Salmos 104 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 35 versitos |
1 Bendice, alma mía, al Señor. Tú, Señor y mi Dios, eres muy grande, majestad y esplendor son tus vestidos.
2 Tú te envuelves en luz como en un manto y despliegas los cielos como tienda.
3 Tú el que sobre las aguas apuntala sus altos aposentos; el que toma las nubes por su carro y camina en las alas de los vientos;
4 el que hace de los vientos mensajeros, del fuego calcinante, servidores.
5 El que sobre sus bases asentó la tierra: jamás podrá moverse.
6 Del abismo como vestido la cubriste: las aguas se tenían en los montes
7 y, a tu reproche, se hicieron a la fuga, ante tu tonante voz huyeron alarmadas.
8 Las montañas se irguieron, se abajaron los valles, hasta el lugar que tú les preparaste.
9 Les pusiste barreras que no podrán pasar: no volverán jamás a recubrir la tierra.
10 Tú eres el que encauza las fuentes de las aguas por los ríos que en medio de los montes se deslizan.
11 Las bestias de los campos pueden todas beber, saciar su sed los asnos montaraces.
12 En sus riberas se aposentan las aves de los cielos, emitiendo su canto en el follaje.
13 Tú eres el que riega desde las altas cámaras los montes: del fruto de tus obras se satura la tierra.
14 Tú haces germinar la hierba de las bestias y las plantas del uso de los hombres de forma que del suelo saquen pan
15 y el vino que hace alegre el corazón humano: a fin de hacer brillar su rostro con el óleo y que el pan los sustente.
16 Los árboles augustos se saturan y los cedros del Líbano, plantados
17 para que allí los pájaros aniden. La cigüeña hace su casa en los abetos,
18 los altos montes para el gamo y las rocas guarida de tejones.
19 Para marcar el tiempo hizo la luna y el sol que sabe de su ocaso.
20 Mandas tú las tinieblas y es la noche: en ella se remueven las bestias todas de los campos.
21 Rugen por su captura los leones, pidiendo a Dios sustento.
22 Nace el sol, y se recogen para echarse en sus guaridas.
23 Entonces sale el hombre a su trabajo, a su cultivo, hasta la tarde.
24 ¡Cuántas son, Señor, tus obras, fruto todas de tu sabiduría! De tus propias criaturas la tierra está repleta.
25 Allá el mar, grande y anchuroso, con reptiles sin cuento, con animales grandes y pequeños.
26 Allí andan las naves y el leviatán que tú creaste para jugar en él.
27 De ti todos esperan que les des a tiempo su sustento.
28 Cuando tú se lo das, ellos lo toman, al abrir tú la mano se sacian de abundancia.
29 Si tú ocultas tu rostro, ellos se aterran; si recoges su aliento, ellos fenecen, retornando a su polvo.
30 Al emitir tu aliento, son creados, y haces nuevo el aspecto de la tierra.
31 La gloria del Señor sea por siempre y que el Señor se complazca de sus obras,
32 el que mira a la tierra y la estremece, el que toca a los montes y echan humo.
33 Cantar quiero al Señor, mientras viviere, celebrar a mi Dios, mientras exista.
34 Que mi canto le sea grato: yo tengo en el Señor mi regocijo.
35 Termínense los errados en la tierra y no haya más impíos. Bendice, alma mía, al Señor. Aleluya.

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Introducción a Salmos

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas