Eclesiastés 9 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 18 versitos |
1

Un destino común

En efecto, he reflexionado sobre todo esto y he concluido que los justos y los sabios están, junto con sus obras, en manos de Dios; los seres humanos no tienen conocimiento del amor ni del odio, aunque todo lo tienen delante º º
2 y a todos les aguarda un mismo destino: al justo y al malvado º, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece, tanto al bueno como al pecador, al que jura y al que teme jurar.
3 Esto es lo malo de todo lo que sucede bajo el sol: que un mismo destino aguarda a todos. Además, la mente de los humanos rebosa maldad, la insensatez anida en ellos durante toda su vida, y al final, ¡con los muertos!
4 Es verdad que mientras hay vida º, hay esperanza, pues más vale perro vivo que león muerto.
5 Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, ni esperan recompensa, pues se olvida su memoria.
6 Se acabaron hace tiempo sus amores, sus odios y sus celos; nunca más tomarán parte en todo lo que sucede bajo el sol.
7

Invitación a la felicidad

Anda, come con alegría tu pan y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aprobado tus obras. º
8 Ponte en todo momento vestidos blancos y que no falte perfume en tu cabeza.
9 Disfruta de la vida con la mujer amada durante esta efímera existencia º que se te ha dado bajo el sol, porque esa es tu recompensa en la vida y en las fatigas que pasas bajo el sol. º
10 Todo lo que esté a tu alcance, hazlo con todas tus fuerzas, pues no hay actividad, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría en el reino de los muertos º adonde te encaminas.
11

IV.— ANTE LA HORA FINAL (9:11—12:8)

Las inciertas vías del éxito

He visto además bajo el sol que los veloces no ganan siempre la carrera, ni los valientes la guerra, ni los sabios tienen sustento, ni los inteligentes riqueza, ni los instruidos estima, pues en todo interviene el tiempo y el azar.
12 Porque, además, el mortal desconoce su momento: como peces atrapados en la red fatal y como pájaros apresados en la trampa, así son atrapados los humanos cuando la desgracia les sobreviene de improviso. º
13

Más vale maña que fuerza

Observé también bajo el sol esta enseñanza º, que me parece importante:
14 había una ciudad pequeña, de pocos habitantes; vino contra ella un gran rey que la cercó y la asedió con grandes fortificaciones.
15 Vivía allí un hombre pobre y sabio, que hubiera podido salvar la ciudad con su sabiduría; pero nadie se acordó de él.
16 Y digo yo: más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no se escuchan. º
17 Se oye mejor el susurro de los sabios que los gritos del rey de los necios.
18 Más vale sabiduría que armas de guerra, pero un solo error echa a perder mucho bien.

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Introducción a Eclesiastés

INTRODUCCIÓN


1. Características literarias


El libro de Eclesiastés es una auténtica joya literaria que recoge las experiencias, reflexiones, consejos e invitaciones del sabio Cohélet y forma parte de la tercera gran colección de la Biblia Hebrea, los llamados Escritos. Dentro de ella y junto con Rt, Ct, Lm y Est, forma el pequeño conjunto de los (cinco) rollos (en hebreo meguillot). En la versión griega de los LXX (y posteriormente en la Vulgata latina) ocupó una posición diferente, entre Proverbios y Cantar, formando con ellos el conjunto de “libros salomónicos”.


El título Eclesiastés es la forma latinizada del griego ekklesiastés, que traduce el título hebreo Cohélet, nombre dado al supuesto autor del libro (Ecl 1:1; Ecl 1:12; Ecl 7:27; Ecl 12:8-10). Aunque se descarta que sea un nombre propio, sin embargo, no está claro si tal título corresponde a un sobrenombre o apodo, a un seudónimo o a un cargo o función, a saber, el que convoca o dirige una asamblea. No sabemos tampoco a qué tipo de “asamblea” (religiosa, política, profesional, etc.) se refiere el título, aunque podría tratarse de una escuela sapiencial (según parece sugerir Ecl 12:9). La identificación del autor como hijo de David (Ecl 1:1) y rey de Israel en Jerusalén (Ecl 1:12) hizo prosperar desde muy pronto la atribución del libro a Salomón. Hoy se acepta de forma unánime que tal identificación es un mero recurso literario que el autor explota sólo al principio de su obra (Ecl 1:1-18Ecl 2:1-26), pues a partir del cp. Ecl 3:1-22, abandona esta “ficción literaria” que la nota biográfica final (Ecl 12:9-14) también ignora.


