Jueces 16 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 31 versitos |
1 Luego Sansón se fue a Gaza. Vio allí a una meretriz y se unió a ella.
2 Llegó la noticia a los de Gaza: Sansón ha venido. Entonces lo rodearon y estuvieron acechando durante toda la noche a la puerta de la ciudad. Esperaron callados toda la noche diciéndose para sí: Al despuntar la luz del día lo mataremos.
3 Sansón estuvo durmiendo hasta la media noche; y levantándose a media noche, aferró las dos hojas de la puerta de la ciudad con las dos jambas y el cerrojo, y las arrancó; se las echó sobre los hombros y las subió a la cima de la colina que está frente a Hebrón.
4 Después de esto, se enamoró de una mujer del valle de Soreq llamada Dalila.
5 Los príncipes de los filisteos fueron hacia ella y le dijeron: Sedúcelo y averigua cuál es el secreto de su gran fuerza, y cómo podríamos nosotros con él, para atarlo y tenerlo sujeto. Te daríamos cada uno mil cien siclos de plata.
6 Dalila dijo a Sansón: Declárame cuál es el secreto de tu gran fuerza y con qué habría que atarte para tenerte sujeto.
7 Díjole Sansón: Si me ataran con siete cuerdas de arco frescas y todavía húmedas, quedaría sin fuerza y seria como un hombre cualquiera.
8 Los príncipes de los filisteos lleváronle a ella siete cuerdas de arco frescas y todavía húmedas, y ella misma lo ató con ellas.
9 Había en la alcoba hombres apostados en acecho; y ella gritó: ¡Sobre ti los filisteos, Sansón! Él rompió las cuerdas como si fueran hilos de estopa puestos al fuego. Así que no dio a conocer el secreto de su fuerza.
10 Dijo entonces Dalila a Sansón: Te has burlado de mí y me has dicho una mentira. Por favor, declárame ahora con qué habría que atarte.
11 Él le respondió: Si me ataran bien con cuerdas nuevas que no hubieran sido empleadas para otro uso, quedaría sin fuerzas y sería como un hombre cualquiera.
12 Tomó entonces Dalila cuerdas nuevas y lo sujetó con ellas; y ella le gritó: ¡Sobre ti los filisteos, Sansón! Había en la alcoba hombres apostados en acecho. Y él rompió las cuerdas de sus brazos como un hilo.
13 Dijo entonces Dalila a Sansón: Hasta aquí te has burlado de mí, y sólo me has dicho mentiras. Por favor, declárame ya cómo habría que atarte. Él le respondió: Si entretejieras las siete trenzas de mi cabellera con hilo fuerte de tejer
14 y las fijaras con una clavija de tejedor, yo me quedaría sin fuerzas y sería como un hombre cualquiera. Entonces ella consiguió que se durmiera; le tejió las siete trenzas de la cabellera con un hilo fuerte y las fijó con una clavija de tejedor. Luego le gritó: ¡Sobre ti los filisteos, Sansón! Él se despertó al punto de su sueño y arrancó el tejido, la clavija y el telar.
15 Ella le dijo entonces: ¿Cómo puedes decir: Yo te amo, si tu corazón no está conmigo? Es la tercera vez que te has burlado de mí, pues todavía no me has declarado cuál es el secreto de tu gran fuerza.
16 Como lo importunaba y lo agobiaba con sus palabras todos los días, su espíritu decayó hasta sentir mortal abatimiento.
17 Por fin le descubrió su corazón y le dijo: Jamás ha pasado sobre mi cabeza una navaja, porque soy nazireo de Dios desde el seno de mi madre. Si me rasuraran, la fuerza desaparecería de mí, quedaría debilitado y sería como un hombre cualquiera.
18 Dalila comprendió que él le había abierto todo su corazón; mandó llamar a los príncipes de los filisteos y les dijo: Subid esta vez, que ya me ha abierto todo su corazón. Los príncipes de los filisteos fueron adonde ella estaba y llevaron el dinero en sus manos.
19 Ella, por su parte, logró que él se durmiera sobre sus rodillas; y llamando a un hombre, hizo que le cortara las siete trenzas de su cabellera. Comenzó él a debilitarse, pues su fuerza se retiró de él.
20 Ella gritó: ¡Sobre ti los filisteos, Sansón! Despertó él de su sueño y se dijo: Saldré como otras veces y me desembarazaré. No sabía que Yahvéh se había retirado de él.
21 Prendiéronle entonces los filisteos y le sacaron los ojos; lo bajaron a Gaza y lo ataron con una doble cadena de bronce. Y en la prisión le hacían dar vueltas a la piedra de molino.
22 Pero el cabello de su cabeza comenzó a crecer de nuevo, después de haber sido rapado.
23 Reuniéronse entonces los príncipes de los filisteos para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios, y regocijarse; pues ellos se decían: Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo.
24 Y al verlo el pueblo, alababa a su dios, diciendo: Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a nuestro enemigo, al que devastaba nuestro país y multiplicaba nuestros muertos.
25 Y como sus corazones se sentían alegres, decían: Llamad a Sansón para que nos divierta. Trajeron a Sansón de la cárcel y les sirvió de diversión. Luego lo colocaron entre las columnas.
26 Dijo entonces Sansón al joven que lo llevaba de la mano: Déjame tocar las columnas que sostienen el edificio para apoyarme en ellas.
27 Estaba el edificio lleno de hombres y de mujeres, pues se hallaban allí todos los príncipes de los filisteos. En la terraza había unas tres mil personas entre hombres y mujeres, contemplando la diversión ofrecida por Sansón.
28 Sansón invocó a Yahvéh y exclamó: ¡Señor mío, Yahvéh, acuérdate de mí y dame fuerzas sólo por esta vez, oh Dios, para que yo pueda de una vez vengarme de los filisteos por lo de mis ojos!
29 Y palpando las dos columnas centrales que sostenían el edificio, se apoyó sobre ellas, en una con la mano derecha y en la otra con la izquierda.
30 Y exclamó Sansón: ¡Muera yo con los filisteos! Dio un fuerte empujón, el edificio se desplomó sobre los príncipes y sobre toda la gente que en él había. Así causó más muertos al morir que los que había matado en vida.
31 Bajaron luego sus hermanos y todos los de la casa de su padre y se lo llevaron. Lo subieron y lo sepultaron entre Sorá y Estaol, en la tumba de Manóaj, su padre. Había sido juez en Israel durante veinte años.

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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