Eclesiastés 2 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 26 versitos |
1 Emprendí grandes obras: me construí palacios, me planté viñedos,
2 me hice huertos y jardines y planté en ellos toda suerte de árboles frutales;
3 me hice estanques para regar la frondosa plantación.
4 Compré siervos y siervas; otros nacieron en mi casa. Poseí ganado mayor y menor en abundancia, más que cuantos me precedieron en Jerusalén.
5 Amontoné plata y oro, tesoros de reyes y provincias. Me procuré cantores y cantoras, todo placer humano y no pocas mujeres.
6 Fui elevándome hasta superar a cuantos me
7 Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso mismo se hará: nada hay nuevo bajo el sol.
8 »Si de una cosa dicen: ¡Mira: esto sí que es nuevo!, es cosa que ya existió en los siglos que pasaron antes de nosotros.
9 No queda recuerdo de los antiguos, ni quedará tampoco de los venideros entre los que vengan después. precedieron en Jerusalén. Y conservaba mi sabiduría.
10 Nada rehusé a los deseos de mis ojos. No privé de goce alguno a mi corazón; porque mi corazón disfrutaba en todos mis esfuerzos, y ése fue el premio por todas mis fatigas.
11 Luego he considerado todas las obras que hicieron mis manos y las fatigas que en ellas había puesto, y veo que todo es vanidad y esfuerzo inútil: no existe provecho bajo el sol.
12 He meditado sobre la sabiduría, la locura y la necedad, como hombre que recorre un camino que ya otros recorrieron.
13 Y veo que la sabiduría supera a la necedad cuanto la luz a las tinieblas.
14 El sabio tiene ojos en la cara, el necio camina en la oscuridad. Pero advierto que una misma es la suerte de ambos.
15 Y me dije: Si me aguarda la misma suerte del necio, ¿de qué sirve ser sabio? Y he concluido que también eso es vanidad.
16 Porque del sabio, lo mismo que del necio, no habrá recuerdo duradero: con el paso del tiempo, todo es olvidado. Sí; el sabio muere lo mismo que el necio.
17 Detesto la vida, porque me desagrada cuanto se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y esfuerzo inútil.
18 Detesto cuanto yo mismo hice bajo el sol, porque habré de dejarlo a quien venga detrás de mí.
19 ¿Quién sabe si será sabio o necio? Lo cierto es que será dueño de todo mi trabajo, al que dediqué las fatigas y los desvelos de mi vida. También eso es vanidad.
20 Estoy desalentado por cuanto hice bajo el sol,
21 pues sucede que quien trabajó con sensatez, ingenio y fortuna, debe dejar su hacienda a quien nada hizo por ella. También eso es vanidad y grave miseria.
22 ¿Qué saca, pues, el hombre de todos los afanes y fatigas que se toma bajo el sol?
23 Toda su vida es dolor; y su preocupación, tormento. Ni aun de noche reposa su corazón. También eso es vanidad.
24 No hay otra dicha para el hombre que comer y beber y regalarse con el fruto de sus fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano de Dios;
25 pues ¿quién podrá, sin él, comer o beber?
26 A quien es grato a sus ojos, Dios le da sabiduría, ciencia y alegría; mas al pecador, le impone la tarea de reunir y acumular, para dejarlo luego a quien Dios quiere. También eso es vanidad y esfuerzo inútil.

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Introducción a Eclesiastés

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas