Mateo 15 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 39 versitos |
1 Entonces unos fariseos y letrados de Jerusalén se acercaron a Jesús y le preguntaron:
2 ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los mayores? Pues no se lavan las manos antes de comer.
3 Él les respondió: ¿Y por qué vosotros quebrantáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición?
4 Pues Dios mandó: Sustenta a tu padre y a tu madre. El que abandona a su padre o su madre es reo de muerte.
5 Vosotros, en cambio, decís: Si uno declara a su padre o su madre que los bienes que tenía para ayudarlos es ofrenda sagrada,
6 queda libre de la obligación de sustentarlos. Y así en nombre de vuestra tradición invalidáis el precepto de Dios.
7 ¡Hipócritas! Qué bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo:
8 Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí;
9 el culto que me dan es inútil, pues la doctrina que enseñan son preceptos humanos.
10 Y llamando a la gente, les dijo: Escuchad y atended:
11 No contamina al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella; eso es lo que realmente contamina al hombre.
12 Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír lo que has dicho?
13 Él respondió: Toda planta que no plantó mi Padre del cielo será arrancada.
14 Dejadlos: son ciegos y guías de ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en un hoyo.
15 Pedro contestó: Explícanos [esta comparación.
16 Él les dijo: ¿También vosotros seguís sin entender?
17 ¿No veis que lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se expulsa en el retrete?
18 En cambio, lo que sale por la boca brota del corazón; y eso sí que contamina al hombre.
19 Pues del corazón salen pensamientos malvados, asesinatos, adulterios, fornicación, robos, perjurios, blasfemias.
20 Esto sí que contamina al hombre y no el comer sin lavarse las manos.
21 Desde allí se marchó a la región de Tiro y Sidón.
22 Una mujer cananea de la zona salió gritando: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es atormentada por un demonio.
23 Él no respondió una palabra. Se acercaron los discípulos y le suplicaron. Señor, atiéndela, para que no siga gritando detrás de nosotros.
24 Él contestó: ¡He sido enviado solamente a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel!
25 Pero ella se acercó y se postró ante él diciendo: ¡Señor, ayúdame!
26 Él respondió: No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos.
27 Ella replicó: Es verdad, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños.
28 Entonces Jesús le contestó: Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos. Y en aquel momento, su hija quedó sana.
29 Desde allí se dirigió al lago de Galilea, subió a un monte y se sentó.
30 Acudió una gran multitud que traía cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos enfermos. Los colocaban a sus pies y él los sanaba.
31 La gente quedaba admirada al ver que los mudos hablaban, los cojos caminaban, los lisiados quedaban sanados y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
32 Jesús llamó a los discípulos y les dijo: Me compadezco de esta gente, porque llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.
33 Le dijeron los discípulos: ¿Dónde podríamos, en un lugar tan despoblado como éste, conseguir suficiente pan para toda esta gente?
34 Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos le contestaron: Siete y algunos pescaditos.
35 Él ordenó a la gente que se sentara en el suelo.
36 Tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, partió el pan y se lo dio a los discípulos; éstos se los dieron a la multitud.
37 Comieron todos hasta quedar satisfechos; y con los restos llenaron siete cestos.
38 Los que habían comido eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.
39 Luego despidió a la multitud, subió a la barca y se dirigió al territorio de Magadán.

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