Hebreos 9 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 28 versitos |
1

Los dos santuarios

Ciertamente la primera alianza disponía de un ritual para el culto y de un santuario terrestre.
2 En efecto, la Tienda de la presencia º estaba preparada de forma que en la primera parte, llamada “lugar santo”, se encontraban el candelabro, la mesa de las ofrendas y los panes que se presentaban a Dios. º
3 Detrás de la segunda cortina º estaba la parte de la Tienda llamada “lugar santísimo”, º
4 donde había un incensario de oro º y el Arca de la alianza totalmente recubierta de oro. En esta última se guardaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón en otro tiempo florecida y las losas sobre las que estaban escritas las cláusulas de la alianza. º
5 Encima del Arca estaban los querubines *, representantes de la presencia gloriosa de Dios, que cubrían el llamado “propiciatorio º”. Pero no es este el momento de entrar en más detalles sobre el particular.
6 Así dispuestas las cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte de la Tienda º para celebrar el culto. º
7 Pero en la segunda parte º, entra únicamente el sumo sacerdote una vez al año, con la sangre de las víctimas ofrecidas por sus propios pecados y por los que el pueblo comete inadvertidamente. º
8 Con esto quiere dar a entender el Espíritu Santo que, mientras ha estado en pie la primera Tienda de la presencia, el camino del verdadero santuario ha permanecido cerrado.
9 Todo lo cual tiene un alcance simbólico referido a nuestro tiempo. En efecto, las ofrendas y sacrificios presentados allí eran incapaces de perfeccionar interiormente a quien los presentaba. º
10 Eran simplemente alimentos, bebidas o ritos purificatorios diversos; observancias todas ellas exteriores º, válidas únicamente hasta el momento en que se instaurara el nuevo orden de cosas. º
11 Pero Cristo se ha presentado como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Y siendo el suyo un santuario mayor y más valioso, no fabricado por manos humanas y por tanto no perteneciente al mundo creado, º
12 entró una vez por todas en “el lugar santísimo”, no con sangre de machos cabríos o de toros, sino con la suya propia, rescatándonos así para siempre. º
13

Los dos sacrificios

Se da por hecho que la sangre de machos cabríos y de toros, así como las cenizas de una ternera, tienen poder para restaurar la pureza externa º cuando se esparcen sobre quienes son considerados ritualmente impuros. º
14 ¡Pues cuánto más eficaz será la sangre de Cristo que, bajo la acción del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como víctima sin mancha! ¡Cuánto más será capaz de limpiar nuestra º conciencia de las acciones que causan la muerte para que podamos dar culto al Dios viviente! º
15 Precisamente por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte ha obtenido el perdón de los pecados cometidos durante la antigua alianza, haciendo posible que los elegidos reciban la herencia eterna prometida. º
16 Todos saben que para que un testamento º surta efecto, es necesario que conste la muerte de quien lo otorgó;
17 en vida del testador no tiene ninguna validez ya que sólo a partir de la muerte adquiere valor un testamento.
18 De ahí que también la primera alianza dio comienzo con un rito de sangre.
19 En efecto, cuando Moisés terminó de explicar a todo el pueblo los preceptos de la ley, tomó sangre de los toros y los machos cabríos, la mezcló con agua y, valiéndose de un poco de lana roja y de una rama de hisopo, roció con ella al libro de la ley y a todo el pueblo º
20 diciendo: Esta ºes la sangre que ratifica la alianza que Dios ha establecido con ustedes.
21 Después roció con sangre la Tienda de la presencia º y todos los objetos reservados para el culto.
22 Y es que, según la ley, prácticamente todas las cosas se purifican mediante la sangre y, si no hay derramamiento de sangre, tampoco hay perdón. º
23 Se necesitaban, pues, tales sacrificios para purificar lo que sólo era esbozo de las realidades celestiales; pero estas mismas realidades celestiales precisaban de sacrificios más valiosos.
24 Por eso Cristo no entró en un santuario º construido por manos humanas —que era simple imagen del verdadero santuario—, sino que entró en el cielo mismo donde ahora intercede por nosotros en presencia de Dios. º
25 Y tampoco tuvo que ofrecerse muchas veces, como tiene que hacerlo el sumo sacerdote judío que año tras año entra en “el lugar santísimo” con una sangre que no es la suya.
26 De no ser así, Cristo debería haber padecido muchas veces desde que el mundo es mundo; y, sin embargo, le ha bastado con manifestarse una sola vez ahora, en el momento culminante de la historia, destruyendo el pecado con el sacrificio de sí mismo. º
27 Y así como está establecido que todos los seres humanos deben pasar por la muerte una sola vez para ser a continuación juzgados,
28 así también Cristo se ofreció una sola vez para cargar con los pecados de la humanidad. Después se mostrará por segunda vez º, pero ya no en relación con el pecado, sino para salvar a quienes han puesto su esperanza en él. º

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Introducción a Hebreos

INTRODUCCIÓN


1. Problemática general del escrito


La llamada carta a los Hebreos (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Heb) es uno de los escritos del NT que más interrogantes suscitan. Interrogantes que tienen que ver con su tono general, su género literario, su marco histórico concreto (autor, destinatarios, fecha de composición), su contenido, su colocación en la lista de libros bíblicos a continuación del “corpus paulinum” como si formara parte de él y, finalmente, su particular historia en el proceso de incorporación al canon bíblico del NT.


Las antiguas iglesias cristianas de Oriente reconocieron desde el principio el origen paulino de Heb y su plena autoridad normativa dentro de la Iglesia en cuanto libro inspirado. Sólo Orígenes y Clemente de Alejandría — voces importantes, por otra parte — manifestaron ya serias reservas sobre el origen paulino del escrito. En cambio, las iglesias de Occidente tuvieron más dificultad en reconocer a Heb no sólo como obra de Pablo, sino también como libro canónico. Pero las dudas fueron desapareciendo poco a poco y a finales del siglo IV la aceptación de Heb como escrito paulino y canónico es unánime dentro de toda la Iglesia. Es verdad que en el siglo XVI, en el marco de la Reforma, volvieron a escucharse voces contrarias a la paulinidad y canonicidad de Heb, pero fueron voces sin demasiado eco. En la actualidad, nadie pone en duda la pertenencia de Heb a la lista de libros sagrados del NT. Otra cosa distinta es la cuestión de su paternidad literaria. Aunque todos admiten la notable presencia de elementos paulinos en Heb, la opinión prácticamente unánime es que su autor, dadas las características del escrito, no es el apóstol Pablo.


Esta cuestión de la autenticidad y otras, de las que se hablará en seguida, vinculadas sobre todo al género literario, al estilo y al contenido, hacen de Heb un escrito singular para cuya correcta comprensión será muy conveniente contar con unas claves de lectura y un conocimiento previo de sus peculiaridades.


2. Características literarias


¿Es Heb realmente una carta? Así se la ha considerado tradicionalmente y como tal se la ha incluido desde antiguo en el bloque de las cartas paulinas. Sin embargo, sus rasgos epistolares son más bien escasos; prácticamente se reducen a los versículos finales (Heb 13:18-19; Heb 13:22-25) que desentonan del conjunto y suelen considerarse como un añadido. Se echa de menos el nombre del remitente y el de los destinatarios (el título “a los Hebreos” no forma parte del escrito original). Faltan los saludos y los deseos de gracia y paz habituales al comienzo de las cartas del NT. Comienza con un párrafo solemne y muy elaborado propio de un discurso o un sermón (Heb 1:1-3) y parece que originalmente terminaba con otro párrafo de las mismas características (Heb 13:20-21). A esto debe añadirse que el resto del escrito mantiene el tono elevado y solemne, sin apenas noticias ni referencias de carácter personal como sería de esperar si se tratara de una carta.


Todos estos datos invitan a pensar — y así lo sostienen numerosos autores — que se trata más bien, de una pieza oratoria. Una especie de discurso-homilía elaborado para ser pronunciado oralmente y que el propio autor u otra persona envía por escrito a unos destinatarios tal vez distintos de los originales. Con el discurso-homilía, al que significativamente el autor llama exhortación (Heb 13:22), se adjunta una breve nota de acompañamiento que sí tiene, como es natural, carácter epistolar (Heb 13:23-25). Este punto de vista es, en la actualidad, claramente mayoritario. Sin embargo, no faltan autores que siguan manteniendo que Heb, a pesar de las apariencias en contrario, se escribió y se envió como carta. Así lo sugeriría la alternancia de momentos teóricos y prácticos propia de las cartas paulinas, las varias alusiones a la situación religiosa de los destinatarios (Heb 3:12; Heb 5:12; Heb 6:4-12; Heb 10:25; Heb 10:32-34; Heb 12:4), la evidente dimensión pastoral del escrito, la repetida utilización del vocativo hermanos a imitación de Pablo (Heb 3:1; Heb 3:12; Heb 10:19; Heb 13:22) y las concretas recomendaciones del último capítulo (Heb 13:17-19). Si falta el encabezamiento es porque pudo suprimirse al ser enviada a unos nuevos destinatarios.


En cualquier caso, sea homilía o carta, Heb hace gala de un rico vocabulario y un magnífico estilo, tal vez el mejor de todo el NT. Además, el autor ha sabido organizar los materiales utilizados con gran maestría. Estamos ante un conjunto plenamente armónico, con una gran unidad interna, con una constante y equilibrada alternancia entre la exposición teórica y la exhortación práctica. Y todo ello girando en torno al tema central del escrito que el propio autor tiene buen cuidado en subrayar (Heb 8:1).


3. Marco histórico: autor, destinatarios, fecha.


Si realmente no fue Pablo el autor de Heb, hay que pensar que su autor fue un cristiano probablemente de ascendencia judía, buen conocedor de las cartas paulinas, muy familiarizado con la versión griega de la Biblia llamada de los LXX (que utiliza de forma magistral y de la que toma todas sus citas del AT) y excelentemente formado en la cultura helenística. Junto a una excepcional capacidad para profundizar teológicamente en los temas planteados, manifiesta una singular preocupación pastoral por la comunidad o comunidades a las que se dirige. Se ha pensado en Lucas, Bernabé, Judas Tadeo, Silas, Clemente Romano y sobre todo en Apolo (ver Hch 18:24-28); todas son simples conjeturas, posibles pero poco probables.


Los destinatarios del escrito son, sin duda, cristianos. Y cristianos ya desde hace cierto tiempo (Heb 5:11-12). La utilización masiva del AT no exige necesariamente que se trate de cristianos sólo procedentes del judaísmo, pues el AT se había convertido desde los mismos orígenes del movimiento de Jesús en patrimonio común de todos los cristianos, cualquiera que fuera su procedencia. Pero el tono general del escrito y el título mismo, aunque sea relativamente tardío, sugieren que el autor tiene presentes sobre todo a oyentes o lectores judeocristianos. Lo que sí parece cierto, en todo caso, es que estos cristianos destinatarios de Heb han pasado por momentos difíciles de los que salieron airosos (Heb 10:32-35). Ahora parece que de nuevo están viviendo tiempos de crisis: indolencia, cansancio, desaliento, peligro de apostasía (Heb 3:12-13; Heb 4:1; Heb 4:11; Heb 5:11; Heb 6:4-6; Heb 10:25-31). Frente a esta situación, que el autor califica de grave (Heb 3:12), es preciso recuperar e intensificar la fe y la esperanza en Jesucristo, único y definitivo salvador (Heb 2:3-4; Heb 6:17-20; Heb 10:19-24).


Clemente Romano cita Heb en su carta a los Corintios, escrita hacia el año 95 d. C. Hay, pues, que situar la composición de Heb antes de la década de los 90. Pero existe otro dato significativo que invita incluso a pensar en un tiempo anterior al 70, año en que fue destruido el Templo de Jerusalén. Por una parte, las constantes referencias al culto judío en Heb parecen suponer que tal culto seguía aún vigente en dicho Templo; y por otra, si la destrucción del Templo ya había tenido lugar, difícilmente se comprende cómo el autor no utiliza este hecho para demostrar la caducidad del culto judío frente a la perfección y vigencia definitiva del sacrificio salvador de Cristo (Heb 7:11-19; Heb 9:11-14).


4. Contenido teológico


La fe cristiana confesaba ya a Jesucristo como Hijo eterno de Dios, superior a todos los ángeles (Heb 1:2-5) y colmado de poder y de gloria a partir de la resurrección y la ascensión a los cielos donde está sentado junto al Padre (Heb 2:8-9). La aportación teológica fundamental de Heb radica en que este Jesús ha sido constituido por Dios sumo sacerdote (Heb 5:4-6; Heb 8:1). Afirmación original y sorprendente. Es verdad que las esperanzas del AT conferían rasgos sacerdotales al Mesías y que en ciertos ambientes del tiempo de Jesús, en Qumrán por ejemplo, se esperaba la llegada de un Mesías sacerdotal. Pero a la vista de la trayectoria existencial de Jesús de Nazaret, difícilmente cabía atribuirle una condición sacerdotal: no pertenece a la tribu de Leví; no realizó ningún tipo de oficio sacerdotal en el Templo; se enfrentó repetidas veces con los sacerdotes y con su concepción ritual de lo religioso; relativiza el valor de los sacrificios y de los lugares de culto; su muerte no fue precisamente, o al menos no lo pareció, un sacrificio cultual, sino una realidad trágica acaecida lejos del Templo, fuera de la ciudad santa; fue la muerte de un malhechor, de un excluido del pueblo, de un “maldito” de Dios, provocada, además, por los mismos sacerdotes judíos. No puede extrañar que nadie hasta el momento se hubiera decidido a considerar a Jesús como sacerdote. Es el paso que se atreve a dar el autor de Heb. Y lo hace en la seguridad de que así lo exige una lectura cristiana de las Escrituras del AT y una reflexión-meditación en profundidad sobre el misterio del ser, de la vida y de la muerte de Jesús.


Jesucristo es, pues, el sumo sacerdote de la nueva alianza (Heb 8:6; Heb 9:15; Heb 13:20) que asumió, realizó y perfeccionó lo que el auténtico sacerdocio estaba llamado a realizar según el proyecto salvador de Dios. Jesucristo es el sacerdote que se ofrece a sí mismo en sacrificio perfecto, una vez para siempre, superando y reemplazando con el sacrificio de su muerte redentora todos los antiguos sacrificios (Heb 9:11-14; Heb 9:25-28). Es el sacerdote que ha entrado definitivamente en un santuario mayor y más valioso que el antiguo, el santuario celestial donde intercede permanentemente por nosotros (Heb 9:11; Heb 9:24) y desde el que nos convoca a que, siguiendo su ejemplo, también nosotros nos acerquemos a Dios con un corazón sincero y lleno de fe para conseguir así entrar en ese santuario celestial (Heb 10:19-23).


Es admirable, por lo demás, cómo, al hilo de esta meditación teológica sobre la condición sacerdotal de Jesucristo, el autor de Heb va insertando de forma alternativa y magistral una amplia serie de exhortaciones sobre cuál debe ser el comportamiento de quienes se confesaban discípulos de Jesús. Exhortaciones que invitan a sacar las consecuencias de las enseñanzas expuestas con el fin de superar la crisis de fe y una cierta situación de desaliento en que parecen encontrarse las comunidades cristianas destinatarias del escrito (Heb 12:1-4). Se trata de hacer fructificar la fe en toda clase de obras buenas (Heb 10:24), ofreciendo también nosotros a Dios por medio de Jesucristo un sacrificio de alabanza (Heb 13:15) y haciendo de nuestra vida, a imitación de Jesucristo, un sacrificio continuo de amor y servicio a los hermanos (Heb 13:16).


5. Estructura


Hemos señalado más arriba que Heb es un escrito (discurso-homilía) magníficamente estructurado. Los más recientes estudios sobre Heb coinciden en proponer una división de carácter concéntrico en cinco partes, precedidas de un prólogo-exordio y seguidas de un epílogo-conclusión, más una breve nota epistolar de acompañamiento.


— Introducción (Heb 1:1-4)


I. — JESUCRISTO, SUPERIOR A LOS ÁNGELES (Heb 1:5Heb 2:18)


II. — JESUCRISTO, SACERDOTE FIEL Y MISERICORDIOSO (Heb 3:1Heb 5:10)


III. — JESUCRISTO, SUMO SACERDOTE PERFECTO Y SANTIFICADOR (Heb 5:11Heb 10:39)


IV. — JESUCRISTO, AUTOR Y PERFECCIONADOR DE NUESTRA FE (Heb 11:1Heb 12:13)


V. — JESUCRISTO, FUENTE Y MODELO DE VIDA CRISTIANA (Heb 12:14Heb 13:19)


— Conclusión (Heb 13:20-25)


Fuente:

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Notas

Hebreos 9,2Éxo 25:23-40; Éxo 26:1-30.


Hebreos 9,2— Tienda de la presencia: Ver nota a Heb 8:2.
Hebreos 9,3Éxo 26:31-33.
Hebreos 9,3— la segunda cortina: Para distinguirla de la “primera” que, según Éxo 26:36, estaba colocada a la entrada misma de la Tienda. En cambio, la “segunda” cortina separaba “el lugar santo” del “lugar santísimo”.
Hebreos 9,4— incensario de oro: El vocablo griego puede también significar el altar de oro donde se ofrecía el incienso.
Hebreos 9,4Éxo 25:10-22 (ver Éxo 16:32-34); Éxo 40:20; Núm 17:1-10; Deu 10:3-5; 1Re 8:9.
Hebreos 9,5— querubines: Se trataba de unas figuras aladas con cuerpo de animal y cabeza humana que, según la cultura oriental, tenían la misión de guardar y proteger todo lo relacionado con la divinidad (ver Gén 3:24; Éxo 25:18-20; 1Sa 4:4; 2Sa 6:2; 1Re 6:23-28; 2Re 19:15; Eze 10:1-22; Sal 18:10; Sal 80:1; Sal 99:1).

— propiciatorio: El “propiciatorio” era una plancha de oro puro colocada sobre el Arca de la alianza. Todos los años, en la fiesta del gran Día de la Expiación, el sumo sacerdote rociaba dicha plancha con la sangre de la víctima sacrificada a fin de obtener de Dios (a quien se consideraba especialísimamente presente allí) el perdón de los pecados (Éxo 25:17-22). Ver nota a Rom 3:25.
Hebreos 9,6— primera parte de la Tienda: También llamada “lugar santo” (Éxo 26:33).
Hebreos 9,6Núm 18:2-6.
Hebreos 9,7— la segunda parte: Es decir, “el lugar santísimo” adonde, según Lev 16:1-34, sólo el sumo sacerdote podía entrar una vez al año en la fiesta del gran Día de la Expiación.
Hebreos 9,7Lev 16:2; Lev 16:12; Lev 16:15.
Hebreos 9,9Heb 10:1-4; Heb 10:11.
Hebreos 9,101Co 10:6; 1Co 10:11; Col 2:16-17.
Hebreos 9,10— exteriores: Lit. carnales. Ver nota a Rom 7:5.
Hebreos 9,11Heb 2:17.
Hebreos 9,12Heb 9:26; Heb 10:10.
Hebreos 9,13Lev 16:14-16; Núm 19:9; Núm 19:17-19.
Hebreos 9,13— la pureza externa: Lit. la limpieza carnal o corporal. Ver nota anterior. En todo caso, se trata de una pureza ritual o legal.
Hebreos 9,14— nuestra: Según varios mss., alguno de valor, habría que leer: de ustedes.
Hebreos 9,14Heb 10:19; 1Pe 1:18-19; 1Jn 1:7.
Hebreos 9,15Heb 8:8-12; Heb 12:24.
Hebreos 9,16— testamento: En todo este pasaje el autor de Hebreos juega con el doble significado del vocablo griego diatheke, a saber: alianza (o pacto) y testamento. Por otra parte, el testamento evoca la idea de muerte, y la idea de muerte evoca, a su vez, la de derramamiento de sangre, que era precisamente lo que solía acompañar la conclusión de una alianza, pues habitualmente el pacto se ratificaba con uno o varios sacrificios cruentos (ver Éxo 24:6-8).
Hebreos 9,19Heb 10:29; Heb 12:24; Heb 13:20; Éxo 24:3-8; Zac 9:11; Mat 26:28; 1Co 11:25.
Hebreos 9,20— esta: Es probable que el autor de Hebreos haya querido acercar el texto de Éxo 24:8 a las palabras de la Cena del Señor (ver Mat 26:28) sustituyendo el he aquí del texto hebreo por esta.
Hebreos 9,21— Tienda de la presencia: Ver nota a Heb 8:2.
Hebreos 9,22Lev 17:11.
Hebreos 9,241Jn 2:1.
Hebreos 9,24— en un santuario o: en un lugar santísimo.
Hebreos 9,26Gál 4:4.
Hebreos 9,28Isa 53:12; 1Pe 2:24; Flp 3:20; 1Ts 1:10; 2Ti 4:8.
Hebreos 9,28— por segunda vez: Es la manifestación gloriosa de Cristo que esperaban los cristianos y que recibe -en Pablo sobre todo- los nombres de parusía, apocalipsis y epifanía. Ver notas a 1Co 1:7; 1Co 15:23; 2Ts 1:7 y Heb 2:8.