Lamentaciones  1 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 22 versitos |
1

Primera elegía

¡Qué solitaria se encuentra la ciudad superpoblada! Ha quedado como viuda la grande ante las naciones. La reina * de las provincias se ha convertido en esclava º. º
2 Pasa las noches llorando, riega el llanto sus mejillas; no hay nadie que la consuele entre todos sus amantes; sus amigos la han dejado y se le han vuelto enemigos. º
3 Desterrada y humillada, Judá sufre esclavitud y habita entre las naciones sin encontrar su morada; todos sus perseguidores le han dado caza en su asedio.
4 De luto están las calzadas de Sión, sin peregrinos º; sus puertas están en ruinas y sus sacerdotes gimen; sus doncellas se lamentan y ella padece amargura. º
5 Sus enemigos la oprimen, sus adversarios prosperan, porque el Señor la ha afligido por sus copiosos pecados; sus niños van al destierro delante del enemigo. º
6 Sión º se ha visto privada de toda su majestad; sus príncipes, como ciervos que no han encontrado pastos, caminan desfallecidos ante sus perseguidores.
7 Recuerda Jerusalén días tristes de vida errante, cayendo * en mano enemiga º sin que nadie la ayudara. Los enemigos, al verla, se burlaban de su ruina.
8 ¡Jerusalén ha pecado: por eso ha quedado impura! Los que la honraban la humillan porque la han visto desnuda; ella también se lamenta y hasta se vuelve de espaldas. º
9 Su impureza está en sus ropas, no pensó en tales extremos. Su caída fue increíble y ya no hay quien la consuele. “Mira, Señor, mi desgracia y el triunfo del enemigo”.
10 Mano ha puesto el enemigo sobre todos sus tesoros; ella ha visto a los paganos profanar el santuario, aunque tú habías prohibido que entraran en tu asamblea. º
11 Toda su gente se queja, anda en busca de alimento; cambian sus joyas por pan para mantenerse vivos. “Mira, Señor, y contempla en qué vileza he caído”.
12 ¿No les dice nada º a ustedes, los que van por el camino? Miren bien si hay un dolor como el dolor que me aflige, que el Señor me castigó el día de su furor. º
13 Desde el cielo mandó un fuego que me ha abrasado º los huesos; tendió una trampa a mi paso y me hizo volver atrás; me ha dejado destrozada y sufriendo todo el día.
14 Con mi delito hizo un yugo bien atado por su mano y me lo cargó en el cuello, debilitando mis fuerzas; pues me ha entregado mi Dios a quien no puedo hacer frente. º
15 Desbarató a mis valientes mi Dios en medio de mí; llamó contra mí un ejército * para acabar con mis jóvenes. ¡Mi Dios pisó en el lagar a la virgen de Judá º!
16 Por eso yo estoy llorando y mis ojos vierten lágrimas, porque no hay quien me consuele ni quien me devuelva el ánimo. Mis hijos están atónitos por la victoria enemiga.
17 Aunque Sión tiende sus manos, no hay nadie que la consuele. Mandó el Señor que a Jacob lo cercasen enemigos; Jerusalén ha quedado mancillada en medio de ellos. º
18 El Señor ha sido justo, pues me opuse a su mandato. Escúchenme, pueblos todos, y contemplen mi dolor: mis jóvenes y doncellas se marcharon al destierro.
19 Pedí auxilio a mis amantes, pero ellos me traicionaron. Mis sacerdotes y ancianos murieron en la ciudad buscando algún alimento con que reanimar sus vidas.
20 Contempla, Señor, mi angustia: mis entrañas se estremecen, dentro el corazón se agita porque he sido muy rebelde. Fuera me quedo sin hijos º y en casa ronda la muerte. º
21 Aunque escuchan * mis gemidos, ¡no hay nadie que me consuele! Mi enemigo oye mi mal y celebra lo que has hecho. ¡Haz que llegue º el día anunciado y corra mi misma suerte!
22 Ten presente su maldad y trátalo a él también como me has tratado a mí por todas mis rebeldías. ¡Que son muchos mis lamentos y mi corazón flaquea! º

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Introducción a Lamentaciones 

INTRODUCCIÓN


1. Características literarias


Lamentaciones es una breve colección de cinco elegías recorridas de principio a fin por una impetuosa corriente de emoción que da rienda suelta al dolor incontenible, al grito desgarrado, al llanto desconsolado de un pueblo brutalmente golpeado, vencido, expoliado y humillado por el enemigo, con el consentimiento airado y cómplice del propio Dios. Los efectos regeneradores del dolor y la catarsis del llanto alumbrarán un resquicio abierto al arrepentimiento y a la conversión, a la fe y a la esperanza, en la noche oscura y cerrada del lamento.


