Jeremías  44 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 30 versitos |
1 Palabra que le fue dirigida a Jeremías, con respecto a todos los judíos residentes en el país de Egipto, que habitaban en Migdol, Tafnis, Nof y en la región de Patrós:
2 Así dice Yahvéh Sebaot, Dios de Israel: Vosotros mismos habéis visto toda la desgracia que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Miradlas: hoy son una ruina, donde no hay un solo habitante,
3 por el mal que cometieron ofendiéndome, yendo a incensar y servir a otros dioses que no habían conocido ni ellos ni vosotros ni vuestros padres.
4 Os envié con tiempo y sin cesar a todos mis siervos, los profetas, diciendo: No hagáis esas cosas abominables que detesto.
5 Pero no escucharon ni aplicaron su oído para convertirse de su maldad y para no incensar a otros dioses.
6 Y por eso se volcó mi furor y mi ira, y abrasó las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se han convertido en ruina y desolación, como sucede hoy.
7 Ahora, así dice Yahvéh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: ¿Por qué os hacéis maldad tan grande a vosotros mismos, exterminando de en medio de Judá a hombres y mujeres, a niños y lactantes, de forma que no os quede ni un resto,
8 al ofenderme con las obras de vuestras manos, por incensar a otros dioses en el país de Egipto, adonde habéis venido a residir, resultando así que os extermináis y os convertís en una maldición y un oprobio en todas las naciones de la tierra?
9 ¿Olvidasteis las maldades de vuestros padres, las maldades de los reyes de Judá, las maldades de sus mujeres, vuestras propias maldades y las maldades de vuestras mujeres, cometidas en el país de Judá y en las calles de Jerusalén?
10 Hasta el día de hoy no se han arrepentido ni han temido ni han caminado según mi ley y mis normas, las que puse delante de vosotros y delante de vuestros padres.
11 Por eso, así dice Yahvéh Sebaot, Dios de Israel: Mirad que voy a enfrentarme contra vosotros para desgracia, y para exterminar a todo Judá.
12 Voy a quitar de en medio al resto de Judá, a aquellos que decidieron entrar en el país de Egipto para residir allí. Perecerán todos; caerán en el país de Egipto; desde el más pequeño hasta el más grande serán consumidos por la espada y por el hambre; morirán a espada y de hambre, y se convertirán en execración, horror, maldición y oprobio.
13 Castigaré a los que residen en el país de Egipto como castigué a Jerusalén con la espada, con el hambre y con la peste,
14 de modo que el resto de Judá que ha venido a residir en el país de Egipto, no tendrá ni un escapado ni un evadido. En cuanto a volver al país de Judá, adonde ellos mismos desean volver para establecerse allí, ciertamente no volverán, a no ser algunos escapados.
15 Entonces todos los hombres que sabían que sus mujeres incensaban a otros dioses, todas las mujeres que estaban presentes - una gran asamblea - y todo el pueblo que habitaba en el país de Egipto y en Patrós, respondieron a Jeremías en estos términos:
16 En cuanto a la palabra que nos has dicho en nombre de Yahvéh, no queremos escucharte;
17 antes al contrario, estamos decididos a cumplir todas esas palabras que han salido de nuestra boca, a saber: incensar a la reina de los cielos y ofrecerle libaciones, como hacíamos nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, pues entonces nos hartábamos de pan, éramos felices y no veíamos desgracia alguna.
18 Pero desde que cesamos de incensar a la reina de los cielos y de ofrecerle libaciones, carecemos de todo y hemos sido consumidos por la espada y por el hambre.
19 Cuando nosotras incensamos a la reina de los cielos y le ofrecemos libaciones, ¿acaso le hacemos tortas ante su imagen y le ofrecemos libaciones sin saberlo nuestros maridos?
20 Jeremías respondió a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a toda la gente que le había respondido de esa manera, y les dijo:
21 El incienso que habéis quemado en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros príncipes y la población del país, ¿no lo ha recordado Yahvéh y no ha pensado en ello?
22 Yahvéh no podía soportar más ante la maldad de vuestras obras, ante las abominaciones que cometíais, y por eso, vuestro país se ha convertido en desierto, horror y maldición, sin que haya un solo habitante, como sucede hoy.
23 Puesto que habéis quemado incienso y habéis pecado contra Yahvéh, y no habéis escuchado la voz de Yahvéh ni habéis procedido según su ley, sus normas y sus ordenanzas, por eso os ha ocurrido esta desgracia, como sucede hoy.
24 Jeremías dijo después a todo el pueblo y a todas las mujeres: Escuchad la palabra de Yahvéh, judíos todos que estáis en el país de Egipto:
25 Así dice Yahvéh Sebaot, Dios de Israel: Vosotros y vuestras mujeres habéis dicho con vuestra propia boca, y lo habéis realizado con vuestras propias manos, lo siguiente: Cumpliremos fielmente los votos que hemos hecho de incensar a la reina de los cielos y de ofrecerle libaciones. ¡Cumplid bien vuestros votos! ¡Haced bien vuestras libaciones!
26 Pero escuchad la palabra de Yahvéh, judíos todos que habitáis en el país de Egipto: Mirad: yo juro por mi gran nombre - dice Yahvéh - que en todo el país de Egipto no será pronunciado más mi nombre por boca de hombre alguno de Judá, diciendo: ¡Por vida del Señor Yahvéh!
27 Mirad: voy a velar por ellos para desgracia y no para felicidad, pues todos los hombres de Judá que están en el país de Egipto serán consumidos por la espada y por el hambre hasta su aniquilamiento.
28 Sin embargo, un pequeño número de los que escapen de la espada volverán del país de Egipto al país de Judá, y entonces todo el resto de Judá, los que han venido al país de Egipto para residir aquí, conocerán qué palabra se cumple, si la mía o la de ellos.
29 Y ésta será para vosotros la señal - oráculo de Yahvéh - de que os voy a castigar en este lugar, para que sepáis que se cumplen de veras mis palabras de amenaza contra vosotros:
30 Así dice Yahvéh: Mirad: voy a entregar al Faraón Jofrá, rey de Egipto, en mano de sus enemigos y en mano de quienes atentan contra su vida, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, enemigo suyo, que atentaba contra su vida.

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Introducción a Jeremías 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas