II Samuel  14 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 33 versitos |
1 Y cuando Yoab, hijo de Seruyá, se dio cuenta de que el corazón del rey estaba por Absalón,
2 mandó gente a Teqoa para que le trajeran una mujer astuta, a la que le dijo: Fíngete que estás de duelo, ponte ropas de luto y no te perfumes con óleo, como si fueras una mujer que de mucho tiempo atrás guarda luto por un difunto.
3 Después preséntate al rey y háblale en estos términos. Y Yoab le expuso lo que había de decir.
4 Se presentó, pues, la mujer de Teqoa al rey, y se postró rostro en tierra ante él, al tiempo que exclamaba: Auxíliame, ¡oh rey!
5 El rey le preguntó: ¿Qué te pasa? A lo que ella respondió: Soy viuda; mi marido ya murió.
6 Tenía tu sierva dos hijos, que se pelearon en el campo; y no habiendo nadie que se interpusiera entre ellos, el uno hirió al otro y le dio muerte.
7 Y ahora se alza contra tu sierva toda la parentela para decirme: ¡Entréganos al fratricida, para que le demos muerte por la vida de su hermano, al que asesinó; así exterminaremos también al heredero! De este modo extinguirán la brasa que me queda, y no dejarán a mi marido ni nombre ni resto sobre la haz de la tierra.
8 Replicó el rey a la mujer: Vete a tu casa; que yo daré las órdenes oportunas respecto a tu asunto.
9 Pero la mujer de Teqoa dijo al rey. ¡Caiga sobre mí y sobre la casa de mi padre la culpa, oh mi señor el rey, y queden limpios de ella el rey y su trono!
10 El rey añadió: A quien hable contra ti, tráemelo; pues no volverá a molestarte.
11 Ella entonces dijo: Pronuncie, por favor, el rey el nombre de Yahvéh, tu Dios, para que el vengador de sangre no venga a aumentar la ruina y no extermine a mi hijo. El rey exclamó: ¡Por vida de Yahvéh que no caerá en tierra ni un cabello de tu hijo!
12 La mujer añadió: Permite a tu sierva que diga a mi señor el rey aún una palabra. Él contestó: Habla.
13 Entonces dijo la mujer: ¿Por qué maquinas así contra el pueblo de Dios? Por la misma palabra que acaba de pronunciar, el rey se hace culpable, por cuanto no permite que vuelva su desterrado.
14 Todos hemos de morir; y como el agua que se derrama en tierra no vuelve a recogerse, así Dios tampoco levanta un cadáver. Piense, pues, sus planes el rey, para no mantener desterrado lejos de él al proscrito.
15 Ahora he venido a comunicar esto al rey, mi señor, porque el pueblo me dio miedo. Por eso se dijo tu sierva: Voy a hablar al rey; seguramente dará cumplimiento a lo que diga su sierva.
16 Porque el rey ha de prestar atención para librar a su sierva de manos del que quiere exterminarnos a la vez a mí y a mi hijo de la heredad de Dios.
17 Y además se dijo tu sierva: Sírvame de alivio la palabra del rey, mi señor; pues es como el ángel de Yahvéh para oír lo bueno y lo malo. ¡Que Yahvéh, tu Dios, sea contigo!
18 Respondió entonces el rey a la mujer: No me ocultes nada de lo que te voy a preguntar. La mujer le contestó: ¡Dígnese hablar el rey, mi señor!
19 Dijo el rey: ¿No anda contigo en todo esto la mano de Yoab? Ella contestó: ¡Por tu vida, oh rey, mi señor, que no se desvía ni a la derecha ni a la izquierda cuanto ha dicho el rey mi señor, pues justamente tu servidor Yoab es quien me ha dado órdenes y ha puesto en boca de tu sierva todas estas palabras.
20 Yoab, tu siervo, ha obrado así, para disfrazar el aspecto del asunto; pero mi señor es tan sagaz como un ángel de Dios para discernir todo cuanto en la tierra sucede.
21 Dijo entonces el rey a Yoab: Mira, voy a resolver este asunto: Anda y haz que vuelva el joven Absalón.
22 Cayó entonces Yoab rostro en tierra, postrándose, bendijo al rey y exclamó: Ahora sabe tu siervo, oh rey, mi señor, que ha hallado gracia a tus ojos, pues el rey va a cumplir los deseos de su siervo.
23 Se levantó Yoab, se encaminó hacia Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén.
24 Pero el rey dijo: Que se retire a su casa y no venga a verme. Absalón se retiró a su casa y no se presentó ante el rey.
25 No había en todo Israel nadie tan hermoso como Absalón, ni tan celebrado por todos; pues desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza no había en él defecto alguno.
26 Cuando se cortaba el cabello - y lo hacía cada año, porque le pesaba demasiado y se lo tenía que cortar - su cabellera llegaba a pesar doscientos siclos según el peso real.
27 Naciéronle a Absalón tres hijos, y una hija llamada Tamar, que era mujer muy hermosa.
28 Residió Absalón dos años en Jerusalén sin presentarse ante el rey.
29 En cierta ocasión mandó Absalón llamar a Yoab para enviarlo ante el rey, pero él no quiso acudir. Le envió un segundo recado, pero tampoco quiso acudir.
30 Dijo entonces Absalón a sus servidores: Ya sabéis que el campo de Yoab está junto al mío; allí tiene él la cebada. Id y prendedle fuego. Y en efecto, los criados de Absalón prendieron fuego al campo.
31 Yoab se levantó, y fue a casa de Absalón y le dijo: ¿Por qué tus criados han prendido fuego a mi campo?
32 Absalón le respondió a Yoab: Mira, te mandé llamar para decirte: Ven acá, pues quiero enviarte ante el rey para que le digas de mi parte: ¿Para qué he venido yo de GueSur? Mejor hubiera sido para mí seguir allí. Yo quiero ahora ver al rey. Y si yo soy culpable, que me mate.
33 Fuese, pues, Yoab ante el rey y se lo comunicó. El rey clamó a Absalón, el cual se presentó al rey y se postró ante él rostro en tierra. Y el rey besó a Absalón.

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas