I Reyes 13 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 34 versitos |
1 Un varón de Dios llegó de Judá a Betel, por mandato de Yahvéh, cuando Yeroboam estaba de pie junto al altar para quemar incienso,
2 y empezó a gritar contra el altar, por mandato de Yahvéh, diciendo: ¡Altar, altar! Así habla Yahvéh: Nacerá en la casa de David un hijo que se llamará Yosías. Éste sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos, a los que queman incienso sobre ti. Sobre ti quemarán huesos humanos.
3 Y dio aquel mismo día una señal, diciendo: Ésta es la señal de que es Yahvéh quien habla: el altar se romperá, y se derramará la ceniza que hay sobre él.
4 Al oír el rey Yeroboam lo que el varón de Dios gritaba contra el altar de Betel, extendió su mano desde encima del altar y dijo: ¡Prendedlo! Pero se le secó la mano que había extendido contra él, y no pudo volverla hacia sí.
5 Y el altar se rompió, y la ceniza del altar se derramó conforme a la señal que había dado el varón de Dios por orden de Yahvéh.
6 Entonces el rey, tomando la palabra dijo al varón de Dios: Implora, por favor, a Yahvéh, tu Dios, e intercede por mí, para que mi mano vuelva hacia mí. Imploró el varón de Dios a Yahvéh, y al punto la mano del rey se volvió hacia él y quedó como estaba anteriormente.
7 Dijo entonces el rey al varón de Dios: Ven conmigo a mi casa para tomar un bocado, y además te haré un regalo.
8 Pero el varón de Dios replicó al rey: Aunque me des la mitad de tu casa, no iré contigo, ni comeré pan ni beberé agua en este lugar;
9 pues así me lo ordenó la palabra de Yahvéh: No comerás pan ni beberás agua, ni regresarás por el mismo camino por el que fuiste.
10 Y en efecto, regresó por otro camino, y no por el que había tomado para ir a Betel.
11 Residía entonces en Betel un profeta anciano. Y fueron sus hijos a contarle todo lo que el varón de Dios había hecho aquel día en Betel, así como las palabras que había dirigido al rey. Al terminar de contárselas a su padre,
12 éste les preguntó: ¿Por qué camino se fue? Y sus hijos le indicaron el camino que había tomado el varón de Dios que había llegado de Judá.
13 Dijo entonces él a sus hijos: Aparejadme el asno. Se lo aparejaron, y, montado en él,
14 se fue tras el varón de Dios, al que encontró sentado bajo un terebinto. Y le preguntó: ¿Eres tú el varón de Dios que ha venido de Judá? Éste le respondió: Yo soy.
15 Díjole el profeta: Ven conmigo a casa, para que tomes algún alimento.
16 Pero él respondió: No puedo volverme contigo ni seguirte; no comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar,
17 porque de parte de Yahvéh me ha sido dirigida esta palabra: No comerás pan ni beberás agua allí, ni volverás por el mismo camino por el que fuiste.
18 El profeta respondió: También yo soy profeta como tú, y un ángel me ha dicho por orden de Yahvéh: Hazlo volver contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua. Y así lo engañó.
19 Volvióse, pues, con él, y comió pan en su casa y bebió agua.
20 Y cuando estaban sentados a la mesa, la palabra de Yahvéh le fue dirigida al profeta que le había hecho volver,
21 el cual dijo a gritos al varón de Dios que había venido de Judá: Esto dice Yahvéh: Por haber sido rebelde a la voz de Yahvéh y no haber guardado lo que te ordenó Yahvéh, tu Dios,
22 sino que has vuelto, y has comido pan y bebido agua en el lugar del cual se te había dicho: No comerás pan ni beberás agua, no entrará tu cadáver en el sepulcro de tus padres.
23 Después de haber comido y bebido, el profeta que le había hecho volver le aparejó el asno.
24 Partió, y un león lo sorprendió en el camino y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino. El asno permaneció junto a él, y también el león se quedó junto al cadáver.
25 Pasaron unos hombres que vieron el cadáver tendido en el camino y al león que estaba junto al cadáver; y fueron a contarlo en la ciudad en la que residía el profeta anciano.
26 Cuando lo oyó el profeta que le había hecho volver del camino, exclamó: Es el varón de Dios que fue rebelde a la voz de Yahvéh ; Yahvéh lo ha entregado al león para que lo despedazara y le matara, conforme a la palabra que Yahvéh le había dicho.
27 Ordenó luego a sus hijos: Aparejadme el asno. Y se lo aparejaron.
28 Partió, y halló el cadáver tendido en el camino, y junto al cadáver seguían inmóviles el asno y el león. El león no había devorado el cadáver ni despedazado al asno.
29 El profeta levantó el cadáver del varón de Dios, lo puso sobre el asno y se lo llevó. Entró en la ciudad el profeta anciano para hacer duelo por él y enterrarlo.
30 Depositó el cadáver en su propio sepulcro e hicieron duelo por él, exclamando: ¡Ay, hermano mío!
31 Después de haberlo sepultado, dijo a sus hijos: Cuando yo muera, enterradme en la sepultura donde está el varón de Dios y poned mis huesos junto a los suyos,
32 porque ciertamente se ha de cumplir la palabra que a gritos lanzó por orden de Yahvéh contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los lugares altos que hay en las ciudades de Samaría.
33 Ni siquiera después de este suceso se apartó Yeroboam de su mal camino, sino que volvió a nombrar sacerdotes a gentes del pueblo para los lugares altos. A todo el que lo deseara, él lo consagraba sacerdote de los lugares altos.
34 Esto fue ocasión de pecado para la casa de Yeroboam, y fue causa de que fuera arrancada y raída de sobre la haz de la tierra.

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Introducción a I Reyes

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas