Lucas 10 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 42 versitos |
1 Después de esto designó el Señor a otros setenta [y dos y los envió por delante, de dos [en dos , a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir.
2 Les decía: La mies es abundante pero los braceros son pocos. Rogad al amo de la mies que envíe braceros a su mies.
3 Marchad, que yo os envío como ovejas entre lobos.
4 No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias. Por el camino no saludéis a nadie.
5 Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa.
6 Si hay allí gente de paz, descansará sobre ella vuestra paz. De lo contrario, tornará a vosotros.
7 Quedaos en esa casa, comiendo y bebiendo lo que haya; pues el trabajador tiene derecho a su sustento. No paséis de casa en casa.
8 Si entráis en una ciudad y os reciben, comed de lo que os sirvan.
9 Sanad a los enfermos que haya y decidles: Ha llegado a vosotros el reinado de Dios.
10 Si entráis en una ciudad y no os reciben, salid a las calles y decid:
11 Aun el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos y os lo devolvemos. Con todo, sabed que ha llegado el reinado de Dios.
12 Os digo que aquel día la suerte de Sodoma será más llevadera que la de aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo habrían hecho penitencia, sentados con sayal y ceniza.
14 Y así, la suerte de Tiro y Sidón en el juicio será más llevadera que la vuestra.
15 Y tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? Pues caerás hasta el abismo.
16 Y dijo a sus discípulos: Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os desprecia a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me envió.
17 Volvieron los setenta [y dos muy contentos y dijeron: Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían.
18 Les contestó: Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo.
19 Mirad, os he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y sobre toda la fuerza del enemigo, y nada os hará daño.
20 Con todo, no os alegréis de que los espíritus se os sometan, sino de que vuestros nombres están registrados en el cielo.
21 En aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo: ¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección.
22 Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
23 Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
24 Os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
25 En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
26 Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?
27 Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo.
28 Entonces le dijo: Has respondido correctamente: obra así y vivirás.
29 Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Jesús le contestó: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto.
31 Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo.
32 Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo.
33 Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció.
34 Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó.
35 Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta.
36 ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?
37 Contestó: El que lo trató con misericordia. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.
38 Yendo de camino, entró Jesús en una aldea. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
39 Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras;
40 Marta se afanaba en múltiples servicios. Hasta que se paró y dijo: Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en esta tarea? Dile que me ayude.
41 El Señor le replicó: Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas,
42 cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán.

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