Hechos 2 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 47 versitos |
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I.— TESTIGOS EN JERUSALÉN (2:1—8:3)

Venida del Espíritu Santo

Al llegar el día de Pentecostés º continuaban todos reunidos en el mismo sitio.
2 De pronto, un estruendo que procedía del cielo y avanzaba como un huracán invadió la casa en que estaban congregados.
3 Vieron luego una especie de lenguas de fuego º que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. º
4 El Espíritu Santo los llenó a todos, y en seguida se pusieron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu Santo les concedía expresarse. º
5 Se hallaban entonces hospedados en Jerusalén judíos devotos llegados de todas las regiones de la tierra, los cuales,
6 al oír el estruendo, acudieron en masa y quedaron perplejos, pues cada uno oía hablar a los apóstoles en su idioma nativo.
7 Tan estupefactos y maravillados estaban, que decían: — ¿No son galileos todos los que están hablando?
8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos expresarse en nuestro propio idioma nativo?
9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; los hay que residen en Mesopotamia, en Judea y Capadocia, en el Ponto, en la provincia de Asia º,
10 en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en la región de Libia que limita con Cirene; hay visitantes romanos,
11 hay judíos y prosélitos º, cretenses y árabes º. Pues bien, todos y cada uno los oímos referir en nuestro propio idioma, las cosas portentosas de Dios.
12 Así que, llenos de estupefacción, se decían unos a otros con asombro: — ¿Qué significa esto?
13 Otros, en cambio, se burlaban y decían que estaban borrachos.
14

Discurso de Pedro

Pedro entonces tomó la palabra º y, en nombre propio y de sus once compañeros, les habló de esta manera: — Judíos y todos los que residen en Jerusalén, presten atención a mis palabras a ver si les queda claro lo siguiente:
15 Estos no están borrachos como ustedes suponen pues sólo son las nueve de la mañana º.
16 Lo que sucede es que se está cumpliendo lo anunciado por el profeta Joel º:
17 En los últimos días, dice Dios, concederé mi Espíritu a todo mortal: los hijos y las hijas de ustedes hablarán inspirados por mí; sus jóvenes tendrán revelaciones y sus ancianos soñarán cosas extraordinarias. º
18 A los que me sirven, tanto hombres como mujeres, otorgaré en aquellos días mi Espíritu, y hablarán inspirados por mí.
19 Haré prodigios en el cielo y milagros en la tierra: sangre, fuego y vapor humeante.
20 Antes que llegue el día del Señor, grande y glorioso, el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre. º
21 Y todo el que invoque al Señor, obtendrá la salvación. º
22 Escuchen esto, israelitas: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios avaló ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que, como bien saben, Dios realizó entre ustedes a través de Jesús. º
23 Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y ustedes, valiéndose de no creyentes º, lo clavaron en una cruz y lo mataron. º
24 Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte º. Y es que no era posible que la muerte dominase a aquel º
25 a quien se refiere David cuando dice: Sentía constantemente al Señor junto a mí, ya que está a mi lado para impedir que caiga. º
26 Por eso se alegra mi corazón, canta gozosa mi lengua y hasta mi cuerpo rebosa de esperanza.
27 Porque no me abandonarás al poder del abismo ni permitirás que tu elegido se corrompa º.
28 Me has enseñado el camino que conduce a la vida y tu presencia me llenará de alegría.
29 Hermanos, voy a hablarles con franqueza: a nadie se le oculta que nuestro antepasado David murió y fue enterrado; es más, su tumba se conserva todavía entre nosotros. º
30 Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido solemnemente que un descendiente de su misma sangre había de sucederle en el trono, º
31 previó la resurrección del Mesías cuando anunció que ni lo abandonaría al poder del abismo ni su cuerpo se corrompería.
32 Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello. º
33 El poder de Dios º lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como ustedes están viendo y oyendo. º
34 David no ascendió al cielo; sin embargo, dice: Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha º
35 hasta que yo ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
36 Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien ustedes han crucificado. º
37

Los primeros convertidos

Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón; así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: — ¿Qué debemos hacer, hermanos? º
38 Pedro les contestó: — Conviértanse y que cada uno de ustedes se bautice en el nombre de Jesucristo º, a fin de obtener el perdón de sus pecados. Entonces recibirán, como don de Dios, el Espíritu Santo. º
39 Porque la promesa les corresponde a ustedes y a sus hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios. º
40 Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo: — Pónganse a salvo de este mundo corrupto.
41 Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron, y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas. º
42

Vida de la primera comunidad cristiana

Todos se mantenían º constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan * y de participar en la oración. º
43 Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles.
44 En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían.
45 Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual.
46 A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras.
47 Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.

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Introducción a Hechos

INTRODUCCIÓN


1. Aspectos generales


En la introducción al tercer evangelio quedó claro que el libro de los Hechos de los Apóstoles ha de ser considerado como la segunda parte de una obra conjunta que la tradición cristiana, prácticamente sin fisuras, ha atribuido a un cristiano del último tercio del siglo I llamado Lucas. En consecuencia, lo dicho allí sobre las características generales y estado primitivo de la obra, sobre su finalidad, el autor y los destinatarios es plenamente válido para esta introducción.


Debemos señalar, en primer lugar, que el título que actualmente lleva el libro — Hechos de los Apóstoles — no es original, aunque con ligeras variantes se remonta, como mínimo, a la segunda mitad del siglo II. Por otra parte, dicho título tampoco responde al contenido básico del libro. En efecto, el grupo de los doce apóstoles en conjunto sólo se menciona de pasada en los primeros capítulos. Inmediatamente el protagonismo pasa a Pedro que ocupa el primer plano de la escena en la primera parte de la obra. Del resto de los apóstoles, sólo los hijos de Zebedeo — Juan y Santiago — tienen una cierta y esporádica cabida (siempre a la sombra de Pedro) en el relato (Hch 3:1-4; Hch 3:11; Hch 4:1-15; Hch 4:23; Hch 8:14-17; Hch 8:25; Hch 12:1-2). A partir del capítulo Hch 13:1-52 el protagonista del libro es Pablo, a quien Lucas admira, pero a quien no aplica nunca el apelativo de apóstol. Con razón, pues, se ha dicho que el título adecuado para esta parte de la obra de Lucas podría ser Historia de los Orígenes Cristianos, o bien, Hechos del Espíritu, si consideramos que el Espíritu Santo es, sin lugar a dudas, el verdadero y profundo protagonista de toda la obra lucana.


El texto griego del libro de los Hechos (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Hch) se ha transmitido en dos principales formas: a) el llamado texto alejandrino o egipcio, representado por importantes y valiosos papiros y códices; es un texto breve y sobrio, los críticos lo consideran más cercano al original, y suele ser utilizado como base para ediciones críticas; y b) el texto llamado occidental (tal vez por haber sido copiado en Occidente y conservado durante varios siglos en Lyón) representado por una tradición manuscrita de menor peso, pero de ninguna manera desdeñable; es un texto que introduce numerosas adiciones con respecto al anterior, trata de corregir inexactitudes, las citas del AT son menos cercanas a los LXX, tiende a resaltar las figuras de Pedro y Pablo, es abiertamente antijudío y subraya más todavía, si fuera posible, la actividad del Espíritu Santo. La inmensa mayoría de las traducciones modernas — y la presente no es una excepción — utilizan el texto alejandrino como principal punto de referencia.


La autoría de Lucas, reconocida de forma unánime por la tradición, ha suscitado últimamente algunas reservas, pero nadie ha presentado una alternativa consistente. La opinión hoy más común es que toda la obra — Evangelio y Hechos — habría sido escrita en la década de los 80 y en un lugar fuera de Palestina, sin que sea posible concretar mucho más.


2. Dimensión literaria. Proceso de composición


La calidad literaria de Hch puede calificarse de excelente. Resiste con holgura la comparación con otros importantes escritos profanos de la época helenística y, dentro del NT, sólo el propio tercer evangelio, el escrito a los Hebreos y algunos pasajes de las cartas paulinas pueden colocarse a su altura. Lucas es un magnífico narrador que, imitando el estilo de los LXX, construye con soltura y elegancia. Sabe alternar oportunamente los diversos niveles del lenguaje, desde el más popular al más elevado, y esto hace que Hch, donde podríamos decir que escribe con más libertad literaria que en el caso del Evangelio, la redacción resulte, si cabe, más pulida y brillante.


Por lo que se refiere al proceso de composición, Hch constituye una novedad dentro de la literatura cristiana del siglo I. Su autor no dispuso de un modelo previo como en el caso del Evangelio, primera parte de la obra. Pero sí tuvo a mano la necesaria información y, dado el método de trabajo que el propio Lucas nos revela en el prólogo a toda su obra (Luc 1:1-4), nos hace suponer que también para componer la segunda parte se sirvió de fuentes que pudieron ser tanto orales como escritas. Entre estas últimas, se sugiere la existencia de una fuente jerosolimitana y otra antioquena para los primeros quince capítulos de libro. Y sobre todo, para la segunda parte del libro (Hch 16:1-40Hch 28:1-31), se ha propuesto la utilización por parte de Lucas de un hipotético diario de viajes escrito por el propio Lucas o por otro compañero de Pablo (¿Silas, tal vez?). A este diario pertenecerían las célebres “secciones nosotros”, cuatro pasajes, especialmente relacionados con travesías marítimas (Hch 16:10-17; Hch 20:5-15; Hch 21:1-18; Hch 27:1Hch 28:16), en los que el narrador pasa sorprendentemente de narrar en tercera persona a hacerlo en primera persona del plural. Puede pensarse en apuntes del mismo autor del libro que habría formado parte del grupo apostólico de Pablo en estas concretas ocasiones, o tal vez mejor, en apuntes de otro acompañante de Pablo que llegaron a manos del autor de Hch y que este no dudó en utilizar.


En todo caso, el autor de Hch contó con una abundante información, tanto escrita como oral, con la que elaboró un peculiar y personalísimo género literario que podemos denominar historia teológica o teología narrativa. Un género literario al que el autor ha dado forma a base de entretejer hábilmente una amplia serie de relatos, discursos y sumarios. La cuidadosa disposición de estos tres elementos, desiguales en extensión pero igualmente importantes en la estructura global del libro, constituye el hilo conductor de toda la trama.


Los relatos ocupan la mayor parte de la obra — dos terceras partes — , pero no pretenden agotar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos primeros años de la Iglesia. El autor ha llevado a cabo una significativa selección de los acontecimientos y personajes más representativos desde su particular perspectiva teológica y desde la finalidad que pretende con el libro.


Los discursos (veinticuatro en total, que ocupan casi una tercera parte del libro) son el instrumento a través del cual el autor transmite y explica sus convicciones teológicas. Puestos en boca de todo tipo de personas, y en lugares claves del relato, hacen que el lector profundice en el sentido de los acontecimientos y descubra en ellos el mensaje que se quiere transmitir, a saber, la muerte y resurrección de Jesucristo como fuente y camino de salvación para todos los seres humanos.


Y finalmente los sumarios, breves resúmenes de la vida comunitaria que están presentes sobre todo en la primera parte del libro (Hch 2:42-47; Hch 4:32-35; Hch 5:12-16; Hch 9:31; Hch 6:7; Hch 12:24; Hch 16:5). No cabe duda de que son una elaboración del autor; con ellos quiere, por una parte, ofrecer a los lectores pausas de reflexión para que profundicen en el mensaje; y por otra, los convierte en medios privilegiados para presentar su visión de cómo debería ser la comunidad cristiana ideal, la de entonces y la de todos los tiempos.


3. Valor histórico


Hemos definido Hch como una historia teológica o una teología narrativa. Esto significa que el autor no pretende elaborar sin más una crónica histórica de la primitiva comunidad cristiana, ni buscar información exhaustiva sobre ella. Selecciona, más bien, episodios y personajes, con frecuencia los idealiza y, en otros casos, los simplifica y esquematiza. De ahí que Hch no pueda ser considerado como un simple tratado de historia, y menos aún debe pretenderse que responda a nuestro actual concepto científico de la historia. Tomar siempre al pie de la letra sus “aparentes” informaciones, puede resultar peligroso y desorientador. Por otra parte, no deben pasarse por alto los significativos silencios de Hch. Nada dice, por ejemplo, de la fundación de iglesias tan importantes como la de Alejandría o la de Roma, nada sobre la actividad apostólica de Pedro fuera de Palestina, nada sobre las tormentosas relaciones entre Pablo y las comunidades de Corinto y Galacia. Sean cuales sean los motivos de este silencio, el hecho es incuestionable y demuestra que Hch no es ni una historia total de la primitiva Iglesia cristiana, ni tampoco una biografía completa de Pablo.


Todo esto es cierto, pero en modo alguno debe conducir a posturas extremas que presenten a Hch como una abierta falsificación tendenciosa o, en el mejor de los casos, como una obra con buenas intenciones pero muy mal informada. Frente al radicalismo crítico del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, hoy prevalece la idea de que Hch es, en líneas generales, históricamente fiable; su autor escribe como teólogo, pero también como historiador, pues la auténtica historia es indispensable para una correcta teología.


Por lo que respecta a la imagen de Pablo en Hch, los mismos autores que teóricamente parecen desconfiar de los datos de Hch, luego en la práctica los utilizan con menos reservas de las señaladas en principio. Aunque con ribetes apologéticos y un tanto idealizadores, la figura histórica de Pablo que se desprende de Hch es correcta y coincide substancialmente con la de las propias cartas del Apóstol. A todo esto habría que añadir una amplia serie de datos consignados en Hch que están básicamente de acuerdo con lo que sabemos por otras fuentes no bíblicas sobre el funcionamiento de aquella sociedad grecorromana. No existen, pues, razones de peso para poner en entredicho el valor histórico fundamental de Hch.


4. Mensaje y contenido


Hch es el testimonio documental de cómo, a través de la acción del Espíritu, la salvación traída por Jesucristo se hace presente y operativa en la primitiva Iglesia cristiana, comunidad fraternal de fe, y llega a penetrar en el corazón mismo del mundo pagano. Además de esto, el autor trata de demostrar que la nueva religión — el nuevo “camino” — no pretende conculcar las leyes del imperio romano, sino más bien tender puentes de aproximación y crear lazos de colaboración y entendimiento. La figura y la acción misionera de Pablo es, al respecto, emblemática.


Así pues, Hch es ante todo una especie de memoria-testimonio sobre la obra realizada por el Espíritu Santo en los primeros años de la Iglesia. El Espíritu prometido (Hch 1:5; Hch 2:16-21; ver Luc 24:49) y enviado (Hch 2:1-4) es el verdadero protagonista del libro y el auténtico artífice de la extensión del mensaje cristiano hasta los confines del Imperio. Los personajes — Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Apolo, Pablo, etc. — , aparecen y desaparecen; el Espíritu está siempre alentando y vivificando a la Iglesia. Con razón podemos hablar de Hch como de Evangelio del Espíritu Santo o Hechos del Espíritu.


Por su parte, la acción del Espíritu consiste primordialmente en hacer de los discípulos de Jesús testigos privilegiados del acontecimiento central de la historia, que no es otro sino la salvación traída por Jesús. A través de estos testigos, que lo son no sólo mediante palabras sino también a través de signos prodigiosos (Hch 3:1-10; Hch 5:1-16; Hch 8:6-7; Hch 9:32-41; Hch 12:6-11; Hch 13:11; Hch 14:8-20; Hch 16:25-26; Hch 20:9-12; ver Luc 24:49), la salvación de Jesús va llegando a los más diversos ambientes y lugares, y se convierte en mensaje que interpela a individuos y grupos. Este ofrecimiento de salvación a través de la predicación apostólica es aceptado por unos y rechazado por otros. En realidad, tanto los apóstoles como los demás misioneros cristianos son plenamente conscientes de que su condición de servidores de la palabra (Hch 6:4) les acarreará permanentes dificultades y sufrimientos. Pero eso no va a ser obstáculo para que, llenos de alegría y sin miedo alguno, proclamen el mensaje de salvación por todas partes, desde Jerusalén hasta Roma, cumpliendo así el encargo de Jesús (Hch 1:8).


El resultado de esta acción conjunta — presencia del Espíritu y actividad misionera de los testigos — es la formación y crecimiento imparable de la Iglesia cristiana como comunidad de salvación. Hch da testimonio de ello desde la primera hasta la última página. Todo en él tiene una referencia comunitaria; todo se hace desde una experiencia de fraternidad y participación (Hch 2:42-46; Hch 4:32-35; Hch 11:27-30). De esta manera la Iglesia nacida en Pentecostés se constituye en el nuevo pueblo adquirido por Dios (Hch 15:14; Hch 18:10), en la comunidad universal de salvación y de fe que se concreta en las múltiples y variopintas iglesias locales: Jerusalén, Samaría, Antioquía, Filipos, Tesalónica, Corinto, Éfeso, Roma.


Subrayemos, finalmente, que el autor de Hch ha querido compendiar todo este proceso de formación y crecimiento de la Iglesia en la preciosa imagen del camino (Hch 9:2; Hch 13:10; Hch 16:17; Hch 18:25-26; Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22). Recuerda así Lucas a los creyentes de entonces y de todos los tiempos la condición itinerante del cristiano: la Iglesia no es una realidad anquilosada e inmóvil, sino dinámica y en permanente actitud de crecimiento y de marcha. La historia que Lucas cuenta no termina en el capítulo Hch 28:1-31 de Hch, que por otra parte no deja de ser un sorprendente final para un relato que parecería tener a Pablo como protagonista. ¿Por qué no nos dice en qué paró la situación de Pablo prisionero y en espera de un juicio ante los tribunales del emperador? Pues porque el verdadero protagonista del libro no es el mensajero, sino el mensaje; y lo mismo que el mensaje tenía que llegar, y llegó, hasta los confines de la tierra, la historia queda abierta para que llegue también, por los “caminos” que Dios quiera, hasta el final de los tiempos, cuando Jesús vuelva a clausurar esa historia de salvación.


5. Estructura y división


En épocas pasadas se ha propuesto dividir el libro de Hch en dos grandes partes atendiendo, bien al programa misionero (misión a los judíos-misión a los paganos) que se sugiere en Hch 2:39, bien a los dos principales protagonistas del libro que son Pedro y Pablo. Estos criterios tienen valor y en cierta manera el autor los ha debido tener en cuenta a la hora de estructurar esta parte de la obra. Pero son insuficientes para explicar el orden interno del libro en su conjunto. Por eso hoy se acude a una combinación de criterios geográficos, literarios y teológicos que tienen como punto de arranque el texto programático de Hch 1:8 con sus tres elementos: la fuerza del Espíritu, los testigos de la palabra, y el camino que ha de recorrer el mensaje. La repetida mención de estos tres elementos en puntos estratégicos del libro, nos conduce a la siguiente división:


— Introducción (Hch 1:1-26)


I. — TESTIGOS EN JERUSALÉN (Hch 2:1Hch 8:3)


- Derramamiento del Espíritu en Pentecostés (Hch 2:1-43)


- La primera comunidad cristiana (Hch 2:43Hch 5:16)


- Primeras persecuciones (Hch 5:17Hch 8:3)


II. — TESTIGOS EN JUDEA Y SAMARÍA (Hch 8:4Hch 12:25)


- Evangelización de Samaría (Hch 8:4-40)


- Pablo irrumpe en escena (Hch 9:1-31)


- Actividad misionera de Pedro (Hch 9:32Hch 12:25)


III. — TESTIGOS HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA (Hch 13:1-52Hch 28:1-31)


- Primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52Hch 14:1-28)


- Asamblea de Jerusalén (Hch 15:1-35)


- Segundo viaje misionero de Pablo y Bernabé (Hch 15:36Hch 18:22)


- Tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23Hch 21:16)


- Pablo arrestado en Jerusalén (Hch 21:17Hch 23:22)


- Pablo prisionero en Cesarea del Mar (Hch 23:23Hch 26:32)


- Pablo trasladado a Roma (Hch 27:1-44Hch 28:1-31)


Fuente:

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Notas

Hechos 2,1— Pentecostés: Fiesta judía que se celebraba cincuenta días después de la Pascua. Ver VOCABULARIO BÍBLICO.


Hechos 2,3— lenguas de fuego: Con esta expresión se alude, por una parte, a uno de los efectos de la venida del Espíritu Santo, a saber, que los apóstoles puedan ser entendidos por quienes hablaban otras lenguas diferentes; y por otra parte, es un buen ejemplo de que el término fuego tiene con frecuencia en la Biblia un significado simbólico, bien positivo como en este u otros casos (ver Éxo 3:2-3; Éxo 13:22; 2Re 2:11; Mat 3:11), bien negativo (ver Sal 29:7; Mat 3:10; Mat 3:12, Mar 9:43-48).
Hechos 2,3Núm 11:25.
Hechos 2,4Hch 4:31; Hch 10:44-46; Hch 19:6; (ver Gén 11:1-9; Mar 16:17; 1Co 12:10; 1Co 12:28; 1Co 14:2; 1Co 4:1-21; 1Co 5:1-13; 1Co 6:1-20; 1Co 9:1-27; 1Co 10:1-33; 1Co 11:1-34; 1Co 12:1-31; 1Co 13:1-13; 1Co 14:1-40; 1Co 15:1-58).
Hechos 2,9Ver Hch 2:11.
Hechos 2,9— Asia: Ver nota a Rom 16:5.
Hechos 2,11— partos... árabes: Se enumeran habitantes de países que, de oriente a occidente, comprenden todo el mundo civilizado entonces conocido; de esta forma se subraya el alcance universal del acontecimiento.
Hechos 2,11— prosélitos: Ver nota a Mat 23:15. No deben confundirse con aquellos que en este mismo libro reciben el apelativo de “adoradores del Dios verdadero” o “los que rinden culto al verdadero Dios” (ver Hch 10:2; Hch 13:16; Hch 13:26; Hch 18:7; etc.); estos últimos no pasaban de ser simpatizantes del judaísmo.
Hechos 2,14— Pedro... tomó la palabra: Segundo discurso de Pedro que va a servir de modelo para los siguientes: el mismo esquema, el mismo mensaje, el mismo vocabulario (Hch 3:16-26; Hch 5:29-32; Hch 10:34-43; ver también el discurso de Pablo en Hch 13:23-41).
Hechos 2,15— las nueve de la mañana: Lit. la hora tercera. La salida del sol se situaba a las seis de la mañana (hora primera) y a las nueve tenía lugar la oración matutina, antes de la cual los judíos no solían comer ni beber.
Hechos 2,16— el profeta Joel: La larga cita que sigue está tomada del texto griego del AT -versión de los LXX- con ligeras variantes respecto al hebreo. En cuanto a la mención expresa de Joel, no figura en el llamado texto occidental de Hch (ver Introducción).
Hechos 2,17Joe 2:28-32.
Hechos 2,20Amó 5:18-20.
Hechos 2,21Rom 10:13; 1Co 1:2.
Hechos 2,22Hch 10:38; Mat 2:23; Luc 18:37; Jua 3:2; (ver Hch 14:3; 2Co 12:12; Heb 2:4).
Hechos 2,23— no creyentes: Lit. los que carecen de ley, es decir, los paganos en cuanto carecen de la ley dada por Dios a Moisés; en el presente caso fueron las autoridades romanas.
Hechos 2,23Hch 3:15; Hch 4:10; Hch 5:30; Hch 10:40; Luc 23:33 y par.; Luc 24:6 y par.; Jua 19:18.
Hechos 2,24— garras de la muerte: El texto occidental dice: garras del abismo, equivalente al seol semita o al Hades de la mitología griega. Ver VOCABULARIO BÍBLICO. Por otra parte, el término griego traducido por garras podría traducirse también por dolores, padecimientos.
Hechos 2,24ver 2Sa 22:6; Sal 18:5; Sal 116:3.
Hechos 2,25Sal 16:8-11; (ver Hch 13:35).
Hechos 2,27— abismo: Lit. Hades. Ver nota anterior.

— se corrompa: Cita de Sal 16:10 donde la palabra hebrea que traducimos por corrupción, tiene también el significado de “fosa”, “tumba”, en el sentido de no ser presa de una muerte inminente.
Hechos 2,291Re 2:10.
Hechos 2,30Sal 16:10; Sal 132:11.
Hechos 2,32Hch 1:8.
Hechos 2,33Hch 1:4-5; Jua 14:16-17; Jua 15:26.
Hechos 2,33— el poder de Dios: Lit. la derecha de Dios. También puede traducirse: Ha sido exaltado junto a (a la derecha de) Dios.
Hechos 2,34Sal 110:1.
Hechos 2,36Hch 17:3; Hch 20:21; Mat 1:16; Luc 2:11; Rom 10:9; Flp 2:11.
Hechos 2,37Luc 3:12-14; Luc 10:25.
Hechos 2,38Hch 1:5; Hch 3:19; Hch 8:16; Hch 10:48; Mat 3:2; Mat 8:11; Mar 1:15; Luc 3:3.
Hechos 2,38— el nombre de Jesucristo: Ver en VOCABULARIO BÍBLICO el significado de nombre en la cultura semita. Por lo demás, parece que en la más primitiva fórmula bautismal sólo se mencionaba a Jesucristo (ver Hch 8:16; Hch 10:48).
Hechos 2,39Isa 57:19.
Hechos 2,41Hch 2:47; Hch 4:4; Hch 5:14.
Hechos 2,42— Todos se mantenían: Este pasaje final del capítulo constituye el primero de los llamados “sumarios” en el libro de los Hechos (ver Introducción).
Hechos 2,42Hch 4:32-35; Hch 5:12-14; (ver Hch 3:1; Hch 9:36; Hch 11:29; Luc 24:53).