Jeremías  38 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 28 versitos |
1 Pero Sefatyá, hijo de Mattán; Guedalyá, hijo de Pasjur; Yukal, hijo de Selemyahú; y Pasjur, hijo de Malkiyyá, oyeron las palabras que Jeremías decía a todo el pueblo, a saber:
2 Así dice Yahvéh: Quien permanezca en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste. Quien se pase a los caldeos, vivirá; tendrá su vida por botín, pues seguirá viviendo.
3 Así dice Yahvéh: Esta ciudad será entregada ciertamente en manos del ejército del rey de Babilonia, que la tomará.
4 Los jefes dijeron al rey: Que maten a este hombre, porque de este modo debilita las manos de los combatientes que quedan en esta ciudad y las manos de toda la población, diciéndoles semejantes cosas. Es claro que este hombre no busca el bien de este pueblo, sino el mal.
5 Ahí está en vuestras manos - respondió el rey Sedecías -, pues el rey nada puede en contra vuestra.
6 Tomaron, pues, a Jeremías y lo arrojaron en la cisterna de Malkiyyá, hijo del rey, que había en el patio de la guardia. Bajaron a Jeremías con cuerdas. En la cisterna no había agua, sino fango, y Jeremías se hundió en el fango.
7 Cuando ÉbedMélek, el kusita, eunuco residente en el palacio real, oyó que habían echado a Jeremías en la cisterna - el rey se encontraba entonces en la puerta de Benjamín -,
8 salió ÉbedMélek del palacio real y habló al rey en estos términos:
9 Rey, mi señor; esos hombres han obrado mal en todo lo que han hecho al profeta Jeremías, arrojándole a la cisterna, donde morirá de hambre, pues ya no hay pan en la ciudad.
10 El rey dio entonces a ÉbedMélek, el kusita, esta orden: Toma contigo de aquí tres hombres y saca al profeta Jeremías de la cisterna, antes de que muera.
11 ÉbedMélek tomó consigo los hombres y entró en el palacio real, al vestuario del tesoro, tomó de allí trozos de ropas usadas y rotas, y se los tiró a Jeremías a la cisterna junto con unas cuerdas.
12 Y ÉbedMélek, el kusita, dijo a Jeremías: Ponte estos trozos de ropas usadas y rotas en los sobacos, por debajo de las cuerdas. Jeremías lo hizo así.
13 Tiraron entonces de Jeremías con las cuerdas, y lo subieron de la cisterna. Jeremías quedó en el patio de la guardia.
14 El rey Sedecías mandó traer ante sí al profeta Jeremías a la tercera entrada del templo de Yahvéh, y el rey dijo a Jeremías: Voy a preguntarte una cosa; no me ocultes nada.
15 Jeremías dijo a Sedecías: Si te la digo, seguramente me harás matar; y si te doy un consejo, no me vas a escuchar.
16 Entonces el rey Sedecías hizo en secreto a Jeremías este juramento: ¡Por vida de Yahvéh y por la vida que nos dio, que no te haré matar ni te entregaré en mano de esos hombres que atentan contra tu vida!
17 Y Jeremías dijo a Sedecías: Así dice Yahvéh, Dios Sebaot, Dios de Israel: Si te pasas voluntariamente a los jefes del rey de Babilonia, salvarás tu vida, y esta ciudad no será quemada por el fuego; vivirás tú y los de tu casa.
18 Pero si no te pasas a los jefes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, que le prenderán fuego, y tú no escaparás de su mano.
19 Estoy preocupado - dijo el rey Sedecías a Jeremías - por causa de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en su mano y se burlen de mí.
20 No te entregarán - replicó Jeremías -. Escucha, pues, la voz de Yahvéh en lo que te digo, y te irá bien y así salvarás tu vida.
21 Pero si no quieres pasarte, ésta es la palabra que Yahvéh me ha revelado:
22 Mira: todas las mujeres que quedan en el palacio del rey de Judá serán llevadas a los jefes del rey de Babilonia y dirán: Te engañaron y pudieron contra ti tus buenos amigos; se hundieron tus pies en el fango, pero ellos te vuelven la espalda.
23 Todas tus mujeres y tus hijos serán llevados a los caldeos. Tú no escaparás de su mano, sino que serás apresado por la mano del rey de Babilonia; y a esta ciudad se le prenderá fuego.
24 Sedecías dijo a Jeremías: Que nadie sepa nada de esta conversación; de lo contrario, morirás.
25 Si los jefes se enteran de que he hablado contigo y vienen a ti y te dicen: Cuéntanos qué has dicho al rey y lo que el rey te ha dicho. No nos lo ocultes; de lo contrario, te mataremos,
26 tú les dirás: He presentado mi súplica al rey, para que no me haga volver a la casa de Yonatán, a morir allí.
27 Vinieron, efectivamente, todos los jefes a Jeremías y le preguntaron; y él les informó en todo de acuerdo con las palabras que el rey le había ordenado. Así lo dejaron tranquilo, pues la conversación no había trascendido.
28 Jeremías quedó en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada.

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Introducción a Jeremías 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas