I Juan 3 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 24 versitos |
1 Ved qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamamos hijos de Dios y lo somos. Por eso el mundo no nos reconoce, porque no lo reconoce a él.
2 Queridos, ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a él y lo veremos como él es.
3 Quien espera en él de esa manera se purifica como él es puro.
4 Quien comete pecado quebranta la ley: el pecado es la rebeldía a la ley.
5 Y sabéis que aquel apareció para quitar los pecados y él no tuvo pecado.
6 Quien permanece con él no peca; quien peca no lo ha visto ni conocido.
7 Hijitos, que nadie os engañe: quien practica la justicia es justo como lo es aquel.
8 Quien comete pecado procede del Diablo, porque el Diablo es pecador desde el principio; y el Hijo de Dios apareció para destruir las obras del Diablo.
9 Nadie que sea hijo de Dios comete pecado, pues conserva su semilla; y no puede pecar, porque ha sido engendrado por Dios.
10 Quiénes son hijos de Dios y quiénes del Diablo se demuestra así: quien no practica la justicia ni ama a su hermano no procede de Dios.
11 Pues el mensaje que oísteis al principio es que os améis unos a otros.
12 No como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. Y, ¿por qué lo asesinó? Porque sus acciones eran malas y las de su hermano buenas.
13 No os extrañéis, hermanos, si el mundo os odia.
14 A nosotros nos consta que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte.
15 Quien odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida conserva dentro vida eterna.
16 Hemos conocido lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Así, pues, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.
17 Si uno posee bienes del mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas y no se compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios?
18 Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad.
19 Así conoceremos que procedemos de la verdad y ante él tendremos la conciencia tranquila.
20 Pues, aunque la conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo.
21 Queridos, si la conciencia no nos acusa, podemos confiar en Dios,
22 y recibiremos de él lo que pidamos, porque cumplimos sus mandatos y hacemos lo que le agrada.
23 Y éste es su mandato: que creamos en la persona de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como él nos mandó.
24 Quien cumple sus mandatos permanece con Dios y Dios con él. Y sabemos que permanece con nosotros por el Espíritu que nos ha dado.

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Introducción a I Juan

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