En la Biblia hebrea el libro lleva el título de ekah (algo así como el libro de los “ayes”), por la palabra que abre Lam 1:1-22; Lam 2:1-22 y Lam 4:1-22 (¡Ay qué...! ¡Ay cómo...!). Por su parte, 2Cr 35:25 y el Talmud babilónico le dan el título de qinot (elegía, lamentación), adoptado por las versiones griega (threnoi) y latina (lamentationes). También difiere su ubicación, pues mientras la Biblia hebrea sitúa Lamentaciones en la sección de los (Otros) Escritos, integrando los cinco rollos (meguillot), las versiones griega y latina lo colocan tras el profeta Jeremías, al que una nota previa a Lam 1:1 atribuye el libro.


Precisamente esa nota de los LXX y el comentario de 2Cr 35:25 han contribuido a la identificación de Jeremías como autor de este libro. Sin embargo, y a pesar de sus reiterados anuncios de la destrucción de Jerusalén y del Templo y del tenor dolorido de sus “confesiones”, nada encontramos en Lm del estilo y mensaje de dicho profeta. Por otra parte, las diferencias de estilo entre las cinco elegías invitan a pensar en la diversidad de autores, aunque la cuidada forma final del libro pueda ser obra de una sola mano.


Como ya se ha dicho, el libro es una colección de cinco poemas, cada uno de los cuales está compuesto alfabéticamente: los cuatro primeros son acrósticos alfabéticos (el primer verso de cada estrofa comienza sucesivamente con cada una de las letras del alefato hebreo), mientras que el quinto sólo conserva el artificio alfabético al contabilizar 22 versos (tantos como letras del alefato).


Aunque predomina el tono elegíaco, también aparecen los rasgos característicos de las lamentaciones individuales (Lam 1:1-22Lam 4:1-22) y colectivas (Lam 5:1-22 y algunos fragmentos de Lam 3:1-66), con la inserción de típicos motivos de confesión, arrepentimiento, súplica, confianza, acción de gracias y alguna incursión hímnica. En conjunto, los cinco poemas guardan entre sí innegables correspondencias quiásticas, fruto de una disposición paralelística concéntrica: Lam 1:1-22 y Lam 5:1-22 ofrecen perspectivas más genéricas y “lejanas” de la destrucción; Lam 2:1-22 y Lam 4:1-22 recogen impresiones mucho más directas y “cercanas” a los hechos, mientras que Lam 3:1-66 (que triplica el recurso alfabético al hacer que los tres versos de cada estrofa comiencen por la misma letra) aparece como el eje o quicio de toda la obra, combinando los lamentos individual y colectivo, e introduciendo elementos de invitación a la conversión, de confianza y acción de gracias.


2. Contexto histórico de Lamentaciones


La pregunta por la fecha de composición de Lamentaciones nos remite directamente a su contexto histórico: la caída de Jerusalén ante el ejército babilónico de Nabucodonosor el año 587 a. C., la destrucción de la ciudad y del Templo, y el destierro de un núcleo importante de la población con la mayor parte de sus dirigentes a la cabeza. A partir de este momento se abre el período del exilio que llegará hasta el 538 a. C., año del primer edicto de repatriación del rey persa Ciro. Los poemas se habrían compuesto en el transcurso de esos 50 años que duró el exilio: unos más cercanos a los luctuosos hechos que se lamentan (especialmente Lam 2:1-22 y Lam 4:1-22) y otros a mayor distancia de la gran tragedia nacional. Sea como fuere, el conjunto de los poemas refleja, aun tomando en consideración las “licencias” de su lenguaje poético, un retrato bastante verosímil de la situación de Jerusalén y de Judá tras su destrucción. Es un retrato ajustado a la realidad histórica de aquellos años en que Judá vivió sin rey, sin Templo y sin instituciones; empobrecido, desorganizado y religiosamente abandonado.


Estas consideraciones, sin embargo, no excluyen la posibilidad de una redacción final postexílica de Lm para conmemorar, tras la vuelta de los exiliados y en un marco litúrgico-penitencial, la caída de Jerusalén y del Templo.


3. Perspectivas teológicas


La tragedia del 587 a. C., aunque presentida y anunciada muchos años antes, fue un duro golpe para la fe y las convicciones más profundas del pueblo, puesto que tanto la ciudad como el Templo y la monarquía eran no sólo símbolo y expresión de la cercanía de Dios, sino que eran también, y sobre todo, la garantía de la fidelidad de Dios a su alianza y a sus promesas. Su pérdida casi simultánea (y el posterior retraso de una nueva intervención salvífica divina) acarrea consecuencias religiosas y teológicas aún más graves que las políticas y sociales, pues ponía en tela de juicio no sólo la vigencia y continuidad de las grandes promesas, sino la misma fe del pueblo en el Dios de la alianza. Si hasta el momento el pueblo había podido salir fortalecido de castigos anteriores gracias a la misericordia infinita del Señor que siempre respondía a la conversión con una intervención salvífica, el castigo actual tenía visos de ser definitivo (Lam 5:22).


El libro de las Lamentaciones plantea el problema en toda su extensión y crudeza, pero al mismo tiempo ofrece también inequívocas vías de solución:


— El poeta portavoz, la ciudad personificada y la comunidad lamentan su triste y dolorosa situación: la ciudad está afligida, ahogada en gemidos y bañada en lágrimas; está desierta y desnuda, acuciada por el hambre y la miseria; se siente golpeada y herida en sus miembros más queridos (bebés, niños, jóvenes, doncellas, ancianos, nobles y dirigentes, sacerdotes y profetas), ultrajada y profanada en su realidad más santa (templo, culto, fiestas, asambleas, etc.).


— Tanto dolor y tan largo sufrimiento le han hecho descubrir y reconocer su propia culpa y, al mismo tiempo, comprender todos sus males como el merecido castigo provocado por los pecados del pueblo (con sus dirigentes a la cabeza, con especial mención de sacerdotes y profetas). Dios mismo ha sido el ejecutor del duro castigo, bien personal y directamente, bien por mediación del ataque enemigo.


— El castigo, sin embargo, ha provocado un sufrimiento excesivo no sólo en las víctimas inocentes (lo que ponía también en tela de juicio la confianza en la doctrina tradicional de la retribución), sino entre los propios culpables. O el enemigo se ha extralimitado (y merece, por tanto, un justo castigo por sus excesos), o Dios ha actuado injustamente al consentirlo.


— Las claves más hondas y significativas las encontramos en Lam 3:1-66 cuando revela el valor del sufrimiento paciente (vicario y redentor), manifiesta la confianza en que la misericordia divina es más “duradera” que su rechazo, urge la necesidad de la conversión sincera y reclama la exigencia de una fe inquebrantable en la justicia divina como última y definitiva palabra salvadora de Dios.


Fuente:

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Notas

Lamentaciones  1,1Lam 1:1-22 : Poema acróstico alfabético (ver Introducción, apartado 1 y notas a Sal 25:1-22 y Sal 119:1-176) con dos grandes partes caracterizadas por el predominio de la tercera y la primera personas respectivamente.

La primera parte (Lam 1:1-11), en tonos elegíacos, presenta la situación de Jerusalén como una princesa viuda, solitaria, exiliada y esclavizada por los enemigos que, con el consentimiento de Dios, la han castigado severamente en sus bienes y seres más queridos.

La segunda parte (Lam 1:12-22) es una lamentación individual de la propia Jerusalén, que llora la magnitud de su dolor y la gravedad de su situación incluyendo motivos de confesión, arrepentimiento y súplica. Gr. y Vulg. incluyen antes de Lam 1:1 esta introducción: Después de la deportación de Israel y de la destrucción de Jerusalén, el profeta Jeremías se sentó a llorar y entonó esta lamentación sobre Jerusalén.


Lamentaciones  1,1Bar 4:12.
Lamentaciones  1,1— reina: Lit. princesa.

— se ha convertido en esclava: Lit. reducida a trabajos forzados.
Lamentaciones  1,2Lam 2:18; Jer 9:18 Sal 6:6.
Lamentaciones  1,4Isa 3:26; Jua 14:2.
Lamentaciones  1,4— peregrinos: Lit. los que acuden a las fiestas.
Lamentaciones  1,5Lam 2:17; Deu 28:25; Sal 89:42.
Lamentaciones  1,6— Sión: Lit. la hija de Sión.
Lamentaciones  1,7— cayendo: Heb. añade: su gente.

— en mano enemiga: Heb. añade: todas las cosas preciosas / que tenía en los viejos tiempos. Parece una glosa que rompe el ritmo.
Lamentaciones  1,7Isa 47:3; Sal 13:4; Sal 35:19.
Lamentaciones  1,10Deu 23:3; 1Re 21:13; Eze 44:7-9.
Lamentaciones  1,12Lam 4:11; Sof 2:2-3; Dan 9:12; (ver Rom 2:5; Apo 6:17).
Lamentaciones  1,12— les dice nada: Conjetura a partir del inicio del texto hebreo, tal vez deficientemente transmitido. La Vulgata elimina el “No” inicial y comienza directamente en “ustedes”.
Lamentaciones  1,13— me ha abrasado: Traducción conjetural. Heb. me domina; Gr. bajó. Vg. me instruye.
Lamentaciones  1,14Deu 28:48; Isa 63:3.
Lamentaciones  1,15— ejército: Leyendo con una leve modificación moad en lugar de moed.

— a la virgen de Judá: Lit. a la virgen, la hija de Judá.
Lamentaciones  1,17Jer 30:14.
Lamentaciones  1,20— me quedo sin hijos: Lit. la espada me priva de los hijos.
Lamentaciones  1,20Deu 32:25; Sof 1:14-17.
Lamentaciones  1,21— Aunque escuchan: Algunos corrigen levemente y leen Escucha.

— Haz que llegue: Traducción conjetural a partir de la versión siriaca. Heb. dice has hecho llegar.
Lamentaciones  1,22Jer 51:35-37.