Hechos 28 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 31 versitos |
1 Ya a salvo pudimos identificar la isla de Malta.
2 Los nativos nos trataron con desacostumbrada amabilidad. Como llovía y hacía frío encendieron una hoguera y nos acogieron.
3 Mientras Pablo recogía un haz de leña y la arrimaba al fuego, una víbora, ahuyentada por el calor, se agarró a la mano de Pablo.
4 Cuando los nativos vieron el animal colgado de su mano, comentaban: 39.asesino tiene que ser este hombre que se ha salvado del mar y la justicia divina no lo deja vivir.
5 Pero él sacudió el animal en el fuego y no sufrió daño alguno.
6 Ellos esperaban que se hinchase o cayese muerto de repente. Tras mucho esperar, y viendo que no le sucedía nada de particular, cambiaron de opinión y decían que era un dios.
7 En aquella región tenía una finca el gobernador de la isla, llamado Publio. Nos hospedó amablemente tres días.
8 El padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería. Pablo se acercó a él, oró, le impuso las manos y lo sanó.
9 Como consecuencia del suceso, los demás enfermos de la isla acudían y se sanaban.
10 Nos colmaron de honores y, al marcharnos, nos proveyeron de lo necesario.
11 Al cabo de tres meses zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y estaba dedicada a los Dióscuros.
12 Arribamos a Siracusa donde nos detuvimos tres días.
13 Desde allí dando una vuelta alcanzamos Regio. Al cabo de un día se levantó un viento sur y en dos días llegamos a Pozzuoli.
14 Encontramos unos hermanos que nos invitaron a quedarnos con ellos una semana. Así llegamos a Roma.
15 Los hermanos de allí, al oír noticias nuestras, salieron a recibirnos al Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo al verlos dio gracias a Dios y cobró ánimo.
16 Llegados a Roma permitieron a Pablo alojarse por su cuenta con el soldado de guardia.
17 Pasados tres días convocó a los judíos principales y cuando se reunieron les habló: Hermanos, aunque no hice nada contra el pueblo o las costumbres paternas, los de Jerusalén me entregaron preso a los romanos.
18 Éstos me examinaron y, al no hallar en mí ningún delito capital, decidieron dejarme libre.
19 Se opusieron los judíos y yo me vi obligado a apelar al emperador, sin intención de acusar a mi nación.
20 Por este motivo los he llamado para veros y hablaros. Pues por la esperanza de Israel me encuentro encadenado.
21 Le respondieron: Nosotros no hemos recibido de Judea cartas acerca de ti ni ha llegado ningún hermano con noticias o hablando mal de ti.
22 Con todo, nos gustaría escuchar lo que piensas, pues estamos informados de que por todas partes se habla contra esa secta.
23 Señalaron una fecha y acudieron muchos a su alojamiento. Desde la mañana hasta el atardecer les declaraba y explicaba sobre el reinado de Dios, y apelando a la ley de Moisés y a los profetas intentaba persuadirlos acerca de Jesús.
24 Unos se dejaban convencer, otros se resistían a creer.
25 Cuando se despedían sin ponerse de acuerdo, Pablo pronunció su última palabra: ¡Qué bien habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías!:
26 Ve a ese pueblo y dile: Oír oiréis pero sin entender; mirar miraréis pero sin ver.
27 Se ha embotado la mente de ese pueblo: con los oídos apenas oyen, los ojos se los han tapado, para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente, para convertirse de modo que yo los sane.
28 Pues sabed que esta salvación de Dios se envía a los paganos, y ellos escucharán.
29 [[Y después de haber dicho esto, los judíos se fueron discutiendo fuertemente entre sí.
30 Pablo vivió dos años enteros a costa propia. Recibía a cuantos acudían a él
31 y proclamaba el reinado de Dios y enseñaba lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad y sin estorbo.

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