Deuteronomio  4 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 49 versitos |
1 Ahora, pues, Israel, escucha los preceptos y las normas que os enseño y ponedlos en práctica, para que viváis y entréis a poseer la tierra que os da Yahvéh, Dios de vuestros padres.
2 Nada añadiréis a lo que yo os mando, ni de ello quitaréis nada, sino que guardaréis los mandamientos de Yahvéh, vuestro Dios, que yo os ordeno.
3 Vuestros ojos han visto lo que hizo Yahvéh en BaalPeor: Yahvéh, tu Dios, hizo desaparecer de en medio de ti a cuantos se fueron tras BaalPeor.
4 En cambio, vosotros, que fuisteis fieles a Yahvéh, Dios vuestro, todos estáis vivos hoy.
5 Mira: os he enseñado preceptos y normas, como me mandó Yahvéh, mi Dios, para que los pongáis por obra en medio de la tierra en que vais a entrar para tomar posesión de ella.
6 Los guardaréis y los pondréis en práctica, pues con ello se pondrá a prueba vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, que, al tener noticia de todos estos preceptos, dirán: En verdad, esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.
7 Pues ¿qué nación hay tan grande que tenga los dioses tan cerca de ella, como lo está Yahvéh, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
8 Y ¿qué gran nación hay que tenga preceptos y normas tan justos como toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?
9 Por tanto, guárdate y cuídate mucho de no olvidar las cosas que han visto tus ojos, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; antes bien, se las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos.
10 El día en que estuviste ante Yahvéh, tu Dios, en el Horeb, me dijo Yahvéh: Congrégame al pueblo para hacerles oír mis palabras, a fin de que aprendan por ellas a tenerme temor todos los días de su vida sobre la tierra y se las enseñen a sus hijos.
11 Os acercasteis y estuvisteis al pie de la montaña, mientras ésta, envuelta en tinieblas, nubes y densa oscuridad ardía en llamas que llegaban hasta el cielo.
12 Yahvéh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais el sonido de las palabras, pero no percibíais figura alguna, sino solamente una voz.
13 Os anunció entonces su alianza y os mandó ponerla en práctica: los diez mandamientos que escribió en dos tablas de piedra.
14 Entonces me mandó Yahvéh que os enseñara los preceptos y las normas que habíais de poner por obra en la tierra en que vais a entrar para tomar posesión de ella.
15 Tened mucho cuidado con vosotros mismos, ya que ninguna figura visteis el día en que Yahvéh os habló en el Horeb de en medio del fuego:
16 que no os corrompáis fabricándoos cualquier imagen tallada
17 que represente algún ídolo en figura de hombre o de mujer;
18 ni imagen de cualquier clase de animales de la tierra o de cualquier ave alada que vuela por los cielos;
19 ni de cualquier clase de reptil que se arrastra sobre la tierra o de cualquier pez que vive en las aguas bajo la tierra.
20 Y cuando levantes tus ojos al cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no te dejes seducir ni te postres a rendirles culto y a servirles. Yahvéh, tu Dios, los ha puesto para beneficio de todos los pueblos bajo los cielos; sopero a vosotros os tomó Yahvéh y os sacó del crisol de hierro, de Egipto, para que fuerais el pueblo de su heredad, como lo sois hoy.
21 Luego se irritó Yahvéh contra mí por culpa vuestra y juró que yo no pasaría el Jordán ni entraría en la buena tierra que Yahvéh, tu Dios, te da en heredad.
22 Yo moriré en esta tierra, sin atravesar el Jordán; vosotros, en cambio, lo pasaréis y poseeréis esa buena tierra.
23 Guardaos, pues, de olvidar la alianza que Yahvéh, Dios vuestro, ha concluido con vosotros, y de fabricaros imagen alguna o representación de cuanto Yahvéh, tu Dios, te ha prohibido.
24 Porque Yahvéh, tu Dios, es fuego devorador, Dios celoso.
25 Cuando hayáis engendrado hijos y nietos y hayáis envejecido en aquella tierra, si os corrompéis y os fabricáis imágenes talladas de cualquier clase, practicando así el mal a los ojos de Yahvéh, tu Dios, y lo irritáis,
26 yo pongo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra de que desapareceréis rápidamente de la tierra por cuya posesión vais a pasar el Jordán, y no se prolongarán en ella vuestros días, porque seréis enteramente destruidos.
27 Yahvéh os dispersará entre los pueblos, y sólo quedaréis unos pocos en medio de las gentes a las que os lleve Yahvéh.
28 Allí serviréis a dioses de madera y piedra, hechos por mano de hombre, que no ven ni oyen, ni comen ni huelen.
29 Desde allí buscarás a Yahvéh, tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma.
30 En tu angustia, cuando todas estas cosas te sobrevengan en los tiempos venideros, te volverás a Yahvéh, tu Dios, y escucharás su voz.
31 Pues Yahvéh, tu Dios, es Dios misericordioso y no te abandonará ni te destruirá, ni se olvidará de la alianza que a tus padres juró.
32 Pregunta, pues, a los tiempos antiguos que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra, y desde el uno al otro extremo de los cielos: ¿Ha sucedido jamás cosa tan grande como ésta, o se ha oído algo semejante?
33 ¿Hay algún pueblo que haya oído la voz de Dios hablándole de en medio del fuego, como la has oído tú, y que haya seguido viviendo?
34 ¿Ha intentado jamás venir un dios a escoger para sí un pueblo de en medio de otro a fuerza de pruebas, de señales, de portentos y de guerra, con mano fuerte y brazo tenso y con grandes terrores, como es todo cuanto ha hecho con vosotros Yahvéh, vuestro Dios, en Egipto, ante vuestros propios ojos?
35 Te ha sido concedido ver todo esto, para que sepas que Yahvéh es, en verdad, Dios, y que no hay otro fuera de él.
36 Desde lo alto de los cielos te hizo oír su voz para instruirte, y sobre la tierra te hizo ver su gran fuego, y de en medio del fuego oíste sus palabras.
37 Y porque amó a tus padres y escogió después de ellos a su descendencia, te sacó de Egipto yendo delante de ti con su gran poderío,
38 arrojando de delante de ti a naciones más grandes y más poderosas que tú, para introducirte en su tierra y entregártela en heredad, como lo hace en este día.
39 Tú debes saber hoy, por lo tanto, y recordarlo en tu corazón, que Yahvéh es el único Dios en lo alto de los cielos y aquí abajo en la tierra, y que no existe otro.
40 Guardarás, pues, sus preceptos y sus mandamientos, que hoy yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y para que se alarguen los días de tu permanencia sobre el suelo que Yahvéh, tu Dios, te da a perpetuidad.
41 Moisés reservó tres ciudades al otro la-do del Jordán, al oriente,
42 para que allí se refugiara el homicida que hubiera matado a su prójimo sin querer, sin haberle tenido odio anteriormente, a fin de que, refugiándose en una de esas ciudades, salvara la vida.
43 Son éstas: Béser, en el desierto, en la altiplanicie, para los de Rubén; Ramot, en Galaad, para los de Gad; Golán, en el Basan, para los de Manases.
44 Ésta es la ley que Moisés puso ante los hijos de Israel.
45 Éstas son las instrucciones, los preceptos y las normas que dictó Moisés a los hijos de Israel al salir ellos de Egipto,
46 al otro lado del Jordán, en el valle, frente a BetPeor, en el país de Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, a quien Moisés y los hijos de Israel derrotaron al salir ellos de Egipto.
47 Se apoderaron de su país y del país de Og, rey de Basan, los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, al oriente,
48 desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, hasta la montaña de Siryón, o sea el Hermón,
49 con todo el Araba, al otro lado del Jordán, al oriente, hasta el mar de Araba, al pie de las laderas del Pisgá.

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Introducción a Deuteronomio 

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas