Judith 16 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 25 versitos |
1 Cantad a mi Dios con panderos, celebrad al Señor con platillos; con un cántico nuevo invocad y ensalzad su Nombre.
2 El Señor es un Dios que pone fin a la guerra; desde su campamento en medio del pueblo me libró de las manos de mis perseguidores.
3 De las montañas del norte llegó Asur con miles de soldados. Su muchedumbre obstruyó los torrentes, su caballería cubrió los valles.
4 Amenazó incendiar mi territorio, matar a espada a mis muchachos, estrellar a mis pequeñuelos, entregar mis niños al pillaje y mis doncellas para ser raptadas.
5 ¡El Señor omnipotente los frustró por mano de una mujer!
6 No cayó su jefe ante soldados, ni lo hirieron hijos de titanes, ni gigantes corpulentos lo vencieron, sino Judit, hija de Merarí, lo paralizó con la belleza de su rostro:
7 se quitó su vestido de luto para levantar a los afligidos de Israel, se ungió el rostro con perfumes,
8 sujetó sus cabellos con una diadema y se vistió de lino para seducirlo.
9 Su sandalia cautivó sus ojos, su hermosura esclavizó su alma, la espada le cortó el cuello.
10 Los persas se asustaron de su audacia, los medos temblaron de su osadía.
11 Entonces mis humildes lanzaron su alarido, y los atemorizaron; gritaron mis débiles, y los aterrorizaron; levantaron la voz, y ellos retrocedieron.
12 Hijos de esclavas los atravesaron, los hirieron como a hijos de prófugos; perecieron en el combate de mi Señor.
13 Cantaré a mi Dios un cántico nuevo: Señor, tú eres grande y glorioso, admirable en tu fuerza, invencible.
14 Que te sirva toda la creación, porque lo mandaste y existió, enviaste tu aliento y la construiste, nada puede resistir a tu voz.
15 Sacudirán las olas los cimientos de los montes, las peñas en tu presencia se derretirán como cera, pero tú serás propicio a tus fieles.
16 Porque poco valen los sacrificios de aroma agradable y nada la grasa de los holocaustos, pero el que teme al Señor será siempre grande.
17 ¡Ay de los pueblos que atacan a mi raza! El Señor omnipotente se vengará de ellos el día del juicio; meterá en su carne fuego y gusanos y llorarán de dolor eternamente.
18 Al llegar a Jerusalén adoraron a Dios, y cuando todos terminaron de purificarse, ofrecieron holocaustos, sacrificios voluntarios y ofrendas votivas.
19 Judit consagró al Señor todo el ajuar de la tienda de Holofernes, regalo del pueblo, y el cortinado que ella había quitado de la tienda.
20 Durante tres meses toda la gente estuvo en fiestas ante el templo de Jerusalén, y Judit se quedó con ellos.
21 Pasado ese tiempo, cada cual emprendió la marcha hacia su heredad. Judit volvió a Betulia y siguió administrando su casa. Fue muy célebre en su tiempo por todo el país.
22 Tuvo muchos pretendientes, pero no volvió a casarse desde que su marido, Manasés, murió y fue a reunirse con los suyos.
23 La fama de Judit fue en aumento. Vivió en casa de su marido hasta la edad de ciento cinco años. Dejó libre a su ama de llaves. Murió en Betulia, la enterraron en la sepultura de su marido, Manasés,
24 y los israelitas hicieron duelo siete días. Antes de morir, Judit repartió sus bienes entre los parientes de su marido, Manasés, y entre sus propios parientes.
25 En su tiempo, y después, durante muchos años, nadie volvió a molestar a los israelitas.

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Introducción a Judith

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