Salmos 74 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 23 versitos |
1 Maskil, de Asaf. ¿Por qué Señor, desechas para siempre, y humea tu furor contra el rebaño de tus pastos?
2 Acuérdate del grupo que adquiriste en otro tiempo, que redimiste como tribu de tu herencia, y del monte Sión, en donde habitas.
3 Pon en marcha tus pies hacia las ruinas sempiternas: todo, en tu santuario, lo ha arruinado el enemigo.
4 Tus adversarios rugen en el lugar de tu asamblea, y ponen por insignias sus trofeos.
5 Se dan a conocer como elevando sobre el espeso maderado el hacha de dos filos,
6 para luego derribar sus grabados igualmente con el hacha y la segur.
7 Han entregado al fuego el santuario y profanan por el suelo la demora de tu nombre.
8 Se dicen entre sí: Suprimámoslos a una, y abrasan los lugares de asamblea en el país.
9 Nosotros ya no vemos nuestros signos: no existe ya un profeta, ni hay entre nosotros quien comprenda hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, Señor, ha de ultrajar el opresor? ¿Despreciarán los enemigos tu nombre para siempre?
11 Por qué retiras tú la mano y retienes tu diestra en el fondo de tu seno?
12 Y con todo, Señor, eres mi rey desde otro tiempo, y el que acaba victorias en medio del país.
13 Tú el que hendiste el mar con tu potencia y rompiste sobre el agua la cabeza a los dragones.
14 Tú quebraste la cabeza al leviatán y a los monstruos del mar lo diste como pasto.
15 Cavaste manantiales y torrentes y secaste corrientes caudalosas.
16 Tuyo es el día, lo mismo que la noche, tú fundaste luz y sol,
17 tú fijaste los límites del orbe, tú creaste el verano y el invierno.
18 Acuérdate de esto: los enemigos blasfeman del Señor, una gente insensata menosprecia tu nombre.
19 No entregues a las bestias a quienes te bendicen ni olvides para siempre la vida de tus pobres.
20 Observa que han cumplido tu alianza, mientras los escondrijos de la tierra eran morada de opresión.
21 No termine en vergüenza el oprimido: los pobres e indigentes bendecirán tu nombre.
22 Levántate, Señor, a la defensa de tu causa, recuerda los ultrajes continuos de los necios.
23 No olvides la algazara de tus propios enemigos, el creciente vocerío de tus mismos adversarios.

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Introducción a Salmos

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas