Salmos 78 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 72 versitos |
1 Maskil, de Asaf. Escucha, pueblo mío, mi instrucción, apresta a mis palabras tus oídos:
2 quiero abrir en parábolas mi boca, hacer fluir enigmas de otros tiempos.
3 Lo que oímos y sabemos y nuestros padres nos contaron,
4 no podemos callarlo ante sus hijos, contando a las generaciones venideras las glorias del Señor y su poder, los prodigios que él hizo.
5 En Jacob erigió él un testimonio, estableció una ley en Israel, prescribiendo a nuestros padres adoctrinar en ellos a sus hijos,
6 a fin de que lo sepa la generación futura, y los hijos que nazcan lo cuenten, cuando lleguen, a sus hijos.
7 Pondrán en el Señor sus esperanzas y no echarán a olvido sus acciones, guardando sus preceptos.
8 Con ello no serán como sus padres, gente rebelde y sediciosa, raza sin ánimo seguro y de espíritu infiel ante su Dios.
9 Los hijos de Efraím, arqueros diestros, se dieron a la fuga el día del combate.
10 No habían observado el pacto del Señor y habían rehusado andar según su ley;
11 se habían olvidado de sus obras, de los portentos que él les había dado a ver.
12 Delante de sus padres había hecho maravillas, en las tierras de Egipto, en los campos de Tanis.
13 Hendió el mar a fin de darles paso, haciendo estar las aguas a modo de riberas.
14 Con la nube los guió durante el día, con su faro de fuego, a lo largo de la noche.
15 En la estepa hendió rocas y les dio de beber como a raudales,
16 haciendo de la piedra brotar aguas que corrían como ríos.
17 Mas ellos continuaron ofendiéndole, rebelándose contra el Altísimo en la estepa:
18 provocaron a Dios en su interior, reclamando el manjar de su apetencia.
19 Hablaban contra Dios y se decían: ¿Es, acaso, Dios capaz de servir una mesa en el desierto?
20 Si golpeando la roca brotó agua y corrieron torrentes, ¿podrá, del mismo modo, darnos pan y aprestar carne ante su pueblo?
21 Por eso, al escucharlo, el Señor se enojó, un fuego se encendió contra Jacob, su ira se elevó contra Israel,
22 por no haberle ellos creído ni haber confiado en su socorro.
23 Mandó luego a las nubes de lo alto, y se abrieron las puertas de los cielos,
24 haciéndoles caer maná para comida y dándoles del trigo de los cielos.
25 Comió el hombre pan de fuertes, y tuvieron sustento a saciedad.
26 En los cielos movió él viento del este e hizo, con su poder, soplar el austro,
27 enviándoles carne, como lluvia de polvo, y pájaros alados, cual la arena del mar.
28 En medio de su campo se lo dio, en torno a sus moradas,
29 y pudieron comer a saciedad, ver cumplida su apetencia.
30 Mas no cedieron en su antojo, ni aun con la comida entre sus dientes.
31 Y la ira de Dios les sobrevino, dando muerte a los más fuertes, abatiendo lo más selecto de Israel.
32 Y, con todo, pecaron todavía no creyendo en sus portentos.
33 El redujo sus días a un suspiro, sus años a un tremor.
34 Mientras él los castigaba, lo buscaban, tornaban y volvían hacia él,
35 recordando que Dios era su roca y el Altísimo, su liberador.
36 Con su boca trataban de engañarlo, de seducirlo con su lengua.
37 Su corazón no estaba firme en él ni eran fieles a su pacto.
38 Mas él, enternecido, cubría su pecado y no los destruía, reteniendo su ira muchas veces, no dejando avivar todo su enojo,
39 pensando que eran carne, un soplo que se va y que no vuelve.
40 ¡Cuántas veces le fueron rebeldes en la estepa, le apenaron en la vasta soledad,
41 para volver siempre aún a provocarlo, a contristar al Santo de Israel!
42 No tenían presente su poder, el día en que los libró del opresor,
43 cuando puso sus signos en Egipto y en los campos de Tanis sus portentos.
44 Volvió en sangre sus canales, y sus aguas se hicieron impotables.
45 Envióles los tábanos, que pican, y las ranas, que arruinan;
46 entregó sus cosechas al pulgón, el fruto de su esfuerzo a la langosta;
47 destruyó con el pedrisco sus viñedos, con la piedra sus sicómoros;
48 entregó sus ganados al granizo y a los rayos su hacienda;
49 descargó contra ellos su furor, el enfado, la ira, la opresión, mensajeros del mal en comitiva.
50 Dio a su enojo rienda suelta, no ocultó a la muerte sus personas, mas confinó sus vidas a la peste.
51 Hirió a los primogénitos de Egipto, las primicias del vigor, en las tiendas de Cam.
52 Llevó luego a su pueblo como grey, lo guió como rebaño por la estepa.
53 Al seguro los condujo, sin temor, mientras sepultaba el mar sus enemigos.
54 A su tierra sagrada los llevó, a la montaña que su diestra conquistara.
55 Expulsó delante de ellos a las gentes, midiendo con la cuerda su heredad e instalando en sus tiendas las tribus de Israel.
56 Mas ellos lo tentaron, rebeldes al Altísimo, no observaron sus preceptos.
57 Como sus padres, cedieron, traicionaron, como el arco que falla, se volvieron.
58 Con sus altos sagrados lo irritaron y lo hicieron celoso con sus ídolos.
59 Al oírlo el Señor se enfureció y repudió de veras a Israel.
60 Abandonó su templo en Silo, el lugar de su morada entre los hombres.
61 Dejó ir su vigor al cautiverio y su esplendor bajo el poder del opresor.
62 Entregó su pueblo ante la espada, se enojó con su heredad.
63 El fuego devoró a sus mancebos, y sus doncellas no fueron celebradas;
64 la espada derribó a sus sacerdotes y sus viudas no lloraron.
65 Despertóse el Señor como el que duerme, como guerrero aplanado por el vino:
66 golpeó a sus opresores por la espalda y los hizo vergüenza de los siglos.
67 Desechó las moradas de José y no eligió la tribu de Efraím;
68 mas eligió la tribu de Judá y el monte de Sión que él prefería.
69 Construyó como una altura el santuario y lo afirmó como la tierra, para siempre.
70 Eligió a David, su servidor, tomándolo de las majadas del ganado:
71 de detrás de las ovejas lo llevó a apacentar su pueblo de Jacob, su heredad de Israel.
72 Con puro corazón lo apacentó y con mano certera lo condujo.

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas