Judith 5 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 24 versitos |
1 A Holofernes, comandante en jefe del ejército asirio, le llegó el aviso de que los israelitas se estaban preparando para la guerra: habían bloqueado los desfiladeros de la montaña, fortificado las cumbres de los montes más altos y llenado de obstáculos las llanuras.
2 Holofernes se enfureció. Convocó a todos los jefes moabitas, a los generales amonitas y a todos los gobernadores del litoral,
3 y les habló así: Cananeos: decidme qué gente es ésa de la sierra, qué ciudades tienen, con qué fuerzas cuentan y en qué basan su poder y su fuerza, qué rey les gobierna y manda su ejército
4 y por qué no se han dignado venir a mi encuentro, a diferencia de lo que han hecho todos los pueblos de occidente.
5 Ajior, jefe de todos los amonitas, le respondió: Escucha, alteza, lo que dice tu siervo. Te diré la verdad sobre ese pueblo que vive en la sierra, ahí cerca. Tu siervo no mentirá.
6 Esa gente desciende de los caldeos.
7 Al principio estuvieron en Mesopotamia; por no querer seguir a los dioses de sus antepasados, que residían en Caldea,
8 abandonaron la religión de sus padres y adoraron al Dios del Cielo, al que ellos reconocían por Dios; pero los caldeos los expulsaron de la presencia de sus dioses, y tuvieron que huir a Mesopotamia. Allí residieron mucho tiempo;
9 pero su Dios les mandó salir de allí y marchar al país de Canaán, donde se establecieron, y se enriquecieron con oro, plata y muchísimo ganado.
10 Después bajaron a Egipto a causa de un hambre que se abatió sobre el país de Canaán, y allí se estuvieron mientras encontraron alimento. Allí crecieron mucho, hasta ser un pueblo innumerable.
11 Pero el rey de Egipto se levantó contra ellos y los explotó astutamente obligándolos a fabricar adobes, humillándolos y esclavizándolos.
12 Ellos gritaron a su Dios, y él castigó a todo el país de Egipto con plagas insanables; así, los egipcios los expulsaron de su presencia.
13 Dios secó ante ellos el Mar Rojo
14 y los condujo por el camino del Sinaí y de Cades Barne. Expulsaron a todos los moradores del desierto,
15 se asentaron en el país amorreo y exterminaron por la fuerza a todos los de Jesbón. Luego pasaron el Jordán y tomaron posesión de toda la sierra,
16 después de expulsar a los cananeos, fereceos, jebuseos, a los de Siquén y a todos los guirgaseos, y residieron allí mucho tiempo.
17 Mientras no pecaron contra su Dios, prosperaron, porque estaba con ellos un Dios que odia la injusticia.
18 Pero cuando se apartaron del camino que les había señalado, fueron destrozados con muchas guerras y deportados a un país extranjero; el templo de su Dios fue arrasado, y sus ciudades, conquistadas por el enemigo.
19 Pero ahora se han convertido a su Dios; han vuelto de la dispersión, han ocupado Jerusalén, donde está su templo, y repoblado la sierra, que había quedado desierta.
20 Así que, alteza, si esa gente se ha desviado pecando contra su Dios, comprobemos esa caída y subamos a luchar contra ellos.
21 Pero si no han pecado, déjalos, no sea que su Dios y Señor los proteja y quedemos mal ante todo el mundo.
22 Cuando Ajior acabó, se levantaron protestas de todos los que estaban de pie en torno a la tienda. Los oficiales de Holofernes, todos los del litoral y los moabitas querían despedazarlo:
23 ¡No tenemos miedo a los israelitas! Son un pueblo sin ejército ni fuerza para aguantar un combate duro.
24 ¡Vamos allá! Serán un bocado para tu ejército, general Holofernes.

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Introducción a Judith

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