Apocalipsis  21 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 27 versitos |
1

Un cielo nuevo y una tierra nueva

Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Nada quedaba del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar. º
2 Vi también bajar del cielo la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Venía de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo. º
3 Y oí una voz poderosa que decía desde el trono: — Esta es la morada * que Dios ha establecido entre los seres humanos. Habitará con ellos, ellos serán su pueblo º y él será su Dios. º
4 Enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido. º
5 El que estaba sentado en el trono anunció: — Voy a hacer nuevas todas las cosas. Y añadió: — Palabras verdaderas y dignas de crédito son estas. ¡Escríbelas! º
6 Finalmente, me dijo: — ¡Ya está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida. t
7 Al vencedor º le reservo esta herencia: yo seré su Dios y él será mi hijo. º
8 Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los embaucadores están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, es decir, a la segunda muerte. º
9

La nueva Jerusalén

Uno de los siete ángeles que llevaban las siete copas con las siete últimas calamidades, se acercó a mí y me dijo: — ¡Ven! Quiero mostrarte la novia, la esposa del Cordero. º
10 Me llevó, pues, en visión a una montaña altísima. Allí me mostró la ciudad santa º, Jerusalén, que descendía del cielo enviada por Dios,
11 resplandeciente de gloria divina. Su brillo era como el de una piedra preciosa deslumbrante, como el del jaspe cristalino. º
12 Su muralla era alta y maciza, y doce ángeles custodiaban sus doce puertas, en las que estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel.
13 Tres puertas daban al oriente y tres al norte; tres al sur y tres al occidente.
14 La muralla se asienta sobre doce pilares, que tienen grabados los nombres de los doce apóstoles del Cordero. º
15 El ángel que hablaba conmigo tenía una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y sus murallas.
16 La ciudad estaba edificada sobre una planta cuadrada: igual de larga que de ancha. El ángel midió la ciudad con la vara, y resultaron doce mil estadios º. Lo mismo medía de largo, de ancho y de alto. º
17 Luego midió la muralla, que resultó de ciento cuarenta y cuatro codos º; todo ello según las medidas humanas utilizadas por el ángel.
18 Toda la muralla era de jaspe, y la ciudad, de oro puro semejante a límpido cristal.
19 Los pilares sobre los que se asentaba la muralla de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas. El primer pilar era de jaspe; el segundo de zafiro; el tercero de calcedonia; el cuarto de esmeralda;
20 el quinto de sardonio; el sexto de cornalina; el séptimo de crisólito; el octavo de berilo; el noveno de topacio; el décimo de crisopasa; el undécimo de jacinto, y el duodécimo de amatista.
21 En cuanto a las doce puertas, eran doce perlas. Cada puerta estaba hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente.
22

Dios y el Cordero son la luz

Pero no vi templo alguno en la ciudad, porque el Señor Dios, dueño de todo, y el Cordero son su Templo. º
23 Tampoco necesita sol ni luna que la alumbren; la ilumina la gloria de Dios, y su antorcha es el Cordero. º
24 La luz de esta ciudad alumbrará el destino de los pueblos, y los reyes del mundo vendrán a rendirle homenaje. º
25 No se cerrarán sus puertas al anochecer º pues allí no habrá noche; º
26 y le llevarán como ofrenda el poderío y la riqueza de los pueblos. º
27 Y nada manchado entrará en ella: ningún depravado, ningún embaucador; tan sólo los inscritos en el libro de la vida del Cordero. º

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Introducción a Apocalipsis 

INTRODUCCIÓN


1. El libro y sus peculiaridades


Este último libro del NT y de la Biblia lleva por título la palabra griega con que comienza: apocalipsis, que significa “revelación”. En algunas iglesias cristianas se le denomina precisamente así: el libro de la Revelación. Revelar significa retirar el velo que oculta una cosa; en nuestro caso alude a la acción por la que Dios, a través de su Hijo Jesucristo, “descubre” a los suyos los misteriosos planes y proyectos con que va llevando a buen puerto la historia de la salvación.


Apocalipsis (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Ap) es un libro al mismo tiempo desconcertante y seductor, tanto por su contenido como por su forma literaria. Se ha escrito de él que parece un libro para locos y para artistas. Y realmente los artistas se han inspirado muchísimo en él. Pero no hay que llamarse a engaño: Ap es ante todo y sobre todo un libro para creyentes cristianos, un libro en el que se corona y sintetiza de modo admirable el mensaje que Dios ha tenido a bien comunicar — revelar — a la humanidad. Aparentemente está dirigido a “las siete iglesias” (Apo 1:11). En realidad el número “siete” es número que indica plenitud, totalidad, y, por tanto, es toda la Iglesia la destinataria del libro. Un libro que, por otra parte, no fue aceptado de la misma manera por todas las iglesias cristianas de los primeros siglos. Mientras que las iglesias de Occidente lo incluyeron desde el principio en la lista de libros sagrados del NT, las de Oriente, en particular las de Siria y Palestina, no lo hicieron hasta bien entrado el siglo V.


La relación de Ap con el AT salta a la vista. Es verdad que no podemos hablar de citas explícitas — prácticamente no hay ninguna — , pero las citas implícitas y las alusiones son abundantísimas. Los libros más utilizados son Éxodo, Ezequiel y Daniel; lo que no debe sorprender si tenemos en cuenta que estos tres libros describen tres singulares experiencias de opresión sufridas por el pueblo israelita: esclavitud en Egipto, destierro en Babilonia, persecución en la época seléucida. Y el género literario al que pertenece Ap surgió — como diremos en seguida — para confortar al pueblo en momentos de tribulación.


Digamos, finalmente, que desde antiguo se ha relacionado a Ap con el cuarto evangelio, atribuyendo ambas obras al mismo autor, el apóstol Juan. En un apartado ulterior nos plantearemos la cuestión del autor de Apocalipsis. Constatemos únicamente aquí que las diferencias de estilo, de ambientación general y de contenido teológico en nada favorecen la unidad de autor. Pero no hay que descartar la pertenencia a una misma tradición a través de redactores vinculados a comunidades de origen joánico.


2. Género literario


Tanto el título del libro como determinados recursos literarios y una parte importante de su contenido nos encaminan claramente hacia “el género apocalíptico”. La literatura apocalíptica surge en Israel como un desarrollo particular de la corriente profética con el fin principal de alimentar y fortalecer la esperanza del pueblo en momentos especialmente críticos y difíciles. Para ello se hace eco de una serie de revelaciones divinas expresadas a través de visiones simbólicas y referidas a los planes misteriosos de Dios sobre la historia de la humanidad. Este tipo de literatura tiene sus antecedentes bíblicos en algunos textos proféticos de Isaías (Isa 24:1-23Isa 27:1-13; Isa 34:1-17Isa 35:1-10), Ezequiel (Eze 38:1-23Eze 39:1-29), Joel (Joe 3:1-17) y Zacarías (Zac 9:1-17Zac 14:1-21). El libro de Daniel constituye su más eximio representante en el AT, pero es sobre todo en la literatura apócrifa extrabíblica de los siglos II a. C. al II d. C. donde el género “apocalipsis” conoce un florecimiento extraordinario.


El libro de Apocalipsis tiene sin duda mucho en común con este género literario. Sin embargo, presenta también notables diferencias que lo acercan al género literario “profecía”. De hecho, el mismo autor califica a su obra como mensaje profético (Apo 1:3; Apo 22:7; Apo 22:10; Apo 22:18-19; ver Apo 10:11), se incluye a sí mismo entre los profetas (Apo 10:7; Apo 22:6; Apo 22:9) y describe su vocación según el modelo de la vocación profética (Apo 1:8-19; Apo 10:8-11). Además, una parte importante del libro (Apo 2:1-29Apo 3:1-22) se aproxima más a la predicación profética que al discurso apocalíptico. En cuanto a los rasgos característicos de la literatura apocalíptica (presencia masiva de visiones, lenguaje simbólico, perspectiva universal y cósmica, concepción pesimista y determinista de la historia presente), tienen, por supuesto, su reflejo en Ap, pero han sido profundamente revisados y reinterpretados a la luz del acontecimiento Jesucristo.


Por otra parte, abundan en el libro las resonancias litúrgicas. La visión inicial del libro se localiza en “el día del Señor”, aludiendo sin duda a la especial celebración litúrgica que tenía lugar en este día (Apo 1:10); el saludo de Apo 1:4-6 parece el de quien preside la celebración; en Apo 1:3 se sugiere la presencia de uno que lee y otros que escuchan. Los cps. Apo 2:1-29Apo 3:1-22 constituyen una especie de liturgia penitencial encaminada a que las iglesias — la Iglesia — se conviertan; igualmente los cps. Apo 4:1-11Apo 5:1-14 ofrecen toda la apariencia de una liturgia celeste según el esquema de las liturgias judías. Hay alusiones más o menos veladas a celebraciones cultuales: el bautismo (Apo 7:14; Apo 22:14) y la cena del Señor (Apo 2:17; Apo 3:20; Apo 12:6). Se mencionan numerosos gestos y objetos de claro contenido litúrgico. La misma conclusión del libro con el Maranatha final — ¡Ven, Señor Jesús! — parece evocar la celebración de una liturgia de la comunidad que adora (Apo 22:17-20).


Así pues, resumiendo, el libro de Ap, con un lenguaje ciertamente apocalíptico en un elevado tanto por ciento, se nos presenta como una revelación de alcance profético. Una revelación que tiene lugar en un marco litúrgico y que presenta a Jesucristo como aquel en quien, a través de su muerte y su resurrección, se ha hecho ya verdadera y definitiva la victoria de Dios sobre todos los poderes que intentan dominar la historia del mundo y de la humanidad.


3. Marco histórico


¿Qué circunstancias concretas rodearon la composición de este escrito tan singular? Una antigua tradición ha venido atribuyéndolo, aunque no de forma totalmente unánime, al apóstol Juan. Lo habría escrito en los últimos años de su vida y encontrándose desterrado en la isla de Patmos (en pleno mar Egeo, más o menos a la altura de las ciudades de Éfeso y Mileto) con motivo de la persecución desencadenada contra los cristianos por el emperador Domiciano en los años 91-96 d. C., que fueron los últimos de su reinado. Los destinatarios serían los cristianos situados en la órbita de esta persecución, a los que el autor quiere transmitir un mensaje de esperanza en la victoria definitiva de las fuerzas del bien — Dios Padre y Jesucristo, el Señor — sobre los poderes del mal.


En la actualidad, sin embargo, la mayoría de los estudiosos se resiste a identificar al autor de Ap con el apóstol Juan. El Juan de Apo 1:1; Apo 4:9 sería más bien un cristiano perteneciente, eso sí, a los círculos joánicos, que escribe su obra al amparo del nombre y de la autoridad del apóstol. Un procedimiento bien conocido entre los escritores antiguos, especialmente entre los autores de “apocalipsis”, y que no puede tacharse de fraude o falsificación; simplemente el autor real establece una relación ideal con un personaje célebre del pasado al que admira profundamente y al que, en consecuencia, presenta como el auténtico autor del escrito.


En todo caso, sea quien sea el autor real, los destinatarios del libro sí parecen ser creyentes amenazados por la persecución y sometidos a múltiples pruebas. El marco de la persecución de Domiciano, al que hemos aludido más arriba, tiene efectivamente muchas probabilidades a su favor; el testimonio de Ireneo de Lyon al respecto es un dato más que debe tenerse en cuenta. Pero no deben descartarse peligros y amenazas procedentes también de dentro, es decir, de círculos cristianos que se han apartado de la verdadera fe y que están hostigando a quienes se han mantenido fieles. En cuanto al lugar donde pudo ser redactado Ap, cabría pensar en el entorno de las ciudades a las que el autor dirige las cartas de la primera parte del libro.


4. Contenido y mensaje del libro


El propio autor de Ap sugiere que su libro es algo así como un evangelio eterno que es preciso anunciar a los habitantes de la tierra (Apo 14:6). Es la “buena noticia” de que el reino de Dios se ha hecho realidad en Jesucristo, único Señor de la historia y único Salvador de la humanidad (Apo 5:5-14; Apo 11:15-17; Apo 12:10; Apo 19:11-16). Los que reconocen a Cristo como tal Señor y Salvador participan ya de su victoria y conforman el nuevo pueblo de Dios (Apo 7:9-17; Apo 14:1-5; Apo 15:2-4; Apo 19:1-9; Apo 20:4-6). Los que lo rechazan, están destinados a la perdición (Apo 6:15-17; Apo 9:20-21; Apo 17:8-14; Apo 18:9-19; Apo 19:19-21; Apo 20:7-9).


La Iglesia, por su parte, como nuevo pueblo de Dios, está definitivamente asociada a la persona y a la obra de Cristo; participa de su destino profético, martirial, triunfante y glorioso; debe incorporar a su existencia una serie de actitudes morales y espirituales que la colocan en permanente estado de éxodo y, por tanto, de esperanza (Apo 11:17-18; Apo 12:10-12; Apo 19:7-9; Apo 22:17; Apo 22:20).


Apocalipsis, pues, constituye en conjunto un magnífico canto al poder soberano de Dios que conduce sabiamente los hilos de la historia, una espléndida revelación del papel que corresponde a Cristo en el desarrollo de este drama, y una urgente y apasionada invitación a una Iglesia perseguida y atribulada para que tome conciencia del momento concreto en que vive y sepa interpretarlo correctamente.


5. Pistas de interpretación y lectura


La complejidad literaria del libro de Ap y el misterioso contenido de buena parte de él, han dado lugar a distintas corrientes de interpretación, no siempre acertadas.


— Una primera tendencia ha pretendido leer Ap como “historia”. El libro — dicen — se reduce a una descripción en clave simbólica de la historia contemporánea del autor (problemas en el seno de las iglesias cristianas, persecución por parte de los poderes políticos, previsión de una pronta ruina del imperio romano). Hay, sin duda, aspectos verdaderos en esta línea de interpretación, pero necesita ser completada.


— Una segunda tendencia lee Ap como “profecía”, en el sentido popular del término, que es el de predicción del futuro. Ha sido la lectura más extendida entre el pueblo cristiano. A ella pertenecen las identificaciones concretas de sucesos o personajes de la historia con los consignados en el libro; y en ella se dan cita los “milenarismos” de todos los tiempos. Hay que ser cautos con este tipo de identificaciones, pues pueden traicionar fácilmente el pensamiento del autor y el significado último de los símbolos.


— Se ha propuesto un tercer tipo de lectura que puede calificarse como “lectura escatológica”: el mundo del más allá ha invadido, a partir de la resurrección de Cristo, el mundo presente y lo ha sometido a un proceso de transformación. Es una línea de interpretación válida, al menos en parte, que parece responder a una de las perspectivas profundas del autor.


— Y finalmente, hay una lectura-interpretación de Ap como “teología de la historia”. Interesa sobre todo el sentido teológico de “lo que sucede” o “va a suceder”, interesa la contemplación profunda de los sucesos históricos que afectaban a la Iglesia de aquel momento (y que son como anticipo de los que afectarán a la Iglesia de todos los tiempos) a la luz del juicio eterno de Dios en Cristo. Esta línea de interpretación ha sido desarrollada ampliamente en los últimos tiempos y en cierta manera engloba y utiliza lo que tienen de válido las otras tres.


En todo caso, para una lectura correcta y provechosa de Ap, es de importancia capital la comprensión adecuada de los símbolos tan masivamente presentes en el libro. El mismo autor proporciona algunas pistas para su interpretación. Al lector le corresponde dejarse impresionar por su fuerza, extraer de cada símbolo su contenido teológico sin quitarle su poder de evocación, contrastar permanentemente los símbolos con los distintos momentos y situaciones de la historia de la Iglesia y de la vida del propio lector. Precisamente, los símbolos permiten que el lenguaje de Ap, a primera vista exotérico e intemporal, mantenga un valor a la vez universal y concreto para el creyente de todos los tiempos.


6. Estructura


Se discute si Ap es una obra homogénea o más bien el resultado de aglutinar varias piezas de diversa procedencia e independientes en su origen. Considerando el texto en su estado actual se han propuesto dos modelos principales de estructura:


a) Según el primer modelo, Ap consta de dos partes desiguales en extensión, una de carácter más profético (Apo 1:4Apo 3:22) y otra más cercana al género apocalíptico (Apo 4:1Apo 22:5), precedidas de una Introducción (Apo 1:1-3) y seguidas de una conclusión (Apo 22:6-21) en las que resaltan el tono solemne y las resonancias litúrgicas. En la segunda parte — la más extensa — podemos distinguir cinco secciones o momentos que desarrollan de principio a fin todo el proceso de la historia de la salvación a través de un sugerente juego de septenarios: siete sellos, siete ángeles que tocan siete trompetas, siete ángeles con siete copas llenas de la ira de Dios, siete visiones referidas al triunfo definitivo de Cristo sobre todas las fuerzas negativas de la historia.


b) Un segundo modelo de estructura articula el libro en siete partes: prólogo (Apo 1:1-3) y epílogo (Apo 22:6-21) más cinco septenarios organizados de manera concéntrica. Primer septenario: siete cartas para siete iglesias (Apo 1:4Apo 3:22). Segundo septenario: los siete sellos (Apo 4:1Apo 8:1). Tercer septenario: las siete trompetas (Apo 8:2Apo 14:20). Cuarto septenario: las siete copas (Apo 15:1Apo 19:10). Quinto septenario: las siete visiones (Apo 19:11Apo 22:5).


Fuente:

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Notas

Apocalipsis  21,1Isa 65:17; Isa 66:22; 2Pe 3:13.


Apocalipsis  21,2Apo 3:12; Apo 19:7; Isa 60:1-22; Isa 61:10; Isa 62:1-12; Isa 65:18-25; Gál 4:26; (ver Heb 11:10; Heb 11:16).
Apocalipsis  21,3— la morada: Evoca aquí el autor el santuario israelita de la época del desierto, al que se lo denomina también “Tienda de la presencia” o “Tienda del encuentro”. De hecho, el vocablo griego utilizado es el mismo que utilizan los LXX para designar dicho santuario portátil (ver Éxo 26:1-37; Éxo 36:1-38; Éxo 40:1-38; Jua 1:14).

— su pueblo: Varios mss., entre ellos algunos de los más antiguos y mejores, dicen en plural: serán sus pueblos.
Apocalipsis  21,3Lev 26:11-12; Isa 7:14; Isa 8:8; Eze 37:27; Zac 2:10; Jua 1:14; 2Co 6:16.
Apocalipsis  21,4Apo 7:17; Isa 25:8; Isa 65:19.
Apocalipsis  21,52Co 5:17.
Apocalipsis  21,6Apo 1:8; Apo 7:17; Apo 22:17; Isa 55:1; Jua 4:10; Jua 4:14; Jua 7:37-38.
Apocalipsis  21,7— al vencedor: Es la misma expresión que se repite siete veces al comienzo del libro en el mensaje a las siete iglesias de la provincia de Asia (Apo 2:7; Apo 2:11; Apo 2:17; Apo 2:26; Apo 3:5; Apo 3:12; Apo 3:21).
Apocalipsis  21,72Sa 7:14; Sal 2:7; Sal 89:26-27; Heb 1:5.
Apocalipsis  21,8Apo 2:10; Apo 19:7.
Apocalipsis  21,9Apo 15:1; Apo 19:7.
Apocalipsis  21,10— la ciudad santa: Todo el pasaje siguiente, tanto por lo que se refiere a las puertas como a las dimensiones de la ciudad, se inspira en Eze 48:16; Eze 48:30-35.
Apocalipsis  21,11Apo 15:8; Isa 60:1-2; Eze 48:31-35.
Apocalipsis  21,14Efe 2:20.
Apocalipsis  21,16— doce mil estadios: Ver TABLA DE PESAS Y MEDIDAS. En realidad, se trata de una cifra simbólica, resultante de multiplicar 12 (las doce tribus del nuevo Israel) por 1.000 (cifra que indica gran cantidad de cualquier cosa). Esta es la razón por la que en la traducción se mantiene la cifra del original griego, sin tratar de actualizarla.
Apocalipsis  21,16Isa 54:11-12; Eze 48:16-17.
Apocalipsis  21,17— ciento cuarenta y cuatro codos: Es decir, el resultado de multiplicar 12 por 12. Ver nota anterior.
Apocalipsis  21,22Jua 2:19-21.
Apocalipsis  21,23Apo 22:5; Isa 60:19-20.
Apocalipsis  21,24Isa 60:3-5.
Apocalipsis  21,25Apo 22:5; Isa 60:11; Zac 14:7.
Apocalipsis  21,25— al anochecer: En las antiguas ciudades amuralladas se cerraban las puertas de las murallas al llegar la noche y la vida quedaba completamente paralizada.
Apocalipsis  21,26Sal 72:10-11.
Apocalipsis  21,27Apo 3:5; Apo 22:15; Isa 35:8; Isa 51:1; Zac 13:1-2; 1Co 6:9-10; 2Pe 3:13.