Sabiduría 17 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 20 versitos |
1 Tus juicios son grandiosos e inexplicables; por eso las almas indóciles se extraviaron.
2 Pensaban los malvados que oprimían a la nación santa, mientras yacían prisioneros de las tinieblas, recluidos bajo sus techos, en el calabozo de una larga noche, prófugos de la eterna providencia.
3 Creían pasar inadvertidos, con sus pecados encubiertos bajo el tupido velo del olvido, pero estaban dispersados, en el colmo del aturdimiento, sobresaltados por alucinaciones.
4 Porque ni el rincón que los escondía los salvaguardaba del miedo, retumbaban a su alrededor ruidos aterradores y se les aparecían tétricos fantasmas de lúgubres rostros.
5 No había fuego bastante para iluminarlos, ni las lumbreras fulgurantes de los astros lograban iluminar aquella noche siniestra.
6 Para ellos lucía solamente una fogata espeluznante que ardía por sí sola, y despavoridos por aquella aparición que no veían, les parecía más macabra la visión.
7 Los trucos de la magia habían fracasado y su alarde de ciencia sufría un descalabro vergonzoso,
8 pues los que se comprometían a expulsar del alma enferma terrores y sobresaltos padecían ellos mismos un pánico grotesco.
9 Aunque nada inquietante les metiera miedo, amedrentados por el paso de alimañas y el silbido de reptiles, sucumbían temblando, negándose a mirar el aire inevitable.
10 Pues la maldad de por sí es cobarde y se condena a sí misma; acorralada por la conciencia se imagina siempre lo peor,
11 porque el miedo no es sino el desamparo de los auxilios que da la reflexión;
12 cuanta menos esperanza tiene uno, más grave se le hace la causa de la tortura.
13 Durante aquella noche insoportable, salida de los rincones del impotente Abismo, mientras dormían el mismo sueño,
14 o los perseguían monstruosos espectros, o al darse por vencidos quedaban paralizados, pues los invadió un miedo repentino e inesperado.
15 Así, todo el que allí caía, quienquiera que fuese, quedaba encarcelado, recluido en la mazmorra sin barrotes;
16 fuese labrador o pastor u obrero que se afana en solitario, sufría, sorprendido, el sino inevitable; porque a todos amarraba la misma cadena de tinieblas.
17 El silbido del viento, el canto melodioso de las aves en la espesura de las ramas, la cadencia del agua fluyendo impetuosa, el golpe seco de las rocas al precipitarse,
18 la invisible carrera de los animales retozando, el rugido de las bestias más feroces, el eco retumbante en las cavernas de los montes los agarrotaba de miedo.
19 El mundo entero, iluminado por una luz radiante, se entregaba sin trabas a sus tareas;
20 sobre ellos solos se cernía una noche agobiante, imagen de las tinieblas que iban a acogerlos. Para sí mismos eran más agobiantes que las tinieblas.

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