Lucas 9 Biblia Peshitta en Español (Holman Bible Publishers, 2015) | 62 versitos |
1 Llamando Jesús a sus doce, les dio poder y autoridad sobre todo espíritu maligno, y para sanar enfermedades,
2 y los mandó a proclamar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo: No tomen nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas.
4 A cualquier casa que entren, permanezcan allí, y de allí emprendan su salida,
5 y en cuanto a los que no los reciban, al salir de aquella ciudad sacúdanse aun el polvo de sus pies en testimonio contra ellos.
6 Entonces los apóstoles salieron y recorrieron las aldeas y las ciudades proclamando el Evangelio y realizando sanidades por todas partes.
7 Al enterarse Herodes el tetrarca de todas las cosas que se hacían por medio de Él, se quedó perplejo, porque algunos decían que Juan se había levantado de entre los muertos,
8 pero otros declaraban que Elías había aparecido, y otros afirmaban que un profeta de los antiguos profetas había resucitado.
9 Entonces Herodes dijo: Yo decapité a Juan. ¿Quién, pues, es éste de quien escucho estas cosas? Y anhelaba verlo.
10 Al volver los apóstoles, hicieron saber a Jesús todo lo que habían hecho. Entonces Él los llevó en privado a un lugar solitario de Betsaida,
11 pero al enterarse las multitudes, fueron tras Él, y habiéndolos recibido, les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser sanados.
12 Al empezar a declinar el día, sus discípulos se acercaron, y le dijeron: Despide a las multitudes para que vayan a los pueblos y a las aldeas de nuestro alrededor, para que encuentren donde alojarse y consigan comida, porque estamos en un lugar solitario.
13 Entonces Jesús les dijo: Ustedes denles de comer. Pero ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos y compremos comida para toda esta gente
14 (pues eran como cinco mil varones). Luego Jesús les dijo: Hagan que se sienten en grupos de cincuenta cada uno.
15 Y así lo hicieron los discípulos, haciéndolos sentar a todos.
16 Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando sus ojos al cielo, los bendijo; luego los partió y los dio a sus discípulos para que los sirvieran a las multitudes.
17 Después de que todos comieron y se saciaron, recogieron doce cestos de los pedazos que sobraron.
18 Mientras, Él oraba a solas. Y sus discípulos se encontraban con Él, y les preguntó, diciendo: ¿Quién dicen las multitudes que soy yo?
19 Contestándole ellos, dijeron: Unos, que eres Juan el Bautista, otros, que eres Elías, y otros, que eres algún profeta de los antiguos profetas que ha resucitado.
20 Entonces Él les dijo: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Contestando Simón, dijo: El Mesías de Dios.
21 Y habiéndolos Él amonestado, los exhortó a que no dijeran esto a nadie.
22 Y les dijo: El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y le darán muerte, pero al tercer día resucitará.
23 Decía entonces ante todos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame,
24 porque el que quiera salvar su alma, la perderá, pero el que pierda su alma por causa de mí, la salvará.
25 Porque ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma o sufre pérdida?
26 Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en la gloria de su Padre junto con sus santos ángeles.
27 Una verdad les digo: Hay algunos de los que están aquí que no experimentarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios.
28 Sucedió, unos ocho días después de estas palabras, que tomando Jesús consigo a Simón, a Jacobo y a Juan, y habiendo subido a un monte a orar,
29 el aspecto de su rostro se transfiguró mientras oraba, y sus vestidos se tornaron tan blancos que resplandecían.
30 Y he aquí que dos varones conversaban con Él: eran Moisés y Elías,
31 quienes aparecieron en gloria y hablaban acerca de su partida, la cual Él habría de cumplir en Jerusalén.
32 Simón y los que se hallaban con él estaban cargados de sueño, pero manteniéndose apenas despiertos vieron su gloria y a los dos varones que estaban con Él.
33 Al empezar ellos a retirarse de Él, Simón dijo a Jesús: Maestro, es conveniente para nosotros que permanezcamos aquí. Hagamos tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, pero no sabía lo que decía.
34 Y mientras decía esto, vino una nube y los cubrió, y sintieron miedo al ver que Moisés y Elías entraron en la nube.
35 Entonces surgió una voz de la nube que decía: Éste es mi Hijo amado, a Él obedezcan.
36 Después de que surgió la voz, Jesús se encontraba solo, y ellos guardaron silencio, y en aquellos días a nadie dijeron nada de lo que habían visto.
37 Sucedió al siguiente día, que al ir descendiendo del monte, una gran multitud salió a su encuentro.
38 Y un varón de entre la multitud gritó, diciendo: ¡Maestro! ¡Te imploro que voltees hacia mí! Éste es mi hijo único,
39 y un espíritu se posesiona de él y grita súbitamente, rechina los dientes y echa espumarajos, y difícilmente se aparta de él después de haberlo atormentado,
40 por lo cual supliqué a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron.
41 Y respondió Jesús, diciendo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes y les predicaré? Trae acá a tu hijo.
42 Y cuando lo acercaba, el espíritu maligno lo derribó haciendo que se convulsionara, pero reprendiendo Jesús al espíritu inmundo, restauró al muchacho, y se lo entregó a su padre.
43 Y todos ellos estaban atónitos por la grandeza de Dios. Y mientras todos se admiraban por todo lo que Jesús hacía, Él dijo a sus discípulos:
44 Afirmen estas palabras en sus oídos, porque el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
45 Pero ellos no comprendieron esta declaración, porque les estaba encubierta para que no la percibieran, y tenían temor de preguntarle acerca de esta declaración.
46 Y surgió en ellos la inquietud sobre quién en realidad sería el mayor entre ellos,
47 pero conociendo Jesús la intención de su corazón, tomó a un niño y lo puso a su lado,
48 y les dijo: Cualquiera que acepte a un niño como éste en mi Nombre, a mí me acepta, y el que a mí me acepta, acepta al que me envió, porque el que sea inferior entre todos ustedes, ése será el mayor.
49 Contestando Juan, dijo: Maestro nuestro, vimos a uno que expulsaba espíritus malignos en tu Nombre y se lo impedimos, porque no viene con nosotros para seguirte.
50 Jesús les dijo: No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes.
51 Sucedió que al cumplirse los días de su ascensión, se dispuso firmemente para ir a Jerusalén,
52 y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron a una aldea de los samaritanos para hacerle los preparativos,
53 pero no lo recibieron porque Él se había dispuesto firmemente para ir a Jerusalén.
54 Al ver esto sus discípulos Jacobo y Juan, le dijeron: Señor nuestro, ¿quieres que ordenemos que descienda fuego del cielo y los consuma, tal como lo hizo Elías?
55 Pero Él se volvió, y reprendiéndolos dijo: Ustedes no se dan cuenta de qué espíritu son,
56 porque el Hijo del Hombre no vino para destruir almas, sino para salvarlas. Y se marcharon a otra aldea.
57 Y cuando iban ellos por el camino, cierto varón le dijo: Señor mío, te seguiré adondequiera que vayas.
58 Jesús le dijo: Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.
59 A otro dijo: Sígueme. Pero él le contestó: Señor mío, déjame primero que vaya a sepultar a mi padre.
60 Jesús le dijo: Deja que los muertos sepulten a sus muertos, y tú ve a proclamar el reino de Dios.
61 Otro le dijo: Te seguiré, Señor mío, pero déjame que vaya primero a despedirme de mi familia y enseguida iré.
62 Jesús le dijo: El que poniendo su mano en el arado, mira atrás de sí, no es apto para el reino de Dios.


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Introducción a Lucas

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