Nehemías 5 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 19 versitos |
1 La gente sencilla, sobre todo las mujeres, empezaron a protestar enérgicamente contra sus hermanos judíos.
2 Unos decían: Tenemos muchos hijos e hijas; que nos den trigo para comer y seguir con vida.
3 Otros: Pasamos tanta hambre, que tenemos que hipotecar nuestros campos, viñedos y casas para conseguir trigo.
4 Y otros: Hemos tenido que pedir dinero prestado para pagar el impuesto real.
5 Somos iguales que nuestros hermanos, nuestros hijos son como los suyos, y, sin embargo, debemos entregar como esclavos a nuestros hijos e hijas; a algunas de ellas incluso las han deshonrado, sin que podamos hacer nada, porque nuestros campos y viñas están en manos ajenas.
6 Cuando me enteré de sus protestas y de lo que sucedía,
7 me indigné y, sin poder contenerme, me encaré con los notables y las autoridades. Les dije: Os estáis portando con vuestros hermanos como usureros. Convoqué contra ellos una asamblea general,
8 y les dije: Nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, rescatamos a nuestros hermanos judíos vendidos a los paganos. Y vosotros vendéis a vuestros hermanos para que luego nos los vendan a nosotros. Se quedaron cortados, sin respuesta,
9 y yo seguí: No está bien lo que hacen. Sólo respetando a nuestro Dios evitarán el desprecio de nuestros enemigos, los paganos.
10 También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y trigo. Olvidemos esa deuda.
11 Devolvedles hoy mismo sus campos, viñas, olivares y casas, y perdonadles el dinero, el trigo, el vino y el aceite que les habéis prestado.
12 Respondieron: Se lo devolveremos sin exigir nada. Haremos lo que dices. Entonces llamé a los sacerdotes para que les tomasen juramento de que cumplirían su palabra.
13 Luego me despojé de mi manto, diciendo: Así despoje Dios de su casa y de sus bienes al que no cumpla su palabra, y que se quede despojado y sin nada. Toda la asamblea respondió: Amén. Y alabó al Señor. El pueblo cumplió lo prometido.
14 Dicho sea de paso, desde el día en que me nombraron gobernador de Judá, cargo que ocupé durante doce años, desde el veinte hasta el treinta y dos del rey Artajerjes, ni yo ni mis hermanos comimos a expensas del cargo.
15 En cambio los gobernadores anteriores gravaban al pueblo, exigiéndole cada día cuatrocientos gramos de plata en concepto de pan y vino, y también sus servidores oprimían a la gente.
16 Además, trabajé personalmente en la muralla, aunque yo no era terrateniente, y todos mis criados se pasaban el día en la obra. Pero yo no obré así por respeto al Señor.
17 A mi mesa se sentaban ciento cincuenta nobles y consejeros, sin contar los que venían de los países vecinos.
18 Cada día se aderezaba un toro, seis ovejas escogidas y aves; cada diez días encargaba vino de toda clase en abundancia. Y a pesar de esto nunca reclamé la pensión que me correspondía como gobernador, porque bastante agobiado estaba ya el pueblo.
19 Dios mío, acuérdate para mi bien de todo lo que hice por esta gente.

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Introducción a Nehemías

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