II Macabeos 12 Biblia del Peregrino (Luis Alonso Schökel, 1993) | 45 versitos |
1 Cuando acabaron las negociaciones, Lisias volvió a donde estaba el rey, y los judíos volvieron a sus trabajos del campo.
2 Pero algunos de los gobernadores locales, Timoteo, Apolonio de Geneo, más Jerónimo y Demofón, a los que hay que añadir a Nicanor, jefe de los chipriotas, no los dejaban tranquilos ni vivir en paz.
3 Y los habitantes de Jafa cometieron un crimen horrendo que voy a contar: Sin aparentar la menor mala intención, invitaron a los judíos que vivían en la ciudad junto con sus mujeres y niños, a subir a unas naves que ellos mismos habían equipado.
4 Como se trataba de un decreto público de la ciudad, y los judíos deseaban vivir en paz, y no guardaban ninguna sospecha, aceptaron la invitación; pero cuando estaban en alta mar, los echaron a pique; eran por lo menos doscientos.
5 Cuando Judas recibió la noticia de aquella crueldad contra sus compatriotas, dio órdenes a sus hombres,
6 e invocando a Dios, justo juez, marchó contra los asesinos de sus hermanos, les incendió de noche el puerto, les quemó las naves y pasó a cuchillo a los que se habían refugiado allí.
7 Como la ciudad estaba cerrada, se retiró, pero con intención de volver para acabar con Jafa.
8 Y al recibir la noticia de que los de Yamnia intentaban hacer lo mismo con los judíos que vivían allí,
9 los atacó de noche y prendió fuego al puerto con todos los navíos, de forma que el resplandor del incendio se vio hasta en Jerusalén, a cuarenta y cinco kilómetros.
10 Se había alejado de allí unos dos kilómetros en un avance contra Timoteo, cuando cayeron sobre él unos árabes, eran no menos de cinco mil de a pie y quinientos jinetes.
11 Se trabó un violento combate, y con la ayuda de Dios vencieron los de Judas. Los nómadas, derrotados, le pedían la paz, prometiendo entregarle ganado y serle útiles en el futuro.
12 Judas pensó que realmente podían serle útiles de muchas maneras, y accedió a hacer las paces con ellos; después de concertar la paz, se fueron a sus tiendas.
13 Atacó también una ciudad llamada Caspín, defendida con terraplenes y amurallada, en la que vivía gente de toda raza.
14 Los de dentro, confiados en la solidez de sus murallas y en los depósitos de víveres, se mostraron insolentes contra los de Judas, insultándolos, y encima profiriendo blasfemias y maldiciones.
15 Los de Judas invocaron al supremo Soberano del universo, que en tiempos de Josué derruyó Jericó sin arietes ni máquinas de guerra. Luego asaltaron ferozmente la muralla.
16 Y cuando conquistaron la ciudad por voluntad de Dios, hicieron una matanza indescriptible, hasta el punto de que el estanque vecino, de unos cuatrocientos metros de ancho, aparecía lleno de la sangre que afluía a él.
17 Se alejaron de allí unos ciento cuarenta kilómetros y llegaron a Querac, donde habitan los judíos tubianos;
18 pero a Timoteo no lo encontraron en aquella región, porque, al no conseguir nada por entonces, se había marchado de allí, dejando en su lugar una guarnición, por cierto muy fuerte.
19 Dositeo y Sosípatro, oficiales del ejército del Macabeo, fueron allá y aniquilaron a la guarnición que había dejado Timoteo en la fortificación: más de diez mil hombres.
20 Por su parte, el Macabeo distribuyó sus tropas en varios cuerpos; nombró jefes a aquellos dos, y se lanzó contra Timoteo, que tenía un ejército de ciento veinte mil hombres de infantería y dos mil quinientos jinetes.
21 Cuando Timoteo recibió la noticia de la llegada de Judas, envió las mujeres, los niños y el resto del equipaje al lugar llamado Karnión, inexpugnable e inaccesible por lo angosto de los pasos en toda aquella zona.
22 Cuando apareció el primer destacamento de Judas, el terror y el pánico se apoderaron de los enemigos, porque se manifestó ante ellos Aquel que todo lo ve. Entonces emprendieron la huida, lanzándose cada uno por su lado, hiriéndose muchas veces unos a otros, y atravesándose entre ellos con sus espadas.
23 Judas los persiguió impetuosamente; acribilló a aquellos criminales y aniquiló a unos treinta mil hombres.
24 El mismo Timoteo, que fue a caer entre las tropas de Dositeo y Sosípatro, les pidió con mucha diplomacia que lo dejaran vivo, porque tenía en su poder a los padres y hermanos de muchos de ellos y corrían el riesgo de ser ejecutados.
25 Logró convencerlos a base de muchos razonamientos, con la promesa de devolverlos ilesos, y lo dejaron en libertad con el fin de salvar a sus hermanos.
26 Judas marchó después contra Karnión y el santuario de Atargate, y mató veinticinco mil hombres.
27 Después de derrotarlos y aniquilarlos, marchó contra Efrón, una ciudad fortificada donde residía Lisias y gentes de todas partes. Jóvenes robustos, alineados ante la muralla, la defendían valerosamente, y dentro estaban bien provistos de proyectiles y máquinas de guerra.
28 Después de invocar al Soberano, que con su poder tritura las fuerzas del enemigo, conquistaron la ciudad y mataron unos veinticinco mil de los que había dentro.
29 Partiendo de allí, se lanzaron contra Escitópolis, distante más de cien kilómetros de Jerusalén;
30 pero como los judíos de allí aseguraron que los de Escitópolis los trataban con deferencia y que los habían acogido humanitariamente en los momentos de infortunio,
31 Judas y los suyos les dieron las gracias y los exhortaron a seguir siendo en el futuro benévolos con los de su raza. Próxima ya la fiesta de las Semanas, llegaron a Jerusalén,
32 y después de la fiesta de Pentecostés se lanzaron contra Gorgias, gobernador de Idumea.
33 Gorgias salió con tres mil de infantería y cuatrocientos jinetes;
34 se entabló el combate y los judíos tuvieron unas cuantas bajas.
35 Un tal Dositeo, jinete muy valiente de los de Bacenor, sujetaba a Gorgias por el manto y lo arrastraba a pura fuerza, queriendo cazar vivo a aquel maldito; pero uno de los jinetes tracios se lanzó contra Dositeo, le cercenó el brazo y así Gorgias pudo huir a Maresá.
36 Por otra parte, los de Esdrín estaban agotados porque llevaban combatiendo mucho tiempo. Judas invocó al Señor para que se mostrara aliado y dirigiera la batalla.
37 En la lengua materna lanzó el grito de guerra, y entonando himnos irrumpió por sorpresa entre los de Gorgias y los puso en fuga.
38 Judas congregó el ejército y marchó a la ciudad de Adulán, y como llegaba el día séptimo se purificaron según el rito acostumbrado, y allí mismo celebraron el sábado.
39 Al día siguiente, porque ya urgía, los de Judas fueron a recoger los cadáveres de los caídos, para sepultarlos con sus parientes en las sepulturas familiares.
40 Y bajo la túnica de cada muerto encontraron amuletos de los ídolos de Yamnia, que la ley prohíbe a los judíos. Todos vieron claramente que aquélla era la razón de su muerte.
41 Así que todos alababan las obras del Señor, justo juez, que descubre lo oculto,
42 e hicieron rogativas para pedir que el pecado cometido quedara borrado por completo. Por su parte, el noble Judas arengó a la tropa a conservarse sin pecado, después de ver con sus propios ojos las consecuencias del pecado de los caídos.
43 Después recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección.
44 Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos.
45 Pero considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa. Por eso hizo una expiación por los caídos, para que fueran liberados del pecado.

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