El libro apenas ofrece datos seguros sobre la identidad del autor. Los leves indicios y las vagas alusiones dispersas por la obra y la breve nota biográfica final (Ecl 12:1-14; Ecl 9:1-18; Ecl 10:1-20) nos permiten deducir que Cohélet fue judío, conocedor de las tradiciones culturales y religiosas de su pueblo y sensible a las corrientes internacionales. Como un sabio profesional, se dedicó especialmente a la enseñanza y a la actividad literaria.


La variedad y alternancia de formas literarias presentes en el libro de Eclesiastés impide que podamos hablar de un solo género. Así se lo ha definido como testamento real (sobre todo en Ecl 1:1-18Ecl 2:1-26), tratado, ensayo, diatriba, instrucción, diario de reflexiones, etc. Cohélet conoce y usa formas y expresiones características de los escritos sapienciales, como el dicho simple o proverbio, el consejo, la instrucción y el relato didáctico breve. Entre las formas más peculiares y características del libro, hay que destacar el dicho truncado, el relato autobiográfico y la pregunta retórica. El llamado dicho truncado o distorsionado consiste en la alteración voluntaria de un dicho tradicional, poniendo de relieve al mismo tiempo su parte de verdad y su aspecto falible o cuestionable (ver Ecl 4:5-6). El relato autobiográfico aparece en la “ficción salomónica” (Ecl 1:1-18Ecl 2:1-26) y en otros lugares de la obra. La pregunta retórica le sirve a Cohélet para polemizar con la sabiduría tradicional. A menor escala aparecen otras formas también típicas como la anécdota, la parábola breve, la maldición y la bendición, alguna lista onomástica, etc.


Resulta llamativo el uso de la primera persona, tras la que el autor transmite sus experiencias de observación y reflexión y que da a todo el conjunto el aspecto de monólogo interior o de memoria; sólo ocasionalmente entra en escena la segunda persona a la que van dirigidos algunos consejos, advertencias y exhortaciones. Estrechamente vinculado a este rasgo aparece el uso predominante de verbos relacionados con la actividad sapiencial (mirar, ver, observar, buscar, descubrir, pensar, reflexionar, decir, etc.). Otro rasgo destacado es el predominio de la prosa, que se alterna con el verso y la prosa rítmica. Además de los tres poemas reconocidos (Ecl 1:4-11; Ecl 3:1-8; Ecl 12:1-7), encontramos amplias secciones de proverbios construidos en paralelismo y frecuentes repeticiones de palabras, frases, fórmulas fijas y estribillos que dan a toda la obra un aspecto cadencioso y unitario.


Entre el título (Ecl 1:1) y el apéndice (Ecl 12:9-14), probablemente añadido por algún discípulo, encontramos un doble marco y el cuerpo del libro. El doble marco está formado por el estribillo o “leitmotiv” (tema central) del libro (Ecl 1:2; Ecl 12:8) y dos poemas: uno sobre el devenir de la realidad (Ecl 1:4-11) y otro sobre el ocaso de la vida (Ecl 12:1-7), que hacen de prólogo y epílogo. El cuerpo del libro se extiende desde Ecl 1:12 hasta Ecl 11:10 y presenta algunas dificultades de división. Porque el autor da sensación de desorden: aborda temas que, aparentemente cerrados, vuelven a reaparecer más tarde para ser corregidos o matizados. Siguiendo la metodología del autor y algunos indicios literarios significativos, proponemos una división del cuerpo en cuatro partes, todas ellas estructuradas de forma parecida:


Título (Ecl 1:1)


I. — LAS QUIMERAS DEL SABIO (Ecl 1:2Ecl 2:26)


II. — EL TIEMPO Y LA MUERTE (Ecl 3:1-22Ecl 5:2-20)


III. — UN DESTINO COMÚN E IGNOTO (Ecl 6:1Ecl 9:10)


IV. — ANTE LA HORA FINAL (Ecl 9:11Ecl 12:8)


Epílogo sobre la obra de Cohélet (Ecl 12:9-14)


2. Contexto histórico de Eclesiastés


No es fácil determinar la época de composición del libro. La mayoría de los indicios lingüísticos (hebreo tardío — próximo al rabínico — , abundancia de arameísmos, vocabulario peculiar) y socio-culturales (posibles contactos con corrientes griegas, alusiones a determinadas formas de gobierno), así como el propio lugar del libro en la historia de las ideas (crisis ideológica y consiguiente ruptura con la tradición sapiencial judía y con las culturas circundantes) parecen apuntar al siglo III a. C. y, más concretamente, a la primera fase del proceso de helenización de Palestina, cuando aún no se han desatado las tensiones y enfrentamientos que culminarían en la rebelión macabea. Era conocido en Qumrán (hacia la mitad del siglo II a. C.) y, en cambio, tuvo problemas de aceptación canónica por parte de algunos círculos judíos.


