Deuteronomio  17 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 20 versitos |
1 No sacrificarás a Yahvéh, tu Dios, ganado mayor ni menor que tenga alguna tara o un defecto cualquiera, porque es abominación para Yahvéh, tu Dios.
2 Si en medio de ti, en alguna de las ciudades que Yahvéh, tu Dios, te va a dar, hubiere hombre o mujer que hiciere el mal a los ojos de Yahvéh, tu Dios, violando su alianza,
3 yéndose a servir a otros dioses y a postrarse ante ellos, ante el sol, ante la luna o ante todo el ejército de los cielos, cosa que yo no he mandado;
4 si te lo denuncian o tú oyes hablar de ello, harás una detenida averiguación. Si se comprueba a ciencia cierta que se cometió esa abominación en Israel,
5 sacarás a las puertas de tu ciudad al hombre o a la mujer que han cometido tal maldad y los lapidarás hasta que mueran.
6 Sólo por declaración de dos o tres testigos se podrá dar muerte al que sea reo de ella; no se le podrá dar muerte por declaración de un solo testigo.
7 Los testigos serán los primeros en descargar sus manos sobre él para hacerle morir; y luego, las manos de todo el pueblo. Así quitarás el mal de en medio de ti.
8 Si has de juzgar casos que te sean demasiado difíciles: casos de homicidio, de colisión de derechos, de heridas, de asuntos controvertidos en tus ciudades, te levantarás, subirás al lugar que haya escogido Yahvéh, tu Dios,
9 te presentarás a los sacerdotes levíticos y al juez entonces en funciones y los consultarás, y ellos te dirán cómo ha de juzgarse según derecho.
10 Tú, luego, te ajustarás al fallo que te hayan indicado en el lugar que haya escogido Yahvéh, y cuidarás de actuar conforme a lo que ellos te hayan enseñado.
11 Actuarás, pues, conforme a la ley que ellos te enseñen y a la sentencia que te den; no te desviarás ni a la derecha ni a la izquierda de cuanto te hayan señalado.
12 Y si alguno, llevado de su propia presunción, no quiere escuchar al sacerdote que está allí para servir a Yahvéh, tu Dios, ni al juez, ese hombre morirá; así quitarás de Israel el mal.
13 Todos los del pueblo que lo oigan, temerán, y no actuarán más con insolencia.
14 Si cuando hayas entrado en el país que Yahvéh, tu Dios, te va a dar, lo hayas conquistado y habites en él, te dices: Voy a poner sobre mí un rey, como todas las naciones que me rodean,
15 podrás poner sobre ti solamente al rey que Yahvéh, tu Dios, escoja. Pondrás sobre ti un rey que sea de entre tus hermanos; no podrás darte por rey un extranjero, que no es tu hermano.
16 Pero no ha de tener muchos caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto para acrecentar su caballería, porque Yahvéh os ha dicho: No volveréis jamás por ese camino.
17 No ha de tener muchas mujeres, para que no se descarríe su corazón; ni amontonará plata y oro en exceso.
18 En cuanto se siente en el trono de su realeza, se procurará para su uso una copia de esta ley, según el libro que está en poder de los sacerdotes levíticos.
19 Y la tendrá consigo y leerá en ella todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Yahvéh, su Dios, y a guardar todas las palabras de esta ley y a practicar estos preceptos,
20 a fin de que su corazón no se engría creyéndose superior a sus hermanos, ni se aparte de los mandamientos a la derecha o a la izquierda, y así prolongue los días de su reinado, él y sus hijos, en medio de Israel.

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Introducción a Deuteronomio 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas