1 Cantad a mi Dios con panderos, celebrad al Señor con platillos; con un cántico nuevo invocad y ensalzad su Nombre. |
2 El Señor es un Dios que pone fin a la guerra; desde su campamento en medio del pueblo me libró de las manos de mis perseguidores. |
3 De las montañas del norte llegó Asur con miles de soldados. Su muchedumbre obstruyó los torrentes, su caballería cubrió los valles. |
4 Amenazó incendiar mi territorio, matar a espada a mis muchachos, estrellar a mis pequeñuelos, entregar mis niños al pillaje y mis doncellas para ser raptadas. |
5 ¡El Señor omnipotente los frustró por mano de una mujer! |
6 No cayó su jefe ante soldados, ni lo hirieron hijos de titanes, ni gigantes corpulentos lo vencieron, sino Judit, hija de Merarí, lo paralizó con la belleza de su rostro: |
7 se quitó su vestido de luto para levantar a los afligidos de Israel, se ungió el rostro con perfumes, |
8 sujetó sus cabellos con una diadema y se vistió de lino para seducirlo. |
9 Su sandalia cautivó sus ojos, su hermosura esclavizó su alma, la espada le cortó el cuello. |
10 Los persas se asustaron de su audacia, los medos temblaron de su osadía. |
11 Entonces mis humildes lanzaron su alarido, y los atemorizaron; gritaron mis débiles, y los aterrorizaron; levantaron la voz, y ellos retrocedieron. |
12 Hijos de esclavas los atravesaron, los hirieron como a hijos de prófugos; perecieron en el combate de mi Señor. |
13 Cantaré a mi Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza, invencible. |
14 Que te sirva toda la creación, porque lo mandaste y existió, enviaste tu aliento y la construiste, nada puede resistir a tu voz. |
15 Sacudirán las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán como cera, pero tú serás propicio a tus fieles. |
16 Porque poco valen los sacrificios de aroma agradable y nada la grasa de los holocaustos, pero el que teme al Señor será siempre grande. |
17 ¡Ay de los pueblos que atacan a mi raza! El Señor omnipotente se vengará de ellos el día del juicio; meterá en su carne fuego y gusanos y llorarán de dolor eternamente. |
18 Al llegar a Jerusalén adoraron a Dios, y cuando todos terminaron de purificarse, ofrecieron holocaustos, sacrificios voluntarios y ofrendas votivas. |
19 Judit consagró al Señor todo el ajuar de la tienda de Holofernes, regalo del pueblo, y el cortinado que ella había quitado de la tienda. |
20 Durante tres meses toda la gente estuvo en fiestas ante el templo de Jerusalén, y Judit se quedó con ellos. |
21 Pasado ese tiempo, cada cual emprendió la marcha hacia su heredad. Judit volvió a Betulia y siguió administrando su casa. Fue muy célebre en su tiempo por todo el país. |
22 Tuvo muchos pretendientes, pero no volvió a casarse desde que su marido, Manasés, murió y fue a reunirse con los suyos. |
23 La fama de Judit fue en aumento. Vivió en casa de su marido hasta la edad de ciento cinco años. Dejó libre a su ama de llaves. Murió en Betulia, la enterraron en la sepultura de su marido, Manasés, |
24 y los israelitas hicieron duelo siete días. Antes de morir, Judit repartió sus bienes entre los parientes de su marido, Manasés, y entre sus propios parientes. |
25 En su tiempo, y después, durante muchos años, nadie volvió a molestar a los israelitas. |