Apocalipsis  14 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 20 versitos |
1

El cortejo del Cordero y el cántico nuevo

Volví a mirar, y vi al Cordero de pie sobre el monte de Sión. Lo acompañaban los ciento cuarenta y cuatro mil º que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. º
2 Y escuché un sonido como de aguas caudalosas y de truenos fragorosos que venía del cielo; era, sin embargo, el sonido de arpistas tañendo sus cítaras. º
3 Entonaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos; un cántico que nadie era capaz de cantar, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra. º
4 Estos son los que no se contaminaron con la idolatría º manteniéndose vírgenes, los que forman el cortejo perenne del Cordero, los rescatados de entre la humanidad como primeros frutos para Dios y para el Cordero, º
5 los de palabras sinceras º y de conducta intachable. º
6

El mensaje de los tres ángeles

Vi también otro ángel que volaba por lo más alto del cielo. Tenía un evangelio º eterno que anunciar a los habitantes de la tierra; a todas las razas, naciones, lenguas y pueblos.
7 Decía con voz poderosa: — Teman a Dios y dénle gloria, porque ha sonado la hora del juicio. Adoren al creador del cielo y de la tierra, del mar y de los manantiales de agua. º
8 Un segundo ángel lo seguía, proclamando: — ¡Por fin cayó la orgullosa Babilonia *, la que emborrachó al mundo entero con el vino de su desenfrenada lujuria º! º
9 Y un tercer ángel seguía a los dos anteriores, clamando con voz poderosa: — ¡Adoren, si ustedes lo quieren, a la bestia y a su imagen! ¡Déjense tatuar su marca, si les place, en la frente o en la mano! º
10 Pero entonces, dispónganse a beber el vino de la ira de Dios que ha sido vertido sin mezcla alguna en la copa de su furor, dispónganse a ser torturados con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles y del Cordero. º
11 El tormento será eterno y no habrá descanso ni de día ni de noche para quienes adoren a la bestia y a su imagen, para quienes se hayan dejado tatuar su nombre. º
12 ¡Ha sonado la hora de poner a prueba la firmeza de los consagrados a Dios, de los que cumplen los mandamientos de Dios y son fieles a Jesús! º
13 Y oí una voz que decía: desde el cielo: — Escribe esto: “Dichosos desde ahora los muertos º que mueren en el Señor. El Espíritu mismo les asegura el descanso de sus fatigas, por cuanto sus buenas obras los acompañan”. º
14

Tiempo de siega y de vendimia

Volví a mirar, y vi una nube blanca. Sentado sobre ella había un ser de aspecto humano que llevaba una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano. º
15 Salió del Templo otro ángel y gritó con voz poderosa al que estaba sentado en la nube: — Empuña tu hoz y comienza a segar. Es el tiempo de la siega, pues ya está la mies en sazón. º
16 Acercó su hoz a la tierra el que estaba sentado sobre la nube y segó la mies de la tierra.
17 A continuación salió del Templo celestial otro ángel, que también llevaba una hoz afilada.
18 Y todavía surgió del altar un ángel más —el que tiene poder sobre el fuego— y ordenó con fuerte voz al de la hoz afilada: — Empuña tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, pues ya están las uvas en sazón.
19 Acercó el ángel su hoz a la tierra, vendimió la viña de la tierra y arrojó la vendimia al gran lagar de la ira de Dios. º
20 En las afueras de la ciudad fue pisado el lagar y salió de él tanta sangre, que inundó la tierra hasta alcanzar la altura de las bridas de un caballo en un radio de trescientos kilómetros º.

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Introducción a Apocalipsis 

INTRODUCCIÓN


1. El libro y sus peculiaridades


Este último libro del NT y de la Biblia lleva por título la palabra griega con que comienza: apocalipsis, que significa “revelación”. En algunas iglesias cristianas se le denomina precisamente así: el libro de la Revelación. Revelar significa retirar el velo que oculta una cosa; en nuestro caso alude a la acción por la que Dios, a través de su Hijo Jesucristo, “descubre” a los suyos los misteriosos planes y proyectos con que va llevando a buen puerto la historia de la salvación.


Apocalipsis (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Ap) es un libro al mismo tiempo desconcertante y seductor, tanto por su contenido como por su forma literaria. Se ha escrito de él que parece un libro para locos y para artistas. Y realmente los artistas se han inspirado muchísimo en él. Pero no hay que llamarse a engaño: Ap es ante todo y sobre todo un libro para creyentes cristianos, un libro en el que se corona y sintetiza de modo admirable el mensaje que Dios ha tenido a bien comunicar — revelar — a la humanidad. Aparentemente está dirigido a “las siete iglesias” (Apo 1:11). En realidad el número “siete” es número que indica plenitud, totalidad, y, por tanto, es toda la Iglesia la destinataria del libro. Un libro que, por otra parte, no fue aceptado de la misma manera por todas las iglesias cristianas de los primeros siglos. Mientras que las iglesias de Occidente lo incluyeron desde el principio en la lista de libros sagrados del NT, las de Oriente, en particular las de Siria y Palestina, no lo hicieron hasta bien entrado el siglo V.


La relación de Ap con el AT salta a la vista. Es verdad que no podemos hablar de citas explícitas — prácticamente no hay ninguna — , pero las citas implícitas y las alusiones son abundantísimas. Los libros más utilizados son Éxodo, Ezequiel y Daniel; lo que no debe sorprender si tenemos en cuenta que estos tres libros describen tres singulares experiencias de opresión sufridas por el pueblo israelita: esclavitud en Egipto, destierro en Babilonia, persecución en la época seléucida. Y el género literario al que pertenece Ap surgió — como diremos en seguida — para confortar al pueblo en momentos de tribulación.


Digamos, finalmente, que desde antiguo se ha relacionado a Ap con el cuarto evangelio, atribuyendo ambas obras al mismo autor, el apóstol Juan. En un apartado ulterior nos plantearemos la cuestión del autor de Apocalipsis. Constatemos únicamente aquí que las diferencias de estilo, de ambientación general y de contenido teológico en nada favorecen la unidad de autor. Pero no hay que descartar la pertenencia a una misma tradición a través de redactores vinculados a comunidades de origen joánico.


2. Género literario


Tanto el título del libro como determinados recursos literarios y una parte importante de su contenido nos encaminan claramente hacia “el género apocalíptico”. La literatura apocalíptica surge en Israel como un desarrollo particular de la corriente profética con el fin principal de alimentar y fortalecer la esperanza del pueblo en momentos especialmente críticos y difíciles. Para ello se hace eco de una serie de revelaciones divinas expresadas a través de visiones simbólicas y referidas a los planes misteriosos de Dios sobre la historia de la humanidad. Este tipo de literatura tiene sus antecedentes bíblicos en algunos textos proféticos de Isaías (Isa 24:1-23Isa 27:1-13; Isa 34:1-17Isa 35:1-10), Ezequiel (Eze 38:1-23Eze 39:1-29), Joel (Joe 3:1-17) y Zacarías (Zac 9:1-17Zac 14:1-21). El libro de Daniel constituye su más eximio representante en el AT, pero es sobre todo en la literatura apócrifa extrabíblica de los siglos II a. C. al II d. C. donde el género “apocalipsis” conoce un florecimiento extraordinario.


El libro de Apocalipsis tiene sin duda mucho en común con este género literario. Sin embargo, presenta también notables diferencias que lo acercan al género literario “profecía”. De hecho, el mismo autor califica a su obra como mensaje profético (Apo 1:3; Apo 22:7; Apo 22:10; Apo 22:18-19; ver Apo 10:11), se incluye a sí mismo entre los profetas (Apo 10:7; Apo 22:6; Apo 22:9) y describe su vocación según el modelo de la vocación profética (Apo 1:8-19; Apo 10:8-11). Además, una parte importante del libro (Apo 2:1-29Apo 3:1-22) se aproxima más a la predicación profética que al discurso apocalíptico. En cuanto a los rasgos característicos de la literatura apocalíptica (presencia masiva de visiones, lenguaje simbólico, perspectiva universal y cósmica, concepción pesimista y determinista de la historia presente), tienen, por supuesto, su reflejo en Ap, pero han sido profundamente revisados y reinterpretados a la luz del acontecimiento Jesucristo.


