Ezequiel  21 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 37 versitos |
1 Me dirigió la palabra el Señor:
2 Hijo de Adán, ponte mirando al sur, vaticina al mediodía, profetiza así al bosque austral:
3 ¡Bosque austral, escucha la Palabra del Señor! Esto dice el Señor Dios: Voy a prenderte un fuego que devore tus árboles verdes, tus árboles secos. No se apagará la ardiente llamarada que abrasará todos los terrenos, desde el sur hasta el norte.
4 Y verá todo mortal que yo, el Señor, lo encendí, y no se apagará.
5 Yo entonces repliqué: ¡Ay, Señor Dios! Van diciendo de mí: Es un recitador de fábulas.
6 Me dirigió la palabra el Señor:
7 Hijo de Adán, ponte mirando a Jerusalén, vaticina al templo,
8 di así a la tierra de Israel: Tierra de Israel, esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti, desenvaino la espada para extirpar de ti a inocentes y culpables.
9 Porque tengo que extirpar de ti a inocentes y culpables, por eso sale mi espada de la vaina contra todo mortal, de sur a norte.
10 Y sabrá todo mortal que yo, el Señor, desenvainé mi espada: no volverá a la vaina.
11 Y tú, Hijo de Adán, gime doblando la cintura, gime amargamente a la vista de ellos.
12 Y cuando te pregunten por qué gimes, responderás: Porque al llegar una noticia todos los corazones desmayarán y desfallecerán todos los brazos, todos los espíritus vacilarán y flaquearán todas las rodillas. Mira que llega, que sucede -oráculo del Señor Dios-.
13 Me dirigió la palabra el Señor:
14 Hijo de Adán, profetiza diciendo: Esto dice el Señor: ¡Espada, espada afilada y además bruñida!
15 Afilada para degollar, bruñida para fulgurar. (Ininteligible).
16 La llevaron a bruñir antes de empuñarla; ya está afilada la espada, ya está bruñida, para ponerla en manos del sicario.
17 Grita y ulula, hijo de Adán, porque la blanden contra mi pueblo, contra todos los príncipes de Israel; los han entregado a la espada, junto con mi pueblo; por tanto, golpéate el pecho.
18 (Ininteligible) -oráculo del Señor Dios-.
19 Y tú, Hijo de Adán, profetiza y bate palmas: que se duplique la espada, que se triplique la espada de los acribillados, la espada grande que acribilla, que los tiene acorralados.
20 Para que el corazón tiemble y haya muchos caídos, contra todas sus puertas enderezo la punta de la espada, hermanada con el rayo, desnuda para la matanza.
21 Da estocadas a diestra y tajos a siniestra: donde tu hoja sea requerida.
22 También yo batiré palmas y desfogaré mi rabia. Yo, el Señor, he hablado.
23 Me dirigió la palabra el Señor:
24 Y tú, Hijo de Adán, traza dos rutas para la espada del rey de Babilonia; las dos arrancarán del mismo país.
25 Pon una señal en el arranque de cada ruta para la espada: A Rabat de los amonitas; a Judá, que tiene en Jerusalén su plaza fuerte.
26 Ha hecho alto el rey de Babilonia en la bifurcación de la calzada, donde se dividen las dos rutas, para consultar el vaticinio: baraja las flechas, pregunta a los ídolos, inspecciona el hígado.
27 Ya tiene en su mano derecha el vaticinio: ¡A Jerusalén! ¡A prorrumpir en alaridos y lanzar gritos de combate, a emplazar arietes contra las puertas, a hacer un terraplén y construir torres de asalto!
28 Les pareció falso el vaticinio, porque les habían jurado vasallaje; pero él los acusará y los arrestará.
29 Por tanto, así dice el Señor Dios: Porque os denuncian vuestra culpa y se descubren vuestros delitos; porque quedan patentes vuestros pecados y todos vuestros crímenes; porque estáis procesados, os arrestarán por la fuerza.
30 Y a ti, malhechor infame, príncipe de Israel, cuyo día ha llegado, la hora del castigo final,
31 esto dice el Señor Dios: ¡Fuera el turbante, quítate la corona! Esto ya no es esto: lo alto es bajo, lo bajo es alto;
32 caos, caos, todo lo convierto en caos. Pero esto no sucederá hasta que llegue el que ha de ejecutar la sentencia que yo le he encargado.
33 Y tú, Hijo de Adán, profetiza: Esto dice el Señor Dios contra los amonitas y contra sus sarcasmos: ¡Espada, espada desenvainada para la matanza, bruñida para fulgurar!
34 De ti, en visiones falsas, vaticinan patrañas. ¡Que te apliquen al cuello de los malhechores infames, cuyo día ha llegado, la hora del castigo final!
35 ¡Vuelve a la vaina! En el mismo lugar donde fuiste forjada, en tu país natal, te juzgaré;
36 derramaré mi furor sobre ti, atizaré contra ti el fuego de mi furia y te entregaré en poder de hombres bárbaros, artesanos del exterminio.
37 Serás pasto del fuego, tu sangre caerá en tu propia tierra. Jamás serás nombrada, porque yo, el Señor, he hablado.

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Introducción a Ezequiel 

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