II Reyes  7 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 20 versitos |
1 Eliseo respondió: Escucha la Palabra del Señor. Así dice el Señor: Mañana a estas horas siete litros de flor de harina valdrán diez gramos, y catorce litros de cebada diez gramos en el mercado de Samaría.
2 El escudero del rey, en cuyo brazo se apoyaba el soberano, le replicó: Suponiendo que el Señor abriese las compuertas del cielo, ¿se cumpliría esa profecía? Eliseo le respondió: ¡Lo verás, pero no lo catarás!
3 Junto a la entrada de la ciudad había cuatro leprosos. Y se dijeron: ¿Qué hacemos aquí esperando la muerte?
4 Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos dentro, porque aprieta el hambre; y si nos quedamos aquí, moriremos lo mismo. ¡Venga, vamos a pasarnos a los sirios! Si nos dejan con vida, viviremos; y si nos matan, moriremos.
5 Al oscurecer se pusieron en camino hacia el campamento sirio. Llegaron a las avanzadas del campamento, y... ¡allí no había nadie!
6 Es que el Señor había hecho oír al ejército sirio un fragor de carros y caballos, el fragor de un ejército poderoso, y se habían dicho unos a otros: ¡El rey de Israel ha pagado a los reyes hititas y a los egipcios para atacarnos!
7 Y así, al oscurecer, abandonando tiendas, caballos, burros y el campamento tal como estaba, emprendieron la fuga para salvar la vida.
8 Los leprosos llegaron a las avanzadas del campamento; entraron en una tienda, comieron y bebieron; se llevaron plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se llevaron más cosas de allí y fueron a esconderlas.
9 Pero comentaron: Estamos haciendo algo que no está bien. Hoy es un día de alegría. Si nos callamos y esperamos a que amanezca, resultaremos culpables. Venga, vamos a palacio a avisar.
10 Al llegar, llamaron a los centinelas de la ciudad y les informaron: Hemos ido al campamento sirio, y allí no hay nadie ni se oye a nadie; sólo caballos atados, burros atados y las tiendas tal como estaban.
11 Los centinelas gritaron, transmitiendo la noticia al interior de palacio.
12 El rey se levantó de noche y comentó con sus ministros: Voy a decirles lo que nos han organizado los sirios: como saben que pasamos hambre se han ido del campamento a esconderse en descampado, pensando que cuando salgamos nos apresarán vivos y entrarán en la ciudad.
13 Entonces uno de los ministros propuso: Cojamos cinco caballos de los que quedan en la ciudad, y los mandamos a ver qué pasa; total, si se salvan, serán como la tropa que todavía vive; si mueren, serán como los que ya han muerto.
14 Eligieron dos jinetes, y el rey les mandó seguir al ejército sirio, diciendo: Id a ver qué pasa.
15 Ellos los siguieron hasta el Jordán: todo el camino estaba sembrado de ropa y material abandonado por los sirios al huir a toda prisa. Volvieron a informar al rey.
16 Y entonces toda la gente salió a saquear el campamento sirio. Y siete litros de flor de harina se pagaron a diez gramos, y catorce de cebada a diez gramos también, como había dicho el Señor.
17 El rey había encargado vigilar la entrada a su escudero, en cuyo brazo se apoyaba. La gente lo pisoteó al salir por la puerta, y murió, como había dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a verlo,
18 pues cuando el hombre de Dios dijo al rey que al día siguiente, a la misma hora, catorce litros de cebada valdrían diez gramos, y siete litros de flor de harina diez gramos en el mercado de Samaría,
19 el escudero le replicó que, aun suponiendo que el Señor abriese las compuertas del cielo, aquella profecía no se cumpliría, y entonces Eliseo le dijo: ¡Lo verás, pero no lo catarás!
20 Eso fue lo que pasó: la gente lo pisoteó en la entrada, y murió.

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Introducción a II Reyes 

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