Por otra parte, abundan en el libro las resonancias litúrgicas. La visión inicial del libro se localiza en “el día del Señor”, aludiendo sin duda a la especial celebración litúrgica que tenía lugar en este día (Apo 1:10); el saludo de Apo 1:4-6 parece el de quien preside la celebración; en Apo 1:3 se sugiere la presencia de uno que lee y otros que escuchan. Los cps. Apo 2:1-29Apo 3:1-22 constituyen una especie de liturgia penitencial encaminada a que las iglesias — la Iglesia — se conviertan; igualmente los cps. Apo 4:1-11Apo 5:1-14 ofrecen toda la apariencia de una liturgia celeste según el esquema de las liturgias judías. Hay alusiones más o menos veladas a celebraciones cultuales: el bautismo (Apo 7:14; Apo 22:14) y la cena del Señor (Apo 2:17; Apo 3:20; Apo 12:6). Se mencionan numerosos gestos y objetos de claro contenido litúrgico. La misma conclusión del libro con el Maranatha final — ¡Ven, Señor Jesús! — parece evocar la celebración de una liturgia de la comunidad que adora (Apo 22:17-20).


Así pues, resumiendo, el libro de Ap, con un lenguaje ciertamente apocalíptico en un elevado tanto por ciento, se nos presenta como una revelación de alcance profético. Una revelación que tiene lugar en un marco litúrgico y que presenta a Jesucristo como aquel en quien, a través de su muerte y su resurrección, se ha hecho ya verdadera y definitiva la victoria de Dios sobre todos los poderes que intentan dominar la historia del mundo y de la humanidad.


3. Marco histórico


¿Qué circunstancias concretas rodearon la composición de este escrito tan singular? Una antigua tradición ha venido atribuyéndolo, aunque no de forma totalmente unánime, al apóstol Juan. Lo habría escrito en los últimos años de su vida y encontrándose desterrado en la isla de Patmos (en pleno mar Egeo, más o menos a la altura de las ciudades de Éfeso y Mileto) con motivo de la persecución desencadenada contra los cristianos por el emperador Domiciano en los años 91-96 d. C., que fueron los últimos de su reinado. Los destinatarios serían los cristianos situados en la órbita de esta persecución, a los que el autor quiere transmitir un mensaje de esperanza en la victoria definitiva de las fuerzas del bien — Dios Padre y Jesucristo, el Señor — sobre los poderes del mal.


En la actualidad, sin embargo, la mayoría de los estudiosos se resiste a identificar al autor de Ap con el apóstol Juan. El Juan de Apo 1:1; Apo 4:9 sería más bien un cristiano perteneciente, eso sí, a los círculos joánicos, que escribe su obra al amparo del nombre y de la autoridad del apóstol. Un procedimiento bien conocido entre los escritores antiguos, especialmente entre los autores de “apocalipsis”, y que no puede tacharse de fraude o falsificación; simplemente el autor real establece una relación ideal con un personaje célebre del pasado al que admira profundamente y al que, en consecuencia, presenta como el auténtico autor del escrito.


En todo caso, sea quien sea el autor real, los destinatarios del libro sí parecen ser creyentes amenazados por la persecución y sometidos a múltiples pruebas. El marco de la persecución de Domiciano, al que hemos aludido más arriba, tiene efectivamente muchas probabilidades a su favor; el testimonio de Ireneo de Lyon al respecto es un dato más que debe tenerse en cuenta. Pero no deben descartarse peligros y amenazas procedentes también de dentro, es decir, de círculos cristianos que se han apartado de la verdadera fe y que están hostigando a quienes se han mantenido fieles. En cuanto al lugar donde pudo ser redactado Ap, cabría pensar en el entorno de las ciudades a las que el autor dirige las cartas de la primera parte del libro.


4. Contenido y mensaje del libro


El propio autor de Ap sugiere que su libro es algo así como un evangelio eterno que es preciso anunciar a los habitantes de la tierra (Apo 14:6). Es la “buena noticia” de que el reino de Dios se ha hecho realidad en Jesucristo, único Señor de la historia y único Salvador de la humanidad (Apo 5:5-14; Apo 11:15-17; Apo 12:10; Apo 19:11-16). Los que reconocen a Cristo como tal Señor y Salvador participan ya de su victoria y conforman el nuevo pueblo de Dios (Apo 7:9-17; Apo 14:1-5; Apo 15:2-4; Apo 19:1-9; Apo 20:4-6). Los que lo rechazan, están destinados a la perdición (Apo 6:15-17; Apo 9:20-21; Apo 17:8-14; Apo 18:9-19; Apo 19:19-21; Apo 20:7-9).


