II Reyes  7 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 20 versitos |
1 Dijo entonces Eliseo: Oíd la palabra de Yahvéh: Así habla Yahvéh: Mañana a estas horas el sea de flor de harina se conseguirá por un siclo, y dos seas de cebada por un siclo, en la puerta de Samaría.
2 Pero el oficial, sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, contestó al varón de Dios: Aunque Yahvéh hiciera ventanas en el cielo, ¿podría suceder tal cosa? Respondió Eliseo: Con tus propios ojos lo verás, pero no comerás de ello.
3 A la entrada de la puerta había cuatro leprosos que se decían unos a otros: ¿Para qué estamos sentados aquí esperando la muerte?
4 Si nos decidimos a entrar en la ciudad, nos moriremos allí, por el hambre que hay en ella; pero si nos quedamos aquí, moriremos también. Vamos a pasarnos ahora mismo al campamento de los arameos. Si nos dejan con vida, viviremos; y si nos matan, moriremos.
5 A eso del anochecer se dispusieron a entrar en el campamento de los arameos; y cuando llegaron al extremo del campamento, vieron que no había allí nadie.
6 El Señor había hecho que en el campamento de los arameos se oyera un gran estruendo de carros, de caballos y de poderoso ejército, y se dijeron unos a otros: El rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los hittitas y de los egipcios, y vienen a atacarnos.
7 Y al atardecer, se levantaron y se dieron a la fuga abandonando sus tiendas, sus caballos y asnos, y el campamento tal como estaba; pues habían huido para salvar sus vidas.
8 Llegaron, pues, aquellos leprosos hasta el extremo del campamento y entraron en una tienda; comieron y bebieron, y se llevaron consigo plata, oro y vestidos. Después se fueron a esconderlo. Volvieron a otra tienda y se llevaron de allí lo que había, y fueron a esconderlo.
9 Pero se dijeron: No está bien lo que estamos haciendo. Hoy es día de albricias. Si nos estamos callados y esperamos hasta el amanecer, incurriremos en culpa. Vayamos, pues, ahora mismo a anunciarlo al palacio real.
10 Llegaron, pues, empezaron a gritar a los centinelas de la ciudad y les dieron la noticia: Hemos ido al campamento de los arameos y allí no hay nadie ni se oye voz humana; sólo los caballos y los asnos atados, y las tiendas intactas.
11 Los centinelas dieron voces y transmitieron la noticia a los que estaban dentro del palacio real.
12 El rey se levantó de noche, y dijo a sus servidores: Os voy a explicar lo que nos han hecho los arameos: como saben que estamos hambrientos, se han salido del campamento y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando salgan de la ciudad, los prenderemos vivos y entraremos luego en la ciudad.
13 Respondió uno de sus servidores: Tómense cinco caballos de los que quedan en la ciudad, pues ellos, lo mismo que toda la muchedumbre de Israel, están pereciendo, enviémoslos y ya veremos.
14 Tomaron, pues, dos carros con sus caballos, y el rey los envió tras el ejército de los arameos, diciendo: Id a ver.
15 Fueron, pues, tras ellos hasta el Jordán, y vieron que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que en su precipitación habían tirado los arameos. Los mensajeros se volvieron y se lo hicieron saber al rey.
16 Salió entonces el pueblo y saqueó el campamento de los arameos. El sea de flor de harina se llegó a vender por un siclo, y los dos seas de cebada por un siclo, conforme al oráculo de Yahvéh.
17 El rey había encargado la vigilancia de la puerta a aquel oficial sobre cuyo brazo solía apoyarse; y el pueblo lo atropello junto a la puerta, y murió, como había predicho el varón de Dios cuando el rey bajó hacia él.
18 Ocurrió, pues, como había dicho el varón de Dios al rey: Los dos seas de cebada se venderán por un siclo, y un sea de flor de harina por un siclo, mañana a estas horas, en la puerta de Samaría.
19 Y el oficial había respondido así al varón de Dios: Aunque Yahvéh hiciera ventanas en el cielo, ¿podría suceder tal cosa? Pero Eliseo le había replicado: Con tus propios ojos lo verás, pero no comerás de ello.
20 Y así le sucedió, pues el pueblo lo atropello junto a la puerta, y murió.

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Introducción a II Reyes 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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