Eclesiastés 7 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 29 versitos |
1 Más vale un nombre que un buen perfume, y el día de la muerte más que el del nacimiento.
2 Más vale ir a casa de duelo que ir a casa de banquete; porque aquél es el fin de todo hombre, y el que vive lo tendrá presente.
3 Más vale la pena que la risa, porque el rostro triste hace bien al corazón.
4 El corazón de los sabios está en la casa de duelo; el corazón de los necios, en la casa de fiesta.
5 Más vale escuchar la reprimenda del sabio que prestar oídos al canto de los necios.
6 Como el crepitar de los espinos bajo el caldero, así es la risa del necio. También eso es vanidad.
7 La opresión hace necio al sabio, y la dádiva corrompe el corazón.
8 Más vale el fin de una cosa que su comienzo; más vale la paciencia que el orgullo.
9 No seas propenso a enojarte, porque el enojo habita en el corazón de los necios.
10 No digas: ¿Por qué el tiempo pasado fue mejor que éste? Pues no es la sabiduría quien te dicta esa pregunta.
11 Más vale sabiduría que patrimonio; más aprovecha a los que ven el sol.
12 Porque la protección de la sabiduría es como la protección del dinero; pero la ventaja del saber es que la sabiduría da vida a quien la posee.
13 Contempla la obra de Dios: ¿Quién podrá enderezar lo que él ha curvado?
14 En los días de dicha sé feliz, y en los días de miseria reflexiona: Dios hizo la una y la otra, para que el hombre no descubra nada del futuro.
15 Estas cosas he visto en los días de mi vanidad: justos que perecen en su justicia y perversos que prolongan sus días en la maldad.
16 No seas demasiado justo ni te muestres demasiado sabio. ¿Para qué atormentarte?
17 No seas demasiado perverso ni hagas el insensato. ¿Para qué morir antes de tu hora?
18 Feliz tú, si conservas lo uno sin dejar lo otro de tu mano, pues quien teme a Dios consigue las dos cosas.
19 La sabiduría hace al sabio más fuerte que diez gobernadores en una ciudad.
20 Por cierto, no existe en la tierra hombre justo que haga el bien y nunca peque.
21 Y no pongas atención a todo lo que se dice, no sea que oigas a tu siervo murmurar de ti;
22 pues bien sabe tu corazón que muchas veces también tú has murmurado de los demás.
23 Todo esto he querido comprobarlo con la sabiduría: me había propuesto ser sabio. Pero eso está lejos de mí.
24 Lejos está lo que fue, y profundo, muy profundo: ¿Quién lo alcanzará?
25 He vuelto a reflexionar en mi corazón y a inquirir acerca de la sabiduría y la razón, a considerar que la maldad es locura, y la necedad insensatez.
26 Y descubro que más amarga que la muerte es la mujer, porque es una trampa; su corazón, una red; sus brazos, cadenas. El que es grato a Dios logra escapar; pero el pecador queda de ella prisionero.
27 Esto es lo que descubro - dice Qohélet -, pasando de cosa en cosa para hallar una razón
28 que busco todavía y no la encuentro: sólo un hombre hallé entre mil, pero no hallé una mujer entre todas.
29 Esto es lo único que descubro: que Dios hizo sencillo al hombre, pero el hombre mismo se busca infinitas complicaciones.

Patrocinio

 
 

Introducción a Eclesiastés

No hay comentario

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

Patrocinio

Notas