La Iglesia, por su parte, como nuevo pueblo de Dios, está definitivamente asociada a la persona y a la obra de Cristo; participa de su destino profético, martirial, triunfante y glorioso; debe incorporar a su existencia una serie de actitudes morales y espirituales que la colocan en permanente estado de éxodo y, por tanto, de esperanza (Apo 11:17-18; Apo 12:10-12; Apo 19:7-9; Apo 22:17; Apo 22:20).


Apocalipsis, pues, constituye en conjunto un magnífico canto al poder soberano de Dios que conduce sabiamente los hilos de la historia, una espléndida revelación del papel que corresponde a Cristo en el desarrollo de este drama, y una urgente y apasionada invitación a una Iglesia perseguida y atribulada para que tome conciencia del momento concreto en que vive y sepa interpretarlo correctamente.


5. Pistas de interpretación y lectura


La complejidad literaria del libro de Ap y el misterioso contenido de buena parte de él, han dado lugar a distintas corrientes de interpretación, no siempre acertadas.


— Una primera tendencia ha pretendido leer Ap como “historia”. El libro — dicen — se reduce a una descripción en clave simbólica de la historia contemporánea del autor (problemas en el seno de las iglesias cristianas, persecución por parte de los poderes políticos, previsión de una pronta ruina del imperio romano). Hay, sin duda, aspectos verdaderos en esta línea de interpretación, pero necesita ser completada.


— Una segunda tendencia lee Ap como “profecía”, en el sentido popular del término, que es el de predicción del futuro. Ha sido la lectura más extendida entre el pueblo cristiano. A ella pertenecen las identificaciones concretas de sucesos o personajes de la historia con los consignados en el libro; y en ella se dan cita los “milenarismos” de todos los tiempos. Hay que ser cautos con este tipo de identificaciones, pues pueden traicionar fácilmente el pensamiento del autor y el significado último de los símbolos.


— Se ha propuesto un tercer tipo de lectura que puede calificarse como “lectura escatológica”: el mundo del más allá ha invadido, a partir de la resurrección de Cristo, el mundo presente y lo ha sometido a un proceso de transformación. Es una línea de interpretación válida, al menos en parte, que parece responder a una de las perspectivas profundas del autor.


— Y finalmente, hay una lectura-interpretación de Ap como “teología de la historia”. Interesa sobre todo el sentido teológico de “lo que sucede” o “va a suceder”, interesa la contemplación profunda de los sucesos históricos que afectaban a la Iglesia de aquel momento (y que son como anticipo de los que afectarán a la Iglesia de todos los tiempos) a la luz del juicio eterno de Dios en Cristo. Esta línea de interpretación ha sido desarrollada ampliamente en los últimos tiempos y en cierta manera engloba y utiliza lo que tienen de válido las otras tres.


En todo caso, para una lectura correcta y provechosa de Ap, es de importancia capital la comprensión adecuada de los símbolos tan masivamente presentes en el libro. El mismo autor proporciona algunas pistas para su interpretación. Al lector le corresponde dejarse impresionar por su fuerza, extraer de cada símbolo su contenido teológico sin quitarle su poder de evocación, contrastar permanentemente los símbolos con los distintos momentos y situaciones de la historia de la Iglesia y de la vida del propio lector. Precisamente, los símbolos permiten que el lenguaje de Ap, a primera vista exotérico e intemporal, mantenga un valor a la vez universal y concreto para el creyente de todos los tiempos.


6. Estructura


Se discute si Ap es una obra homogénea o más bien el resultado de aglutinar varias piezas de diversa procedencia e independientes en su origen. Considerando el texto en su estado actual se han propuesto dos modelos principales de estructura:


a) Según el primer modelo, Ap consta de dos partes desiguales en extensión, una de carácter más profético (Apo 1:4Apo 3:22) y otra más cercana al género apocalíptico (Apo 4:1Apo 22:5), precedidas de una Introducción (Apo 1:1-3) y seguidas de una conclusión (Apo 22:6-21) en las que resaltan el tono solemne y las resonancias litúrgicas. En la segunda parte — la más extensa — podemos distinguir cinco secciones o momentos que desarrollan de principio a fin todo el proceso de la historia de la salvación a través de un sugerente juego de septenarios: siete sellos, siete ángeles que tocan siete trompetas, siete ángeles con siete copas llenas de la ira de Dios, siete visiones referidas al triunfo definitivo de Cristo sobre todas las fuerzas negativas de la historia.


