Daniel  10 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 21 versitos |
1

La gran visión final

El año tercero de Ciro, rey de Persia, Daniel (apodado Baltasar) tuvo una revelación. El mensaje, que era digno de crédito, se refería a una gran guerra º. Él entendió el mensaje, pues la visión le proporcionó perspicacia.
2 Por entonces, yo, Daniel, estuve tres semanas haciendo penitencia.
3 No comí alimentos apetitosos; no probé carne ni bebí vino; ni me perfumé hasta que pasaron las tres semanas. º
4 El día vigésimo cuarto del primer mes º estaba yo a orillas del Tigris cuando,
5 al alzar la vista, vi ante mí a un hombre vestido de lino º, con un cinturón de oro puro. º
6 Su cuerpo parecía de crisólito, su cara destellaba como el relámpago, sus ojos semejaban antorchas encendidas, sus brazos y piernas brillaban como el bronce bruñido, y su voz resonaba como si hablara una multitud.
7 Yo, Daniel, fui el único testigo de la visión; ninguno de los que estaban conmigo la vio, pues, sobrecogidos por el terror, huyeron a esconderse.
8 Así que me quedé solo contemplando aquella gran visión. Me quedé sin fuerzas, mi semblante se cubrió de una palidez mortal y me abandonó el vigor.
9 En aquel momento oí el sonido de su voz y caí de bruces, en trance.
10 Sentí entonces que una mano me tocaba y me levantaba tembloroso sobre mis manos y mis rodillas. º
11 Luego me dijo: — Daniel, tú que eres una persona tan apreciada, presta mucha atención al mensaje que voy a transmitirte y ponte en pie, pues acabo de ser enviado a ti. Cuando oí estas palabras, me incorporé tembloroso. º
12 El [hombre vestido de lino] continuó: — No temas, Daniel. Tus palabras fueron escuchadas desde el primer día en que te propusiste comprender y te humillaste ante tu Dios. Yo he venido a responder a esas palabras.
13 Pero el príncipe del reino de Persia me ha opuesto resistencia durante veintiún días. Menos mal que Miguel, uno de los primeros príncipes º, acudió en mi ayuda, pues yo estaba retenido junto a los reyes de Persia. º
14 Pero ahora he podido venir a explicarte lo que sucederá a tu pueblo en los últimos días, pues la visión se refiere a un tiempo todavía por llegar. º
15 Mientras me dirigía estas palabras, di con mi rostro en tierra y enmudecí.
16 Pero alguien que parecía un hombre tocó mis labios º; entonces abrí la boca y comencé a hablar. Dije al que estaba frente a mí: — Señor, me siento invadido por la angustia a causa de la visión, y me he quedado sin fuerzas. º
17 ¿Cómo podrá tu siervo hablar contigo, Señor? Las fuerzas me han abandonado y casi no puedo respirar.
18 El que parecía un hombre me tocó y me devolvió las fuerzas. Después me dijo:
19 — No temas, pues eres muy apreciado. La paz sea contigo. Ahora sé fuerte y ten ánimo º. Mientras me hablaba, sentí que recuperaba las fuerzas y dije: — Puedes hablar, Señor, pues me has devuelto las fuerzas. º
20 Entonces me preguntó: — ¿Sabes por qué he venido hasta ti? Pronto volveré a luchar contra el príncipe de Persia; cuando me vaya, llegará el príncipe de Grecia º.
21 Pero antes te revelaré lo que está escrito en el Libro de la Verdad. No hay nadie que me ayude a luchar contra esos príncipes, salvo Miguel, el Príncipe de ustedes. º

Patrocinio

 
 

Introducción a Daniel 

INTRODUCCIÓN


1. Características generales


El libro hebreo-arameo de Daniel se define por la duplicidad. Hemos de señalar, en primer lugar, el uso de dos lenguas: de Dan 2:4 b a Dan 7:28 está escrito en arameo; para el resto, el autor o los autores han utilizado el hebreo. Además no hace falta ser un crítico literario para advertir la presencia de dos tipos de material narrativo: mientras los cps. Dan 1:1-21Dan 5:31-27 ofrecen al lector una serie de escenas que los críticos definen como “historietas cortesanas”, los cps. Dan 7:1-28Dan 12:1-13 están integrados por visiones entreveradas de material apocalíptico. Se trata, como se ve, de dos géneros literarios distintos. Por otra parte, los hechos narrados en ambas secciones transcurren en dos situaciones geopolíticas diversas. El trasfondo de Dan 1:1-21Dan 5:31-27 está relacionado con las experiencias vividas por los hebreos deportados a Babilonia por Nabucodonosor (587 a. C.), y no parece extenderse más allá del edicto de Ciro. Por otra parte, las visiones de Dan 7:1-28Dan 12:1-13, aunque supuestamente localizadas en el mismo período de tiempo, van más allá del horizonte histórico de Babilonia, pues penetran en los dramáticos acontecimientos históricos que jalonaron la existencia judía en la última parte del período helenístico (primera mitad del siglo II a. C.).


La primera parte del libro de Daniel (Libro de la historia de Daniel, cps. Dan 1:1-21Dan 5:31-27) se compone de una introducción y cinco visiones. La segunda parte (Libro de las visiones, cps. Dan 7:1-28Dan 12:1-13) está integrada por cuatro visiones, que revelan los acontecimientos de la historia del Oriente Próximo desde la deportación de Nabucodonosor hasta la irrupción del reinado de Dios en la tierra (el tiempo final). Los cps. Dan 7:1-28 y Dan 8:1-27 hablan de los reinos del mundo que ocuparán este período de tiempo y de su progresiva decadencia. En cambio, el cp. Dan 9:1-27, que pretende profundizar en un texto de Jeremías relativo a la duración de la desolación de Jerusalén, define ese período como un todo de setenta semanas de años. Los cps. Dan 10:1-21Dan 12:1-13 (cuarta visión) describen la naturaleza y el destino trágico del último de los reinos del mundo: el reino seléucida.


A pesar de la diferencia tan drástica de géneros literarios que las separan, las dos partes que integran el libro de Daniel pueden considerarse variaciones sobre un único tema: la relación entre los reinos del mundo y el reino de Dios. El enfoque es distinto, pero la finalidad idéntica.


Respecto a la fecha de composición de las partes hebrea y aramea del libro de Daniel, existe casi un consenso entre los especialistas sobre el término a quo. Dado que los acontecimientos a los que aluden las visiones coinciden con las crueles medidas tomadas por Antíoco IV Epífanes contra los israelitas residentes en Palestina, se supone que al menos el libro de las visiones (cps. Dan 7:1-28Dan 12:1-13) tuvo que ser escrito durante o poco después del espacio de tiempo que va desde la profanación del Templo de Jerusalén (167 a. C.) a la muerte de Antíoco (164 a. C.), sin poder precisar más. Y por parecidas razones, lo mismo cabe decir en relación con la primera parte del libro.


Por lo que respecta a la autoría del libro, parece claro que la atribución a Daniel (un personaje, por lo demás, del folclore israelita) debe ser considerada una pseudoepigrafía. Es imposible que una persona que vivió en la corte de Nabucodonosor (mediados del siglo VI a. C.) pudiese ser testigo de acontecimientos de la primera mitad del siglo II a. C. Por otra parte, dada la duplicidad de lenguas y de géneros literarios, es correcto pensar que tras la obra se esconde más de un autor.


Añadamos, finalmente, que la versión griega de los LXX contiene además tres pasajes deuterocanónicos conservados únicamente en griego. Son el cántico de Azarías, el relato de Susana, y los episodios de Bel y del dragón. En las Biblias para católicos, el primer pasaje ocupa un espacio entre los vv. Dan 3:24 y Dan 3:91 del cp. Dan 3:1-30, mientras que los otros dos están colocados al final del libro (cps. Dan 13:1-64 y Dan 14:1-42).


2. Marco histórico


El libro de Daniel refleja una sociedad hebrea privada de autonomía, sometida durante cuatro siglos al yugo político, a la opresión financiera y al expansionismo imperialista de babilonios, persas y griegos. Este estado de cosas comenzó con la destrucción de Jerusalén y su Templo por obra del ejército babilónico (587 a. C.), y con la deportación a Babilonia de los núcleos de población más representativos desde el punto de vista político, religioso, financiero y administrativo. El imperio, que Nabucodonosor llevó a su máximo esplendor, acabó cediendo terreno ante la presión persa. Hacia el año 539 a. C. Ciro conquistó Babilonia. Poco después permitió que los hebreos que lo desearan regresasen a Palestina (Esd 1:1-11Esd 6:1-22). A partir de aquí comienza un período de reconstrucción nacional, que incluía las instituciones religiosas, en particular el Templo de Jerusalén.


Pero Palestina siguió bajo el control de los persas que, si bien permitieron el regreso de los desterrados a sus lugares de origen y la reconstrucción de Jerusalén y de otras ciudades de la región, fue más por intereses político-militares que por razones de liberalidad y generosidad administrativa. Se trataba, en efecto, de repoblar las zonas de Palestina para no dejar desguarnecido el flanco occidental del Imperio ante un eventual avance de los griegos. De hecho, fueron las fulgurantes conquistas de Alejandro Magno las que, a raíz de la batalla de Arbelas en el año 331 a. C., acabaron con el imperio persa.


Tras la muerte del caudillo griego en 323 a. C., su imperio fue dividido entre sus generales. Para la historia crípticamente representada en el libro de Daniel, interesa saber que Ptolomeo se hizo cargo de Egipto, y Seleuco de Siria-Mesopotamia. Palestina, que en un principio fue gobernada desde Egipto, acabó siendo anexionada al reino seléucida por Antíoco III (198 a. C.). Pero la presencia beligerante de partidarios de Siria y partidarios de Egipto fue una constante en Jerusalén con las inevitables consecuencias políticas y religiosas.


El rey seléucida de mayor interés para la comprensión del libro de Daniel es Antíoco IV Epífanes (175-164 a. C.), cuya actuación, evocada de manera críptica en la segunda parte del libro de Daniel, terminó provocando la explosión política conocida como levantamiento de los Macabeos.


3. Contenido y características literarias


Como ya se ha dicho, el libro de Daniel tiene dos partes claramente diferenciadas: los relatos o “historietas cortesanas” de la primera parte (Dan 1:1-21Dan 5:31-27) y las visiones de la segunda (Dan 7:1-28Dan 12:1-13).


Los relatos de la primera parte presentan una estructura narrativa muy parecida: siempre aparece un rey (con sus ministros o astrólogos) y surge un problema del que depende la vida de Daniel; con la ayuda de Dios, todo se resuelve a favor del héroe. En general, el material de los primeros seis capítulos pone de relieve las peculiaridades morfológicas del cuento popular y se caracterizan por un lenguaje directo que ha conmovido y cautivado siempre a sus lectores.


En cuanto a las visiones de la segunda parte, ya se ha dicho que presentan claros rasgos apocalípticos. Pero ¿qué es un apocalipsis? Arriesgando una definición que probablemente será incompleta o parcialmente inadecuada, puede decirse que un apocalipsis es el relato de una supuesta revelación transmitida en dos etapas (mensaje e interpretación), recibida en una visión cargada de lenguaje simbólico (cósmico y/o teriomorfo) e interesada en interpretar la naturaleza del mundo presente y sus acontecimientos recurriendo a supuestos hechos ocurridos en el mundo celeste. En este proceso de interpretación, los sucesos del tiempo final tienen un protagonismo singular. Junto al vidente receptor de la revelación suele aparecer un ángel intérprete. Tras la visión, su destinatario suele recibir la orden de sellarla, en espera de que el “libro de la visión” sea abierto en el momento oportuno. Respecto al origen de la apocalíptica, existen dos tendencias entre los estudiosos. Mientras unos la relacionan con la profecía, otros la consideran hija de la sabiduría.


Hablando en concreto del libro de Daniel, parece indudable que tanto la primera como la segunda parte contienen numerosos elementos de carácter apocalíptico. Y es evidente que lo profético y lo sapiencial aflora aquí y allá en el curso del libro. Ello hace de Daniel un libro sui generis en el que se dan cita, junto con aspectos propios de la apocalíptica formas literarias proféticas y sapienciales atestiguadas en el resto del AT.


4. Claves de lectura


En primer lugar, el libro de Daniel es una obra en cuyas páginas alienta el espíritu de la resistencia judía, que se negaba a perder su identidad como nación y a dejarse asimilar por la cultura del imperio dominante. En este sentido representa una especie de reacción contra una lectura optimista del destierro según la cual a los desterrados no les fue tan mal, pues gozaron de unas condiciones que les permitían prosperar sin mayores problemas. El libro de Esdras sería un ejemplo de este tipo de lectura. Pero en realidad, los imperios babilónico y persa, cada uno a su modo, buscaban lo mismo: la progresiva supresión de la identidad de los pueblos sometidos, su muerte social. Los relatos del libro de Daniel han de ser inscritos en la resistencia judía a dicho proceso de eliminación pues presentan a un héroe que se opone con valentía a las exigencias aniquiladoras de un poder extranjero. Bien entendido que no es lícito identificar resistencia con formas violentas de resistencia (como las que aparecen en los libros de los Macabeos). La resistencia puede apelar a las sutilezas de la psicología o de la espiritualidad, no necesariamente a las armas.


Este sería el caso del libro de Daniel que sugiere entre líneas una resistencia pasiva, no-violenta. Su insistencia en el “ésjaton”, es decir, en el tiempo final como momento de la intervención liberadora de Dios, su actitud “sabia” de aceptar que nada tiene que aportar el ser humano para acelerar ese momento, su convicción de que la historia está en manos del Señor, todo ello ha convencido a numerosos estudiosos de que el libro de Daniel supone una especie de correctivo a la lucha armada de los Macabeos.


En segundo lugar el libro de Daniel constituye un sutil manual de teología política. Los grandes imperios del mundo y su poderosa máquina destructiva, depredadora y opresiva se encaminan hacia su aniquilación, sometidos a un plan determinado por el propio Dios. Sólo el sometimiento a la voluntad del Señor por parte de los tiranos y el reconocimiento de la supremacía divina pueden salvar a estos de la destrucción. Pero se trata de una teología política hebrea, pues a través de las páginas del libro de Daniel afloran sentimientos nacionalistas que no parecen tener en cuenta el sufrimiento del resto de los pueblos oprimidos. Se trata de una consecuencia lógica de la teología hebrea: Yahvé, el Señor, es el Dios de las naciones; pero tiene su morada en Sión, y el pueblo de Israel es su primogénito, su pueblo por excelencia. Este esquema teológico fue cristianizado principalmente durante la Edad Media, con el resultado de la teoría del sometimiento del poder civil a la autoridad de la Iglesia, representante en la tierra del propio poder de Dios.


Digamos, finalmente, que esta pequeña obra profética ha ejercido una gran influencia en las comunidades judías y cristianas a lo largo de la historia, pero la lectura que se ha hecho de ella no ha sido quizá lo debidamente equilibrada. Con frecuencia ha sido leída desde el desamparo de los pueblos sometidos. Pero también se ha convertido a veces en el libro de cabecera de grupos de resistencia violenta. Páginas bíblicas como las de Daniel son particularmente susceptibles de una lectura fundamentalista en una doble dirección: sirven para animar tanto el espíritu combativo de grupos armados como las proclamas de sometimiento, en espera de que Dios intervenga a su debido tiempo. Un peligro que debe ser conjurado desde el espíritu cristiano del evangelio.


TEXTOS DEUTEROCANÓNICOS DE DANIEL.


INTRODUCCIÓN


1. Características generales


En el texto que la versión griega de los LXX ofrece del libro de Daniel (y también en la Vulgata latina y otras versiones), nos encontramos con tres fragmentos que no aparecen en el original hebreo y arameo. La primera de estas secciones se corresponde a la “oración de Azarías” y al “cántico de los tres jóvenes”, que en el texto griego se añaden a Dan 3:24. Las otras dos secciones, “la historia de Susana” y “Daniel contra Bel y contra el Dragón”, aparecen como epílogo cerrando el libro en los capítulos Dan 13:1-64 y Dan 14:1-42 respectivamente.


Aunque estos textos nos han llegado sólo en su versión griega, la abundancia de semitismos hace suponer un original semita hebreo o arameo.


El propio texto griego nos ha llegado en dos formas diferentes: la de los LXX y la de Teodoción. Esta segunda es la que se ha impuesto en la tradición textual y es la que seguimos en esta traducción. De todas formas no son dos traducciones distintas sino dos variantes de un mismo texto traducido con mucha libertad.


2. Las tres secciones


La oración de Azarías: Es una pieza litúrgica de carácter penitencial. Es muy probable que en un primer momento tuviera vida independiente; de hecho no tiene una relación clara con el contexto en el que está insertada. Seguidamente aparece el cántico de los tres jóvenes; se trata de otro himno litúrgico, esta vez de alabanza, inspirado en los Sal 136:1-26 y Sal 148:1-14. También es probable que viera la luz en otro contexto diferente y posteriormente fuera incluido aquí.


La historia de Susana: Como la oración y el cántico pudo ser, en su origen, una historia independiente sin ningún tipo de alusión a Daniel. Podemos reconocer el itinerario de su evolución en las diferentes versiones: en la versión de los LXX aparece como epílogo a la obra, solamente hace mención de “un joven” sin precisar que se trate de Daniel; la traducción de Teodoción sitúa la historia en Babilonia, identifica al joven con Daniel y coloca ya todo el pasaje en el inicio, como introducción al personaje central del libro.


Daniel contra Bel y contra el Dragón: Se trata de otros dos relatos edificantes cuyo objeto es el de ridiculizar la adoración a los dioses paganos. El ataque no va dirigido únicamente contra los ídolos.


Fuente:

Patrocinio

Notas

Daniel  10,1— una gran guerra: En esta guerra se superponen las batallas entre seleúcidas y lágidas (Dan 11:5-20) y la contienda entre los ejércitos celestes y los imperios terrestres (Dan 10:13; Dan 10:20-21; Dan 12:1). En la perspectiva del autor, la lucha de liberación del pueblo israelita es una lucha entre el propio Señor y las fuerzas del mal.


Daniel  10,3Dan 9:3; Neh 1:4.
Daniel  10,4— el primer mes: Durante el primer mes (del año) se celebraba la Pascua, precisamente la fiesta que conmemoraba la liberación por antonomasia: la salida de Egipto.
Daniel  10,5— un hombre vestido de lino: Tal vez el ángel Gabriel, que reaparecerá más adelante. Nótese la presencia de elementos tomados de Ezequiel (Eze 1:3; Eze 9:2; Eze 10:2; Eze 10:6-7).
Daniel  10,5Eze 1:26; Apo 1:13-15.
Daniel  10,10Dan 8:17-18; Eze 1:28; Apo 1:17.
Daniel  10,11Dan 9:23; Dan 10:19; Eze 2:1.
Daniel  10,13Dan 12:1; Jud 1:9; Apo 12:7.
Daniel  10,13— príncipes: En el período helenístico estaba bastante difundida la idea de que cada país o reino tenía su consejo celeste de dioses protectores. Una vez más los conflictos terrestres entre países tienen su contrapartida celeste.
Daniel  10,14Dan 8:26; Gén 49:1.
Daniel  10,16— tocó mis labios: Esta acción tiene claras reminiscencias proféticas (ver Isa 6:6-7; Jer 1:9).
Daniel  10,16Isa 6:7; Jer 1:9.
Daniel  10,19Dan 10:11; Deu 31:7; Deu 31:23; Jos 1:6; Jue 6:23; Jer 1:8; Luc 1:30.
Daniel  10,19— ten ánimo: En ningún relato de vocación profética necesita el que es llamado recibir tantos ánimos por parte de quien lo envía. Aquí se ha necesitado una triple intervención de Gabriel (vv. Dan 10:10; Dan 10:16; Dan 10:18), con un doble “no temas” (vv. Dan 10:12; Dan 10:19); ello significa que la situación es realmente difícil y comprometida.
Daniel  10,20— príncipe de Grecia: Persiste el esquema de la sucesión de los imperios. Tras la derrota del “príncipe” (ver Dan 10:13) del imperio persa, Gabriel y Miguel tendrán que enfrentarse al “príncipe” defensor del imperio de Alejandro Magno.
Daniel  10,21Dan 10:13+; Apo 5:1-9; Apo 10:8-10; Apo 22:7-10; Apo 22:18-19.