II Reyes  23 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 37 versitos |
1 El rey ordenó que se presentasen ante él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
2 Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo.
3 Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escritas en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza.
4 Luego mandó el rey al sumo sacerdote Jelcías, al vicario y a los porteros que sacaran del templo todos los utensilios fabricados para Baal, Astarté y todo el ejército del cielo. Los quemó fuera de Jerusalén, en los campos del Cedrón, y llevaron las cenizas a Betel.
5 Suprimió a los sacerdotes establecidos por los reyes de Judá para quemar incienso en los altozanos de las poblaciones de Judá y alrededores de Jerusalén, y a los que ofrecían incienso a Baal, al sol y a la luna, a los signos del zodíaco y al ejército del cielo.
6 Sacó del templo la estela y la llevó fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón la quemó junto al torrente y la redujo a cenizas, que echó a la fosa común.
7 Derribó las habitaciones del templo dedicadas a la prostitución sagrada, donde las mujeres tejían mantos para Astarté.
8 Hizo venir de las poblaciones de Judá a todos los sacerdotes y, desde Guibeá hasta Berseba, profanó los altozanos donde estos sacerdotes ofrecían incienso. Derribó la capilla de los sátiros que había a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a mano izquierda según se entra.
9 Pero a los sacerdotes de las ermitas no se les permitía subir al altar del Señor en Jerusalén, sino que sólo comían panes ázimos entre sus hermanos.
10 Profanó el horno del valle de Ben-Hinón, para que nadie quemase a su hijo o su hija en honor de Moloc.
11 Hizo desaparecer los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, en la entrada del templo, junto a la habitación del eunuco Natanmélec, en las dependencias del templo; quemó el carro del sol.
12 También derribó los altares en la azotea de la galería de Acaz, construidos por los reyes de Judá, y los altares construidos por Manasés en los dos atrios del templo; los trituró y esparció el polvo en el torrente Cedrón.
13 Profanó las ermitas que miraban a Jerusalén, al sur del monte de los Olivos, construidas por Salomón, rey de Israel, en honor de Astarté, ídolo abominable de los fenicios; Camós, ídolo abominable de Moab y Milcom, ídolo abominable de los amonitas.
14 Destrozó los cipos, cortó las estelas y llenó su emplazamiento con huesos humanos.
15 Derribó también el altar de Betel y el santuario construido por Jeroboán, hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel. Lo trituró hasta reducirlo a polvo, y quemó la estela.
16 Al darse la vuelta, Josías vio los sepulcros que había allí en el monte; entonces envió a recoger los huesos de aquellos sepulcros, los quemó sobre el altar y los profanó, según la Palabra del Señor anunciada por el profeta, cuando Jeroboán, en la fiesta, estaba en pie ante el altar. Al darse la vuelta, el rey levantó la vista hacia el sepulcro del profeta que había anunciado estos sucesos,
17 y preguntó: ¿Qué es aquel mausoleo que estoy viendo? Los de la ciudad le respondieron: Es el sepulcro del profeta que vino de Judá y anunció lo que acabas de hacer con el altar de Betel.
18 Entonces el rey ordenó: ¡Dejadlo! Que nadie remueva sus huesos. Así se conservaron sus huesos junto con los del profeta que había venido de Samaría.
19 Josías hizo desaparecer también todas las ermitas de los altozanos que había en las poblaciones de Samaría, construidas por los reyes de Israel para irritar al Señor; hizo con ellos lo mismo que en Betel.
20 Sobre los altares degolló a los sacerdotes de las ermitas que había allí, y quemó encima huesos humanos. Luego se volvió a Jerusalén,
21 y ordenó al pueblo: Celebrad la Pascua en honor del Señor, vuestro Dios, como está prescrito en este libro de la alianza.
22 No se había celebrado una Pascua semejante desde el tiempo en que los jueces gobernaban a Israel ni durante todos los reyes de Israel y Judá.
23 Fue el año dieciocho del reinado de Josías cuando se celebró aquella Pascua en Jerusalén en honor del Señor.
24 Para cumplir las cláusulas de la ley, escritas en el libro que el sacerdote Jelcías encontró en el templo, Josías extirpó también a los nigromantes y adivinos, ídolos, fetiches y todas las monstruosidades que se veían en territorio de Judá y en Jerusalén.
25 Ni antes ni después hubo un rey como él, que se convirtiera al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, conforme en todo con la ley de Moisés.
26 Sin embargo, el Señor no aplacó su furor contra Judá, por lo mucho que le había irritado Manasés.
27 El Señor dijo: También a Judá la apartaré de mi presencia, como hice con Israel; y repudiaré a Jerusalén, mi ciudad elegida, y al templo en que determiné establecer mi Nombre.
28 Para más datos sobre Josías y sus empresas, véanse los Anales del reino de Judá.
29 En su tiempo, el faraón Necó, rey de Egipto, subió a ver al rey de Asiria, camino del Éufrates. El rey Josías salió a hacerle frente, y Necó lo mató en Meguido, al primer encuentro.
30 Sus siervos pusieron el cadáver en un carro, lo trasladaron de Meguido a Jerusalén y lo enterraron en su sepulcro. Entonces la gente tomó a Joacaz, hijo de Josías, lo ungieron y lo nombraron rey sucesor.
31 Cuando Joacaz subió al trono tenía veintitrés años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías, natural de Libna.
32 Joacaz hizo lo que el Señor reprueba, igual que sus antepasados.
33 El faraón Necó lo encarceló en Ribla, provincia de Jamat, para impedirle reinar en Jerusalén, e impuso al país un tributo de tres mil kilos de plata y treinta de oro.
34 El faraón Necó nombró rey a Eliacín, hijo de Josías, como sucesor de su padre, Josías, y le cambió el nombre por el de Joaquín. A Joacaz se lo llevó a Egipto, donde murió.
35 Joaquín entregó al faraón la plata y el oro, pero para ello tuvo que imponer una contribución a la nación: cada uno, según su tarifa, pagó la plata y el oro que había que entregar al faraón.
36 Cuando Joaquín subió al trono tenía veinticinco años, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Zebida, hija de Fedayas, natural de Rumá.
37 Hizo lo que el Señor reprueba, igual que sus antepasados.

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