Deuteronomio  9 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 29 versitos |
1 Escucha, Israel, tú vas a cruzar hoy el Jordán para conquistar pueblos más grandes y fuertes que tú, ciudades más grandes y fortificadas que el cielo;
2 un pueblo numeroso y corpulento, los anaquitas, que conoces de oídas, por aquello: ¿Quién resistirá a los hijos de Anac?
3 Así sabrás hoy que el Señor, tu Dios, es quien cruza al frente de ti, como fuego voraz, y los destrozará, y los derrotará ante ti, para que tú los desalojes y destruyas rápidamente, como te prometió el Señor.
4 Cuando el Señor, tu Dios, los expulse ante ti, no digas: Por mi justicia me trajo el Señor a tomar posesión de esta tierra, y por la injusticia de esos pueblos, el Señor los despoja ante mí.
5 Si tú vas a conquistar esas tierras no es por tu justicia y honradez, sino que el Señor, tu Dios, despoja a esos pueblos por su injusticia y para mantener la palabra que juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob.
6 Y sabrás que si el Señor, tu Dios, te da en posesión esa tierra buena no es por tu propia justicia, ya que eres un pueblo terco.
7 Recuerda y no olvides que provocaste al Señor, tu Dios, en el desierto; desde el día que saliste de Egipto hasta que llegasteis a este lugar habéis sido rebeldes al Señor;
8 en el Horeb provocasteis al Señor, y el Señor se irritó con vosotros y os quiso destruir.
9 Cuando yo subí al monte a recibir las losas de piedra, las losas de la alianza que concertó el Señor con vosotros, me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua.
10 Luego el Señor me entregó las dos losas de piedra, escritas de la mano de Dios; en ellas estaban todos los mandamientos que os dio el Señor en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea.
11 Pasados los cuarenta días y cuarenta noches, me entregó el Señor las dos losas de piedra, las losas de la alianza,
12 y me dijo: Levántate, baja de aquí enseguida, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han apartado del camino que les marcaste, se han fundido un ídolo.
13 El Señor me añadió: He visto que este pueblo es un pueblo terco.
14 Déjame destruirlo y borrar su nombre bajo el cielo; de ti haré un pueblo más fuerte y numeroso que él.
15 Yo me puse a bajar de la montaña, mientras la montaña ardía; llevaba en las manos las dos losas de la alianza.
16 Miré, y era verdad. Habíais pecado contra el Señor, vuestro Dios; os habíais hecho un becerro de fundición. Pronto os apartasteis del camino que el Señor os había marcado.
17 Entonces agarré las losas, las arrojé con las dos manos y las estrellé ante vuestros ojos.
18 Luego me postré ante el Señor cuarenta días y cuarenta noches, como la vez anterior, sin comer pan ni beber agua, pidiendo perdón por el pecado que habíais cometido, haciendo lo que parece mal al Señor, irritándolo,
19 porque tenía miedo de que la ira y la cólera del Señor contra vosotros os destruyese. También aquella vez me escuchó el Señor.
20 Con Aarón se irritó tanto el Señor, que quería destruirlo, y entonces tuve que interceder también por Aarón.
21 Después tomé el pecado que os habíais fabricado, el becerro, y lo quemé, lo machaqué, lo trituré hasta pulverizarlo como ceniza y arrojé la ceniza en el torrente que baja de la montaña.
22 Luego en Taberá, en Masá y en Quibrot Hatavá seguisteis provocando al Señor.
23 Y cuando os envió desde Cades Barne diciéndoos que subierais a conquistar la tierra que os había entregado, os rebelasteis contra la orden del Señor, no le creísteis ni le obedecisteis.
24 Desde que os conozco, habéis sido rebeldes al Señor.
25 Me postré ante el Señor, estuve postrado cuarenta días y cuarenta noches, porque el Señor pensaba destruiros.
26 Oré al Señor, diciendo: Señor mío, no destruyas a tu pueblo, la heredad que redimiste con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano fuerte.
27 Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac y Jacob, no te fijes en la terquedad de este pueblo, en su crimen y su pecado,
28 no sea que digan en la tierra de donde nos sacaste: El Señor no pudo introducirlos en la tierra que les había prometido, o: Los sacó por odio, para matarlos en el desierto.
29 Son tu pueblo, la heredad que sacaste con tu esfuerzo poderoso y con tu brazo extendido.

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Introducción a Deuteronomio 

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