadela, aún en poder de los sirios, no le interesa a nuestro autor tanto como al de 1 Mac. Será Simón, el hermano de Judas, quien reconquiste la acrópolis (1Ma 13:49-51).