Nehemías 13 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 31 versitos |
1 Por entonces, leyendo al pueblo el libro de Moisés, encontramos escrito: Los amonitas y moabitas nunca podrán pertenecer a la comunidad de Dios,
2 porque no socorrieron a los israelitas con pan y agua, sino que contrataron a Balaán para que los maldijese aunque nuestro Dios cambió la maldición en bendición.
3 Cuando lo escucharon apartaron de Israel a la masa de extranjeros.
4 Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de las dependencias del templo y pariente de Tobías,
5 le había acondicionado a éste una habitación espaciosa, en la que antes solían guardarse las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del trigo, del vino y del aceite debido a los levitas, cantores y porteros, y la contribución para los sacerdotes.
6 En ese momento no me encontraba yo en Jerusalén, porque el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, fui a ver a su majestad; al cabo de cierto tiempo, con el permiso del rey,
7 volví a Jerusalén y advertí la maldad que había cometido Eliasib acondicionándole a Tobías una habitación en los atrios del templo.
8 Me pareció muy mal, mandé sacar de la habitación todas las cosas de Tobías,
9 ordené que la purificasen y volví a guardar allí los utensilios del templo, las ofrendas y el incienso.
10 Supe también que los levitas no habían percibido sus porciones y que por eso los levitas y los cantores encargados del culto se habían marchado a sus campos.
11 Me encaré con las autoridades y les dije: ¿Por qué descuidasteis el templo? Mandé reunir a los levitas y volvieron a ocupar sus puestos.
12 Todos los judíos trajeron a los almacenes el diezmo del trigo, del vino y del aceite.
13 Puse al frente de los almacenes al sacerdote Selemías, al sacerdote Sadoc y al levita Fedayas, ayudados por Janán, hijo de Zacur, hijo de Matanías, que tenían fama de honrados; se encargaron de distribuir las porciones a sus hermanos.
14 Tenme esto en cuenta, Dios mío, y no olvides mi piedad en favor del templo y de su culto.
15 Vi también por entonces que algunos judíos pisaban las uvas para hacer el vino en sábado, otros hacían gavillas y las cargaban en mulos; e incluso introducían en sábado en Jerusalén vino, uvas, higos y toda clase de cargas. Les eché en cara que vendiesen su mercancía ese día.
16 También los tirios residentes en Jerusalén traían pescado y toda clase de mercancías, y los vendían en sábado a los judíos y en Jerusalén.
17 Me encaré con los notables de Judá, y les dije: ¿Qué hacéis profanando el día del sábado?
18 Es lo mismo que hicieron nuestros padres, y fijaos en el castigo que nos mandó nuestro Dios a nosotros y a esta ciudad. Profanando el sábado acrecentáis su cólera contra Israel.
19 Mandé que se cerrasen las puertas de Jerusalén al caer la tarde antes del sábado, con orden de no abrirlas hasta pasado el sábado. Y puse en las puertas a algunos de mis criados para que no entrase ninguna carga en día de sábado.
20 Pero algunos comerciantes y mercaderes diversos se quedaron a pernoctar fuera de Jerusalén una y otra vez.
21 Les advertí: ¿Por qué dormís frente a la muralla? Como volváis a hacerlo os echo mano. Desde entonces no aparecieron en sábado.
22 Ordené a los levitas que se purificasen y ayudasen a los guardianes de las puertas a santificar el día sábado. Tenme también esto en cuenta, Dios mío, y ten piedad de mí por tu gran misericordia.
23 Por entonces advertí también que algunos judíos se habían casado con mujeres asdoditas, amonitas y moabitas.
24 La mitad de sus hijos hablaban asdodeo u otras lenguas extranjeras, pero no sabían hablar hebreo.
25 Me encaré con ellos, los maldije, golpeé a algunos, les tiré de los pelos y los conjuré solemnemente: No casaréis vuestras hijas con sus hijos ni tomaréis sus hijas para vuestros hijos o para vosotros.
26 Ése fue precisamente el pecado de Salomón, rey de Israel. No había otro rey como él en toda la tierra, y su Dios lo quería tanto que lo hizo rey de todo Israel. Pero incluso a él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras.
27 Que no volvamos a enterarnos de que cometéis la infamia de ofender a nuestro Dios casándoos con extranjeras.
28 Un hijo del sumo sacerdote, Yoyadá, hijo de Eliasib, era yerno del joronita Sambalat. Lo alejé de mi presencia.
29 ¡Acuérdate de esta gente, Dios mío, porque profanaron el sacerdocio y la alianza de los sacerdotes y de los levitas!
30 Yo los purifiqué de todo contacto con extranjeros y restablecí a los sacerdotes y levitas en sus respectivos cargos.
31 También me ocupé de la ofrenda de leña en los tiempos señalados, igual que de las primicias. Acuérdate de mí, Dios mío, para mi bien.

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Introducción a Nehemías

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