Salmos 27 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 14 versitos |
1 De David.

El Señor es mi luz y mi socorro, ¿de quién he de temer? El Señor es el alcázar de mi vida, ¿de quién he de temblar?
2 Al acercarse a mí los malhechores para comer mi carne, son ellos, mis opresores y enemigos, los que tropiezan y se caen.
3 Aun cuando acampara contra mí una hueste, mi corazón no temería; aun cuando el combate arrecie contra mí, aun entonces confiaré.
4 Una cosa yo pido del Señor, una cosa suplico: habitar en la casa del Señor, todos los días de mi vida, para contemplar los encantos del Señor y visitar su templo.
5 El me esconde en su abrigo el día de la angustia, me oculta en el secreto de su tienda, me encarama en la roca.
6 Y con eso se yergue mi cabeza sobre mis enemigos, a mi alrededor. Ofreceré en su tienda sacrificios jubilosos, con cantos y salmodias al Señor.
7 Oye, Señor, la voz con que te imploro, apiádate y respóndeme.
8 De ti me dicta el corazón: «Requerid mi presencia»; tu presencia es, Señor, lo que yo busco.
9 No me ocultes tu rostro ni arrojes a tu siervo con desdén, tú que eres mi socorro; no me olvides ni abandones, oh Dios, mi salvador.
10 Si mi padre y mi madre me dejaran, me acogeré al Señor,
11 instrúyeme, Señor, en tus caminos, ponme en la senda recta, en vista de mis perseguidores.
12 No me entregues al capricho de mi espía: se yerguen contra mí testigos falsos que inspiran violencia.
13 ¡Oh, yo espero he de gustar los bienes del Señor en la tierra de los vivos!
14 Espera en el Señor: corazón denodado y valeroso, espera en el Señor.

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Introducción a Salmos

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas