Hechos 7 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 60 versitos |
1

Discurso de Esteban

El sumo sacerdote preguntó a Esteban: — ¿Es eso cierto?
2 Esteban respondió: — Hermanos israelitas y dirigentes de nuestra nación, escúchenme: Dios se apareció en el esplendor de su gloria a Abrahán, nuestro padre, cuando aún se hallaba en Mesopotamia º, antes de establecerse en Jarán,
3 y le dijo: Deja tu tierra y a tu familia y dirígete al país que yo te señale. º
4 Salió Abrahán de Caldea y se instaló en Jarán. Desde allí, cuando murió su padre, Dios lo trasladó a este país en el cual ustedes habitan ahora. º
5 Sin embargo, no le entregó ni siquiera un palmo de tierra en herencia, pero sí prometió entregársela en propiedad a él y a sus descendientes, aun cuando Abrahán todavía no tenía hijos. º
6 Al mismo tiempo, Dios le manifestó que sus descendientes residirían en el extranjero, donde por espacio de cuatrocientos años se verían reducidos a la esclavitud y maltratados. º
7 Aunque también le dijo Dios: Someteré a juicio a la nación que los esclavice, y después saldrán de ella y me rendirán culto en este lugar º. º
8 A continuación hizo con él un pacto que fue sellado por la circuncisión. Por eso Abrahán circuncidó a su hijo Isaac una semana después de nacer; lo mismo hizo Isaac con Jacob, y este con sus doce hijos, los patriarcas. º
9 Posteriormente, los hijos de Jacob º tuvieron envidia de José y lo vendieron como esclavo con destino a Egipto. Pero José gozaba de la protección de Dios º
10 y salió con bien de todas las circunstancias adversas. Más aún, Dios le concedió sabiduría e hizo que se granjeara la simpatía del faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de Egipto y jefe de toda la casa real.
11 Más tarde, el hambre acosó a Egipto y a todo el país cananeo, y la situación llegó a ser tan grave, que nuestros antepasados carecieron del sustento necesario.
12 Al tener noticia Jacob de que en Egipto había reservas de trigo, envió allá una primera vez a nuestros antepasados. º
13 Cuando fueron por segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos, y el faraón conoció la ascendencia de José.
14 Entonces, José envió a buscar a Jacob, su padre, y a toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas º. º
15 Así fue como Jacob se trasladó a Egipto, donde él y nuestros antepasados murieron.
16 Con el tiempo, llevaron sus restos a Siquén y les dieron sepultura en la tumba que Abrahán había comprado allí a los hijos de Emmor pagando el precio correspondiente º.
17 Entre tanto, según se aproximaba el tiempo en que Dios cumpliría la promesa que había hecho a Abrahán, el pueblo iba creciendo y multiplicándose en Egipto. º
18 Pero subió al trono de Egipto un nuevo rey que no había conocido a José;
19 un rey que actuó pérfidamente contra nuestra raza y fue cruel con nuestros antepasados, obligándolos a dejar abandonados a sus niños recién nacidos para que no sobrevivieran. º
20 En esa época nació Moisés, que era un niño muy hermoso º. Durante tres meses fue criado en su casa paterna;
21 luego tuvieron que dejarlo abandonado, pero la hija del faraón lo adoptó y lo crió como si fuera su propio hijo.
22 Así que Moisés recibió una sólida instrucción en todas las disciplinas de la ciencia egipcia, y se hizo respetar tanto por sus palabras como por sus obras. º
23 Al cumplir los cuarenta años, decidió Moisés ponerse en contacto con los israelitas, sus hermanos de raza. º
24 Al ver entonces que un egipcio maltrataba a uno de ellos, se apresuró a defenderlo y, para vengar al oprimido, mató al egipcio.
25 Se imaginaba que sus hermanos comprenderían que Dios iba a libertarlos valiéndose de él, pero ellos no lo entendieron así.
26 Al día siguiente, quiso intervenir en una reyerta entre israelitas, para apaciguar a los contendientes. Pero al decirles: “¿Cómo están peleándose, si son hermanos?”, º
27 el agresor le replicó diciendo: “¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro?
28 ¿Es que quieres matarme también a mí, como hiciste ayer con el egipcio?”.
29 Estas palabras hicieron que Moisés huyera y viviera exiliado en Madián, donde llegó a ser padre de dos hijos. º
30 Pasaron cuarenta años y, estando Moisés en el desierto del monte Sinaí º, se le apareció un ángel en medio de las llamas de una zarza que estaba ardiendo. º
31 Moisés se sorprendió al contemplar tal aparición y, al acercarse para observar más de cerca, oyó al Señor, que decía:
32 Yo soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. Temblando de miedo, Moisés ni siquiera se atrevía a mirar.
33 El Señor entonces le dijo: Descálzate, porque el lugar donde estás es tierra santa.
34 He comprobado cómo mi pueblo sufre en Egipto, he escuchado sus lamentos y me dispongo a librarlos. Así que ahora prepárate, pues voy a enviarte a Egipto.
35 De manera que el mismo Moisés al que los israelitas habían rechazado diciéndole: “¿Quién te ha nombrado jefe y juez?”, fue el enviado por Dios como jefe y libertador, por medio del ángel que se le apareció en la zarza.
36 Fue Moisés quien sacó a los israelitas de Egipto, realizando milagros y prodigios a lo largo de cuarenta años, tanto en el mismo Egipto como en el mar Rojo y en el desierto. º
37 Fue también Moisés quien dijo a los israelitas: Dios hará surgir de entre ustedes un profeta como yo. º
38 Fue él, en fin, quien en la asamblea * del desierto sirvió de intermediario entre el ángel º que le hablaba en el monte Sinaí y nuestros antepasados, y quien recibió palabras de vida con el encargo de transmitírnoslas. º
39 Pero nuestros antepasados no quisieron obedecerle; lo rechazaron y, volviendo el pensamiento a Egipto, º
40 dijeron a Aarón: Haznos dioses que nos guíen en nuestro caminar, pues no sabemos qué ha sido de ese Moisés, el que nos sacó de Egipto. º
41 Fue entonces cuando se fabricaron un ídolo en forma de becerro, le ofrecieron sacrificios y celebraron una fiesta solemne en honor de algo que habían hecho con sus propias manos.
42 Así que Dios se apartó de ellos y permitió que se entregasen al culto de los astros *, como está escrito en el libro de los profetas º: Pueblo de Israel, ¿en honor de quién fueron las víctimas y sacrificios que ustedes ofrecieron durante cuarenta años en el desierto? No ciertamente en mi honor, º º
43 sino que llevaron en procesión la tienda-santuario del dios Moloc y el emblema en forma de estrella de Refán º, a quien convirtieron en su dios; imágenes todas ellas que hicieron para rendirles culto. Por eso, a ustedes los deportaré más allá de Babilonia.
44 Nuestros antepasados tenían en el desierto la Tienda del testimonio, que fue construida conforme al modelo que había visto Moisés cuando Dios le habló. º
45 Fueron también nuestros antepasados quienes la recibieron y quienes, acaudillados por Josué, la introdujeron en el país que ocuparon cuando Dios expulsó a los paganos delante de ellos. Y así continuaron las cosas hasta la época de David. º
46 Por su parte, David, que gozaba del favor de Dios, solicitó proporcionar un santuario a la estirpe de Jacob º. º
47 Sin embargo, fue Salomón quien lo construyó;
48 aunque debe quedar claro que el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas, como dice el profeta: º
49 Mi trono es el cielo, dice el Señor, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Por qué quieren edificarme un santuario o un lugar que me sirva de morada? º
50 ¿No soy yo el creador de todas estas cosas?
51 Ustedes, gente testaruda, de corazón empedernido y oídos sordos, siempre han ofrecido resistencia al Espíritu Santo. Como sus antepasados, así son ustedes. º
52 ¿Hubo algún profeta al que no persiguieran sus antepasados? Ellos mataron a los que predijeron la venida del único justo º a quien ahora ustedes han entregado y asesinado. º
53 ¡Ustedes que recibieron la ley por mediación de ángeles º, pero que nunca la han cumplido!
54

Lapidación de Esteban

Estas palabras desataron su cólera, y se recomían de rabia contra Esteban. º
55 Pero él, lleno del Espíritu Santo y con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie junto a Dios º. º
56 — Escúchenme —dijo—, veo el cielo abierto y al Hijo del hombre º de pie junto a Dios. º
57 Hechos un puro grito, no quisieron escuchar nada más y se arrojaron en masa sobre él.
58 Lo sacaron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los que participaban en el hecho confiaron sus ropas al cuidado de un joven llamado Saulo. º
59 Esteban, por su parte, oraba con estas palabras mientras era apedreado: — Señor Jesús, acoge mi espíritu. º
60 Luego dobló las rodillas y clamó en alta voz: — ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Y, sin decir más, expiró.

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Introducción a Hechos

INTRODUCCIÓN


1. Aspectos generales


En la introducción al tercer evangelio quedó claro que el libro de los Hechos de los Apóstoles ha de ser considerado como la segunda parte de una obra conjunta que la tradición cristiana, prácticamente sin fisuras, ha atribuido a un cristiano del último tercio del siglo I llamado Lucas. En consecuencia, lo dicho allí sobre las características generales y estado primitivo de la obra, sobre su finalidad, el autor y los destinatarios es plenamente válido para esta introducción.


Debemos señalar, en primer lugar, que el título que actualmente lleva el libro — Hechos de los Apóstoles — no es original, aunque con ligeras variantes se remonta, como mínimo, a la segunda mitad del siglo II. Por otra parte, dicho título tampoco responde al contenido básico del libro. En efecto, el grupo de los doce apóstoles en conjunto sólo se menciona de pasada en los primeros capítulos. Inmediatamente el protagonismo pasa a Pedro que ocupa el primer plano de la escena en la primera parte de la obra. Del resto de los apóstoles, sólo los hijos de Zebedeo — Juan y Santiago — tienen una cierta y esporádica cabida (siempre a la sombra de Pedro) en el relato (Hch 3:1-4; Hch 3:11; Hch 4:1-15; Hch 4:23; Hch 8:14-17; Hch 8:25; Hch 12:1-2). A partir del capítulo Hch 13:1-52 el protagonista del libro es Pablo, a quien Lucas admira, pero a quien no aplica nunca el apelativo de apóstol. Con razón, pues, se ha dicho que el título adecuado para esta parte de la obra de Lucas podría ser Historia de los Orígenes Cristianos, o bien, Hechos del Espíritu, si consideramos que el Espíritu Santo es, sin lugar a dudas, el verdadero y profundo protagonista de toda la obra lucana.


El texto griego del libro de los Hechos (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Hch) se ha transmitido en dos principales formas: a) el llamado texto alejandrino o egipcio, representado por importantes y valiosos papiros y códices; es un texto breve y sobrio, los críticos lo consideran más cercano al original, y suele ser utilizado como base para ediciones críticas; y b) el texto llamado occidental (tal vez por haber sido copiado en Occidente y conservado durante varios siglos en Lyón) representado por una tradición manuscrita de menor peso, pero de ninguna manera desdeñable; es un texto que introduce numerosas adiciones con respecto al anterior, trata de corregir inexactitudes, las citas del AT son menos cercanas a los LXX, tiende a resaltar las figuras de Pedro y Pablo, es abiertamente antijudío y subraya más todavía, si fuera posible, la actividad del Espíritu Santo. La inmensa mayoría de las traducciones modernas — y la presente no es una excepción — utilizan el texto alejandrino como principal punto de referencia.


La autoría de Lucas, reconocida de forma unánime por la tradición, ha suscitado últimamente algunas reservas, pero nadie ha presentado una alternativa consistente. La opinión hoy más común es que toda la obra — Evangelio y Hechos — habría sido escrita en la década de los 80 y en un lugar fuera de Palestina, sin que sea posible concretar mucho más.


2. Dimensión literaria. Proceso de composición


La calidad literaria de Hch puede calificarse de excelente. Resiste con holgura la comparación con otros importantes escritos profanos de la época helenística y, dentro del NT, sólo el propio tercer evangelio, el escrito a los Hebreos y algunos pasajes de las cartas paulinas pueden colocarse a su altura. Lucas es un magnífico narrador que, imitando el estilo de los LXX, construye con soltura y elegancia. Sabe alternar oportunamente los diversos niveles del lenguaje, desde el más popular al más elevado, y esto hace que Hch, donde podríamos decir que escribe con más libertad literaria que en el caso del Evangelio, la redacción resulte, si cabe, más pulida y brillante.


Por lo que se refiere al proceso de composición, Hch constituye una novedad dentro de la literatura cristiana del siglo I. Su autor no dispuso de un modelo previo como en el caso del Evangelio, primera parte de la obra. Pero sí tuvo a mano la necesaria información y, dado el método de trabajo que el propio Lucas nos revela en el prólogo a toda su obra (Luc 1:1-4), nos hace suponer que también para componer la segunda parte se sirvió de fuentes que pudieron ser tanto orales como escritas. Entre estas últimas, se sugiere la existencia de una fuente jerosolimitana y otra antioquena para los primeros quince capítulos de libro. Y sobre todo, para la segunda parte del libro (Hch 16:1-40Hch 28:1-31), se ha propuesto la utilización por parte de Lucas de un hipotético diario de viajes escrito por el propio Lucas o por otro compañero de Pablo (¿Silas, tal vez?). A este diario pertenecerían las célebres “secciones nosotros”, cuatro pasajes, especialmente relacionados con travesías marítimas (Hch 16:10-17; Hch 20:5-15; Hch 21:1-18; Hch 27:1Hch 28:16), en los que el narrador pasa sorprendentemente de narrar en tercera persona a hacerlo en primera persona del plural. Puede pensarse en apuntes del mismo autor del libro que habría formado parte del grupo apostólico de Pablo en estas concretas ocasiones, o tal vez mejor, en apuntes de otro acompañante de Pablo que llegaron a manos del autor de Hch y que este no dudó en utilizar.


En todo caso, el autor de Hch contó con una abundante información, tanto escrita como oral, con la que elaboró un peculiar y personalísimo género literario que podemos denominar historia teológica o teología narrativa. Un género literario al que el autor ha dado forma a base de entretejer hábilmente una amplia serie de relatos, discursos y sumarios. La cuidadosa disposición de estos tres elementos, desiguales en extensión pero igualmente importantes en la estructura global del libro, constituye el hilo conductor de toda la trama.


Los relatos ocupan la mayor parte de la obra — dos terceras partes — , pero no pretenden agotar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos primeros años de la Iglesia. El autor ha llevado a cabo una significativa selección de los acontecimientos y personajes más representativos desde su particular perspectiva teológica y desde la finalidad que pretende con el libro.


Los discursos (veinticuatro en total, que ocupan casi una tercera parte del libro) son el instrumento a través del cual el autor transmite y explica sus convicciones teológicas. Puestos en boca de todo tipo de personas, y en lugares claves del relato, hacen que el lector profundice en el sentido de los acontecimientos y descubra en ellos el mensaje que se quiere transmitir, a saber, la muerte y resurrección de Jesucristo como fuente y camino de salvación para todos los seres humanos.


Y finalmente los sumarios, breves resúmenes de la vida comunitaria que están presentes sobre todo en la primera parte del libro (Hch 2:42-47; Hch 4:32-35; Hch 5:12-16; Hch 9:31; Hch 6:7; Hch 12:24; Hch 16:5). No cabe duda de que son una elaboración del autor; con ellos quiere, por una parte, ofrecer a los lectores pausas de reflexión para que profundicen en el mensaje; y por otra, los convierte en medios privilegiados para presentar su visión de cómo debería ser la comunidad cristiana ideal, la de entonces y la de todos los tiempos.


3. Valor histórico


Hemos definido Hch como una historia teológica o una teología narrativa. Esto significa que el autor no pretende elaborar sin más una crónica histórica de la primitiva comunidad cristiana, ni buscar información exhaustiva sobre ella. Selecciona, más bien, episodios y personajes, con frecuencia los idealiza y, en otros casos, los simplifica y esquematiza. De ahí que Hch no pueda ser considerado como un simple tratado de historia, y menos aún debe pretenderse que responda a nuestro actual concepto científico de la historia. Tomar siempre al pie de la letra sus “aparentes” informaciones, puede resultar peligroso y desorientador. Por otra parte, no deben pasarse por alto los significativos silencios de Hch. Nada dice, por ejemplo, de la fundación de iglesias tan importantes como la de Alejandría o la de Roma, nada sobre la actividad apostólica de Pedro fuera de Palestina, nada sobre las tormentosas relaciones entre Pablo y las comunidades de Corinto y Galacia. Sean cuales sean los motivos de este silencio, el hecho es incuestionable y demuestra que Hch no es ni una historia total de la primitiva Iglesia cristiana, ni tampoco una biografía completa de Pablo.


Todo esto es cierto, pero en modo alguno debe conducir a posturas extremas que presenten a Hch como una abierta falsificación tendenciosa o, en el mejor de los casos, como una obra con buenas intenciones pero muy mal informada. Frente al radicalismo crítico del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, hoy prevalece la idea de que Hch es, en líneas generales, históricamente fiable; su autor escribe como teólogo, pero también como historiador, pues la auténtica historia es indispensable para una correcta teología.


Por lo que respecta a la imagen de Pablo en Hch, los mismos autores que teóricamente parecen desconfiar de los datos de Hch, luego en la práctica los utilizan con menos reservas de las señaladas en principio. Aunque con ribetes apologéticos y un tanto idealizadores, la figura histórica de Pablo que se desprende de Hch es correcta y coincide substancialmente con la de las propias cartas del Apóstol. A todo esto habría que añadir una amplia serie de datos consignados en Hch que están básicamente de acuerdo con lo que sabemos por otras fuentes no bíblicas sobre el funcionamiento de aquella sociedad grecorromana. No existen, pues, razones de peso para poner en entredicho el valor histórico fundamental de Hch.


4. Mensaje y contenido


Hch es el testimonio documental de cómo, a través de la acción del Espíritu, la salvación traída por Jesucristo se hace presente y operativa en la primitiva Iglesia cristiana, comunidad fraternal de fe, y llega a penetrar en el corazón mismo del mundo pagano. Además de esto, el autor trata de demostrar que la nueva religión — el nuevo “camino” — no pretende conculcar las leyes del imperio romano, sino más bien tender puentes de aproximación y crear lazos de colaboración y entendimiento. La figura y la acción misionera de Pablo es, al respecto, emblemática.


Así pues, Hch es ante todo una especie de memoria-testimonio sobre la obra realizada por el Espíritu Santo en los primeros años de la Iglesia. El Espíritu prometido (Hch 1:5; Hch 2:16-21; ver Luc 24:49) y enviado (Hch 2:1-4) es el verdadero protagonista del libro y el auténtico artífice de la extensión del mensaje cristiano hasta los confines del Imperio. Los personajes — Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Apolo, Pablo, etc. — , aparecen y desaparecen; el Espíritu está siempre alentando y vivificando a la Iglesia. Con razón podemos hablar de Hch como de Evangelio del Espíritu Santo o Hechos del Espíritu.