b) Un segundo modelo de estructura articula el libro en siete partes: prólogo (Apo 1:1-3) y epílogo (Apo 22:6-21) más cinco septenarios organizados de manera concéntrica. Primer septenario: siete cartas para siete iglesias (Apo 1:4Apo 3:22). Segundo septenario: los siete sellos (Apo 4:1Apo 8:1). Tercer septenario: las siete trompetas (Apo 8:2Apo 14:20). Cuarto septenario: las siete copas (Apo 15:1Apo 19:10). Quinto septenario: las siete visiones (Apo 19:11Apo 22:5).


Fuente:

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Notas

Apocalipsis  14,1Apo 3:12; Joe 2:32; Sal 2:6.


Apocalipsis  14,1— ciento cuarenta y cuatro mil: Ver nota a Apo 7:4.
Apocalipsis  14,2Apo 1:5.
Apocalipsis  14,3Apo 4:4; Apo 4:6; Apo 9:5.
Apocalipsis  14,4— con la idolatría: Lit. con mujeres: En la Biblia se equipara la idolatría con el adulterio (o prostitución). Ver notas a Apo 2:20 y a Stg 4:4. Según esto, los vírgenes mencionados en este pasaje deben ser aquellos que no se han contaminado con ningún tipo de idolatría.
Apocalipsis  14,4Jer 2:3; 1Co 16:15.
Apocalipsis  14,5— de palabras sinceras: Lit. en cuya boca no fue hallada mentira. Probablemente también con esta expresión se alude al culto de los falsos dioses que son la mentira por antonomasia.
Apocalipsis  14,5Isa 59:3; Sof 3:13; Sal 32:2.
Apocalipsis  14,6— evangelio: En el sentido de buena noticia, mensaje de salvación. Ver notas a Mar 1:1 y Rom 1:1.
Apocalipsis  14,7Apo 10:5.
Apocalipsis  14,8Apo 16:19; Apo 17:2; Apo 17:5; Apo 18:2-3; Apo 18:10-24; Isa 21:9; Isa 46:1-2; Isa 47:1-15; Jer 50:1-46; Jer 51:1-8.
Apocalipsis  14,8— Babilonia: Es casi seguro que se trata de una expresión simbólica para aludir a Roma (ver nota a 1Pe 5:13).

— el vino de su desenfrenada lujuria: Lit. el vino del furor de su lujuria. Algunos en lugar de furor traducen ira y refieren esta ira-furor no al vino, sino a Dios; consecuentemente la traducción debería ser: la que, a causa de su lujuria, emborrachó a todos con el vino de la ira de Dios. Ver al respecto Apo 14:10 (donde, sin embargo, la expresión del texto griego es un tanto diferente); Apo 18:3 y sobre todo Apo 19:15; Isa 51:17.
Apocalipsis  14,9Apo 13:16.
Apocalipsis  14,10Apo 15:7; Apo 16:19; Apo 20:10; Apo 21:8; Isa 51:17; Isa 51:22; Jer 25:15; Sal 75:8.
Apocalipsis  14,11Apo 13:8; Isa 34:10.
Apocalipsis  14,12Apo 12:17; Apo 13:10.
Apocalipsis  14,13— desde ahora los muertos. Variando ligeramente la puntuación y cambiando la colocación del desde ahora, podría también traducirse: Dichosos los muertos si mueren en el Señor. Es el Espíritu mismo quien ya, desde ahora, les asegura el descanso.
Apocalipsis  14,13Heb 4:10.
Apocalipsis  14,14Apo 1:13; Dan 7:13.
Apocalipsis  14,15Joe 3:13; Mat 13:39-40.
Apocalipsis  14,19Apo 19:15; Isa 63:1-3; Lam 1:15.
Apocalipsis  14,20— trescientos kilómetros. Lit. en una extensión de mil seiscientos estadios. Ver TABLA DE PESAS Y MEDIDAS. De cualquier forma, la cifra reviste, sin duda, un valor simbólico y significa una gran extensión de terreno.