Lucas 5 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 39 versitos |
1 La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret.
2 Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes.
3 Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca.
4 Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Boga lago adentro y echa las redes para pescar.
5 Le replicó Simón: Maestro, hemos bregado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes.
6 Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes.
7 Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
8 Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!
9 Pues el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado.
10 Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón: No temas, en adelante serás pescador de hombres.
11 Entonces, atracando las barcas en tierra, lo dejaron todo y le siguieron.
12 Mientras Jesús se encontraba en un pueblo se presentó un leproso; el cual, viendo a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicaba: Señor, si quieres, puedes sanarme.
13 Extendió la mano y le tocó, diciendo: Lo quiero, queda sano. Al punto se le fue la lepra.
14 Y Jesús le ordenó: No se lo digas a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
15 Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de sus enfermedades.
16 Pero él se retiraba a lugares solitarios a orar.
17 Un día en que estaba enseñando asistían sentados unos fariseos y doctores de la ley que habían acudido de todas las aldeas de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él poseía fuerza del Señor para sanar.
18 Unos hombres, que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús.
19 Al no hallar modo de meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Jesús.
20 Viendo su fe, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Los fariseos y los letrados se pusieron a discurrir: ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién, fuera de Dios, puede perdonar pecados?
22 Jesús, leyendo sus pensamientos, les respondió: ¿Por qué pensáis así?
23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: se te perdonan los pecados, o decir: levántate y camina?
24 Pues para que sepáis que este Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados dijo al paralítico , yo te digo: levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa.
25 Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios.
26 El estupor se apoderó de todos y daban gloria a Dios; sobrecogidos decían: Hoy hemos visto cosas increíbles.
27 Al salir vio a un recaudador, llamado Leví, sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dijo: Sígueme.
28 Dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Leví le ofreció un gran banquete en su casa. Había un gran número de recaudadores y otras personas sentados a la mesa con ellos.
30 Los fariseos y letrados murmuraban y preguntaban a los discípulos: ¿Cómo es que coméis y bebéis con recaudadores y pecadores?
31 Jesús les replicó: No tienen necesidad del médico los que tienen buena salud, sino los enfermos.
32 No vine a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan.
33 Ellos le dijeron: Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben.
34 Jesús les contestó: ¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos?
35 Llegará un día en que les arrebaten el novio, entonces ayunarán.
36 Y les propuso una comparación: Nadie rasga un retazo de un manto nuevo para remendar uno viejo. Pues sería arruinar el nuevo, y el remiendo del nuevo no le cae bien al viejo.
37 Nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres, se derramaría y los odres se echarían a perder.
38 El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.
39 Nadie que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo; pues dice: bueno es el viejo.

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