Por su parte, la acción del Espíritu consiste primordialmente en hacer de los discípulos de Jesús testigos privilegiados del acontecimiento central de la historia, que no es otro sino la salvación traída por Jesús. A través de estos testigos, que lo son no sólo mediante palabras sino también a través de signos prodigiosos (Hch 3:1-10; Hch 5:1-16; Hch 8:6-7; Hch 9:32-41; Hch 12:6-11; Hch 13:11; Hch 14:8-20; Hch 16:25-26; Hch 20:9-12; ver Luc 24:49), la salvación de Jesús va llegando a los más diversos ambientes y lugares, y se convierte en mensaje que interpela a individuos y grupos. Este ofrecimiento de salvación a través de la predicación apostólica es aceptado por unos y rechazado por otros. En realidad, tanto los apóstoles como los demás misioneros cristianos son plenamente conscientes de que su condición de servidores de la palabra (Hch 6:4) les acarreará permanentes dificultades y sufrimientos. Pero eso no va a ser obstáculo para que, llenos de alegría y sin miedo alguno, proclamen el mensaje de salvación por todas partes, desde Jerusalén hasta Roma, cumpliendo así el encargo de Jesús (Hch 1:8).


El resultado de esta acción conjunta — presencia del Espíritu y actividad misionera de los testigos — es la formación y crecimiento imparable de la Iglesia cristiana como comunidad de salvación. Hch da testimonio de ello desde la primera hasta la última página. Todo en él tiene una referencia comunitaria; todo se hace desde una experiencia de fraternidad y participación (Hch 2:42-46; Hch 4:32-35; Hch 11:27-30). De esta manera la Iglesia nacida en Pentecostés se constituye en el nuevo pueblo adquirido por Dios (Hch 15:14; Hch 18:10), en la comunidad universal de salvación y de fe que se concreta en las múltiples y variopintas iglesias locales: Jerusalén, Samaría, Antioquía, Filipos, Tesalónica, Corinto, Éfeso, Roma.


Subrayemos, finalmente, que el autor de Hch ha querido compendiar todo este proceso de formación y crecimiento de la Iglesia en la preciosa imagen del camino (Hch 9:2; Hch 13:10; Hch 16:17; Hch 18:25-26; Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22). Recuerda así Lucas a los creyentes de entonces y de todos los tiempos la condición itinerante del cristiano: la Iglesia no es una realidad anquilosada e inmóvil, sino dinámica y en permanente actitud de crecimiento y de marcha. La historia que Lucas cuenta no termina en el capítulo Hch 28:1-31 de Hch, que por otra parte no deja de ser un sorprendente final para un relato que parecería tener a Pablo como protagonista. ¿Por qué no nos dice en qué paró la situación de Pablo prisionero y en espera de un juicio ante los tribunales del emperador? Pues porque el verdadero protagonista del libro no es el mensajero, sino el mensaje; y lo mismo que el mensaje tenía que llegar, y llegó, hasta los confines de la tierra, la historia queda abierta para que llegue también, por los “caminos” que Dios quiera, hasta el final de los tiempos, cuando Jesús vuelva a clausurar esa historia de salvación.


5. Estructura y división


En épocas pasadas se ha propuesto dividir el libro de Hch en dos grandes partes atendiendo, bien al programa misionero (misión a los judíos-misión a los paganos) que se sugiere en Hch 2:39, bien a los dos principales protagonistas del libro que son Pedro y Pablo. Estos criterios tienen valor y en cierta manera el autor los ha debido tener en cuenta a la hora de estructurar esta parte de la obra. Pero son insuficientes para explicar el orden interno del libro en su conjunto. Por eso hoy se acude a una combinación de criterios geográficos, literarios y teológicos que tienen como punto de arranque el texto programático de Hch 1:8 con sus tres elementos: la fuerza del Espíritu, los testigos de la palabra, y el camino que ha de recorrer el mensaje. La repetida mención de estos tres elementos en puntos estratégicos del libro, nos conduce a la siguiente división:


— Introducción (Hch 1:1-26)


I. — TESTIGOS EN JERUSALÉN (Hch 2:1Hch 8:3)


- Derramamiento del Espíritu en Pentecostés (Hch 2:1-43)


- La primera comunidad cristiana (Hch 2:43Hch 5:16)


- Primeras persecuciones (Hch 5:17Hch 8:3)


II. — TESTIGOS EN JUDEA Y SAMARÍA (Hch 8:4Hch 12:25)


- Evangelización de Samaría (Hch 8:4-40)


- Pablo irrumpe en escena (Hch 9:1-31)


- Actividad misionera de Pedro (Hch 9:32Hch 12:25)


III. — TESTIGOS HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA (Hch 13:1-52Hch 28:1-31)


- Primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52Hch 14:1-28)


- Asamblea de Jerusalén (Hch 15:1-35)


- Segundo viaje misionero de Pablo y Bernabé (Hch 15:36Hch 18:22)


- Tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23Hch 21:16)


- Pablo arrestado en Jerusalén (Hch 21:17Hch 23:22)


- Pablo prisionero en Cesarea del Mar (Hch 23:23Hch 26:32)


- Pablo trasladado a Roma (Hch 27:1-44Hch 28:1-31)


Fuente:

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Notas

Hechos 7,2— Mesopotamia: En realidad, según Gén 11:31 (ver nota), Dios se apareció a Abrahán cuando este residía ya en Jarán. En este punto, las palabras que el autor de Hechos pone en boca de Esteban, parecen hacerse eco de una tradición extrabíblica.


Hechos 7,3Gén 12:1.
Hechos 7,4Gén 11:31; Gén 12:4-5.
Hechos 7,5Gén 12:7; Gén 13:15; Gén 16:1; Gén 17:8.
Hechos 7,6Gén 15:13-14.
Hechos 7,7— en este lugar: El texto de Éxo 3:12, citado en este pasaje, dice exactamente: en este monte. Esteban, sin embargo, introduce una pequeña modificación para aludir expresamente a Jerusalén y a su Templo.
Hechos 7,7Éxo 3:12.
Hechos 7,8Gén 17:10-14; Gén 21:4.
Hechos 7,9— los hijos de Jacob: Lit. los patriarcas, a quienes en el versículo anterior se identifica con los doce hijos de Jacob.
Hechos 7,9Gén 37:11; Gén 37:28; Gén 39:2-3; Gén 39:21; Gén 39:23; Gén 41:37-57; Gén 42:1-38; Gén 43:1-34; Gén 44:1-34; Gén 42:5; Sal 105:16-22.
Hechos 7,12Gén 42:1-2; Gén 45:3-4; Gén 45:16.
Hechos 7,14— setenta y cinco personas: Esta es la cifra que aparece en Gén 46:27 y Éxo 1:5 según la versión griega de los LXX. El texto hebreo de estos mismos pasajes dice: setenta.
Hechos 7,14Gén 45:9-11; Gén 45:18-19; Gén 46:5-6; Gén 49:33; Éxo 1:6.
Hechos 7,16— el precio correspondiente: Los datos de este versículo no concuerdan con los pasajes del AT en que se habla del tema. Según estos pasajes, Jacob fue sepultado en Hebrón, concretamente en la cueva de Macpela (Gén 49:29-32; Gén 50:7-13), que Abrahán había comprado al hitita Efrón (Gén 23:1-20). El sepultado en Siquén fue José (Jos 24:32), en un campo que Jacob había comprado a los hijos de Jamor (Gén 33:18-19). Es, pues, probable que también aquí el texto de Hechos dependa de una fuente extrabíblica.
Hechos 7,17Éxo 1:7-8.
Hechos 7,19Éxo 1:10-11, Éxo 22:3-11; (ver Heb 11:23).
Hechos 7,20— muy hermoso: La traducción literal sería: hermoso para el mismo Dios. Algunos prefieren traducir: agradable a los ojos de Dios.
Hechos 7,22Luc 24:19.
Hechos 7,23Éxo 2:11-12.
Hechos 7,26Éxo 2:13-14; (ver Luc 12:14).
Hechos 7,29Éxo 2:15; Éxo 2:21-22; Éxo 18:3-4.
Hechos 7,30— monte Sinaí: Según otra tradición, representada por Éxo 3:1 y el libro del Deuteronomio (Deu 1:2; Deu 1:19; Deu 4:10; Deu 5:2; Deu 9:8; etc.), este monte se llamaría Horeb.
Hechos 7,30Éxo 3:1-10.
Hechos 7,36Éxo 7:3; Éxo 14:21; Núm 14:33; (ver Hch 2:43).
Hechos 7,37Deu 18:15.
Hechos 7,38— asamblea: La transcripción literal del vocablo griego empleado sería: iglesia. Los primeros cristianos se consideraron en seguida los auténticos herederos de la solemne asamblea del desierto.

— el ángel: Ver nota a Mat 1:20. En las más antiguas tradiciones bíblicas, el “ángel del Señor” es el mismo Señor. Pero más tarde, al subrayarse la transcendencia divina, se establece una clara distinción entre Dios y su ángel; al mismo tiempo, se piensa que Moisés no tuvo contacto directo con Dios, sino con su ángel (o sus ángeles). El presente pasaje parece hacerse eco de esta tradición (ver Gál 3:19; Heb 2:2).
Hechos 7,38Éxo 19:1-16; Éxo 20:1-17; Deu 9:10; Deu 10:4; Deu 5:4-22; (ver Luc 10:26-28; Hch 5:20).
Hechos 7,39Núm 14:3.
Hechos 7,40Éxo 32:1; Éxo 32:4-6; Éxo 32:23.
Hechos 7,42— el culto a los astros: Eran numerosas las religiones que consideraban a los astros como divinidades a quienes era preciso adorar.

— el libro de los profetas: Probablemente se refiere a la colección de los doce profetas llamados “menores”. En este pasaje se cita Concretamente a Amó 5:25-27, según la versión griega de los LXX, con la peculiaridad de sustituir a Damasco por Babilonia, para aludir así a la cautividad del pueblo judío en Babilonia.
Hechos 7,42Jer 8:2.
Hechos 7,42Amó 5:25-27.
Hechos 7,43— Moloc... Refán: Moloc era el dios de los amonitas, pueblo establecido al oriente del Jordán. Refán era un dios egipcio.
Hechos 7,44Éxo 25:9; Éxo 25:40; Éxo 27:21; Núm 1:50.
Hechos 7,45Jos 3:14-17; Jos 18:1; Jos 23:9; Jos 24:18.
Hechos 7,46— la estirpe de Jacob: Bastantes mss., algunos de reconocido valor, dicen: al Dios de Jacob.
Hechos 7,462Sa 7:2-16; 1Re 6:1-38; 1Re 6:8; 1Re 6:17-18; 1Cr 17:1-14; 2Cr 3:1-2; 2Cr 6:2-10; Sal 132:1-5.
Hechos 7,48Hch 17:24; Hch 17:29.
Hechos 7,49Isa 66:1-2.
Hechos 7,51Éxo 32:9; Éxo 33:3; Éxo 33:5; Lev 26:41; Jer 9:26.
Hechos 7,52— único justo: Ver nota a Hch 3:14.
Hechos 7,52Hch 3:14; 2Cr 36:16; Mat 23:31.
Hechos 7,53— ángeles: Ver segunda nota a Hch 7:38.
Hechos 7,54Hch 5:33; (ver Sal 35:16; Sal 37:12; Sal 112:10; Job 16:9).
Hechos 7,55Sal 110:1; Mat 26:64 y par. Mar 16:19; Rom 8:34; Efe 1:20; Col 3:1; Heb 1:3; Heb 1:13; Heb 8:1; 1Pe 3:22.
Hechos 7,55-56— junto a Dios: Lit. a la derecha de Dios. Ver nota a Mat 25:33.
Hechos 7,56— el Hijo del hombre: Título que Jesús se atribuye a sí mismo con frecuencia, pero que fuera de los evangelios sólo aparece en este lugar. Ver nota a Mat 8:20.
Hechos 7,56Mat 3:16.
Hechos 7,58Hch 22:20; Hch 26:10.
Hechos 7,59Sal 31:5; Mat 27:46; Mat 27:50 y par.; Luc 23:34; Luc 23:46.