Exodo  10 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 29 versitos |
1 El Señor dijo a Moisés: Preséntate al faraón, porque yo lo he puesto terco a él y a su corte, para realizar en medio de ellos mis signos;
2 para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo traté a los egipcios, y los signos que ejecuté en medio de ellos; así sabréis que yo soy el Señor.
3 Moisés y Aarón se presentaron al faraón y le dijeron: Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí y a dejar marchar a mi pueblo para que me rinda culto?
4 Si te niegas a dejar marchar a mi pueblo, mañana enviaré la langosta a tu territorio:
5 cubrirá la superficie de la tierra, de modo que no se vea el suelo; se comerá todo el resto y residuo que se haya salvado del granizo, se comerá todas las plantas que brotan en vuestros campos;
6 llenarán tu casa, las casas de tus ministros y de todos los egipcios; algo que no vieron tus padres ni tus abuelos desde que poblaron la tierra hasta hoy. Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del faraón.
7 Los ministros del faraón dijeron: ¿Hasta cuándo nos estará llevando ése a la ruina? Deja marchar a esa gente para que rinda culto al Señor, su Dios. ¿No acabas de comprender que Egipto se está arruinando?
8 Hicieron volver a Moisés y a Aarón a presencia del faraón, y éste les dijo: Andad a rendir culto al Señor, vuestro Dios, indicando quiénes tienen que ir.
9 Moisés respondió: Tenemos que ir con niños y ancianos, con hijos e hijas, con ovejas y vacas, para celebrar la fiesta del Señor.
10 Él replicó: El Señor os acompañe, si yo os dejo marchar con vuestros niños. Malas intenciones tenéis.
11 No; que vayan los varones a ofrecer culto al Señor; es lo que habéis pedido. Y el faraón los despachó.
12 El Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre Egipto, haz que la langosta invada el país y se coma la hierba y cuanto se ha salvado del granizo.
13 Moisés extendió la vara sobre Egipto. El Señor hizo soplar sobre el país un viento del levante todo el día y toda la noche; a la mañana siguiente,
14 el viento trajo la langosta, que invadió todo Egipto, y se posó por todo el territorio; langosta tan numerosa como no la hubo antes ni la habrá después.
15 Cubrió la superficie, destrozó las tierras, devoró la hierba y todos los frutos, cuanto se había salvado del granizo, y no quedó cosa verde, ni árboles ni hierba, en todo el territorio egipcio.
16 El faraón llamó a toda prisa a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado contra el Señor, vuestro Dios, y contra vosotros.
17 Perdonad mi pecado esta vez, rezad al Señor, vuestro Dios, para que aleje de mí este castigo mortal.
18 Moisés salió de su presencia, y rezó al Señor.
19 El Señor cambió la dirección del viento, que empezó a soplar con toda fuerza del poniente, y se llevó la langosta, empujándola hacia el 41.Rojo: no quedó una sola langosta en todo el territorio.
20 Pero el Señor hizo que el faraón se empeñase en no dejar marchar a los israelitas.
21 El Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, y se extenderá sobre el territorio egipcio una oscuridad palpable.
22 Moisés extendió la mano hacia el cielo, y una densa oscuridad cubrió el territorio egipcio durante tres días.
23 No se veían unos a otros ni se movieron de su sitio durante tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz en sus poblados.
24 El faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Id a ofrecer culto al Señor; también los niños pueden ir con vosotros, pero dejad las ovejas y las vacas.
25 Respondió Moisés: Tienes que dejarnos llevar víctimas para los sacrificios que hemos de ofrecer al Señor Dios nuestro.
26 También el ganado tiene que venir con nosotros, sin quedar ni una res, pues de ello tenemos que ofrecer al Señor, nuestro Dios, y no sabremos qué hemos de ofrecer al Señor hasta que lleguemos allá.
27 Pero el Señor hizo que el faraón se empeñara en no dejarlos marchar.
28 El faraón, entonces, le dijo: Sal de mi presencia, y cuidado con volver a presentarte; si te vuelvo a ver, morirás inmediatamente.
29 Respondió Moisés: Lo que tú digas: no volveré a verte.

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Introducción a Exodo 

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