También presenta dificultades la identificación del lugar de composición del libro. Con todo, y a pesar de los diversos intentos por situarlo en alguna comunidad judía de la diáspora, hay evidentes indicios que nos remiten a Palestina y, más concretamente, a Jerusalén. En resumen, el ambiente en que se mueven Cohélet y sus destinatarios es, muy presumiblemente, la Jerusalén del siglo III a. C.; cabe pensar particularmente en sus clases media y alta, acosadas por preocupaciones y contradicciones económicas, sociales y religiosas, que sin renegar de sus antiguas tradiciones religiosas y culturales han acogido las nuevas aportaciones del helenismo, contrastando la sabiduría autóctona israelita con el acervo sapiencial del antiguo Oriente Próximo.


Si bien el libro ofrece claros síntomas de ruptura con el movimiento sapiencial israelita y pone en cuestión los grandes principios y pretensiones de la sabiduría tradicional, no se puede entender el libro al margen de la corriente sapiencial de Israel y de las grandes tradiciones del AT. En efecto, Cohélet no sólo utiliza las formas literarias típicas de la literatura sapiencial, sino que también cita y asume determinados proverbios bien representativos de la sabiduría convencional. Igualmente, demuestra conocer los grandes temas de esta sabiduría: la creación, el orden del mundo, la justicia divina y la retribución intramundana, el valor y la utilidad de la sabiduría, del trabajo y de la religiosidad, la concepción de la muerte como último acto de la vida sin otra perspectiva ultramundana, etc. Además, Cohélet cita o alude a otras tradiciones bíblicas, como Gén 2:1-25Gén 3:1-24, y comparte una actitud de rechazo hacia la injusticia y la opresión muy parecida a la encontrada en Profetas, Salmos y Job.


La conclusión que se impone es que Cohélet, como sabio e hijo de su tiempo, estuvo abierto a determinadas corrientes culturales e ideológicas extrabíblicas (dado el carácter internacional del fenómeno sapiencial); pero, en cuanto sabio israelita, compartió la herencia legada por los sabios de Israel y con sus propias aportaciones contribuyó decisivamente al progreso y evolución de la tradición sapiencial.


3. Perspectivas teológicas


Cohélet parte de un interrogante programático: ¿Qué ganancia saca el ser humano de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? (Ecl 1:3 y paralelos); a partir de ahí, va encadenando sus reflexiones sobre los principales valores y pretensiones de la tradición sapiencial: sabiduría, trabajo, riqueza, hacienda, placeres, fama, religiosidad, justicia, dominio de la obra de Dios o descubrimiento de la ocasión propicia. En todas estas reflexiones subraya la cara negativa y los límites de estas realidades tradicionalmente valoradas como positivas y portadoras de sentido. Su diagnóstico, en abierta oposición a la sabiduría clásica, no puede ser más desalentador: el ser humano no logra en ello provecho o beneficio alguno, porque todo es ilusión, vanidad, vacío, absurdo; porque todo esfuerzo humano se demuestra estéril, a la postre; porque la muerte insoslayable se encarga de desmentir cualquier pretensión de superioridad de sabios, justos, ricos, seres humanos, respecto de sus opuestos necios, malvados, pobres, animales. De esta manera, hasta la doctrina de la retribución, tan sólida y ampliamente establecida en la sabiduría tradicional, queda radicalmente negada o, al menos, puesta en entredicho, como ya sucedía, desde perspectivas distintas, en el libro de Job.


Es verdad que Cohélet concede ciertas ventajas a la sabiduría sobre la necedad y la insensatez; al trabajo diligente sobre la pereza y el abandono; a la riqueza provechosa sobre la riqueza sin rentabilidad ni provecho; y a la religiosidad moderada sobre sus extremos, la impiedad o la beatería. Pero no pasan de ser consuelos menores, pues no dejan al individuo más resquicio que aferrarse a su “único bien”, la repetida “mínima felicidad” que la vida ofrece en contadas dosis, reconociendo que, a la postre, son don de Dios y una precaria recompensa a tantos trabajos, fatigas, sufrimientos y decepciones.


En cuanto a su concepto de Dios, hay que decir, de entrada, que Cohélet es creyente y que hace continuas referencias a Dios (32 veces en 12 capítulos). No es el Dios de las grandes tradiciones históricas y proféticas del AT; ni siquiera el de Job o el de los últimos libros sapienciales. El Dios de Cohélet es, ante todo, el creador del mundo, totalmente trascendente, distante e incluso escondido a la búsqueda ansiosa del ser humano. Desde esa clave, el autor nos habla de las obras de Dios, inaccesibles a los humanos; de su gobierno del tiempo y de la eternidad, que el simple mortal no logra desentrañar; de su juicio misterioso e impredecible sobre las acciones humanas, aunque sin perspectiva trascendente; y de los sencillos bienes que otorga, según su libre voluntad, como recompensa. Por ello, la actitud adecuada de la persona humana ha de consistir en el reconocimiento de la distancia existente entre criatura y Creador, en la aceptación de las propias limitaciones, en el agradecimiento sincero por los dones recibidos, en la permanente actualización de su memoria (Ecl 12:1) y en la religiosidad contenida en la noción de “respeto de Dios” (o “respeto a Dios”), fórmula esta con que hemos preferido traducir habitualmente la más clásica y literal de “temor de Dios”.


Fuente:

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Notas

Eclesiastés 9,1Ecl 9:1-6 : En tono claramente conclusivo, Cohélet saca consecuencias de sus reflexiones precedentes, mientras se hace más fuerte y determinante el espectro de la muerte, que obliga a replantear toda la vigente escala de valores. La perspectiva de un “destino común” es el límite ante el que se estrellan todas las ilusiones y distinciones humanas entre sabiduría y necedad, justicia e injusticia, religiosidad e impiedad (Ecl 9:2).


Eclesiastés 9,1Pro 16:1; Pro 16:9; Pro 19:21.
Eclesiastés 9,1— todo lo tienen delante: A partir de una ligera corrección del hebreo hkl (todo) por hbl (ilusión); la versión griega de los LXX dice: todo les parece vana ilusión (un absurdo).
Eclesiastés 9,2— malvado: El texto hebreo añade: al bueno y la versión griega: al bueno y al malo; en cualquier caso es algo que se repetiría a continuación en este mismo versículo, por lo que hemos preferido prescindir de dichas añadiduras.
Eclesiastés 9,4— mientras hay vida: Lit. mientras alguien está unido a todos los vivos.
Eclesiastés 9,7Ecl 9:7-10 : Al final de la tercera parte volvemos a encontrar la puntual invitación a disfrutar de la vida, ya anticipada en Ecl 8:15 en sus términos más conocidos. La reflexión precedente y el telón de fondo de la muerte hacen más llamativa esta apasionada exhortación al disfrute de la única recompensa que le es dada al ser humano (Ecl 9:9).
Eclesiastés 9,7Ecl 2:24+.
Eclesiastés 9,9— efímera existencia: Lit. todos los días de la vida ilusa. El hebreo emplea el consabido término hebel (ilusión, absurdo).
Eclesiastés 9,9Pro 5:18-19.
Eclesiastés 9,10— reino de los muertos: Lit. seol, también traducido a veces por “abismo”; ver VOCABULARIO BÍBLICO.
Eclesiastés 9,11Ecl 9:11-18; Ecl 10:1-20; Ecl 11:1-10; Ecl 12:1-8 : Mientras que resulta un tanto problemático precisar dónde comienza esta última parte del libro, la conclusión nos lleva hasta Ecl 11:7-10, última invitación a la alegría y al disfrute de la vida, previa al epílogo (Ecl 12:1-8). Entre los rasgos distintivos de la cuarta parte hay que destacar la inclusión temática (Ecl 9:12; Ecl 11:5-6) sobre el desconocimiento de la hora final y el futuro, y del momento de la muerte, desconocido en Ecl 9:12, pero que debe “tenerse en cuenta” según Ecl 11:8; Ecl 12:1-7.
Eclesiastés 9,12Luc 12:20.
Eclesiastés 9,13Ecl 9:13-18 : Breve parábola (Ecl 9:14-15), seguida de reflexiones hechas a partir de dichos comparativos, cercanos al sentido de nuestro refrán “más vale maña que fuerza” (Ecl 9:16-18 a). La unidad, a su vez, sirve de introducción a una amplia sección que reivindicará el valor “relativo” de la sabiduría.
Eclesiastés 9,13— enseñanza: Lit. sabiduría.
Eclesiastés 9,16Ecl 7:19; Pro 21:22; Pro 24:4.