Jeremías  4 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 31 versitos |
1 Si te conviertes, Israel - oráculo de Yahvéh -, puedes volver a mí. Si quitas tus abominaciones, no tienes por qué huir de mi presencia.
2 Si juras: ¡Por vida de Yahvéh! con verdad, rectitud y justicia, en él serán bendecidas las naciones y en él se gloriarán.
3 Pues así dice Yahvéh a los hombres de Judá y Jerusalén. 'Roturad vuestro barbecho y no sembréis entre espinas.
4 Circuncidaos para Yahvéh, quitad el prepucio de vuestros corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén, no sea que se desfogue como fuego mi furor y queme, sin que haya quien lo apague, a causa de la maldad de vuestras obras.
5 Anunciad en Judá, proclamad en Jerusalén y decid: Tocad la trompeta en el país, clamad y gritad a plena voz: Reuníos, y entremos en las ciudades amuralladas.
6 Izad el pendón hacia Sión: escondeos, no os paréis, pues traigo una desgracia desde el norte, un desastre inmenso.
7 Sube un león desde la selva, un devastador de naciones pónese en camino, sale del lugar de su residencia para hacer de tu país un desierto: arruinadas serán tus ciudades sin quedar un habitante.
8 Por eso ceñíos de saco, lamentaos y gemid, pues no se apartó de nosotros la ira furibunda de Yahvéh.
9 Aquel día - oráculo de Yahvéh -fallará el corazón del rey y el corazón de los jefes; se consternarán los sacerdotes y se pasmarán los profetas.
10 Dirán entonces: ¡Ah, Señor Yahvéh! De verdad has engañado por completo a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Tendréis paz, cuando la espada llegaba hasta el alma.
11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento ardiente de las dunas del desierto se encamina hacia la hija de mi pueblo, no para aventar ni para limpiar:
12 Ves viento muy fuerte para eso. Viene de mi parte. Ahora voy a pronunciar yo mismo la sentencia contra ellos.
13 Mirad: sube como las nubes, y sus carros como el huracán; sus caballos más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, pues estamos perdidos!
14 Limpia tu corazón de la maldad, Jerusalén, para que puedas salvarte. ¿Hasta cuándo se albergarán en tu interior tus malos pensamientos?
15 Pues oíd: una voz se escucha desde Dan, se pregona una desgracia desde el monte de Efraím.
16 Avisad a las naciones: ¡Aquí está! Proclamad en Jerusalén: Centinelas llegan de un país lejano y dan voces contra las ciudades de Judá.
17 Como guardas de un campo se han puesto contra ella alrededor, pues contra mí se rebeló - oráculo de Yahvéh -.
18 Tu conducta y tus obras te causan estas cosas. Ésta es tu desgracia. ¡Qué amarga! ¡Cómo te llega al corazón!
19 ¡Mis entrañas! ¡Mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Entretelas de mi corazón! Mi corazón me palpita, no puedo callarme, pues sonido de trompeta oye mi alma, alarma de guerra.
20 Desastre sobre desastre, se grita. ¡Todo el país está devastado! De repente son devastadas mis tiendas; en un instante, mis pabellones.
21 ¿Hasta cuándo habré de ver el pendón y tendré que oír el son de la trompeta?
22 Sí, mi pueblo es insensato, a mí no me conocen. Son hijos necios, no son inteligentes, expertos para el mal, hacer el bien no saben.
23 Miré a la tierra, y ¡ay! era un caos; a los cielos, y no tenían luz.
24 Miré a los montes, y ¡ay! estaban temblando, y todos los collados se estremecían.
25 Miré, y ¡ay! no había un solo hombre, y todas las aves del cielo habían huido.
26 Miré, y ¡ay! el vergel era un desierto, y todas sus ciudades estaban derruidas ante la presencia de Yahvéh, ante su ira furibunda.
27 Pues así dice Yahvéh: Todo el país será un desierto; voy a darle el golpe de gracia.
28 Por esto hará duelo la tierra y los cielos arriba se oscurecerán; pues lo he dicho, lo he decidido y no me arrepiento ni me retracto. '
29 Al grito de ¡jinetes y arqueros!, huye toda ciudad; se van a las selvas, escalan las rocas; todas las ciudades son evacuadas, y no queda en ellas ni un solo habitante.
30 Y tú, la devastada, ¿qué haces, que te vistes de púrpura, que te adornas con adornos de oro, que te pintas ojos rasgados? En vano te acicalas: los amantes te desprecian, es tu vida lo que buscan.
31 Oigo un grito como de parturienta, angustia como de primeriza: es la voz de la hija de Sión que se ahoga, que extiende sus manos: ¡Ay de mí, pues desfallece mi vida ante los asesinos!

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Introducción a Jeremías 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas