Esdras  9 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 15 versitos |
1 Acabadas estas cosas, se acercaron a mí los jefes para decirme: Ni el pueblo de Israel, ni los sacerdotes ni los levitas, se han mantenido apartados de las gentes del país, que tienen costumbres abominables: cananeos, hittitas, perizeos, yebuseos, ammonitas, moabitas, egipcios y amorreos,
2 sino que han tomado las hijas de éstos como mujeres para sí y para sus hijos, de modo que la raza santa se ha mezclado con las gentes del país; y los jefes y magistrados han sido los primeros en esta prevaricación.
3 Al oír esto, rasgué mis vestiduras y mi manto, me arranqué pelos de la cabeza y de la barba, y me senté desolado.
4 En torno a mí se fueron reuniendo todos los que temían las palabras del Dios de Israel, en vista de la prevariación de los que habían venido del cautiverio. Entre tanto, yo permanecí sentado y desolado hasta la hora del sacrificio de la tarde.
5 A la hora del sacrificio de la tarde, me levanté de mi postración, con mis vestidos y manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia Yahvéh, mi Dios,
6 y dije: ¡Dios mío! Estoy avergonzado y confuso al levantar, oh Dios mío, mi rostro hacia ti. Porque nuestras iniquidades se han multiplicado hasta por encima de nuestras cabezas, y nuestro pecado ha crecido hasta los cielos.
7 Desde los días de nuestros padres hasta hoy hemos sido grandemente culpables; y por nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes fuimos entregados al poder de los reyes de otras naciones, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la afrenta que cubre nuestro rostro, como en este día.
8 Mas ahora, en un instante, Yahvéh, nuestro Dios, nos ha concedido la gracia de dejarnos un resto de rescatados y de darnos un apoyo en su lugar santo. Nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha otorgado un pequeño respiro de vida en medio de nuestra servidumbre.
9 Esclavos fuimos. Pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud, sino que inclinó hacia nosotros la benevolencia de los reyes de Persia, y nos reanimó para que levantáramos el templo de nuestro Dios, reparáramos sus ruinas y nos procuráramos una muralla de defensa en Judá y en Jerusalén.
10 Pero ahora, ¿qué vamos a decir, oh Dios nuestro, después de esto? Hemos abandonado tus mandamientos,
11 los que tú nos diste por medio de tus siervos los profetas, diciendo: El país al que vais a entrar para tomar posesión de él, es un país contaminado por la corrupción de las gentes de esas regiones y por las abominaciones con que lo han llenado de impureza de un extremo a otro.
12 Por lo tanto, no deis para sus hijos vuestras hijas, ni toméis sus hijas para vuestros hijos; no busquéis jamás su paz y bienestar, para que podáis haceros fuertes, para que comáis los buenos productos de la tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos para siempre.
13 Y después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas acciones y nuestras grandes culpas - y eso que tú, oh Dios nuestro, no nos has castigado según nuestra iniquidad, y aun nos has conservado un resto como éste -,
14 ¿hemos de volver a violar tus mandamientos por emparentamos con gentes que cometen tales abominaciones? ¿No te irritarías contra nosotros hasta aniquilarnos, sin que quedara resto alguno que pudiera sobrevivir?
15 ¡Oh Yahvéh, Dios de nuestros padres! Tú eres bueno, pues has hecho que quedáramos un resto de rescatados como éste que está aquí. Henos aquí ante ti con nuestras culpas, aunque por ello no podemos mantenernos así en tu presencia.

Patrocinio

 
 

Introducción a Esdras 

No hay comentario

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

Patrocinio

Notas