Exodo  32 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 35 versitos |
1 Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar de la montaña, se congregó en torno a Aarón y le dijo: Anda, haznos dioses que vayan delante de nosotros, pues a ese Moisés, a ese hombre que nos sacó de Egipto, no sabemos qué le ha pasado.
2 Aarón les respondió: Quitad los zarcillos de oro que penden de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.
3 Todos los del pueblo se quitaron los zarcillos de oro que llevaban en sus orejas y se los entregaron a Aarón,
4 El los recibió de sus manos, los hizo fundir en un molde, y con el metal fundido fabricó un becerro. Entonces gritaron ellos: Éstos son tus dioses, Israel, los que te han sacado de la tierra de Egipto.
5 Cuando Aarón vio esto, edificó un altar delante del becerro y clamó, diciendo: Mañana será fiesta en honor de Yahvéh.
6 A la mañana siguiente levantáronse temprano, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios pacíficos. Luego, la muchedumbre se sentó a comer y a beber, y después se levantaron para divertirse.
7 Entonces dijo Yahvéh a Moisés: Anda, baja; pues tu pueblo, el que yo saqué del país de Egipto, se ha pervertido.
8 Pronto se han desviado del camino que yo les había prescrito; se han fabricado un becerro de metal fundido, delante del cual se han postrado. Le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Ésos son tus dioses, Israel, los que te han sacado del país de Egipto.
9 Y añadió Yahvéh a Moisés: He visto lo que es este pueblo, y por cierto que es un pueblo de dura cerviz.
10 Ahora, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los extermine; pero yo haré de ti una gran nación.
11 Moisés trató de apaciguar la faz de Yahvéh, su Dios, y le dijo: ¿Por qué, oh Yahvéh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, al que sacaste del país de Egipto con gran poder y mano fuerte?
12 ¿Por qué han de poder decir los egipcios: Con mala intención les ha hecho salir, para darles muerte en las montañas y para exterminarlos de la superficie de la tierra? Desiste del furor de tu ira y renuncia a ese castigo con que amenazas a tu pueblo.
13 Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, tus siervos, a quienes juraste por ti mismo, diciéndoles: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y daré a vuestra descendencia todo ese país de que yo he hablado para que lo hereden perpetuamente.
14 Yahvéh renunció entonces al castigo con que había amenazado a su pueblo.
15 Volvióse Moisés y bajó de la montaña, llevando en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados, por una y otra cara.
16 Las dos tablas eran obra de Dios, y la escritura grabada en ellas era escritura de Dios.
17 Cuando oyó Josué el vocerío del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Gritos de guerra hay en el campamento.
18 Moisés le respondió: No son gritos de victoria, ni clamores de derrota, sino cantos de coros que se alternan es lo que yo oigo.
19 Cuando Moisés llegó cerca del campamento y divisó el becerro y vio las danzas, encendido en cólera, arrojó de sus manos las tablas y las hizo pedazos al pie del monte.
20 Después tomó el becerro que habían hecho y lo quemó; lo trituró hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y se las hizo beber a los hijos de Israel.
21 Dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, para que hayas cargado sobre él tan gran pecado? '
22 Respondió Aarón: No se encienda la cólera de mi señor; tú conoces a este pueblo y sabes que está inclinado al mal.
23 Me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, pues no sabemos lo que ha ocurrido a ese Moisés, a ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.
24 Yo les respondí: ¿Quién de vosotros tiene oro? Y despojándose de él me lo entregaron; yo lo eché al fuego, y salió ese becerro.
25 Viendo Moisés al pueblo desenfrenado, pues Aarón le había dejado sin freno, hasta el punto de haberse convertido en objeto de burla para sus adversarios,
26 se puso de pie a la puerta del campamento, y gritó: ¡A mí los que están por Yahvéh! Y acudieron junto a él todos los hijos de Leví.
27 Y les dijo: Así habla Yahvéh, Dios de Israel: Cíñase cada uno la espada a la cintura. Pasad y repasad de puerta en puerta por el campamento, y que cada uno mate a su hermano, o a su amigo, o a su pariente.
28 Los hijos de Leví hicieron tal como les había ordenado Moisés, y murieron aquel día unos tres mil del pueblo.
29 Después dijo Moisés: Recibid hoy la investidura para el servicio de Yahvéh, pues cada uno de vosotros ha ido contra su hijo y su hermano, de suerte que hoy os da él la bendición.
30 A la mañana siguiente dijo Moisés al pueblo: Habéis cometido un gran pecado; pero ahora voy a subir a Yahvéh y quizá os consiga el perdón de vuestro pecado.
31 Volvióse entonces Moisés a Yahvéh, y le dijo: Ciertamente, este pueblo ha cometido un grave pecado al fabricarse dioses de oro.
32 Pero ¡si quisieras perdonar su pecado! Y si no, bórrame del libro que tienes escrito.
33 Yahvéh respondió a Moisés: Borraré de mi libro al que ha pecado contra mí.
34 Ahora, pues, anda y conduce al pueblo al lugar que te he indicado. Mi ángel te precederá; pero los castigaré por su pecado el día de mi visita.
35 Yahvéh castigó al pueblo por haberse fabricado el becerro que había modelado Aarón.

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Introducción a Exodo 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas